CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
JUNIO, MES DE LOS NIÑOS,
DEL MEDIO AMBIENTE, DE LA GLORIA
DE ARICA Y DE LA IDENTIDAD ANDINA
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
*****
10 DE JUNIO
NACE
GAMALIEL
CHURATA
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
CHURATA Y ENCINAS
Danilo Sánchez Lihón
1. Masa
ígnea
El
maestro José Antonio Encinas encargó que el prólogo de su libro
fundamental: Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú, concebido en el
exilio en París, lo escribiera un alumno suyo que participó de aquella
experiencia legendaria de la Escuela 881, y que es el motivo central de
dicho libro.
Ese
alumno suyo fue Gamaliel Churata a quien conoció como alumno de ese
centro educativo cuando tenía 7 años; lo curioso es que ese niño era un
rebelde, anti escuela y quien nunca terminó ni siquiera la educación
primaria; masa ígnea, lava ardiente y genio del idioma; cuya vida y obra
hace que los intelectuales altiplánicos reconozcan su obra El pez de
oro, libro misceláneo, caótico al punto de lo ininteligible, como la
Biblia altiplánica.
Churata
por ser aquella alma libre, pujante, inatajable, y de naturaleza
indómita, sufrió cárcel, exilio, ostracismo, más por su defensa
inclaudicable del indio y de la justicia social. Identificado con la
poesía como saeta, flecha y rayo que no cesa, ha quedado
indisolublemente ligado a Puno, esa región translúcida, como un mensaje
de afirmación de la vida, de fuego que no cesa y de la palabra capaz de
redimir haciéndose volcán, fulminante y estallido de júbilo.
2. Cuenta
Churata
Hay
muchos pasajes, ideas y hasta juegos que el maestro José Antonio
Encinas protagonizó o alcanzó a idear, y que grafican nítidamente la
perspectiva de lo que podría identificarse como su concepción de la
educación: la "Escuela social".
De
los muchos principios de este postulado hay uno, la educabilidad, que
quisiera referir, por ser quizá el más espontáneo, incluso hasta
aparentemente desaprensivo y humilde, pero en el fondo de una gran
significación y que él lo formula con una vivencia.
Es
una escena, cuadro o estampa de apenas un instante pero que gracias a
Dios ha quedado registrado y salvado, porque lo cuenta un alumno suyo
que lo vivió directamente.
Se
enmarca en el período correspondiente a 1908 y 1911, en pleno
funcionamiento de la Escuela 881 de Puno, que aquel legendario maestro
dirigiera durante cuatro años y que constituye una experiencia de
extraordinario valor, pero además hermosa en su forma y contenido.
3. Tempestad
de nieve
La
relata Gamaliel Churata, seudónimo literario de Arturo Peralta,
refiriendo que el grupo de estudiantes con su profesor regresaban casi
ya al amanecer por la meseta altiplánica, maestro y alumnos.
Porque
como era ya costumbre salían no de paseo ni excursión sino a clases que
el maestro Encinas las dictaba a campo abierto y al aire libre. ¿Dónde
desarrollaba dichas lecciones?
Por supuesto que no en el aula sino
en las faldas de las colinas, en las cumbres de los cerros o a la
orilla de los ríos, o habiendo avanzado a lo más profundo de los valles y
quebradas.
Esta
vez, los alumnos más fuertes de la sección, que también eran los más
altos, se habían adelantado a los demás en la noche lóbrega del
altiplano.
Pero en un momento se detuvieron en medio de la tempestad de nieve que se había desatado preguntándose:
– Y el maestro, ¿dónde está?
4. A
horcajadas
Cuando
miraron hacia atrás, echando de menos a don José Antonio, lo divisaron
inmenso al chispazo de un relámpago. Venía muy atrás, lejos, pero a
quien notaron gigantesco, grandioso y colosal, en medio de las
tinieblas.
Cuenta
Churata en esta evocación –que hizo varias décadas después de que
aconteciera y sin detenerse mucho en relación a su significado–, que al
esperarlo y él haber avanzado y estar ya muy próximo, divisaron a la luz
de otros relámpagos, que su maestro aparecía como descomunal.
¿Qué
ocurría? Era así porque se había echado a los hombros al niño más
desvalido, aquel al que todos repelían; y a quien él traía a horcajadas
en su nuca, en donde el niño se cogía fuertemente con las manos de su
frente.
Aquel
pobrecito era el débil, el descalzo, el desarrapado a quien el frío de
la meseta y lo agotador del camino le habían impedido caminar. El
maestro Encinas, que no medía más de un metro sesenta de estatura,
aparecía por eso como un gigante.
5. Algo
invencible
Pero
algo más comprobaron, cual es que con su vozarrón, y viniendo desde
lejos, entonaba hayllis, huaynos y taquiraris en quechua y aimara en
plena meseta abierta y desalmada.
Cuenta
que fue tal la fuerza, la verdad y la belleza de ese hecho, que de
manera espontánea los mayores y fuertes que lo esperaban buscaron a los
más débiles que tenían a su lado y los echaron igualmente a sus hombros.
Tal
cual el maestro Encinas había pasado hacia adelante. Y uniendo sus
voces al canto y a los himnos en las lenguas que entonaba el maestro,
siguieron detrás de él.
Y
así avanzaron, sintiéndose todos grandes, tanto los que cargaban a
otros niños, a quienes les renacía una fuerza nueva, como los que iban
en los hombros de sus compañeros porque sentían bajo suyo la energía de
la solidaridad como algo invencible.
¿Qué
magia o significado tiene este pasaje suelto, entre los muchos otros
que se desprenden del ser y el sentir de la personalidad de este maestro
legendario?
6. En nuestros
hombros
Su mensaje es que es fortalecedor y significativo echarnos a los más débiles en nuestros hombros.
Porque
si la educación no sirve para eso, ¿para qué entonces educar? ¿Para la
competencia? ¿Para ganar y desplazar al otro hermano del camino? ¿Para
tirar de codazos a los demás a que se aparten, a que yo triunfe
deshumanizando todo?
He
allí la diferencia de lo que puede ser una educación competitiva a una
escuela de inspiración social y a la propuesta de la educabilidad que la
encarna Encinas como razón y postulado de la educación entre nosotros.
Está
en este gesto natural, espontáneo e inconsciente el sentido, la
definición y el concepto profundo y genuino de lo que es educar
socialmente.
No
solo allí está la visión o la misión de lo que es educación, cual es
hacernos responsables de los más débiles y del mundo en lo más dolido y
desprotegido que hay en él, cargarlo en nuestros hombros lo que está
pendiente de solucionar.
7. Es
lo que hace
Pero
no con agobio ni pesar, ni con queja; tampoco con marketing o cara al
público, sino con profunda y auténtica alegría, sin que eso constituya
un lastre sino, como lo dice El Churata, agigantados todos.
Pero
hay otro rasgo en este pasaje, cual es que el maestro venía atrás,
cerrando filas. Era el último porque vigilaba a quién más lo necesitaba y
se retrasaba. Este ser último es para que nadie se pierda. ¡Qué
distinto a la educación para la competitividad del liberalismo
económico!
Otra
faceta es la fortaleza, la imitación y el deseo de hacer lo mismo que
brota en los alumnos mayores, de alinearse con la misma actitud, de no
dejar que uno solo lo haga.
Este
convencimiento llano, voluntario, esta disposición en donde se resume
una experiencia, una trayectoria y una vida, es lo que hace a las
enseñanzas de Encinas imperecederas. Y a Churata como la conciencia
alerta que percibe lo cabal y significativo por ser el alma libre,
bravía y tener el genio insobornable que supo tener.