domingo, 15 de octubre de 2017

15 DE OCTUBRE: DÍA DE LOS DERECHOS DEL ANIMAL - POR DANILO SANCHEZ LIHÓN

 
 

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
DÍA MUNDIAL DE LA MUJER RURAL

NIÑA INDIA


Niña India:
Volverás algún día
con tu sombra fugaz
pero con vida.
Ya nadie entiende
la llaga que sembraron
aquellos poderosos
de las vidas.
¡Pero yo que te vi
comprendo tu destino
intuyo tu distancia
y emerjo de la sombra
de tu herida!
Hay que sufrir
al verte
tan pequeña
casi sin llanto
escuálida
esquelética.
Acabada por siglos
de sentencias.
¡NIÑA INDIA!
casi deploro
lo que estoy diciendo
cuando recuerdo
mi niñez
tan llena
de las cosas
que te faltan.
¡Te daría a mi padre y a mi madre!,
para que fueras
enérgica
en tu llanto
y enturbiaras
tu faz con alegrías.

CARLOS ZÚÑIGA MENDOZA
 
*****
 
15 DE OCTUBRE


DÍA
DE LOS DERECHOS
DEL ANIMAL
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
CANTO
AL
AMANECER

 
Danilo Sánchez Lihón
 
  1. Es
tu sangre
 
Rodrigo por fin ha conseguido que su abuela le obsequie los dos periquitos que tanto le ha pedido desde hace meses. ¡Y años tal vez!!
Le ha tocado uno carmesí con tornasoles de ópalo y el otro azulado con iridiscencias de color azafrán.
La señora los extrae de su inmensa pajarera donde una maraña de pajarillos de todos los colores y trinos nacen, crecen, se reproducen.
Y también mueren, sin salir jamás de esa malla de alambres, plumas desprendidas y pétalos de flores caídas de las macetas que cuelgan hacia afuera.
El niño ha tenido que enfermarse para que la abuela se conmueva y acepte desprenderse de sus pajarillos.
No ha sido fácil. La última vez la señora puso otra condición cual ha sido que tenía que traer una jaula nueva para llevarlos.
¡Y que no se fueran a volar por el camino, por favor!
– ¡Ya deja de hacer sufrir más a mi hijo!, –ha protestado hoy día la mamá de Rodrigo, e hija de la señora–. Lo estás enfermando con tus caprichos. Parece que más te importaran tus pajaritos que las personas, y sobre todo tu nieto y que lleva tu propia sangre. –Le reprocha así a su madre.
 
2. Cómo
los va a criar
 
– ¡Tú no sabes lo que es criar y querer a los animales!
– ¡Tienes tantos! Y es tu nieto quien te pide. No es un niño extraño ni ajeno- Meses y años que lo tienes ilusionado. ¡Es tu sangre, mamá!
La abuela adora a su nieto. Pero más puede el escrúpulo de cómo los va a criar.
Pero, ahora, ha tenido que ceder, prestar ella misma una jaula.
Y hoy mismo los dos pericos han cambiado de casa.
Al despedirse de las avecillas todavía desde la puerta recomienda:
    El agua fresca que le pongan. Hay que cambiarla todos los días”.
O esta otra:
– La clase y calidad de los granos de alpiste escogerlos de un casero de confianza, nada de comprarlos de ambulantes.
Y más aún:
– No se olviden la hora de abrigarlos. Cubran la jaula con una manta, que está haciendo frío.
Y sigue:
– Han de tener cuidado del gato que tienen en la casa. ¡Y de otros animales que pueden hacerles daño!
 
3. La policromía
de sus alas
 
Y se ha despedido de ellos con los ojos cristalinos de lágrimas y el corazón enturbiado por la pena.
La llegada de los pericos a la nueva casa es todo un acontecimiento. Correrías, nerviosismo, alegría.
Han pasado los días y pronto Rodrigo ha aprendido a darles de comer, a limpiar su jaula y a protegerlos del frío.
Y pasa horas enteras contemplándolos.
Le encantaba el movimiento de sus cabezas, los saltos que dan. La forma cómo toman el agua.
Le extasía la policromía de sus alas que se abren al sol. Y hasta le parece percibir debajo de sus plumas temblar sus minúsculos corazones con acompasados latidos.
Y lee manuales y consulta enciclopedias para saber de sus costumbres y acerca de la menor manera de criarlos. Esté en donde esté viene a atenderlos.
 
4. Un grito
herido
 
Pero hoy día Virginia ha salido temprano al jardín y ha querido acariciarlos. Abre la jaula y deja la puerta entreabierta.
El perico macho ladea la cara para ver mejor la abertura:
– ¿Qué es esto? –Dice.
– ¡Cuidado con los peligros! –Le advierte la perica desde dentro.
De un brinco el macho. Llega hasta la puerta. Gira la cabeza a uno y otro lado y divisa las altas ramas del árbol en el centro del jardín.
Salta hasta allí. Y llama a su compañera. En seguida ambos se lanzan al cielo abierto e ilimitado.
Detrás de ellos y lejos queda la jaula entreabierta.
A la vuelta de la escuela Rodrigo ha ido a saludar a sus pericos en su jaula.
Y al no encontrarlos suelta un grito herido, como si lo hiriera un cuchillo penetrando en carne viva.
Y es que como un relámpago ha imaginado lo que ha sucedido:
 
5. Buscaron
rama por rama
 
– ¡Mamáaaa!
La mamá ha soltado la prenda que cosía y casi ha rodado por las escaleras por socorrer a su hijo: pensando que un puñal le ha atravesado el pecho por la espalda:
– ¡Qué ocurre! Rodrigo, ¿estás bien? ¡Háblame hijo! –Grita a su vez al llegar.
– ¡No están mis pericos! –Chilla el hijo desesperado.
La mamá al ver la jaula vacía comprende toda la realidad: ¡Los periquitos han escapado!
Ya reunidos los demás hermanos miran por todos los contornos. Buscan rama por rama entre las plantas.
Se asoman con escaleras a mirar las paredes y los patios de las casas vecinas.
No. ¡No están! Han desaparecido.
– ¿Quién abrió la puerta de la jaula? –Es la pregunta que se hacen.
Nadie contesta.
 
6. Escucharon
los pasos
 
De pronto Virginia emite un gemido, se encoge contra su pecho y empieza un llanto incontenible que le sacude su espaldita. Está desesperada.
– ¡Es culpa mía! ¡Es mi culpa! ¡Yo he sido!
– ¿Tú fuiste?
– Sí. ¡Pero yo solo he querido acariciarlos!
Los hermanos lloran toda la tarde.
La madre anda silenciosa por la casa. Todos esperan la llegada del padre.
A Virginia han tenido que acostarla en su cama porque le duele el pecho. Y hasta ha hecho fiebre.
Rodrigo da vueltas, subiendo y bajando la azotea, desde donde mira con rencor y hasta odio a cada gato que pasa.
Ya de atardecida se escuchan los pasos del padre que llega. Y todos corren a abrirle la puerta.
 
7. Haber,
cuéntenme
 
– ¡Papá! ¡Los periquitos han escapado!
– ¡Se han perdido nuestros pajaritos, papá!
– ¡Es una desgracia, papá, para toda la familia!
– ¡Virginia dejó abierta la jaula y se han ido!
– ¡Nadie sabe adónde! –le dicen trabándose agitados, entre gemidos.
– ¿Y dónde está Virginia?
– En su habitación. La he acostado en su cama. Se siente mal la pobrecita. Hasta tiene un poco de fiebre. –Dice la mamá también llorosa.
Ya en el cuarto Virginia se abalanzó a los brazos del padre.
– ¡Papá, es mi culpa! ¡Es mi culpa! –Solloza.
El padre la abraza, la tiene contra su pecho y después la sienta en sus rodillas. Abraza a Rodrigo y sienta a los demás al borde de la cama.
– Haber, cuéntenme. ¿Qué ha pasado?
 
8. ¡Han
desaparecido!
 
Todos hablan a la vez, repitiendo lo que unos y otros saben.
– ¡Es culpa de Virginia! –concluye Emilio, el hermano mayor.
– No es culpa de tu hermana, porque ella no ha querido que se fueran. Al contrario, quiso darles cariño. –Empieza diciendo el padre.
– Pobre mi hijita, se siente culpable. Y está destrozada, la pobre. –Aduce la mamá.
Virginia otra vez no puede contener un llanto desconsolado.
– ¿Han buscado por todos lados?
– ¡No solo aquí en la casa, sino que hemos ido por todo el barrio y preguntando casa por casa, papá!
– ¡Y no están! Hemos subido con escaleras para ver por los techos. Hemos subido incluso a los árboles del parque. ¡Han desaparecido!
 
9. Y fuimos
felices
 
– Bueno, hijos. –Continúa el padre– Para nosotros de repente ésta es una pérdida, que la sentimos mucho, pero para los periquitos este es un día feliz.
– ¿Feliz, por qué, papá?
– Porque están libres y quieren hacer juntos su destino.
– ¿Quiénes? ¿Los pericos?
– Sí.
– En la vida de ellos ésta será una fecha inolvidable que recordarán así:
Un día una niña como un ángel se acercó, nos acarició las alas, nos miró con ternura y dejó entreabierta la puerta de la jaula.
Entonces volamos hacia una rama alta y luego por el cielo azul hasta un árbol donde hicimos nuestro nido, tuvimos nuestros hijos y fuimos felices.
Con el rostro congestionado Rodrigo exclama:
– ¡En qué barriga de gato estarán mis dos periquitos!
 
10. Días
inconsolables
 
– ¡Ningún gato ha devorado a los pericos! –Explica el padre–. Y les digo por qué:
Primero, habría plumas en algún lugar. ¿Las hemos encontrado? ¡No!
Segundo: Si los periquitos han podido volar por encima de estas paredes que son altas, quiere decir que vuelan bien.
Y, tercero, los animales saben defenderse y superar peligros.
Además, no es uno, son dos. Y entre dos se ayudan, se avisan, pelean juntos. Y una pareja tiene mayores fuerzas para luchar, porque entre ellos cooperan y se defienden muy bien.
– Gracias, papá. –Dicen.
De todos modos, los días siguientes son tristes e inconsolables para Rodrigo.
Sus ojos se nublan mirando las azoteas lejanas, queriendo ver aparecer y aletear a sus pericos.
 
11. Dichosos
como nunca
 
Rodrigo sigue limpiando la escudilla, cambiando el agua anterior por otra nueva y fresca, poniendo temprano la ración de alpiste.
Esta madrugada ha corrido agitado y ha despertado a sus padres:
– ¡Papá! ¡Mamá!
– ¡Qué sucede, hijo!
– ¡Vengan, vengan corriendo!
– ¡Qué sucede, Rodrigo, dinos!
– ¡Los periquitos he visto cómo han tomado el agua que les pongo! ¡Y ahora están en la ventana!
En el pálido nácar de la madrugada, y recortados ante el cielo tenuemente rosado, amarillo y celeste, gorjean dichosos como nunca.
Están los dos periquitos: el uno carmesí con tornasoles de ópalo y el otro azulado con iridiscencias de color azafrán.
Libres y deslumbrantes con sus vuelos se lanzan hacia el amplio cielo color añil y se posan en el árbol del patio.
 
12. Libres,
sanos y felices
 
Padres e hijos se quedan viendo y escuchando emocionados.
¡Es espléndido verlos revolotear, alzarse y dejarse caer en el aire!
¡Es emocionante verlos hacer picadas vertiginosas y rozar sus alas en el aire, una con la otra, hasta venir casi a posarse en las manos de Rodrigo!
– ¡Papá! –Dice él con los ojos llenos de lágrimas.
– Sí, hijo.
– ¿Has notado que cantan en dirección a la ventana de Virginia?
– ¿Así? ¡No me había dado cuenta!
Ni los padres ni el hermano mayor, quien también se ha despertado y observa, se habían dado cuenta de eso.
Virginia, a estas horas duerme en su cama, sin saber que una pareja de periquitos felices, cantan para ella en el amanecer de un día hermoso.
¡Completamente sanos y felices! ¡Y libres en el día que amanece!


HA PARIDO MI CUYA
 
 
El sol dora luminoso los tejados, las hojas delas plantas encima de los muros florecidos, las puertas y salones enjalbegados de blanco, las macetas llenas de flores que cuelgan de los pilares, y hasta las piedras de las gradas que suben a los corredores.
Antes de pasar a las aulas cada mañana un alumno asignado de cada sección del primero al quinto sale a informar de alguna noticia del acontecer nacional o internacional:
– Rusia ha lanzado un satélite al espacio denominado Sputnik. –Informa el niño del Quinto Año.
– En Liverpool se ha incendiado una planta nuclear de plutonio que ha contaminado 300 kilómetros cuadrados a la redonda. –Informa el niño de Cuarto Año.
Nuestro compañero del Tercer Año que no ha tenido tiempo de escuchar la radio ni leer el periódico permanece desolado. A él le toca y no tiene noticia qué decir. Pero lo animamos:
– Piensa en algo que haya ocurrido. Pero tienes que salir. No puedes dejar mal a nuestro salón. Algo que haya pasado a tu alrededor.
Y lo empujamos a que suba las gradas. Ya entre los dos pilares centrales que hacen de escenario e iluminados los ojos repentinamente dice:
– La noticia importante que tengo que dar es que ha parido mi cuya…
– ¡Oh! –Escuchamos que es la expresión de todos. Y luego prosigue:
– Y ha parido dos cuycitos, ¡lindos! Uno color bayo con remolinos de color ceniza que terminan en jaspe. Y el otro es color ogor con manchas blancas, pero llushpe, llushpe; bien bonitos los dos, mis cuycitos. Y nos mira a todos con ojos llorosos de ilusión.
Y nosotros lo premiamos con el más estruendoso aplauso. Ya en la fila y contenida la emoción echa a llorar, y nosotros lo cubrimos con nuestros abrazos. 
 
 

DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 

EL CUY,
LA RANA Y
EL COLIBRÍ
 
 
Danilo Sánchez Lihón

 1. La vida
es preciosa


El cuy había vencido ya muchas veces al zorro ladino, el animal más astuto y pícaro de toda la comarca, demostrando ser más listo que él, y sin hacer daño a nada ni a nadie.
Cansado de sus aventuras el cuy quiso tener a partir de ahora no solo a seres conocidos u ocasionales, como el zorro o el zorzal, el asno o el gallinazo.
Sino que quiso contar también con verdaderos amigos, aliados para grandes empresas, leales y sinceros, con quienes departir, realizar acciones conjuntas y en quienes confiar abiertamente.
Hasta ahora todo habían sido correrías, zancadas, burlas y engaños, pero la vida no era eso. La vida es un bien precioso que hay que saberla atesorar.
La vida hay que vivirla con lo mejor que tenemos y con lo mejor que puedan ofrecernos los demás seres del universo, y gracias a que somos nobles, honrados y auténticos.

2. Se quedó
observando


Siempre al cuy le ha fascinado el mundo del agua, su fluidez, su adaptabilidad y transparencia.
Incluso, el hecho de que algunos la bebieran golosos y sedientos. Y de que la encontraran sabrosa y agradable era inexplicable para él.
Él nunca había probado ni bebido una sola gota de aquel elemento líquido, incoloro, inodoro e insípido.
Le bastaba mordisquear la hierba, roer la panca de maíz, e inclusive carcomer la madera seca, menos atreverse a probar el agua.
De allí que le causa inmensa curiosidad que hasta las aves del cielo se lancen al agua dando la vida por beberla.
De allí que se quedó observando atentamente a una rana que a la orilla del lago se sumergía hacia el fondo, desaparecía y volvía a aparecer.

3. Jardines
y bosques


Cuando quedó un momento posada en una piedra tomando los rayos del sol aquella mañana de primavera, le preguntó.
– Disculpe su merced la curiosidad –Le dijo el cuy–. Podría decirme, ¿qué hay debajo del agua?
La rana lo miró y le infundió simpatía aquella figura reposada y meditativa.
– ¡Abajo hay vida! –Le dijo.
– ¿Vida? –Se sorprendió el cuy–. ¿Cómo aquí sobre la superficie?
– Mucho más. Hay jardines y bosques enteros de corales, algas, lirios y anémonas.
– ¡Solo del reino vegetal!
– No. Hay una variedad muy grande de moluscos y crustáceos, de caracoles y tortugas. E infinidad de peces de todas las formas y colores. Solo que cada día el hombre arroja más basura que daña y contamina más y más los fondos marinos.

4. Cada día
más


Otro día el cuy quedó maravillado por el vuelo vibrante y vertiginoso de una avecilla parecida a una mariposa, que crepita en el aire subiendo y bajando de flor en flor.
– ¿Quién es usted maravillosa avecilla? –Le dijo amablemente y con el mejor talante el cuy.
– Soy el colibrí. –Respondió el pajarillo.
– ¿Y qué hace hundiendo su pico en las corolas de las flores?
– Sorbo el néctar que contienen sus estambres y pistilos, porque es un alimento bueno para el cuerpo y para el alma.
– ¡Oh maravilla que en esas copas de exquisita belleza haya un sustento para aves de extraordinaria hermosura como lo es usted.
– Gracias, muchas gracias. –Le respondió el colibrí–. Pero este mundo que es pródigo y bueno está condenado a morir por acción de los hombres, pues cada día las tierras, las aguas y los aires están cada día más envenenados.

5. ¿Qué
hacer?
 

– Eso mismo ha expresado la señora rana respecto al fondo de los lagos y los mares. ¡Pero habrá algo que se pueda hacer!
– Sí, hay mucho en realidad. Y no solo hacer esto o aquello sino todo para salvar al mundo, ya que en un plazo muy breve todo sucumbirá.
El cuy ha quedado muy impactado por este informe. Y él mismo se decide a salir y recorrer la tierra para constatar el estado en que se encuentra. Y comprueba que cada día es más árida, que las aguas de los ríos son ácidas. Y se han secado los manantiales.
Los campos se han tornado yermos por las partículas de plomo que emiten las fábricas y los campesinos abandonan el cultivo de las tierras que ya no producen buenas cosechas.
– ¿Qué hacer? –Se pregunta.
Medita, cavila y piensa. Cada quien que haga algo. Pero nosotros, ¿qué podemos hacer?

6. Sensibilidad
y conciencia


Convoca un día a la rana y al colibrí, a quienes considera ya sus amigos y les habla de este modo:
– Entre nosotros representamos el mundo de abajo, el de la superficie y el mundo del aire, o de arriba, tal como lo concibieron nuestros antepasados
– Sí, el urco, el kay y el hanan pacha.
– Y los tres mundos están sincronizados y marchan juntos.
– Nuestros antepasados que sí fueron sabios y tenían en relación a la naturaleza un respeto profundo y lo adoraban con amor consagrado.
– Sí. –Volvió a intervenir el cuy–. Tenemos que volver a educar en una actitud de respeto total a la mama pacha y al mundo de la naturaleza integrando nuevamente los tres mundos
– ¿Pero qué y cómo lo podemos hacer?
– He pensado, –expresa el cuy– en abrir una escuela en donde se vuelva a educar, crear sensibilidad y conciencia sobre estos temas,

7. Manos
a la obra


– Y sobre todo corregir tendencias en que se desenvuelve el mundo actual, forjando un nuevo orden.
– Pero, ¿podemos los animales crear escuelas para los hombres?
– Sí, escuelas donde los animales eduquen a los hombres.
– Pero si siempre ellos han dicho que somos brutos, ignorantes y faltos de inteligencia.
– Empezaremos corrigiendo esos prejuicios que son los que han contribuido a generar el daño que tenemos.
– Además, no es hora de avivar rencores.
– Y qué tal si hacemos algo más efectivo produciendo cuentos.
– Sí, cuentos que tanto les gusta a los niños.
– ¡Decisión y acuerdos tomados! ¡Que se haga y que se cumpla! Y, ¡manos a la obra!
 
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