lunes, 12 de marzo de 2012

POESÍA DEL CENTRO DE LA TIERRA - ESCRIBE SANIEL E LOZANO ALVARADO (I FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE TRUJILLO 2012)




POESÍA DEL CENTRO DE LA TIERRA

 Saniel E. Lozano Alvarado

La teoría literaria tradicional aún en boga afirma que todo texto, específicamente toda obra literaria, está compuesta de fondo y forma. Así se enseña en escuelas, colegios y universidades. Así piensa mucha gente; pero nada más falso, porque, en esencia, todo texto literario constituye una estructura de elementos, planos y jerarquías que establecen entre ellos diversas relaciones y cumplen sus propias funciones. Es la propuesta no sólo del estructuralismo de Jean Mukarovsy, sino de la poética contemporánea. Y como ésta es la concepción que manejamos desde la formación que recibimos especialmente del notable crítico peruano Antonio Cornejo Polar, pues, la utilizamos ahora para presentar el más reciente poemario del excelente y original poeta que es Ángel Gavidia.

De esta manera, por concepciones teóricas claramente definidas, en nuestro caso, esta presentación rehúye el cómodo terreno afectivo, emocional y subjetivo, para discurrir por los senderos de un ejercicio crítico macerado al calor de las confrontaciones teóricas y textuales, y específicamente de la contemporánea lingüística textual y estructural.

1.      El estrato físico
Entre la opción de un título denotativo o léxico, que daría cuenta inmediata del contenido del libro, y otro connotativo, que supone diversos significados, el autor opta por una frase diversa, multisemántica y plural, pues en sí misma no remite clara ni directamente al contenido: “El  centro de la tierra”, cuyo referente puede ser cualquiera cosa, por ejemplo, un objeto geográfico, cósmico o planetario, menos el referente erótico que lo inspira y motiva. Entonces desde aquí empieza el trabajo creador del poeta.

Luego se sucede un conjunto de quince breves textos, la mayoría construida con una sintaxis lineal, que de pronto se altera en los poemas Dos, Cuatro, Cinco, Seis, Nueve, Diez, Doce, que rematan en una serie de versos escalonados inversos, cuya principal expresión lo encontramos en el poema DOCE, caracterizado también por la pertinente imagen gráfica que, más que un excelente complemento, funciona como un texto visual rico en asociaciones y sugerencias:

Tu pelo
    yaciendo
            como la alfombra persa de los sueños
                                                        en pleno vendaval
                                                                    a  trote firme.

Siempre en el plano físico encontramos ahora una persistente evocación de una percepción auditiva sustentada en la dimensión oral del texto,  como un sentimiento y anhelo dotado de fuerza expresiva cargado de una irrefrenable nostalgia. Esta sensación la percibimos desde el poema de entrada, construido con una interrogante retórica que no busca respuesta, sino que sirve de medio  para que el poeta exponga la honda persistencia de sus anhelos, o sea de lo que quiere desarrollar en el poemario como correlato de la propia vida, como si el poeta se dirigiera coloquialmente a la amada:

                                      ¿Tu ombligo?
El centro de la tierra,
inexorablemente mi destino.

Esta rica dimensión oral y sonora se torna más expresiva aún en el poema TRECE, en el que el poeta, en el clímax del gozo carnal, revela un sentimiento de satisfacción, de dominio, de anhelo interminable:

Así,
jineta de los vientos,
así,
sobre la silla afilada que te espera
que te sueña
que te afirma y empapa.
¡Vuela!
¡Vuela!
¡Vuela!
¡Qué cercano está el cielo!

Indudablemente, estamos ante un manejo certero y tremendo de la dimensión sensorial y auditiva, que llega a su plenitud en el poema CATORCE, de múltiples resonancias y asociaciones:
El retumbo de todos los tambores
de todos los timbales,
el aleteo de millones de aves
siguiendo rutas inusitadas,
el canto de todas las estrellas,
el mar embravecido,
la inundación,
la paz…

2.      El estrato lingüístico
Consciente el autor de que la materia prima que utiliza no es exclusiva ni de la poesía ni de la literatura en general, sino patrimonio común de todos los hablantes -porque la función primaria de la lengua es la comunicación y no la creación poética-,  construye su mundo poético dotando al léxico común y cotidiano de nuevas proyecciones y contenidos, que modifican, agrandan y enriquecen sustancialmente su sentido y significado, con lo cual a la estructura lingüística básica y superficial, añade otra más profunda y consistente, por lo cual los textos resultantes discurren en una dimensión bisémica; es decir de doble significación: una superficial y otra profunda. En realidad, este es el metalenguaje creado por el poeta. Siendo así, no es una casualidad, que los poemas Uno, Cinco y Catorce se construyan sobre la base de la palabra nominal, sustantiva, ausente de verbos, porque éstos resultan innecesarios para la arquitectura verbal.  Recordemos sino el primer poema:

¿Tu ombligo?
El centro de la tierra,
inexorablemente mi destino.

Mientras que el poema CATORCE, de mayor extensión, es un alarde de palabras llenas y plenas de sentido, con ausencia total de verbos. Repasémoslo de nuevo:

El retumbo de todos los tambores,
de todos los timbales,
el aleteo de millones de aves
siguiendo rutas inusitadas,
el canto de todas las estrellas,
el mar embravecido,
la inundación,
la paz…

       En este registro de los recursos poéticos y expresivos empleados por el poeta Angel Gavidia, encontramos el predominio de la imagen, la sugerencia y la metáfora, al servicio de una poesía que no declara, sino que insinúa, que deja el efecto del mensaje a la imaginación, a la ficción, e incluso al placer, porque se trata de una poesía de fuerte contenido hedonista, pues partiendo de lo sensual y terrenal, se plasma en una extraordinaria e insuperable visión cromática y plástica. El poema que ilustra de modo rotundo y categórico esta apreciación es el número CINCO, de tremendo impacto visual y sensual:
Tus labios,
mariposas hambrientas
en torno al estambre enardecido.

         Esta misma opción de los recursos lingüísticos explica también por qué el autor se mueve dentro de un estilo coloquial y cotidiano en cuanto al nivel de uso del lenguaje y de un estilo nominal que prioriza sustantivos y adjetivos en cuanto a la sintaxis, es decir a la construcción de la frase.
Queremos también destacar la opción del autor por una poesía que no se ata a un tiempo gramatical específico, acaso porque en la vivencia o experiencia del amor carnal o sensual no interesa el pasado ni el futuro, sino la vivencia actual y presente. Es que no es una poesía romántica poblada de remembranzas, añoranzas y nostalgias, como en los poetas románticos; tampoco es una poesía de ensoñaciones u utopías, como en los idealistas, sino un canto a la plenitud presente del ser, del amor existencial, que vale para todos los tiempos.

3.      Estrato del mundo creado
Son sólo quince poemas, la mayoría de ellos breves, alados y sutiles; pero ¡cuánto cabe la vida y, sobre todo la dimensión erótica en ellos! Porque, en realidad, lo que mueve la tierra; lo que explica la vida humana; lo que perpetúa la especie humana; lo que otorga sentido a la existencia del ser es el amor, claro, pero mejor digamos el eros. Y también porque es la mujer el sentido y destino del sentimiento, de las ideas, del pensamiento, de la actividad humana. Es lo que piensa, cree y siente Angel Gavidia Ruiz, y es lo que nosotros encontramos en su flamante y bello poemario “El centro de la tierra”.

La perspectiva que traza el poeta para construir su mundo poético, y que parte de un sujeto actante (no actuante, ni actor, sino creador y productor)  para proyectarse al  objeto anhelado, o a su destino natural, no es sólo la del autor Ángel Gavidia como persona y artista, sino la del hombre en general, de manera que la orientación individual y personal de la que parte, se dota rápidamente de una dimensión impersonal en cuanto incluye a todos y a cualquier hombre sin ninguna exclusión.

Desde otro ángulo de esta exploración y análisis, la revisión de estos hechos nos permite también plantearnos cuestiones relacionadas con la concepción del amor y su plasmación sexual. En efecto, ¿estamos ante una percepción o experiencia individual del sujeto creador? ¿Se trata de una situación personal y particular de Ángel Gavidia, o de otro poeta, o de cualquiera de nosotros? La respuesta es que estamos ante una poesía que desarrolla un asunto que nos envuelve, absorbe, envuelve e incluye a cualesquiera de nosotros, nombrados o innombrados, por lo que, además de jerarquía artística, esta  poesía adquiere también un valor significativo y representativo del ser humano. Aquí radica entonces la dimensión simbólica de una poesía que no se agota en un plano individual o personal, sino que adquiere una dimensión colectiva, humana y universal.

4.      Estrato de los mensajes y valores
       Según lo expuesto, el referente de “El centro de la tierra” lo constituye, en primer término, el cuerpo sublimado de la mujer y sus formas anatómicas elevadas a la categoría de referente poético por su valor representativo y simbólico, ya que no se trata en ningún momento de poetizar o de tomar como pretexto lo obsceno o lo vulgar; por eso, en sentido más vasto y trascendente, el referente poético y motivador de esta poesía no se limita al cuerpo anhelado de la mujer, sino de la pareja en general, puesto que el amor siempre es y será el encuentro, la unión, la fusión y la comunión de dos.

Poesía insinuante, breve, sutil, de una enorme capacidad alusiva, que no necesita  declararlo todo ni directamente. Poesía que no enardece ni vulgariza la frase o el léxico, sino que sintetiza, suspende, contiene y eleva el motivo o la referencia externa y material que se plasma en “visual” impacto plástico. 

Sublimación del eros humano, porque en ningún momento, en ningún poema, el artista del lenguaje poético desciende al nivel vulgar, obsceno, pornográfico o comúnmente sexual, que, en todo caso, se adensa y condensa en la belleza singular y enorme de la creación poética.

Es, pues, el cuerpo de la mujer el “leiv motiv” de este concentrado, tenue, vaporoso, sutil, anhelante, gozoso e insinuante poemario, en cuya construcción el poeta se aleja y asciende del palabreo impactante o común, para cristalizarse en el verbo primordial, donde todo es esencia y sustancia de palabras plenas y llenas de contenidos, al margen de oquedades y repeticiones comunes. Porque en “El centro de la tierra” todas las palabras del universo poético están dotadas de contenido y animadas por fuerzas de ricas sensaciones, especialmente visuales, auditivas y hedonistas. Plenitud del verbo, sin duda, y también destreza lingüística con un soberbio manejo léxico que acrisola formas, sensaciones y resonancias activadas e impulsadas por el ideal del cuerpo femenino. Bien escribe Marcela Robles sobre este intenso y denso poemario: “El cuerpo del otro como destino (…) Y los puertos son los pechos, las costillas, los olores, en el umbral de la dicha. El cuerpo como territorio que reemplaza mares y montañas, en esta gozosa travesía sin reservas. Aquí radica el principal encanto, la llave y la furia de este libro, que rezuma el erotismo de la palabra ‘a trote firme’, para deleite de todos los amantes y lectores”.

De esta manera, “El centro de la tierra” del poeta Ángel Gavidia se suma enriquecedoramente a una respetable, fecunda y meritoria producción que exhibe muy elevados frutos: “La soledad y otros paisajes” y “Un gallinazo volando en la penumbra” en la poesía, mientras que en cuento tiene: “El molino de penca”, “Aquellos pájaros” y “La cita y otras ausencias”, además de reflexivos y acuciosos ensayos, como “Julio Ramón Ribeyro y Santiago de Chuco”.

Trujillo, 6 de octubre del 2011

 
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