EL SOLDADO DE PLOMO
Autor: Samuel Cavero Galimidi
Yo soy el soldado de plomo que quisiste, Madre,
hoy cuido de tus tesoros.
Yo soy el niño de siempre, Madre,
Artesano de mi futuro sin Tierra Prometida
que es el último refugio de tu paz, y la mía.
Hoy, sin Ulises estoy soñando mi Ítaca
con la dama relámpago que cuidó de mí,
que me acercó a este mundo de Nemo.
“¡Eras tú, Madre!” “¡Eras tú!”
Tenías las manos cárdenas, avejentadas
y yo, un tamboril en forma de jarra
cuyo fondo milenario estaba cubierto
de algas y líquenes, pequeño templo
de tus sempiternas lágrimas.
Madre, escucha madre, mi Mar, mi Cielo:
Yo soy el soldado de plomo, sí el marinero,
el navegante que despediste
cuando se fue a la guerra
y hoy, cansado de tanta escaramuza,
de juegos de guerra,
de tanto navegar por los Siete Mares,
vengo a saludarte,
a besar la huella de hiel en la tumba ceniza
cara a cara con el juicio final
y no menos a decirte
siempre consternado,
hastiado de tragar tanta sal
en la dulce espera de tu resurrección,
infatuado ya de rezos y de falsas proclamas:
“Alma mía, sumérjase por fin en paz”.