VISIÓN A ÉXODO A LAS SIETE ESTACIONES DE BETHOVEN MEDINA
Mara L. García *
Hay libros que se tienen que
leer con una Pluma en la mano
(Reina Roffé)
Fue
un privilegio recibir el libro de Bethoven Medina Sánchez, “Éxodo a las
siete estaciones” (2016), donde el autor nos entrega un experimento
poético, exigiendo de un lector comprometido con el texto. El lector,
necesita atar cabos y descubrir las pistas dejadas, adrede, por el autor
de este libro. Penetrar en este texto es realizar una peregrinación al
mundo de las letras que se rebelan contra lo tradicional para vestirse
de un registro experimental.
Al navegar en el poemario “Éxodo a
las siete estaciones” es viajar al mundo de la sabiduría, mitología y
especialmente entrar al campo mágico del dígito siete, número que
encierra un halo de misterio como el contenido de este poemario
conceptuoso. De la misma forma que para Pitágoras, el número siete era
el símbolo de la perfección, el libro de Bethoven Medina, acrecienta la
condición poética inherente en todo poemario; porque es un libro que
habla por sí mismo como la jaula en “La prodigiosa tarde de Baltazar” de
García Márquez.
En las páginas de este libro se encuentran los
siete metales planetarios, considerados importantes en los rituales y
por ser talismanes dentro de la alquimia. Así el oro se le relaciona
con Apolo, dios de la luz y el sol, la plata con la luna Diana, el
hierro con Marte, mercurio con Mercurio, el estaño con Júpiter y el
cobre y el plomo con Venus y Saturno respectivamente. Estos elementos
alquímicos espolvorean al texto de elementos mágicos, agregando lo
esotérico y lo secreto del texto; aumentando la sabiduría de este libro.
Estamos ante un tomo original con 115 notas aclaratorias que se
transforman en versos poéticos informativos, con la finalidad de ayudar
al lector a comprender el significado de algunos simbolismos
resguardados celosamente por Bethoven Medina que forman parte de su
erudición y conocimiento sobre mitología, doctrinas, elementos
religiosos, astrología, fuentes matemáticas etcétera; y en estas notas
se dispone a compartirlo con el receptor. Estas valiosas glosas ayudan
para minimizar la impenetrabilidad del texto que es, en mi opinión,
análogo al “Libro de arena” de Jorge Luis Borges.
Uno de los
componentes que predomina en Éxodo a las siete estaciones, es la luz.
El libro está preñado de elementos refulgentes a lo largo de todo el
poemario. A medida que leemos y nos adentramos en la lectura hallamos
palabras como: luz, claridad, luminoso, sol, iluminado, linterna,
brillos, luces, entre otras.
Este elemento lumínico
que ilumina cada uno de los capítulos, es una guía para el lector y la
voz poética se transforma en un monitor capaz de ilustrar al receptor.
La luz es un indicio de la capacidad intelectual que el lector
encontrará al navegar en este poemario intelectual de Bethoven Medina.
El autor utiliza el número siete desde el título, para advertir al
lector que el contenido de Éxodo a las siete estaciones, no es sencillo.
La lectura de este ejemplar es un viaje de búsqueda espiritual e
intelectual a través de los vocablos y los pensamientos profundos que se
entrelazan en cada poema.
Cada capítulo es muy importante para
la totalidad del texto, sin embargo, mencionaré algunos de ellos como
apartados representativos de la visualidad y sonoridad en este libro
innovador. El capítulo II: “Siete notas musicales”, se transforma en un
himno que nombra las
notas musicales, al mismo tiempo que invita
al lector para realizar una lectura en voz alta. El poeta se vale de
figuras retóricas como la onomatopeya y la repetición para darle
sonoridad a este capítulo. “Las aguas se vuelven cantarinas”, el
“concierto interminable” o “cuando huyo de mis ansias en relincho sin
dirección conocida, /hasta ser pez zambulléndome, una y otra
vez/buscando bajo el agua mi ser”. Este capítulo es melodioso y tiene un
molde musical que se enriquece con palabras bellas y melodiosas.
Leer el libro de Bethoven Medina, es trasladarse a través del capítulo
VI: “Siete colores del arco iris” a la esencia de los colores. Este
capítulo no solo se caracteriza por su cromatismo, sino que cada color
encierra un significado. El rojo está relacionado con el coraje y la
esperanza del hablante lírico. El naranja evoca sosiego y paz a través
de los naranjales que rodean la casa. Es el pigmento de los recuerdos y
los sueños, evocando conciliación y seguridad. El amarillo se transforma
en un elemento que transmite felicidad y se compara con un canario:
“por alargar melodías”. En otras ocasiones evoca: “Los gorrioncillos, de
pecho amarillo/al sentir felicidad en sus contornos”, siendo un color
de la algarabía y el optimismo. También nos introduce en el tono verde,
pintando el poema con la “euforia de las hierbas buenas” y “el verde
prado con venados y zorzales”. Del suelo se eleva al cielo con el color
azul, favorito de los Modernistas, tinte de las divinidades como Zeus
en el cielo y las madres de “pezones azulados”. De igual manera el
índigo y el violeta florecen en el texto con versos que calman y
tranquilizan al receptor. “Se suspira en índigo” y “violetas crecen al
compás de la mañana”, mientras “violetas en el jardín se dignifican”.
“Éxodo a las siete estaciones” es un libro que instruye y enriquece el
intelecto del lector, hospedándolo con un álbum de imágenes y
significados que enganchan al leedor en este imán literario.
Penetrar en este texto es tomarse una pócima de conocimiento y recibir
un goce que eleva el espíritu al entendimiento de varios saberes.
Estamos ante un escritor que entrega al lector comprometido un texto
para: “que el alma del oyente quede temblando”, usado las palabras de
Vicente Huidobro.
Felicito al escritor Bethoven Medina por
entregarnos este libro arcano y severo para la elevación de quienes
entran a navegar en sus aguas sustanciales de originalidad, sugerencia y
disciplina; insular en la poesía hispanoamericana de hoy.
* Mara L. García. Literatura Hispanoamericana en la Universidad de
Brigham Young (Utah-EEUU. PhD, University of Kentucky, Lexington, 1997).