Danilo Sánchez Lihón
1. Oculto
y a oscuras
La naturaleza es maravilla en sí misma, es portento y
es asombro que causa éxtasis y fascinación.
No solo su presencia y vistosidad, sino su esencia;
como cada uno de sus procesos producen embeleso y deslumbramiento.
Cada grumo de lo que es polen o polvo, cada partícula
de materia viva o muerta, cada corpúsculo que se sumerge, flota o se eleva es prodigio
y es quimera.
Hay medio millón de variedades de flores sobre un
manto verde que cubre de esplendor la superficie terrestre como una alfombra
regia.
Cada una posee en sus pétalos formas, colores,
comportamientos admirables, que la mente humana a lo primero y a lo último que
atina es a sumirse en reverencia.
En las profundidades de los mares y océanos nos
encontramos con verdaderos primores, que parecieran querernos decir que lo más
bello y estupendo yace oculto, secreto y a oscuras.
2. Pasmo
y estupor
Basta considerar el medio ambiente que nos rodea y
circunda y que hace posible que la vida exista sobre la faz de la tierra.
Con sus dos componentes básicos de nitrógeno y oxígeno
en las proporciones ideales guardando un equilibrio supremo.
Fenómeno que nos sume y encandila en considerar que la
vida es un pasmoso milagro de la creación.
Sin embargo, además de ser en sí misma maravilla, la
naturaleza nos ha dado en algunos puntos de su geografía estupefacciones que
causan extrañeza, pasmo y estupor.
Y nos sentimos sobrecogidos por su dimensión onírica
de espanto, y de supra realidad, produciéndonos un sentido de sumisión, de
acatamiento y veneración.
3. Helechos,
begonias, orquídeas
Eso ocurre en el Boquerón del Padre Abad, maravilla
natural de nuestro país que asombra y cautiva, situado en el departamento de
Ucayali.
Fue descubierto el año 1757 por el padre misionero
Francisco Alonso de Abad.
Es una fractura geológica que da origen a un corredor
estrecho de tres kilómetros de longitud.
Con grandes paredes rocosas de más de cien metros de
altura ingresando dentro de dicha fractura la vía carretera que va a Huánuco a Pucallpa.
Cubiertos sus flancos de helechos, begonias, orquídeas.
Y colmados de frutos, como la pona, el aguaje y el pijuayo.
Y de árboles como son los cedros, las caobas, y los
ishpingos
4. Microclimas
diversos
Está situado a 183 kilómetros de Pucallpa y a 22
kilómetros de Aguaitía permitiendo ingresar después de atravesarlo a la Pampa
del Sacramento.
Es una maravilla natural del Perú, y que por su
hendidura significa en idioma Shuay: Ave negra.
Es un fenómeno sorprendente constituido por un túnel
que horada las rocas y da paso al río Yarucyacu que ha erosionado la Cordillera
Azul.
Durante milenios aquí se ha hecho un corredor
estrecho, exuberante en vegetación producida por la humedad del medio ambiente.
El clima tropical y el agua que se precipita desde
alturas de más de cien metros, forman una floresta llena de helechos, begonias,
orquídeas y palmeras con microclimas diversos en toda su extensión.
En el centro hay dos inmensas cataratas, denominada
una: “El velo de la novia”; y la otra: “La ducha del diablo”.
5. Todas
cristalinas
Al verlas uno siente estar en el origen del mundo, en
el principio de la creación, en la matriz del orbe y en el parto del universo.
Se crea un ambiente mágico e irreal, en donde el agua
no es agua, por más transparente que lo sea, y a la vez lo más neblinosa que
aparezca.
Entonces, ¿qué es?
En él el agua y la tierra tienen otro significado dado
que no es comprensible desde nuestra realidad.
Donde la luz del sol también deja de ser luz, porque
se descompone en mil prismas y arco iris.
Y donde el mismo aire es de éxtasis.
En este corredor se cuentan 70 caídas de agua, todas
cristalinas. Pero unas que son frías, otras que son tibias, y otras que son
cálidas.
6. Otra vez
a la vida
“El Velo de la Novia” tiene dos saltos o cataratas,
una de 40 metros y otra de 60, con un ancho de 6 metros.
“La Ducha del Diablo” es llamada así porque al centro
de la caída de agua de 100 metros de altura, hay una roca que semeja un ser
diabólico, que emerge desde una poza de 10 metros de diámetro.
En el breve tiempo que se demora el ómnibus en cruzar
el Boquerón del Padre Abad, el viajero tiene alucinaciones.
Se siente nacer, y se siente morir.
Hay un sistema de puentes por los cuales uno siente
que avanza, pero a la vez que regresa o retrocede en el tiempo.
Hay una sensación de haber caído en un laberinto, en
una adivinanza incontestable, en un misterio absoluto.
Donde uno no sabe si ha muerto o si vive, si es otro o
es él mismo. Pero quien después de un hondo suspiro, emerge otra vez a la existencia.
7. Vórtice
y espanto
Maravillas así vale conocerlas y tenerlas más
presentes en nuestras vidas.
Y ello para ser más leales, sabios y auténticos; para
comprender más y mejor todo, para ser más enterizos porque prueba nuestro ser
íntegro.
Para cultivar nuestro sentido de pertenencia, para
querer y amar más y mejor.
Vale para reverenciar la vida, para hacernos más
arraigados, más vigilantes, más consagrados.
Para estar más orgullosos de lo que somos, para
cultivar nuestra identidad que tanto la requerimos.
Vale para conocer la heroicidad que significó construir
la vía carretera que va por su fondo y nos une y enlaza con aquella inmensa y
mágica región de la Amazonía.
Vale para retarnos con la tierra, el cielo y el cosmos,
sobreponiéndonos a su vórtice y espanto.
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