miércoles, 1 de junio de 2016

1 DE JUNIO: DÍA MUNDIAL DE LA LECHE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA NATA EN NUESTRAS BOCAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
JUNIO, MES DE LOS NIÑOS,
DEL MEDIO AMBIENTE, DE LA GLORIA
DE ARICA Y DE LA IDENTIDAD ANDINA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 

*****
 
POR VALLEJO

Ya todo estaba escrito cuando Vallejo dijo: –Todavía.
Y le arrancó esta pluma al viejo cóndor
del énfasis. El tiempo es todavía,
la rosa es todavía y aunque pase el verano, y las estrellas
de todos los veranos, el hombre es todavía.
Nada pasó. Pero alguien que se llamaba César en peruano
y en piedra más que piedra, dio en la cumbre
del oxígeno hermoso. Las raíces
lo siguieron sangrientas cada día más lúcido. Lo fueron
secando, y ni París pudo salvarle el hueso ni el martirio.
Ninguno fue tan hondo por las médulas vivas del origen
ni nos habló en la música que decimos América
porque éste únicamente sacó el ser de la piedra más oscura
cuando nos vio la suerte debajo de las olas
en el vacío de la mano.
Cada cual su Vallejo doloroso y gozoso.
No en París
donde lloré por su alma, no en la nube violenta
que me dio a diez mil metros la certeza terrestre de su rostro
sobre la nieve libre, sino en esto
de respirar la espina mortal, estoy seguro
del que baja y me dice: –Todavía.

GONZALO ROJAS

Poeta de Chile.
Premio Cervantes
 
*****
 
1 DE JUNIO
 
 
DÍA
MUNDIAL
DE LA LECHE
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
LA NATA
EN NUESTRAS
BOCAS
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Honda
fragancia
 
Hay días en que las lluvias incesantes repentinamente acaban. El cielo encapotado se despeja y la mañana se torna radiante.
– ¡Qué hermoso ha amanecido el día! ¡Hoy no va a llover! ¡Ya vengan, que el desayuno está servido! ¡Llamen a su papá!
De huertas y corrales, de muros y tejados estalla una algarabía de seres que pían, graznan y maúllan. Hasta las orugas se deslizan extasiadas. Revolotean las mariposas y los polluelos de las aves se revuelven y se empinan con sus bocas abiertas en sus nidos. Los gallos cantan y se escuchan rebuznos lejanos.
Asomados desde el mirador a contemplar la hondonada vemos al sol posarse en el agua esmeralda de los chubascos de días anteriores detenida entre algunas tejas, o que aún permanece en las hojas de las plantas, o en los huecos de las piedras, o jaspeando en el ichu con que se enlucen las paredes de las casas.     Es un brillo extasiante que invade los ojos y estalla en el alma. La humedad se desprende y se eleva hecha neblina sobre los verdes alfalfares.
– ¡Hijos! ¡Pronto tomen su desayuno que nos vamos a lavar la ropa en el río!
En la cocina ya ha hervido la leche que desprende su honda fragancia.
 
2. El excelso
firmamento
 
Luego de hervir, y cuando enfría un poco, forma una nata que si somos golosos y los padres se distraen untamos con un pedazo de pan, sacándola de la misma olla, quedando prendida en el pan que lo elevamos un poco para dejarlo caer con un mordisco en plena boca.
Nata que sorbemos transportándonos al séptimo cielo, porque es como si devorásemos los campos sembrados y el torrente cristalino de los ríos hasta en sus lechos. Es como si sorbiéramos el excelso firmamento o el rezumar de las espigas. Pero ahora más bien hemos establecido turnos para comérnosla, a fin de evitar peleas y que se desperdicie la nata cayéndosenos al suelo
– ¿A quién le toca hoy servirse la nata de la leche? –pregunta la madre en el desayuno.
– ¡A mí, mamá! –Es el grito lleno de entusiasmo de uno de nosotros, acumulado en la espera a que dé vuelta, alrededor de la mesa, el turno de servirnos nuevamente la nata de leche en el desayuno.
Al mirarnos todos los hermanos reconocemos que es ciertamente, a mí a quien le corresponde esta vez tenerla en el plato de filo azul, separado de su taza.
 
3. La deja
caer
 
Y así la saboreamos, entrecerrando los ojos como si un manjar, elixir o un néctar divino nos correspondieran en suerte la delicia de degustar esta mañana de invierno en la serranía no sé por qué designio de los dioses.
Eso hacíamos a escondidas, pero ahora se ha establecido un orden en el reparto de la nata.
– ¡A mí me toca, mamá! –Reitero impaciente y ufano mirando desprenderse las volutas de humo de leña que suben del fogón y se pierden convertidas en humos por entre los carrizos y magueyes de que está entretejido el techo.
– Mamá, a mí me toca. –Sigo reclamando.
– Ya, ya, ¡espera un momento! –Dice en tono de parecer acosada por mi impaciencia, pero sabe que nadie hará nada concentrados como estamos en verla caer en el plato empujada con el cucharón desde la olla en cuyo borde se queda una parte prendida.
Al servir taza por taza va apartando la nata inmensa con el cucharón, mientras ella se revuelve y trata de deslizarse hacia una de ellas.
 
4. En esta
existencia
 
Todos estamos con los ojos y hasta con la boca pendiente de cómo avanza o retrocede la nata, separándose de la superficie blanca y humeante de la leche.
Por fin, dirigiéndose a mí sitio, y ayudada siempre con el cucharón, la deja caer.
– ¡Ásu! ¡Qué grandaza que te ha tocado!
Pero su blanca estela en partes azulada y en partes amarillenta se queda en parte colgada, cuán grande y consistente es, en el borde de la olla de fierro.
Mi madre allí trata de cortarla presionando el cucharón al  borde de la olla para que ella caiga definitivamente.
– ¡Pero sin cortarla, por favor, mamá!
– ¡No sean golosos en esta vida! –Dice sin distraerse, mientras levanto los ojos a mirar sus mejillas, sus sienes y su cabello castaño sobre su frente sonrosada que yo adoro.
– ¡Ásu! –Corean otra vez mis hermanos– ¡Qué grande le ha tocado!
 
5. Miro
a cada uno
 
– ¡Qué suertudo! ¡A mí siempre me toca chiquita, mamá! –Reclama o se queja uno.
– A mí también. –Aduce otro.
– ¡Cuando no les toca a ustedes la ven gigantesca! –Sentencia nuestra madre. 
Los ojos están puestos en mi plato y hay en todas las bocas un trago al vacío en la ilusión por comerse parte de este manjar.
– Yo compartí contigo la vez pasada, ¿te acuerdas Fredy? –Reclama uno de mis hermanos.
– ¡Yo también te convidé de la mía!
– Cuando a mí me tocó también me pediste y te di bastante. –Reitera otro.
– ¡Invita pues a todos! –Es el pedido general.
Miro a cada uno y es tanta la ilusión que reconozco que ciertamente me dieron un buen trozo de nata de leche cuando a ellos les había tocado su turno.
 
6. El dulzor
de los amaneceres
 
– Entonces hay que repartirla.
– ¡Ya pues!, hay que compartirla.
Y en algunos platos que me extienden, y que reflejan en su brillo la claridad de la mañana, cogiendo una cuchara grande, secciono la nata que la voy poniendo en sus panes. Y que algunas pasan inmediatamente a las bocas de mis hermanos.
Pero la mayoría han estirado sus cuerpos, los que están cerca, y otros han dado la vuelta abriendo casi toda la mandíbula para recibirla directa en sus bocas.
Cuando así lo hacen sus ojos se cierran, iluminados por dentro o enceguecidos por el placer de saborear esa delicia, exprimiéndola entre el paladar y la lengua para extraer de ella el jugo dulce de las flores y los panales de mieles, el agua de las fuentes y el dulzor de los amaneceres fragantes que en ella están contenidos.
Mientras, la revuelven y finalmente la pasan. Recién en este momento abren los ojos en donde el negro de las pupilas se hace brillante.
 
7. Inmenso
prodigio
 
Pero, ¿es sólo la evocación de lo que nos viene del campo lo que hace tan sabrosa la nata de leche en los desayunos de la casa pueblerina?
No solo es eso. Es también la luminosidad radiante de la hora, el sol en las paredes de la casa, el concierto de las aves, los graznidos, aullidos y maullidos de cada animal. Es el ser pleno de todas las cosas que nos rodean.
Pero al ver los rostros rozagantes, las miradas de los ojos de mis hermanos, el oír sus risas y estallidos de alegría, es allí cuando creo que la nata de leche es sabrosa.
Son ellos mismos, mis hermanos, con su naturaleza pura y esperanzada, la verdadera nata de leche. O es la vida misma que aflora siempre como un regalo inesperado que intenta tomar la delantera en servir y prodigarse.
Todo ello es o hace la verdadera nata de leche que creo que solo aquí tenemos el privilegio de saborearla, en esta vida y en este mundo terrenal, en donde se da este inmenso prodigio.
 
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