Danilo Sánchez Lihón
1. El orden
de la existencia
El
sol amanece preciso, exacto y luminoso cada mañana en el horizonte y su
curso es preciso en el firmamento. Nada lo ataja, nunca se retrasa, ni
nada apaga, ni merma su fulgor. Y si las nubes se interponen y lo
ocultan por breve momento es para sentir el apacible rodar del mundo y
de las horas, y el íntimo placer de arrebujarse del frío.
Asimismo,
de la semilla de la mostaza, de la retama o el girasol, puestas en
tierra y siguiendo el proceso de su maduración, da como brote una flor
núbil e impoluta de pétalos frescos, lozanos y fragantes. Con lo que
podemos reconocer mediante nuestros sentidos, que hay un mundo físico y
otro vital en donde las leyes son vigentes, actuantes y eficaces en el
tiempo y el espacio.
Pero,
así como cabe reconocer que hay principios claros que rigen el orden
físico y vital, es importante reconocer también que existen principios
morales que rigen el orden de existencia y la vida en comunidad de los
seres humanos. Lo sensato es reconocer que, así como nos orientamos en
el mundo físico por los principios que lo rigen, igual debiéramos
orientarnos en nuestra vida por los principios morales para ser hombres
felices.
2. Destinos
ungidos
Pero
hay una dimensión más honda, cuál es el carácter sagrado que tiene la
vida y el universo. En donde todo tiene una impronta divina, donde todo
es supremo y tiene un carácter trascendental, con el mismo o mayor peso,
rigor y contundencia que en el mundo físico.
No
reconocerlo es equivocarnos meridianamente. Donde, así como en el mundo
físico las leyes físicas, que son inviolables, así también lo es en el
ámbito de las leyes morales
Este
es un mundo con un plano profundo, en donde hay que saber reconocer lo
que está en el fondo y oculto y al pie; y que es mucho más vasto y mayor
que el plano aparente y superficial.
Seamos
entonces atinados. No nos perdamos la esencia de los hechos ni de las
cosas. Busquemos en las fuentes originales. Donde todo es trascendental,
no fugaz, ni fútil ni baladí. Donde todo tiene un sentido más allá de
lo circunstancial o fenomenológico.
No
estamos aquí ni arrojados ni abandonados oscura, absurda y hasta
delictivamente como por allí se dice. Estamos aquí para realizarnos como
personas con destinos ungidos.
3. Un espacio
sagrado
¿Qué
más prueba de la obra de Dios que tú seas tú? Donde hay un universo
maravilloso hacia afuera, pero donde tú mismo eres un universo completo.
Igual
o mucho más de vasto e infinito hacia adentro, con sus mares, cadenas
de montañas, ríos y sus respectivas constelaciones, donde tú eres Dios.
Donde decírtelo es un canto dulce y profundo en la noche. Es una endecha de adhesión hacia ti en el alba.
Y si somos sensatos: ¿qué más evidencia del carácter sagrado de la creación y la existencia que la sublime copa de oro del amor?
El
amor en la tarde que acaba y en el día que amanece. En el pulso que me
anima, como en las flores que se mecen. Y en las espigas que ondulan al
viento.
El amor en los ojos cristalinos y luminosos de los niños. cuando ríen.
4. Todo
canta
¡Hay un espacio sagrado y profundo en el fondo de cada ser que está más allá de empaques perecederos!
En
donde es igual en ti y es igual en todos. Donde cada quien es
maravilloso, porque es único. No hay otro ser como tú en el universo,
donde tú eres tú.
Nadie más hay con el universo que a ti te pertenece. Y tú eres un ser, y cada uno lo es, que tiene un infinito interior.
Y con intimidad que nadie puede hollar. Es por eso que el mundo es entrañable y luminoso.
Aquí está el sol, alumbrando radiante cada día. Aquí el río claro y anchuroso. Donde todo canta. Y el corazón está lleno de alegría y regocijo.
Entonces
es juicioso y cuerdo agradecer a alguien, a quien llamamos Dios.
Agradecerle por este instante; por ver, escuchar, sentir, palpar.
Por esta gracia y privilegio supremo de ser, de existir. Y de que somos presentes, todos juntos, una comunidad.
5. El niño
que él mismo fue
Y diciendo así, de este o del otro modo, repito:
Gracias Dios, por este sorbo de agua que toca e inunda mi paladar, que moja y refresca mi frente.
Gracias por la esperanza que es un acorde en la noche cerrada y profunda.
Esperanza de confiar en el bien, en que todo saldrá como cabe esperar.
De que el juez comprenda y dictamine de acuerdo a la verdad, a la justicia y el sentido humano de la historia.
De que el político recapacite, actúe y sea tocado en el hombro por la mano de su hijo que le dice:
– Padre mío, ¡confío en ti!
Que
el hosco y rudo mire al niño. Y que le pida perdón a él, no desde su
posición jerárquica sino desde el niño que él mismo fue algún día.
6. Asumir
lo distinto
Que él y ella antes de decidir separarse volteen la mirada y se llamen por sus nombres.
Cuando
tener fe es sentir que nuestra madre nos aferra a su seno
protegiéndonos del viento helado. Cuando sé que me oyes tú, papá.
Que somos capaces de nacer de nuevo. De volver a nacer ahora mismo en otro universo.
Que somos capaces de encontrar en el presente toda la trascendencia posible.
Que creer es sentir toda la maravilla en la circunstancia que acontece en este instante, aquí y ahora.
Que es ser capaces de dar valor y reconocer lo distinto, lo original y lo misterioso. Capaces de cambiar el mal por el bien.
Sin cerrar los oídos, y reconociendo no solo en el bosque sino en el camino y en el puente la amenaza del lobo que aúlla.
7. Las aguas
del bien
Reconociendo que el bien es lo que sustenta la vida y el universo.
Y
que no hay nada más hermoso que el rostro del bien. Y de bien está
hecha la casa del mundo. Y el bien es el pálpito básico de la vida.
Todo es bien y él lo gobierna todo. Y el bien es una crisálida que aletea en el corazón de todo lo creado.
Tiene alas doradas y su temblor es ilimitado. Por eso confía siempre en lo que está por acontecer. Siéntete bien.
Hoy día es una gran fiesta donde tú eres el oferente y el invitado principal.
Y siente aquella mariposa que revolotea desde el fondo regocijándose por ti.
Y hundiendo en las aguas del bien sus dadivosas alas doradas.
Dado
que el bien es la ley moral que gobierna el mundo, tarde o temprano. Y
el bien nunca morirá. Nace cada día y prevalecerá así el mundo
desaparezca, por lo que siempre nacerán flores sobre la faz de la
tierra.
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