Danilo Sánchez Lihón
Son
múltiples y hasta diría inagotables los surcos para la educación que
abriera con su acción y su pensamiento el maestro José Antonio Encinas
nacido en la provincia altiplánica de Puno en el Perú, y que deben
fecundar en el magisterio del Perú de hoy.
Algunas facetas las he tratado con cierta extensión en mi libro "Encinas, maestro del Perú profundo",
que publicó en 1999 la Derrama Magisterial. Y se volvió a publicar en
una segunda edición, también ya agotada, en el año 2004.
Me
limitaré, en esta oportunidad, a bosquejar dos aspectos que son
importantes ponerlos de relieve, porque lo requiere urgentemente el
estado y la situación de la educación en nuestro país.
Uno
de dichos elementos se refiere a lo que debe acontecer al interior del
aula y el otro más bien a lo que debe proyectar la escuela en relación a
la comunidad:
1. Innovar
permanentemente
José
Antonio Encinas desarrolló, promovió y predicó una actitud constante en
la educación y en la escuela, cuál es la de innovar prácticamente todo.
Esto es: concepción educativa, políticas, objetivos, contenidos,
métodos, materiales, organización escolar, evaluación, formación de
maestros. Es decir, todo, absolutamente todo lo sometía a continua
renovación e invocaba al magisterio a asumir esta actitud de modo
incesante.
Todo
ello no tanto por el prurito y el señuelo de encontrar fórmulas
perfectas e infalibles, sino porque la realidad y el universo nos
muestran que la condición para no sucumbir es la transformación asidua y
constante. Cambio continuo, el mismo que ocurre cada día, hora y
minuto; brotando a cada instante lo nuevo, lo distinto y singular;
decurso en que todo vuelve a nacer, a descubrirse, a ser fresco y
original.
Es
el cambio y la transformación la que hay que asumir y alentar que se
produzca continuamente, como en ningún otro lugar, en la escuela. Y esto
por un hecho sencillo: en ella la presencia más importante y la razón
de ser de la misma son los niños, quienes están en cambio permanente e
indetenible; principios, además, que son impulsores de la vida misma.
2. Una llama
ardiente
De allí que en su libro "Un ensayo de escuela nueva en el Perú",
se constata que él todo lo innova en la acción educativa, todo vuelve a
ser repensado; todo se somete a nuevos enfoques; clave que rige sus
postulados pedagógicos, tanto que en la nota preliminar de dicha obra
declara y hasta denuncia, diciendo:
"La
dirección de enseñanza se mantiene al margen de todo propósito de
renovación. Los maestros siguen la ruta trazada por un conservadorismo
enervante...
El
niño permanece ignorado... Las escuelas normales trabajan con la
técnica formalista y sin buscar nuevos rumbos en la experimentación e
investigación..."
Por
eso es que consideremos importante enfocar este aspecto olvidado de la
vida escolar, cuál es la innovación educativa, que es bueno que
constituya una simiente siempre actuante en el corazón y en la mente del
maestro.
Perspectiva
en la cual, es fundamental que en la formación básica del maestro haya
una llama ardiente siempre viva y vigente en función y a favor del
cambio asiduo y perseverante y a conocer y aplicar estrategias de
investigación de la realidad intrínseca y circundante en sus múltiples
facetas.
3. Transformando
desde dentro
Pero,
aparte de ello, la innovación educativa debiera ser asumida no solo por
el docente sino también por las instituciones que orientan el quehacer
educativo en los diversos niveles, ámbitos y modalidades.
La
renovación debe constituirse, nos dice Encinas, en política de estado
en base a nuevas ideas, como una acción que se promueve desde las
instancias del gobierno, Y ello a fin de que se cuente con los elementos
más seguros que haga posible implementar las reformas educativas
necesarias que han de basarse, si queremos que sean acertadas, en
experiencias que hayan recogido todas las correcciones que siempre
impone y moldea la realidad.
Porque
la educación, además de ser garantía para mantener principios y
valores, debe transformarse ella misma y propugnar el cambio para
afrontar los desafíos del mundo moderno signado por el vértigo de las
transformaciones que se dan en todo orden de cosas.
El
maestro puede reducirse a ser quien enseña a otro lo que ese no sabe; o
bien quien hace surgir en el educando el ser que debe llegar a ser;
hecho que solo se logrará cambiando y transformando desde dentro, con
respuestas creativas ante cada situación real.
4. El postulado
de "La Escuela Social"
El
otro aspecto que consideramos trascendente plantear en el momento
actual es la concepción que alienta José Antonio Encinas de lo que él
mismo denomina como "La Escuela Social". Según esta concepción la
escuela no puede ser una entidad amurallada dentro de sus cuatro paredes
o dentro de los cercos y linderos en que se desenvuelve una institución
educativa.
Como
tampoco amurallarse dentro de sus rutinas y normas, que se erigen como
otras tantas vallas y atajos, sino que tiene que ser una presencia
participante y activa en todos los asuntos inherentes a la comunidad. Y
esto en razón de que todos los momentos que vive la comunidad son
ocasiones propicias para formar a niños y jóvenes.
El
maestro no puede reducirse a ser un transmisor de conocimientos, muchos
de ellos artificiales, extraños y ajenos a los problemas que sufren y
aquejan al colectivo social, sino siempre ha de ser un guía, un
orientador y un conductor de su comunidad en los desafíos que ella
afronta, y en el tiempo y espacio en los cuales le ha correspondido
actuar. Ello es fundamental a fin de inculcar civismo, emoción social,
compromiso, amor e identificación con los pueblos –por humildes que
ellos sean– en todo niño y futuro ciudadano de un país desafío como es
el Perú, pero además una senda para desarrollar la sociedad, como es
nuestro desvelo coadyuvar a concretar.
5. La diaria
labor social
Las palabras del maestro a este respecto son claras y precisas, cuando afirma:
"Si
la Escuela se dedica simplemente a enseñar a leer o escribir, desempeña
una función meramente administrativa; pero si la escuela interviene
como elemento de primer orden en la vida social de un pueblo, dejando
escuchar su voz, modificando la vida en determinado sentido, teniendo
derecho a intervenir en ciertas actividades que beneficien y garanticen
el bien común, entonces la Escuela es un centro de agitación social y
por consiguiente un elemento político".
Frases
que quizá escandalicen todavía a cien años de realizarse la experiencia
de la Escuela 881 en donde Encinas pusiera en práctica estos
postulados.
Y continúa diciendo:
"Los
materiales de enseñanza... han de girar en torno de problemas
relacionados con la vida social... para ofrecer un conjunto de
conocimientos utilizables de inmediato en el medio ambiente donde el
niño se mueve... en la diaria labor social de la Escuela".
6. Nuestro
desvelo
Parte de esta misma visión es lo que él denomina: problema de las sociedades étnicas andinas o más comúnmente conocido como: "Problema del indio". Este
asunto fue un tema que no dejó de tratar en ninguno de sus libros y
preocupación que lo embargó en todo el transcurso de su vida.
La
vida y obra de José Antonio Encinas tuvo una consagración plena y total
al compromiso con dicha causa, que todavía es un problema pendiente de
resolver en nuestro país, porque la condición de pobreza y marginación
de las poblaciones indígenas en el Perú no ha cambiado, sigue siendo la
misma de hace siglos.
Las
comunidades nativas quechuas, aymaras y amazónicas siguen en el estado
de postración que data de hace varias centurias. Tampoco hay
alternativas educacionales vigorosas destinadas a elevar los niveles de
vida de los pueblos aborígenes.
Y,
sin embargo, ello debe constituir nuestro desvelo, cual es:
reivindicarlos, no solo por un acto mínimo de justicia social sino
porque en aquel ámbito se encuentran valores que han de contribuir a que
el Perú mejore y hasta renazca.
7. Apóstol
genuino
De
un hecho directamente relacionado a la proyección social de la escuela
estaba orgulloso el maestro Encinas, y lo declaró expresamente alguna
vez. Expresó que no se complacía tanto del éxito profesional y hasta de
la fama internacional de quienes fueron sus alumnos del Centro Escolar 881, hecho que era cierto y evidente.
Estaba orgulloso en
realidad de que todos aquellos alumnos adoptaron auténtica y
valientemente el compromiso de luchar denodada e incansablemente por la
causa y la defensa del indígena peruano. Esta fue una de las profesiones
de fe más intensas y ardorosas que asumió en su vida el maestro
Encinas.
Aquel
carácter nos muestra no solo su grandeza de maestro sino su raigambre
de humanista y de apóstol genuino y acrisolado del Perú glorioso
pendiente por redimir.
En
tal sentido, tanto la innovación educativa como la concepción de “La
Escuela Social” son imperativos morales, y constituyen factores de
movilización de la escuela para transformar actitudes, costumbres,
técnicas, como también las condiciones de vida de cada realidad
específica, transformando la vida en la forja de un mundo mejor.
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CONVOCATORIA