JERUSALÉN
Rodolfo Ascencio Barillas
poeta salvadoreño
¡Oh! Jerusalén, mi Jerusalén
Tierra bendita por excelencia
Ciudad santa de los profetas,
Capital del Mundo
Nacimiento de la Humanidad,
Cuna de grandes mártires
Estrellas del firmamento
Arenas de las playas,
Rodeada de polícromos colores
En la inmensa majestad
Y de olorosos jardines
Que anunciaron los querubines
Su divina potestad.
¡Oh! Jerusalén, mi Jerusalén
Eres mi sublime inspiración
Y mi ciudad de ensueños
Y de bellos amaneceres
Allá en el montes del Sinaí
En el santuario de Sión,
Eres, la tierra bendita de mi alegría,
Yo, te recuerdo
En los senderos de tus campiñas
Y en la lluvia de los campos
Y el rocío que cae sobre tus montes
Y el génesis de tus tiempos
Y el proverbio de tu boca
Y el salmo de tu corazón
Y en el éxodo de tu pueblo
¡Oh! Jerusalén mi Jerusalén
Tierra sagrada del Jordán
De ignotos arcángeles
Y que enciendes la luz de tu reino
En mi vibrante corazón sediento,
Yo, te amo, más que un niño
Y te llevo con el alma henchida
Yo vi en los pastos de tus ríos
Los cristalinos oasis de tu belleza
Yo, descansé en la sombra de tus árboles
Y me extasiaba con la brisa de tus riberas
Yo miraba a través de tus ojos
En la bella silueta de tu ciudad
Yo escuchaba las promesas del mañana
Y mi juventud añoraba tus pórticos
Que destellan en el fulgor de tus ocasos.
¡Oh!, Jerusalén mi Jerusalén
Cuánto fue mi sufrimiento
En tu lejano recuerdo
Estaba en el tormento
Y aun lejos me acordaba de ti
Rodolfo Ascencio Barillas
poeta salvadoreño
¡Oh! Jerusalén, mi Jerusalén
Tierra bendita por excelencia
Ciudad santa de los profetas,
Capital del Mundo
Nacimiento de la Humanidad,
Cuna de grandes mártires
Estrellas del firmamento
Arenas de las playas,
Rodeada de polícromos colores
En la inmensa majestad
Y de olorosos jardines
Que anunciaron los querubines
Su divina potestad.
¡Oh! Jerusalén, mi Jerusalén
Eres mi sublime inspiración
Y mi ciudad de ensueños
Y de bellos amaneceres
Allá en el montes del Sinaí
En el santuario de Sión,
Eres, la tierra bendita de mi alegría,
Yo, te recuerdo
En los senderos de tus campiñas
Y en la lluvia de los campos
Y el rocío que cae sobre tus montes
Y el génesis de tus tiempos
Y el proverbio de tu boca
Y el salmo de tu corazón
Y en el éxodo de tu pueblo
¡Oh! Jerusalén mi Jerusalén
Tierra sagrada del Jordán
De ignotos arcángeles
Y que enciendes la luz de tu reino
En mi vibrante corazón sediento,
Yo, te amo, más que un niño
Y te llevo con el alma henchida
Yo vi en los pastos de tus ríos
Los cristalinos oasis de tu belleza
Yo, descansé en la sombra de tus árboles
Y me extasiaba con la brisa de tus riberas
Yo miraba a través de tus ojos
En la bella silueta de tu ciudad
Yo escuchaba las promesas del mañana
Y mi juventud añoraba tus pórticos
Que destellan en el fulgor de tus ocasos.
¡Oh!, Jerusalén mi Jerusalén
Cuánto fue mi sufrimiento
En tu lejano recuerdo
Estaba en el tormento
Y aun lejos me acordaba de ti
Y en mi angustia, clamé a mi Señor,
Y Él escuchó mi voz en medio del día
Cual saeta llega hasta las grietas
En el espanto de la noche fría,
Ni el dolor que acongoja mis tribulaciones
Visitaron mi humilde morada
Y su poder me sacó de las muchas aguas
Y me liberó de las tempestades de los mares
Y yo siempre amaré sus benditas tierras
En las complacientes campiñas de Jerusalén
¡Oh! Jerusalén mi Jerusalén
Mi hermosa fantasía
Yo, te vi en el Monte de los Olivos
Y seguí tus mandamientos
Y no me aparté de tus leyes
Y te seguiré hasta la muerte
Aunque muchos siglos duerman,
Yo, amaba la luz de las estrellas
Y las profecías de tus palabras
Yo, quise dedicarte mi vida entera
Junto a las apacibles aguas de tus rebaños
Yo quise encontrar el camino de tu voz
En el delirio de mis pesares.
¡Oh! Jerusalén, mi Jerusalén
Cuánta fue tu gloria
En la eterna historia
Cual extraño pisa tu tierra
En las antiguas guerras
Hacia los caminos de Belén,
Cuando los niños lloraban
En la furia de Herodes
Y la daga del puñal
Que dibujaba tus arreboles
¡Oh! Jerusalén, mi amada ciudad
Aun en cautiverio me acuerdo de ti
Yo caminé por las batallas de muerte
Y me deleité en tu regazo de madre
Yo escuché la voz del canto divino
De tus alegre melodías
Y de tus gentes preciosas
Cantando al unísono el nombre del Señor
Tú eres mi eterna morada
Mientras yo me bañaba con las aguas del Jordán
Y en las exquisitas riberas
Cantaban los ruiseñores
Que viven en tu acrisolado pecho
En los bellos cielos de Israel
Yo me acordaré de ti
Mi amadísima Jerusalén
Tú que eres el cuerno de mi salud
El escudo de la vida mía
Y cuando las masas aguas corrían
También los blancos lirios crecían
Yo te amé, desde el vientre de mi madre
Yo te adoré, en peligro de muerte
Yo te esperé, en los difíciles días de mi angustia
Aun en tierras extrañas
En los sauces de Babilonia
Yo estaré llorando
En el retorno de tu victoria
Y aún en tu ausencia
Después que pasen los siglos
Tú me saciarás de eterna vida
En los aposentos de mi Señor…
Y Él escuchó mi voz en medio del día
Cual saeta llega hasta las grietas
En el espanto de la noche fría,
Ni el dolor que acongoja mis tribulaciones
Visitaron mi humilde morada
Y su poder me sacó de las muchas aguas
Y me liberó de las tempestades de los mares
Y yo siempre amaré sus benditas tierras
En las complacientes campiñas de Jerusalén
¡Oh! Jerusalén mi Jerusalén
Mi hermosa fantasía
Yo, te vi en el Monte de los Olivos
Y seguí tus mandamientos
Y no me aparté de tus leyes
Y te seguiré hasta la muerte
Aunque muchos siglos duerman,
Yo, amaba la luz de las estrellas
Y las profecías de tus palabras
Yo, quise dedicarte mi vida entera
Junto a las apacibles aguas de tus rebaños
Yo quise encontrar el camino de tu voz
En el delirio de mis pesares.
¡Oh! Jerusalén, mi Jerusalén
Cuánta fue tu gloria
En la eterna historia
Cual extraño pisa tu tierra
En las antiguas guerras
Hacia los caminos de Belén,
Cuando los niños lloraban
En la furia de Herodes
Y la daga del puñal
Que dibujaba tus arreboles
¡Oh! Jerusalén, mi amada ciudad
Aun en cautiverio me acuerdo de ti
Yo caminé por las batallas de muerte
Y me deleité en tu regazo de madre
Yo escuché la voz del canto divino
De tus alegre melodías
Y de tus gentes preciosas
Cantando al unísono el nombre del Señor
Tú eres mi eterna morada
Mientras yo me bañaba con las aguas del Jordán
Y en las exquisitas riberas
Cantaban los ruiseñores
Que viven en tu acrisolado pecho
En los bellos cielos de Israel
Yo me acordaré de ti
Mi amadísima Jerusalén
Tú que eres el cuerno de mi salud
El escudo de la vida mía
Y cuando las masas aguas corrían
También los blancos lirios crecían
Yo te amé, desde el vientre de mi madre
Yo te adoré, en peligro de muerte
Yo te esperé, en los difíciles días de mi angustia
Aun en tierras extrañas
En los sauces de Babilonia
Yo estaré llorando
En el retorno de tu victoria
Y aún en tu ausencia
Después que pasen los siglos
Tú me saciarás de eterna vida
En los aposentos de mi Señor…
El Salvador, 28 de marzo de 2012
Monte de los Olivos, Jerusalén
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