Danilo Sánchez Lihón
Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia él, de frente o transmitidos
César Vallejo
Un
día como hoy, 12 de enero de 1628, nace en París, Francia, una de las
personalidades más sobresalientes de la literatura infantil, como es
Charles Perrault, quien recogió el folclore de su pueblo, le dio forma y
categoría literaria en cuentos como: Caperucita roja, El gato con
botas, la bella durmiente del bosque.
Desde
la perspectiva de nuestro país, es importante en fechas como estas,
reflexionar sobre la importancia del folclore en la literatura y, sobre
todo, en la formación del alma y la mente de niños y jóvenes, a fin de
afianzar en ellos valores como la pertenencia y la identidad.
1. Con ellos
se nace
Los
ocho cuentos para niños que Charles Perrault recopiló en el libro
“Historias o Cuentos del Pasado”, también conocido con el nombre de “Los
Cuentos de la Mamá Gansa”, no se leen, sino que se respiran, no se
conocen, sino que circulan por nuestra sangre.
Lo
sabemos sin haberlos leído nunca. Y los contamos sin saber cómo los
hemos aprendido, cada quien poniéndole su sentir, su vivir, como sus
sueños; cada quien con su voz, su acento y sus gestos.
No
forman parte del espacio de la escuela, puesto que la rebasan. No están
en las aulas o en las bibliotecas sino en el aire que respiramos y nos
rodea por dentro y por fuera.
El
niño los percibe antes y los tendrá frescos cuando los muros de su
escuela se hayan derruido por la incuria del tiempo y el azote de los
relámpagos y las tempestades.
No
se enseñan, sino que se beben, como el agua pura de los manantiales. No
forman parte del acervo literario sino de la naturaleza humana. Con
ellos se nace y con ellos se muere.
2. De todos
los pueblos
Ellos
caminan libres, incluso lejos de los libros. No los aprisiona ni
siquiera la escritura ni las láminas planas de los carteles, dibujos e
ilustraciones. Están en el corazón y en la médula espinal de la gente, y
en sus palpitaciones.
Estos
cuentos se los sabe no por educación o cultura sino por tener pulso,
temblor y latidos. Están inmersos en nuestro ser porque estamos vivos y
si seguimos teniendo palabra más allá de la muerte es lo primero que
contaremos en los otros mundos hacia dónde vamos y arribaremos, sin
saber cómo ni por qué estamos ahí, como nos ha ocurrido en esta temporal
morada.
Porque,
¿quién de nosotros no sabe y hasta narra a sus hijos, o a los niños de
su alrededor, cuentos como: La Caperucita Roja, La Cenicienta,
Pulgarcito, El gato con botas, o La bella durmiente del bosque?
Cuentos
que han adquirido la categoría de ser universales, puesto que forman
parte de la cultura de todos los pueblos, de todas las épocas y si hay
cuentos que se narren en las estrellas serán estos que llevan la firma
de Charles Perrault.
3. Se sintió
avergonzado
Quien
vivió entre los años 1628 y 1703, el cual, por su ubicación y sus
funciones, era un personaje palaciego, funcionario de la corte, allegado
al rey y contertulio del mundo cortesano de la Francia de su tiempo.
Los
recopiló de la tradición oral de los pueblos aledaños a París. He allí
su audacia, su buen sentido y su proeza que en su época era como mirar
el reverso de la luna porque al pueblo se lo miraba como vulgar, villano
e inculto.
De
allí que lo hizo con cierta displicencia. Y los dio a conocer en un
pequeño librito titulado: “Historias o cuentos del Pasado”,
identificados también como “Los cuentos de la Mamá Gansa”, porque en la
tapa del libro había dibujada una gansa.
Lo componen solo 8 cuentos que todos han alcanzado la categoría de célebres. Ellos son:
Caperucita Roja
La Cenicienta
Pulgarcito
El Gato con botas
Barba Azul
La bella durmiente del bosque
Riquete el del copete, y
Las hadas.
Muy aparte escribió otro: Piel de asno. Y, ¡nada más de cuentos!
4. ¿Qué
sobrevive?
Porque,
su índole y contenido lo tenían contrariado, en realidad ¡hasta
avergonzado!, tanto es así que el libro prefirió no firmarlo y se
publicó con el nombre prestado de su hijo Pierre, que para entonces
tenía entonces 20 años de edad.
Dado
que él más dedicaba su tiempo, su talento y sus empeños a escribir
sobre otros asuntos más serios, que consideraba básicos, fundamentales y
trascendentes y que embargaban el debate de su época.
Era
a estos temas a los cuales atribuía verdadero valor y que el olvido los
ha convertido en algo peor que ceniza frente a lo vivos y palpitantes
que están y seguirán estando sus cuentos.
Esto
es: escribió sobre política, sociología, historia; e incluso temas de
literatura para adultos, pero defendiendo siempre al rey, a la monarquía
y al sistema establecido.
Su
preocupación era conservar la institucionalidad vigente, al rol de las
academias y los modelos de vida de su época. Es decir, todo aquello que
era crasa ficción, pura farsa y a la cual él daba categoría de verdad.
Nada
de eso ha sobrevivido. Nada de eso tiene ahora la más mínima
importancia o valor. Ningún libro suyo sobre aquellos tópicos alcanzó a
ser reeditado.
5. La misma
suerte
En
cambio, el libro con apenas ocho historias, aparentemente simples y
hasta ingenuas que recién dio forma a sus 55 años de edad, alcanzó a
tener varias ediciones todavía en vida de su autor y hasta se tradujo al
inglés.
Pero
que después se tradujo a todos los idiomas del mundo y se editan cada
minuto y a cada instante en uno y otro sitio del planeta, y en toda
época y en todo tipo de materiales.
Y
todos estos rasgos los anotamos porque son los mismos que sufre la
auténtica literatura infantil en todos los tiempos y lugares, tanto que
su historia se parece a La Cenicienta, uno de los cuentos que recogió
Perrault.
Cuál
es que desde una condición humilde se llega a ser la estrella rutilante
de la fiesta en un palacio, pero abriéndose paso entre abrojos, espinas
e incomprensiones.
Pero,
además, hay otro signo en el devenir de la literatura infantil cual es
que termina socavando el poder que al principio lo menosprecia,
situación idéntica a la ocurrida con el autor de “Historias y cuentos
del pasado”.
Es
decir, no pasa mucho tiempo en que se impone a todos los otros
paradigmas, erigiéndose la literatura infantil en el único arte y poder
verdadero.
6. Dar
esperanzas
Cuentos
los de su libro en donde los personajes son hadas, ogros, animales que
hablan, brujas, princesas y príncipes encantados. Y en donde ocurren
sucesos maravillosos.
Sin
embargo, él no tenía nada de fantasía, hecho que lo demuestra sus otros
45 libros, en donde parece atrapado en todo lo que es maraña
burocrática. Efecto de su labor y alto cargo de funcionario pala ciego,
obsesionado por problemas administrativos, así como en no dejar de
alabar al rey y ser obsecuente con todo el orden establecido.
Entonces,
¿de dónde proviene la fantasía espléndida de sus cuentos? Es la
fantasía del pueblo, de la masa humilde, de la gente que verdaderamente
vive y sufre, como también se divierte y es feliz. Porque él, de su
cosecha, lo que escribía eran panegíricos, odas y disertaciones que
alababan al rey, a los príncipes, como al sistema imperante.
Eso
sí, en sus cuentos cuidó algo que resultó una de las claves de su
éxito: siempre puso finales felices, con lo cual administró una dosis
esencial de aliento en una época de injusticias, represión y miseria de
las grandes mayorías. Es decir: supo dar esperanzas.
7. Sobre todo
vivir
Con
lo que en la misma persona de Perrault podemos comprobar esta paradoja:
Escribió más de 45 libros sobre temas que consideraba ineludibles y
vitales, siendo que ninguno de ellos ni siquiera son reliquias.
Desaparecieron por completo nadie se interesa en ellos, los tragó el
tiempo; en cambio aquellas ocho historias aladas de su libro para niños
anochecen y amanecen cada día en la boca y en el alma de la gente.
Hecho
que plantea la crucial y honda cuestión acerca de qué es lo verdadero,
qué es lo cierto y real, cuando es al final lo que se impone y permanece
son las hadas. ¿Serán verdad aquellas apariencias que son las acciones
del momento: como son las intrigas, las pasiones, los acontecimientos
que endilgan nuestra preocupación cotidiana, porque nos parecen
decisivos y hasta urgentes? ¡O son los efluvios del alma!
En
el caso de Perrault, lo que ha prevalecido de toda su literatura que
abordó hechos políticos, jurídicos, económicos y académicos, son sus
cuentos fantásticos. Y lo único que ha prevalecido es aquellos que
recogió del pueblo y al pueblo han vuelto.
Es
decir, lo que se ha salvado es la feliz ingenuidad, la gracia y el
encanto, que es lo que nunca morirá, lección no solo para comprender
sino para con ello guiar nuestros pasos, y sobre todo vivir.
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