martes, 15 de abril de 2014

A CÉSAR VALLEJO, POETA UNIVERSAL - POR RODOLFO ASCENCIO BARILLAS, DIRECTOR DE RELACIONES INTERNACIONALES DE ASOLAPO




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A CÉSAR VALLEJO, POETA UNIVERSAL

Por Rodolfo Ascencio Barillas

Diligente, maestro, fuerte, e incansable soñador,
Quisiera  ser la voz  solitaria de tus bosques helados,
Y  el brazo fuerte de tus exuberantes prados.
Quisiera regresar a tu silenciosa sonrisa
Y vivir donde  navegas con tus versos prodigiosos;
Descubriste las raíces futuras de tu pueblo,
Y el cáliz moderno de sus intranquilas apreciaciones.
Eras incansable, inagotable, prudente y compilado
De todos los hombres que han sido abandonados.
Quisiera ser el pasado de tus ardientes rubores
Y  sentir la gloria de tus faenas sigilosas,
De aquella raza indómita esplendorosa,
Que reza  en las planicies de tus nieves constantes.
Yo viví con la enseñanza de tus verdades
Y con las razones de tus justos conocimientos.
En los caminos espinosos de tus surcos mojados.
Eras el guardián de los relicarios funestos
Y aborreciste las injusticias permanentes,
Y tu pensamiento está con las frentes soñadoras.
Eres la libertad de la palabra emancipadora,
Y el brillo de la inteligencia infinita,
Pese a los gélidos inviernos de hambre,
Eres la luz de los sin luz,
El ocaso de los amaneceres,
Y el origen de las bellas palabras.
Sentado, meditabundo y luchador
Y que de tu mente siempre fluyen secretos de mares,
Donde nacen las aguas cristalinas de tus manantiales
Y  reviven hojas secas de tus calvarios sagrados.
En la inhóspita montaña, se oye como el silbido del viento,
Y  las nieves que bañan  tus desiertas estepas,
En los polícromos boreales de tus ubérrimas emociones.
Yo te venero ilustre MAESTRO de los Heraldos Negros
Y a tus sueños henchidos a través de los tiempos,
Que hoy  se alzan como potros a cuestas soñando,
Y tu virtud que es de insigne preludio,
Nacido envuelto con alas del verso,
Y que hoy procreamos en tu eterna memoria;
Y tus sueños que son ínclitos divinos tesoros
bendecidos en los caminos de tus asombrosos celajes,
Cual hazañas de tus horizontes planetarios;
Del GRAN MAESTRO CÉSAR VALLEJO,  poeta inmortal
Nacido de un vientre empíreo,
Que hoy el cuelmo de tus versos trasciende,
Y que destellan iluminados encuentros,
Y es en sumo el poeta de gloria, siempre fuerte
Y de mirada profunda inhiesta.
Sin dejar de pensar en su tierra perenne
Y sus cielos eternos de azules inconfundibles,
Que hoy suspiran mis sueños de gloria…


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MI HERMANO INMORTAL CÉSAR VALLEJO

Rodolfo Ascencio Barillas

Hombre virtuoso, poeta de filigrana casta
ahora que el tiempo ha pasado, 
tus versos perduran con el Universo,
la noche detuvo el reloj de tu mirada,
el viento canta la melodía de tu voz,
junto con el leve murmullo de tu sonrisa,
en tus letargos andares,
con  los invencibles manantiales de tus rimas,
huracanes vivificantes en los sordos rincones del mundo,
aún en los sondeos profundos de tus aguas azules,
puedo ver el verde clorofila de tus manos,
poseedor de una luz eterna y divina.
Dónde viajan veloces briznas de tu aliento,
y con las luminosas primaveras de tu pecho;
porque  yo, no estuve ante tus humanos quebrantos,
 que arribaron con tus años de sapiencia,
para entender el caudal de tu apresurado llanto,
cual torrentes lagrimas de tus íngrimos espantos.
Yo quise conocer la obra de tus férvidos pesares,
y quise vivir el pensamiento de tu deslumbrante cielo,
y cada día era una noche a la vez,
y cada noche era un día con un pez.
Yo te vi caminar con tus andinos desvaríos, 
y en el parnaso de tus coloridas emociones,
y en las efímeras elegías de tus nimias frustraciones,
y en el cenit convincente de tus ubérrimos derroteros,
y en el  fuego indomable que iluminan tus luceros,
pero aparecieron celajes en los retazos del mundo;
ilusiones compungidas en tus púdicas sensaciones
y tus poemas eran avisos  presagiaros, 
y encuentros penitentes de almas epatantes,
y con tu visión carismática desafiante,
denunciabas en preludios el hambre impactante,
más allá de tus cantos mañaneros,
con tus manos besabas las estrellas de tus ojos
y  tu voz imbatible disipaba las tinieblas de los niños
con hidalga valentía se elevaban tus violines 
que acariciaban la luz con en el viento de tú mirada.
¡Oh! poeta inmortal de universos contagiosos,
maestro  de  lenguas seductoras
ahora la sabara de tus pies se detienen con tu acento,
a pensar por tus infinitos ministerios,
que resguarda tu incólume vestidura,
y con regocijo tus hijos celebran,
los firmamentos de tus fervientes estaciones.
Pulcro, integro, de perfectas convicciones
digno hombre predilecto de la Humanidad…



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