Danilo Sánchez Lihón
1. ¿Qué
se llamaría?
– ¿Estará tu papacito? ¡Anda, dile que salga un momento!
– ¿De parte de quién, le digo?
– Dile que de parte de una comisión de personas amigas que quieren hablar con él.
Ya adentro en la sala oigo que le expresan:
–
Por unanimidad, le hemos elegido don Danilo, presidente de nuestro
flamante Club que será representativo de nuestro barrio San Cristóbal. Y
queremos invitarle a que nos acompañe para proseguir la sesión ya con
su presencia.
Y mi padre ha ido.
Pero
de esa sesión resultó que el flamante Club se llamaría "Miguel Dasso";
que ya inaugurado eliminó al equipo "Alfonso Ugarte", quien ha sido
campeón durante varios años y cuyo presidente es don Segundo Barreto,
dueño de una tienda de comercio bien surtida y que queda casi a las
afueras del pueblo de Santiago de Chuco, en el barrio de San José.
2. Y pone
en mis manos
–
Pero, ¿quién es "Miguel Dasso" y por qué le han puesto ese nombre al
club? –Le pregunto cuando aún no me pasa del todo la cólera de que no se
llame San Cristóbal, que es el nombre de nuestro barrio.
–
Miguel Dasso es quien ha hecho de principio a fin el flamante Estadio
Nacional del Perú, el mejor de América. Pero espera, –me dice el
causante de este atentado– es mejor que tú mismo leas lo que he dicho en
la bendición del uniforme, del estandarte y del botiquín.
Y
pone en mis manos una hoja con su discurso de la sesión pública de
inauguración oficial de esta nueva agrupación, en donde los padrinos han
sido la señorita Andrea Saavedra, con el señor Pablo Vejarano, del
uniforme; la profesora Dina Aguirre, con el médico titular, del
estandarte; y el director del colegio, profesor Romeo Solís Rosas, con
la señorita Tránsito Geldres, del botiquín.
Dice parte de la hoja:
3. Es
justo
Miguel
Dasso ha sido un impulsor brillante de varias disciplinas del deporte
nacional. Ha sido el que defendió al Perú en Berlín, el año 1936, cuando
se anulara el triunfo peruano sobre el cuadro austríaco, hecho que
determinó el retiro digno –defendiendo principios morales y lleno de
lauros– de nuestra Selección nacional de balompié, al no aceptar la
determinación del Nacional Socialismo, que quería valerse y utilizar
incluso el fútbol para dar argumentos a sus tesis de preeminencia de la
raza aria sobre los pueblos del Mundo. Con don Miguel Dasso al frente
¡no hemos permitido ese atropello!
Él,
asimismo, construyó, desde sus cimientos hasta poner el último foco de
luz y su respectivo botón, del Estadio Nacional del Perú, que ahora luce
espléndido en Lima, y es un orgullo para todos los peruanos, obra que
dirigió incansable, pese a estar muy afectado en su salud. A sus
exequias varios países de América Latina y de América del Norte enviaron
delegaciones representativas para honrar su memoria, decretándose dos
días de duelo nacional para el deporte peruano.
Es
justo entonces que, en esta tierra egregia, cuna del poeta César
Vallejo, honremos su memoria, llevando el nombre de este insigne
representante del deporte, del civismo y de la emoción social de nuestro
querido Perú, haciendo que uno de nuestros clubes de la liga local
lleve su nombre y que así, sabiendo quién es él, defienda sus emblemas y
colores con arrojo y pundonor".
4. Fragosidad
de la contienda
Ahora
a un costado del estadio de fútbol, al frente de la tribuna de piedras
labradas, en el flanco que da a la hondonada del río, los jugadores del
Club "Miguel Dasso", en el descanso entre el primer y segundo tiempo del
partido que se viene disputando con el Sport Santiago, parten en dos
las naranjas, hundiendo como tenazas los dedos pulgares y abriéndolas en
dos mitades.
Haciendo
de cada una de ellas un solo bocado sorben el jugo dando vuelta a la
cascara, y engullen los gajos haciendo chisporrotear el néctar amarillo
entre sus dientes, salpicando con un haz de gotas al suelo también
sediento. Dan dos o tres masticadas y se ve cómo el bulto pasa por sus
gargantas inflándoles aún más las venas que ya tienen a punto de
reventar en sus cuellos sudorosos.
Muerden
las naranjas con tanta ansiedad que hace que gran parte del jugo se
escurra violentamente por entre la comisura de sus labios y moje las
casaquillas de seda granate con bordes negros, dejando un hilo dorado de
zumo que se escurre dentro de sus cuellos, mezclándose con el sudor y
la tierra de la cancha de fútbol que tienen pegada a la piel junto a la
crispación y fragosidad de la contienda.
5. Manotean
la canasta
Eso
ocurre mientras el capitán y dos jugadores –a quienes el presidente del
Club ha llamado y conversan a un costado– siguen atentamente sus
instrucciones, con las manos cogidas por detrás de la espalda en señal
de atención y de respeto.
–
Ahora el ataque ha de ser por este ángulo, por el ala derecha. Ustedes
dos "se atornillan" en el medio campo. Y tú no bajas por nada del mundo.
Y todos van a jugar adelantados.
– ¡Sí, señor!
– Esta consigna la trasmiten a todos sus compañeros y ustedes están llamados a hacerla cumplir en la cancha.
Y
asienten con la cabeza. Vienen los que ya se han servido y manotean la
canasta con las venas de los brazos y el cuello aún infladas por el
esfuerzo.
– ¿No hay más naranjas, señora?
– ¡Ya no hay, niño! Ciento ochenta naranjas había. –Dice, con los ojos asombrados.
6. El reinicio
de la contienda
– ¡Consíganos más, señora!
– ¡De dónde, pue! Ahorita ya no hay, niño. ¡Hay que ir a la chacra a traerlas!
Y arañan los carrizos del fondo de la canasta.
– Naranjas, señora, ¡necesitamos más naranjas!
–
Ya no hay, papacito, ¡de dónde pue voy a sacar! Todas las han comido
ustedes. –Contesta extasiada, con las arrugas de la sonrisa dibujada
alrededor de sus ojos y su boca, sentada en el suelo la señora, viendo
cómo lo que no vendía ni siquiera en tres semanas o en un mes había
desaparecido devorado en pocos segundos, como por encanto.
Voltean
entonces los jugadores a mirar la cancha y las tribunas repletas de
gente, con ropa de todos los colores, que esperan el reinicio de la
contienda, en donde el Club "Miguel Dasso" disputa las finales del
campeonato de la liga de la provincia, con el recio y trejo Club
Deportivo Sporting Santiago.
7. Humedad
de las naranjas
– ¿De cuántas naranjas le debo señora? –Pregunta mi padre.
– ¡De ciento ochenta que había, don Danilo! A real cada una, a ver ¿cuánto es, pue?
– Son dieciocho soles.
–
Así será, pue, niño– Dice con su rostro dichoso por el regocijo y por
haber vendido en un solo instante sus ciento ochenta naranjas.
– Eso sí, me ayuda a recoger las cascaritas que están esparcidas y regadas por el piso.
– ¡Limpiecito lo voy a dejar el suelo!–. Cobra entonces, mirando fascinada los billetes que tiene en la mano.
Mientras el Club "Miguel Dasso" hace su primer gol quebrando el empate que venían sosteniendo.
Y
teniendo al lado a la señora celebramos el gol, con abrazos y echando a
volar al aire gorras y sombreros, saltando sobre la humedad de las
naranjas recién devoradas.
8. Canicas
y chanitos
Mientras
la señora cuenta moneda tras moneda el vuelto en reales y medios que
tiene que dar, sencillo que tiene envuelto en la punta de un pañuelo, se
anota el segundo gol. La efusión es inmensa en gritos y saltos de
alegría.
Desde
el costado de la cancha, don Danilo envía dos refuerzos que ingresan
corriendo, con secretos dichos a sus oídos, mientras los que salen
vienen adonde nosotros, con la mirada contenta y clavada en nuestra
mirada también de plenitud y regocijo.
Esta
tarde memorable el partido termina con el marcador de dos goles a cero,
triunfo con el cual el Club Miguel Dasso obtiene el campeonato de la
provincia este año.
Han
transcurrido doce meses desde que Goyo Grados, con un tropel de doce o
quince varones hechos y derechos interrumpieron la sesión que venían
sosteniendo a la vuelta de la esquina de nuestra casa para ir a la
nuestra, en donde yo jugaba canicas y chanitos en la puerta, de donde
resultó que el Club, propio de nuestro barrio, tendría otro nombre.
9. ¡Cosas
del destino!
¡Y
es que es temible don Danilo Sánchez Gamboa cuando le impresiona alguna
lectura! Así, varios nombres que tenemos sus hijos es producto de obras
leídas que le han impactado y coincidían con el momento en que íbamos
naciendo.
El
nombre de Miguel Dasso no se registra en ninguna enciclopedia, ni
repertorio, ni álbum o memoria actual del Perú. Hay eso sí una calle que
se llama así en el distrito de San Isidro, en Lima. Pero nadie a quien
se le pregunte da una razón valedera de qué hizo o quién fue ese señor.
Pero
sin embargo y gracias a Dios en un pequeño pueblo andino, en su honor
se consumieron naranjas y se anotaron goles en tardes memorables, en un
estadio repleto de gente entusiasta y en un pueblo expuesto a los
nubarrones, a los rayos y a los truenos, y a las lluvias torrenciales e
inclementes.
Pero,
sobre todo, conociendo a don Danilo, las verdaderas razones, por las
cuales dio ese nombre al Club que le cupo presidir y dirigir fue porque
Miguel Dasso fue un hombre honrado y honesto. Y, ¡cosas del destino!,
cuando ahora me preguntan de qué club soy hincha, yo respondo ufano:
“Del Miguel Dasso". Y ya estoy cansado de explicar acerca de quién fue,
en qué época vivió y qué hizo ese importante señor: él construyó de
principio a fin el Estadio Nacional del Perú.
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