CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
19 DE ABRIL
HOY ES
SÁBADO
DE GLORIA
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
LA FLOR
DEL
PARAÍSO
Danilo Sánchez Lihón
1. Un espacio
sagrado
¿Qué más prueba de la obra de Dios que tú seas tú?
Este es mi canto dulce en la noche. Esa es mi endecha de adhesión en el alba.
Y si somos sensatos: ¿qué más evidencia del carácter sagrado de la existencia que la sublime copa de oro del amor?
El amor en la tarde que acaba y en el día que amanece. En las flores que se mecen.
En las espigas que ondulan al viento.
El amor en los ojos cristalinos y luminosos de los niños cuando ríen.
¡Hay igual, en mí, un espacio sagrado y profundo que está más allá de empaques perecederos!
2. Todo
canta
Igual tú, igual todos. Eres maravilloso. Eres único. No hay otro ser como tú en el universo, donde tú eres tú.
Nadie más hay con el universo que a ti te pertenece. Y tú eres un ser, y cada uno lo es, que tiene un infinito interior.
Y con intimidad que nadie puede hollar. Es por eso que el mundo es entrañable y luminoso.
Aquí está el sol, alumbrando radiante.
Aquí el río claro y anchuroso. Todo canta. Y el corazón está lleno de alegría y regocijo.
Entonces es juicioso y cuerdo agradecer a Dios. Agradecerle por este instante; por ver, escuchar, sentir.
Por esta gracia y privilegio supremo de que somos y existimos.
3. El niño
que él mismo fue
Gracias Dios mío por este sorbo de agua que toca e inunda mi paladar, que moja y refresca mi frente.
Gracias por la esperanza que es un acorde en la noche cerrada y profunda.
Esperanza de confiar en el bien.
De que el juez comprenda y dictamine de acuerdo a la verdad y a la justicia.
De que el político recapacite, actúe y sea tocado en el hombro por la mano de su hijo que le dice:
– "Padre mío, ¡confío en ti!".
Que el hosco mire al niño. Y que
le pida limosna a él, no desde su posición jerárquica sino desde el niño
que él mismo fue algún día.
4. Asumir
lo distinto
Que él y ella antes de decidir separarse volteen la mirada y se llamen por sus nombres.
Cuando tener fe es sentir que nuestra madre nos aferra a su seno protegiéndonos del viento helado. Y del lobo que aúlla.
Cuando sé que me oyes tú, papá.
Que somos capaces de nacer de nuevo. De volver a nacer ahora mismo en otro universo.
Que somos capaces de encontrar en el presente toda la trascendencia.
Que creer es sentir toda la maravilla en la circunstancia que acontece.
Que es ser capaces de dar valor y reconocer lo distinto, lo original y lo misterioso.
Capaces de cambiar el mal por el bien.
5. Las aguas
del bien
Y el bien es lo que sustenta al mundo.
Hermoso es el rostro del bien. Y de bien está hecha la casa del mundo. Y el bien es el pálpito básico de la vida.
Todo es bien y él lo gobierna todo. Y el bien es una mariposa que aletea en el corazón de todo lo creado.
Tiene alas doradas y su temblor es infinito. Por eso confía siempre en lo que está por acontecer. Siéntete bien.
Hoy día es una gran fiesta donde tú eres el oferente y el invitado principal.
Y siente aquella mariposa que revolotea desde el fondo regocijándose por ti.
Y hundiendo en las aguas del bien sus dadivosas alas doradas
6. Diamante
fijo
Registro aquí un testimonio y un anhelo, el mismo que expresara el gran poeta de los lagos Samuel Coleridge, cuando advierte:
«Si un hombre atravesara el
Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había
estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano...
¿entonces qué...?»
Entonces, concluimos nosotros, que tú eres la prueba contundente de que el Paraíso existe.
Tú eres ese documento, esa evidencia. Tú eres esa flor. Tú eres prueba de ese paraíso.
¿Qué más verdad acerca de Dios que el hecho de que tú existas?
Tú pruebas de que ese reino existe, de que los valores del cristianismo son un rayo de luz, una joya y un diamante fijo.
7. Maravilla
y portento
Pero de esto se desprenden otras conclusiones trascendentales, como:
Que de repente no nos aceptamos nosotros mismos como Flor del Paraíso.
Y sea porque quizá sean muy densos nuestros agobios y el peso de nuestras culpas.
O porque sentimos que hemos fallado en un sinfín de oportunidades.
O porque estamos entristecidos y, ¿entonces qué Flor del Paraíso voy a ser?
Pero, entonces reconozcamos como Flor del Paraíso, como una maravilla y un portento, por ejemplo: el agua, el sol, la tierra.
8. Frágil
y fugaz
Lo más ordinario, humilde y constante, en verdad es Flor del Paraíso.
Reconozcamos como una maravilla y un milagro, más que lo extraordinario lo ordinario, lo común y corriente.
Por mencionar algo: el aire. E
incluso, algo mucho más mínimo y simple como es el acto de respirar, el
breve aliento que atraviesa nuestros labios y nuestras fosas nasales.
Es gracias a ese soplo por lo cual
vivo. Si se ocluyera por menos de un minuto ese fluir y refluir, para
lo cual no hago ningún esfuerzo, mi vida terminaría.
Es tan ordinario esto, pero a la
vez tan extraordinario. Y con ello el prodigio de la vida; como también
su índole leve, frágil y fugaz. Y aparentemente indefensa.
9. En medio
las puertas
Reconozcamos entonces la Flor del Paraíso en lo humilde y cotidiano, en lo minúsculo y entrañable.
La Flor del Paraíso que nos prueba
el carácter providencial de la vida, no es necesario que sea un
espectáculo sorprendente, inusitado o raro.
Basta reconocer lo excelso en lo más básico y elemental. En lo más normal lo trascendente.
Por eso resulta reveladora y pertinente la letra de una canción de Jim Morrison que anoté y que dice:
Hay cosas conocidas
y cosas desconocidas.
Y en el medio de ellas
están las puertas.
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