RECONOCER LA PLURINACIONALIDAD NO ES SUFICIENTE
Dr. Hugo SALINAS
Reconocer
la plurinacionalidad, a través de una nueva Constitución Política, no
es suficiente para resolver los problemas más graves que sufren las
diferentes naciones al interior de un país, tales como el subempleo y
los bajísimos ingresos monetarios de la mayoría de la población. Este es
el caso, por ejemplo, de los Estados Plurinacionales de Bolivia y
Ecuador.
Y
no es suficiente porque, a pesar de varios ejercicios presidenciales,
la mayoría de la población sigue padeciendo cruelmente de desempleo,
subempleo, ingresos monetarios bajísimos con relación al estándar
nacional, o peor aún con relación al estándar internacional. En muchos
casos, dichos ingresos monetarios son inexistentes. Baste recordar la
célebre respuesta del Mallku Felipe Quispe Huanca: “no quiero que mi
hija sea su sirvienta”[i]
Y
no es suficiente porque se constata que después de un largo ejercicio
de la plurinacionalidad, el cuadro de vida de muchas naciones al
interior de dichos países sigue correspondiendo a estadios de la
Humanidad ya superados hace miles de años.
Reconocer
la existencia de la plurinacionalidad en cada uno de los países, es
importante, sin lugar a dudas. Con ello se puede visibilizar cada una de
las naciones con sus propia cultura, lengua e incluso espacio
geográfico. Nos permite visualizar no solamente a los pueblos
originarios al interior, por ejemplo, del Tawantinsuyo; sino también de
otros pueblos originarios situados al interior, sin ir más lejos, de lo
que hoy se conoce como América del Sur.
Y
no debemos olvidar que los pueblos originarios no datan de ayer, sino
que son parte, o es la secuencia de “grupos nómades de
cazadores-recolectores no especializados con probable origen en el
paleolítico asiático. En Old Crow ("Cuervo Viejo"), Yukón [Canadá], tres
pequeñas cuevas -Bluefish, "pescado azul"- registraron huesos de
animales con marcas de carnicería que fueron fechadas con 25.000 años de
antigüedad […]”[ii].
En el Perú tenemos el caso de la Cueva del Guitarrero [Mancos, Yungay]
que fue utilizado por los cazadores-recolectores de hace 12.000 años
a.C.
Pueblos
originarios que, en el correr del tiempo fueron desapareciendo o
integrándose con otros, como es el caso que dio origen a la Cultura
Chimú entre los siglos X al XV d.C., en el norte del Perú. Chimú fue el
resultado de las culturas Sicán, Moche, Sipán, Chotuna-Chornancap, y
varios otros. En el devenir, y durante el coloniaje y la república,
estas naciones no escaparon a la influencia de otras culturas como la
española, negra, china, japonesa, italiana, francesa, americana. Es
difícil, por no decir imposible, encontrar a “pueblos originarios”
puros.
Los
pueblos que ahora llamamos de una manera general, “originarios”, no son
grupos sociales estratificados en el tiempo. Ellos pasan o han pasado
por el proceso de la interculturalidad en mayor o menor grado, ellos han
redefinido sus espacios geográficos, e incluso sus lenguas.
Y
lo más importante a comprender es que el reconocimiento de las naciones
actualmente existentes no nos libera, en ningún momento, de lo
sustantivo que nos legaron las invasiones españolas, portuguesas,
francesas, inglesas y otros, a lo largo y ancho de lo que hoy conocemos
como la América tanto del Norte como del Centro y el Sur. No nos libera
del modelo socio-económico que nos impusieron. Un modelo totalmente
opuesto a aquel en el cual se asentaban estos pueblos originarios.
El
legado más serio, grave y perverso que nos legaron estas invasiones fue
una forma de economía y sociedad que se asienta en la Repartición
Individualista del resultado de la actividad económica. Un tipo de
repartición que se consolida en el tiempo a través de la propiedad
privada y la herencia.
Es
el caso de la invasión española, por ejemplo. Los españoles se
apropiaron de la totalidad de las tierras cultivables, de los recursos
naturales y, en consecuencia, de la totalidad del resultado del esfuerzo
de los pueblos originarios, presentes y pasados. Y esta acumulación de
riquezas en un solo lado de la balanza, en muy pocas manos, no solamente
se va legando de padres a hijos sino que va creando las nuevas elites
del poder centralizado, vertical y omnipotente.
Entonces,
el reconocimiento de los pueblos originarios, a través de un Estado
Plurinacional, de una nueva Constitución Política, e incluso de
decisiones de más alto nivel como es el caso de las Naciones Unidas,
son, en definitiva, reconocimientos de orden jurídico. Estos tipos de
reconocimiento de ninguna manera modifican la relación socio-económica
en la cual dichos “pueblos originarios” se encuentran sometidos.
La
liberación socio-económica de las naciones que se han ido construyendo a
lo largo de miles de años, pasa por un acto completamente diferente al
reconocimiento jurídico. De lo que se trata es de construir, a partir de
cero, un modelo socio-económico alternativo cuyo elemento central es un
legado legendario de nuestros pueblos originarios: la Repartición
Igualitaria del resultado de la actividad económica. Un tipo de
repartición que se asienta en el tiempo a través de la propiedad
comunitaria, en donde todos son propietarios pero ninguno en particular.
Lima, sjl, 27 de octubre del 2017
[ii] SONDEREGUER César y PUNTA Carlos, [1999] Amerindia. Introducción a la etnohistoria y las artes visuales precolombinas, Editorial Corregidor.