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AQUELLOS PAREDONES
AQUELLOS PAREDONES
Escribe Ángel Gavidia
En las casas viejas, mejor dicho en sus ruinas, vive la soledad como un a tarántula ciega cubierta de preguntas. Como una tarántula, o como un lobo huérfano que aúlla alborotando sentimientos que vuelan en bandadas a posarse en esos muros roídos por la lluvia y el tiempo.
Las casas viejas me habitan fácilmente.
Vive en mí, por ejemplo, una casa asentada en tierra árida y rajada, en el camino de Mollepata al río Tablachaca. El lugar, no sé por que razón, se llamaba El Palacio. La casa fue de unos mineros, contaba mi padre, que llegaron, un día, repletos de esperanza, y que se fueron ocultos en la noche, casi sin despedirse. Cuando la conocí ya no tenía techo, ni puertas, ni ventanas. Había unos fragmentos de olla de barro y un madero que pudo ser del catre, tirados por el suelo. Recuerdo las lagartijas reptando en sus paredes.
Llevo alojada, también, la casa del abuelo. La de Santa Cruz, que, en otro tiempo, fue una casa feliz. Era el lugar de las cosechas, los cuentos y las noches de luna. “Acá abrevaban los caballos” decía papá mostrándome un canal de lajas negras cubierto de hojarasca y totalmente seco. “Y aquí había un capulí”, me decía hurgando entre los molles, y allí estaba el capulí: estoico, de pie, oxidándose de olvido. Junto a él, decía mi padre, está la tumba de mi perra Piluya…
Pero la casa que me habita con más intensidad es una casa que estuvo situada en las afueras de Chuca, camino a Santiago. Era una casa enorme, de tres pisos, con muchísimos cuartos. Sólo quedaba de ella paredones. La veía todos los diciembres, siempre desde el camino, siempre de prisa: siendo, yo, el más pequeño de los jinetes, tenía que obedecer a los mayores que pasaban a esa hora espoleando a sus cabalgaduras, temerosos de las lluvias y las primeras sombras.
Hoy, después de tantos años, he vuelto para verla de nuevo; para palpar sus muros, para oler sus rincones. He vuelto para preguntarle de qué color fue la vida en sus espacios. Cómo fueron los niños, y cómo, los abuelos. Y la terrible muerte y las otras ausencias qué miradas tuvieron. Pero he reandado los mil y un recodos de este camino de herradura gravemente averiado por el tiempo y no la he encontrado. Es como si la casa se hubiera trasplantado a mí sin dejar huella. Igual, como la vi en la última vez. Es decir, enorme, con sus altas paredes hendidas por goteras, la hierba fresca metiéndose en las grietas, y aquel eucalipto gigantesco, junto a ella, seco ya pero erguido, y ese gallinazo posado en una de sus ramas desnudas, allí, a las cinco de la tarde, como un punto final, inesperado.
Paisaje de Mollepata
"LAUREL VALLEJO"
PARA ÁNGEL GAVIDIA
PARA ÁNGEL GAVIDIA
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IMÁGENES DEL RECUERDO
Municipalidad de Santiago de Chuco
22 MAY 2010
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Municipalidad de Santiago de Chuco
22 MAY 2010
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Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco
22 MAY 2010
Plaza Mayor de Santiago de Chuco
22 y 23 MAY 2010
Tertulia literaria sobre la obra de César Vallejo - Viaje de retorno
23 MAY 2010
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