Danilo Sánchez Lihón
Se ven gentes admirando
de las mieses el color;
y es sublime y admirable
contemplar la creación.
Canción
1. Lo hermoso
de la vida
Hoy
a partir de las siete de la noche han empezado a llegar a nuestra casa
los integrantes de la Orquesta Magisterial de Cuerdas Ollantay, que
dirige mi padre. Mirada desde el corredor hacia el patio la noche es
clara y límpida, y cubierta de estrellas en el firmamento morado y
tachonado de brillantes.
La
puerta a la calle está abierta de par en par, y a un costado de la sala
está armada la batería que es una tarola en su trípode, el bombo donde
se sostiene atornillada una varilla con el platillo que atruena en la
fuga y remate en las marineras. Y prendido al aro del bombo un timbal
que suena con la baqueta como una campana sorda.
Entran
los músicos con una mirada de puquial y el gozo que se refleja en sus
caras, seguro porque pronto se llenarán de acordes, compases y melodías
que dejan el alma extasiada haciéndola hincarse con la emoción por lo
hermoso que produce la vida cuando se la convierte en música y canciones
que llegan al alma.
2. Hasta
las estrellas
Después
de saludar ingenuos y azorados se sientan abrazados a algo que han
traído debajo de sus ponchos recién llovidos, como si trajesen
aprisionada una golondrina, un picaflor, un canario.
Luego
de saludar y atender algún comentario dejan al descubierto la mandolina
o la guitarra, como si mostrasen la esencia de lo que son y de la
emoción que traen.
Y al punto se dedican en un breve barullo a afinar sus instrumentos y a seguir uno y otro compás.
La
primera pieza con que de veras la orquesta arranca a tocar es siempre
un ritmo de pasodoble, para lo cual mi padre alza el brazo, lo detiene
un instante en el aire.
Mientras
mira a cada uno de los músicos y ve si todos están listos. Y baja
enérgico y de perfil la mano como si fuera a cortar con su filo un
bejuco haciendo surgir las notas que se proyectan y nos elevan hasta las
estrellas:
3. Lágrimas
de amor
Las
mismas estrellas que titilan afuera y se miran desde el corredor del
patio son las que ahora surgen y se desgranan desde la boca de los
instrumentos con un compás que hace vibrar la tierra y las entrañas:
Llena el rocío matinal
de lindas perlas el jardín
brillando están en el rosal,
en los claveles y el jazmín.
Al
oírlo desde adentro de la casa nos apuramos en ayudar a mamá a dejar
bien arreglada la cocina, pues ya hemos invitado a mi abuela y a mis
tías a escuchar el ensayo de la orquesta desde la habitación contigua a
la sala, mientras continuamos excitados con el pasodoble que sigue:
Millares hay en cada flor
y en todas ellas tiritando están
son gotas de agua tan cristalinas
como si fueran lágrimas de amor.
Es la polca peruana del bajopontino Melitón Carrasco Limas, también autor de la polca “Pedacito de ilusión”.
4. Nos colma
la alegría
Detrás
de la puerta interior de la sala ya están sentadas en las sillas de
paja y envueltas en sus pañolones las mamás y las tías mayores junto a
la abuela Sofía.
Los
chiquillos hemos tomado posesión del escalón que sube al segundo piso
en donde nos abrigamos con nuestros ponchos y los rebozos de las
mujercitas, ilusionados viendo cómo la sala de la casa se va llenando de
gente. Mientras la música resuena:
Como brillan las gotas del rocío,
como llega hasta mi alma su fervor;
esas gotas son como lágrimas de amor,
que nos llegan hasta el corazón.
En
la cocina ya está hirviendo el agua y se ha preparado café. Para
nosotros la rica y olorosa yerbaluisa, o toronjil o panisara. Y en
paneras que están en la mesa hay “tajadas”, bizcochos, roscas grandes y
pequeñas, y pasteles.
Sentimos que nos colma la alegría por la dicha de estar juntos y la felicidad de la música que se desprende o emerge del alma.
5. Las voces
de los cantantes
Así,
mientras el ensayo avanza la gente que pasa por la calle se va quedando
detenida frente a la puerta, como si perder lo que se escucha fuera
arrancarse un pedazo de vida.
Al
principio miran y oyen de pie en la vereda, sean adultos emponchados o
niños encogidos por el frío debajo de sus leves atuendos. Pero poco a
poco se van arrimando al umbral.
Y luego, disimuladamente dan un paso hacia el interior de la sala y otro paso más hacia adentro. Y
luego, empujón tras leve empujón van ganando un espacio en el amplio
ruedo para quedar acurrucada ya bajo la bóveda. Y ya hay una multitud
colmando la sala.
Los
de adelante se sientan en el suelo. Los de atrás se apretujan,
enderezándose hacia lo alto. Y en silencio y con los rostros arrobados
encuentran así en los arpegios que desprenden mandolinas, guitarras y
violines, y las voces de los cantantes, el camino de sus propios
destinos:
6. Cielo
serrano
La
orquesta, ya afiatada, como si todos se hubieran puesto de acuerdo con
la mente y con el espíritu, mirándose entre sí, como si hubiera un
acuerdo unánime que data de hace miles de años, arrancan tocando una y
otra canción.
Repentinamente la melancolía y el dolor han tomado por asalto los corazones, cuando interpretan de Luis Abanto Morales el vals:
Cielo serrano cómo te añoro
cómo recuerdo tu limpio tul
me siento lejos, lejos muy lejos
y extraño triste tu claro azul.
Cielo serrano, testigo humano
de mis ensueños, de mi niñez
volver quisiera a contemplarte
sereno, humilde, sin altivez.
Allí
está esa masa compacta e inmóvil, extasiada y estupefacta de miradas
perdidas que vagan por el cielo raso de vigas retorcidas, pero en verdad
deambulando por el fondo infinito de sus propias emociones.
7. Bandera
siempre
Y
la canción que continúa, que ya cae o ya se eleva, que se hunde o se
erige por sobre los ponchos que rodean la sala, arrebujados unos con
otros, vuelve a hacer su estrago en el racimo compacto e indiviso de
quienes escuchan con el rostro transido:
Tú que eres bello, tú que eres bueno
porque no sabes de distinción
como consientes bajo tus plantas
que la injusticia siembre el dolor.
Tú que cobijas bajo tu manto
al pobre humilde y al gran señor
por qué es que dejas indiferente
que el vil explote al trabajador.
Estas
son las horas hondas que han insuflado de sus sones, fragancia y
trascendencia las paredes de esa sala, los cimientos de estos muros, y
el fondo de esta casa, y los corazones de quienes aquí estuvieron
presentes como si hubieran participado de una batalla decisiva bajo una
bandera siempre inhiesta.
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