Danilo Sánchez Lihón
1. Al borde
de los abismos
Es Los Pallos un conjunto bravío de danzantes, envestido de aliento y fuego sagrado flameando el coraje en el alma y el viento.
Danza guerrera, viril, de acendrado arrojo y pundonor ante las adversidades.
Danza de la gente de a pie, de humus, de gleba, de poncho y rebozo de arcilla.
De los retados
con la soledad de los caminos y las noches lóbregas sin estrellas,
apenas iluminados por los sueños e ilusiones engarzadas en el
firmamento.
Desafiados con el cierzo, la neblina y la nevasca.
De quienes vienen y van desde y hacia los rincones más hondos, como bajan de las cúspides y las jalcas.
Danza brotada de los surcos y de las espigas de los sembríos; del amanecer del sol en las cumbres inaccesibles.
Danza de mi pueblo, que se ensaya por la rebeldía de hacerlo en las parvas de trigo que se alzan al borde de los abismos.
2. El sol
que adoramos
Y, por eso, es danza verdadera de mi pueblo. Danza que bailan los guerreros del Dios Catequil.
Hay quien se
burla de esto que digo, y muestra la imagen de un prioste cruzado del
siglo XV español idéntico en la vestimenta al pallo de Santiago de
Chuco.
Y blande y
reluce una cita histórica de que el pallo vino de España. Y que primero
danzó en Lima para luego internarse en la serranía y confundirse con los
roquedales y ríos abruptos de mi querencia.
– ¡Y qué! –Le digo yo.
¿Acaso no es cierto que dentro de las imágenes hispanas, ¿nosotros no hemos puesto por sincretismo lo nuestro y lo propio?
Dentro de la Virgen de las Mercedes, ¿acaso no hemos puesto a Quilla, la luna?
¡Y a la Pacha Mama y a la Mama Cocha. Es el sol y el agua que adoramos!
3. En ningún
otro sitio
Y dentro del
corazón del Cristo de Pachacamilla o Señor de los Milagros ¿no hemos
puesto el latido y el temblor del Dios Pachacamac?
¿Acaso, elegir o escoger no es también fundar y dar nacimiento? ¡Por supuesto que sí!
Cuando elegimos algo visible lo hacemos por algo muy íntimo e invisible.
¡Y más cuando se escogió lo que desapareció en todo otro ámbito y lugar!
Porque, si es así, ¿en dónde más se adoptó el pallo?
¡En ningún otro sitio! No hay en otro lugar, ni del Perú, ni de América, ni de España, ni del mundo.
¿Y acaso no vale la adopción también como origen?
Porque, se elige algo que corresponde a nuestra identidad y nuestra alma.
4. Que sabe
amar
Yo, si ese fuera el caso, reivindico el acto de escoger, igual que el de nacer, como cuando escogemos al ser a quien amar.
Como ocurre al elegir a la mujer a quien amar y con quien nos unimos, dándole toda nuestra sangre y nuestro aliento.
De allí que,
incluso si fuera así, de que vino la imagen de afuera, eso no quita que
yo en esencia y en presencia sienta y piense que en Los Pallos habita y
palpita lo mío. Y yo con ellos danzo a los guerreros del Dios Catequil.
Porque es
danza no de señores sino de campesinos, identificados con los cerros,
con los frutos de la tierra, con las piedras que sienten y luchan, y con
todo lo humilde, desasido y todo lo que hay que reivindicar en este
mundo.
Con el campesino que tiene el alma grande, generosa y servicial. Que sabe amar, ser tierno y candoroso.
Que adora a la
tierra, al agua, a los elementos naturales prístinos y sencillos, que
nos prodiga el aire, el agua, el cielo y la tierra.
5. Elevado
en el compás
Quiero en esta
ofrenda a la Danza de Los Pallos de mi comarca expresar mi homenaje al
cajero de esta mojiganga, al tocador del pincullo, el bombo y el corazón
del mundo, porque él es quien marca la tonada.
A él se debe
ese gemir de alegría sobreponiéndose a los más atroces dolores. A él se
debe que se eleven los pasos sobre lo más aciago que nos impone el
destino.
Quien siente el pulso y el borbotón de sangre de cada danzante por sus venas. Y él jamás se cansa.
Quien hace brotar chispas de las piedras de cualquier suelo. Y alza candela de fervor en todos los ánimos.
Quien atruena con su roncadora por todos los senderos y alerta cuando algo en el horizonte se enciende o desfallece.
Él hace la
fiesta, aunque no luzca en ningún instante por estar elevado en el
compás, como en el aire de la mañana que vibra o de la tarde que se
sobrepone, erige y estalla.
6. Siguiendo
ese trazo
Danza de culto
y de amor a la tierra, que sintetiza en un solo abrazo la vida y la
muerte. Danza de Pallos siempre valerosa y siempre verdadera, cara al
sol, a los remolinos y tempestades y, ¡por supuesto, al infinito!
Danza de los
que arriesgan la vida, sin subterfugios, escondrijos ni divagaciones.
Danza de espada, de gente cerril, de mandíbulas que crujen apretadas,
rebelde, ¡de los alzados en armas!
Nuestro
homenaje a su desvelo, a su sueño detenido y a su silencio que
explosiona. ¡Y a que no duermen, o duermen bailando por los caminos!
A quienes con
el tono del pincullo o de la quena, y el compás en la caja o roncadora,
hacen un ocho en el suelo por donde todos los danzantes se deslizan
siguiendo ese trazo.
Son todos
ellos los guerreros del Dios Catequil disfrazados de cruzados españoles,
si quieren así que diga los formalistas y eruditos.
7. Bailan
incansables
Marcando ilusiones y utopías con el baile, haciendo que apunten al cielo las espadas fulgurantes.
Y rebrillan a
los ojos que se asoman por las ventanas los espejos de su pecho. O que
giman los bruñidos cascabeles atados las rodillas con lamentos de
agonía.
Quienes convierten la melodía en un aire de arrebato o, si se quiere, de congoja y de anhelo.
O en trago
amargo por ti, niña mía del alma. O, si se quiere en dulce requiebro,
que no se dice en esta vida sino en cualquier otra.
Pallos de luengos vestidos escarlatas y, a veces, de un verde imperial, aspados de franjas gualdas o plateadas.
Bailando su
punto al foráneo en cualquier esquina pasmada, calle alucinada o de cara
a las estrellas en cualquier retazo de suelo que haya en este mundo.
Redoblando en cualquier recodo o colina su zapateo, ya sea por los caminos o subidos en un altozano en donde bailan incansables.
8. Triunfando
en todas las batallas
Se elevan y
deslizan por el aire pisoteando impávidos y acompasados a serpientes de
mil cabezas en el suelo, que se estremece con sus pasos.
Que exorcizan adversidades, las humillan hasta hacerlas adorar lo humano de que se anima el alma del universo.
Son los
guerreros del Dios Catequil, que zapatean y vencen con su espada a todos
los endriagos, los males, las enfermedades y demonios de mil cabezas.
Es el Ejército
del Inca que imbuido de santo fervor expulsa a todo lo que hace daño,
empezando desde la plaza central y asestando mil golpes con intrepidez a
las sombras y fantasmas que son los peores enemigos. ¡Eso son Los
Pallos de Santiago de Chuco!
Quienes danzan porque tienen una devoción que ofrecer y una fe inquebrantable que ellos mismos han de cumplir.
Que obedecen a
la consigna que algún día reconstruiremos los andenes, abriremos otra
vez todos los canales de regadíos y venceremos triunfando en todas las
batallas y caminos.