¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!
A mi madre que, desde las alturas, sonríe a su cholito.
A todas la madres de mi Sierra, que reverdecen los cerros.
De mi Selva, que van de la mano con el Amazonas.
De mi Costa, dando la hora con fosfórico fuego del mar.
A todas la madres de mi barrio, que mayos atrás
salieron envueltas al mundo, con cuidados y Amor.
A todas las abuelitas, que también son dos o tres veces madres.
O debería crearse o fundarse un Día de la Abuela
y Día de la Suegra! Que también son angelicales madres
de nuestra "madrecita".
Feliz Día de la Madre, también a las embarazadas
que ya traen del cielo a su hijo, bajando como astronauta,
listo, para aterrizar en este planeta llamado Tierra.
(Aunque no hubiera sido ilógico llamarlo : planeta Guerra).
Un planeta, madre y padre.
Un planeta, de todos y de nadie.
Víctor Castro Achuy
MAMÁ CELIA
En este amanecer con sol de Mayo,
en mi caminar yo te miro, mamá Celia.
Ahí, pasas por quebradas, ahí, sonríes
llegando al pueblo
y te miro llenando las mañanas de mi Ande,
trasladando fruta comprada por cerros de frutos.
Te miro
caminando risueña, tierna, con gritos de alegría
besando mis pequeñas plazas, llenas de chiquillos,
y te miro
no hablando de mis viajes,
de mis hijos enfermos, de mis pobrezas.
Siempre callada ante golpes fieros como si Dios
por allá, no estuviera
defendiéndote de trampas de esas malas autoridades,
de esta dislocada geografía que nos aísla,
y explotadoras garras que aún siguen por todas partes.
Mamá Celia!
¡Qué corazón más lleno de esperanza!
¡Qué frescura de caminos tan solos!
Hoy he vuelto a nuestra cordillera florida
a plantar entre cerros eucaliptos serenos, y otra vez,
encuentro a tus pasos en olvidos y engaños.
No tiene fuerza mi trigo,
ni luna de guía mis caminos.
Sin embargo,
miro que tu sueño es apacible y renaces.
Contigo arde en mi poncho los colores de la mañana,
y tus nietos de esperanza
qué horas de emancipación aplaudida presentan.
Erguida junto al tiempo, aún siembras jubilosa
mi Patria, por quien morí tanto
para ver que no te olvidaran.
Y ahora, que vivo su nuevo Gobierno
con sabor a valle,
encaminado a salir de la pobreza, y a trabajar como tú :
con el hijo a la espalda sobre andenes de truenos
de mi vida interandina,
tus manos, cómo agradecen a Dios.
Pero, indiferentes almas no conocen a Dios,
elevado por perennes piedras sinfónicas.
Mamá Celia!
¡Qué corazón más lleno de esperanza!
¡Qué frescura de caminos tan solos!
Me orgullece leer cuando te nombran :
"Ñusta de las florestas de América".
Reconocida como trabajadora y fiel mujer del Ande.
Y, de regios telares, que abrigando y destellando
animan en tus Ayllus
y muestran la Mascaypacha de Inca que llevas en la frente.
Por ti, conozco los dolores que suben y bajan
por nuestros cerros.
Por ti, disfruto en el día, la siembra y lo madurado.
Por tí, el digno acompañado amanecer que nos espera
para siempre.
En este amanecer con sol de Mayo
huelo el pan dulce de casa, en la crecida mesa
alimentando a tus nietos,
sin gritos de hambre,
alumbrando nuestra vida como el sí en el pecho
del enamorado.
Y, porque siempre miro tu risa en mi mañana,
en los niños de la familia,
como edificando un nuevo hogar, nueva escuela, nutrida,
liberada, sana, deportiva,
voy a dejar esta iglesia de muertos donde vivo,
y esta distancia de años heridos que se guardan
en mis cantos,
y en este caminar sin amor, deshabitado en mis tardes,
queriendo propias fuerzas, de todos tus hijos apoyando,
de todas tus piedras,
vivamente unidas y fuertes.
Víctor Castro Achuy
Laredo. Trujillo. Perú.