Danilo
Sánchez Lihón
“Dulcinea del
Toboso es la más hermosa mujer
del mundo, y
yo el más desdichado caballero
de la tierra,
y no es bien que mi flaqueza defraude
esta verdad. ¡Aprieta, caballero, la lanza!
El Quijote
1.
Signo
indeleble
El día jueves 26 de marzo
ofreceré un recital poético en la Brigham Young University de Utah, en los
Estados Unidos de Norteamérica, especialmente invitado por el Department of
Spanish and Portuguese de esa casa de estudios. Razón por la cual diré en
relación a mi identidad y filiación con la poesía, en primer lugar que nací en
un hogar que le daba un hondo significado a todo hecho por simple que
pareciese. Mi madre transida por todo lo humilde veía la belleza hasta en las
piedras y combinaba las telas para hacer vestidos como solo una artista
consumada puede hacerlo.
Mi padre era músico, hombre
sensible de grandes e inmensos ideales y cariños, en primer lugar a la cultura
andina y al pasado incásico, como a la tierra que lo vio nacer; y con un fervor
inmenso por el Perú y su destino. Asimismo, mi abuelo Desiderio era un trovador
y con un gusto exquisito por todo hechizo del lenguaje, quien se enroló como
voluntario para ir al frente de batalla en el conflicto con el Ecuador suceso
respecto al cual compuso canciones que el pueblo todavía canta en fondas y
calles desoladas de mi comarca,
Nací además en Santiago de
Chuco que, como ustedes saben, tiene un signo indeleble en relación con la
poesía, desde que allí naciera el poeta César Vallejo; pero también porque en
la memoria de aquel ser estuvo siempre su pueblo que vibró y palpitó hasta el
final de la pasión y la cruz en que se convirtió la vida de este grandioso
poeta, y a la vez redentor humano.
2.
Muertos
y
aparecidos
Me han preguntado en
múltiples ocasiones por qué Santiago de Chuco es Tierra de Poetas, y yo
respondo: “porque desde que nacemos nos enseñan a escuchar el silencio”. ¿Cómo
así?
– ¿Oyes?
– ¿Qué?
– ¡El silencio!
De ese modo nos hacen
dormir de niños nuestras madres y nosotros, cargados a sus espaldas en sus
rebozos entresacamos el rostro desde atrás por el borde, admirados de oír el
silencio y el mundo rodando.
Y junto al olor de sus
trenzas abrimos asombrados los ojos, los oídos y el alma a escuchar la noche y
el universo en su proeza de permanecer vivo, extasiado y en calma. ¡Qué
maravilla entonces es sintonizar con el silencio en este gran estallido que es
la creación, que se da a cada instante!
De aquel modo, nuestros
padres en este promontorio y arrecife que es mi aldea, nos exilian en el mundo
interior y profundo de las cosas. O bien nos encierran en los cuartos
solitarios de algunas voces o palabras, por ejemplo, cuando nos cuentan
trémulos los relatos de muertos y aparecidos.
3.
¿O,
qué
es?
Creo que todo eso es lo que
al final nos ha quedado más intensamente grabado en el alma a los chucos; y que
se impone subyugando a todo lo racional y lógicos que pudiéramos ser, haciendo
que en mi pueblo sobresalgan tantos poetas que ha hecho posible configurar al
más universal y profundo de todos ellos: César Vallejo.
El peso de lo trascendental
también ocurre también cuando todos regresan callados después de dar una
serenata y se siente, sin razón aparente, el vacío y el desconsuelo,
precisamente por ser muy lleno y repleto todo lo que se presiente. Quizá sea
porque la serenata es algo en donde no se alcanza nada, salvo el sentimiento
hecho jirones en el lamento por lo que no se tiene, por lo menos en ese
instante, y que se anhela tanto como adueñarse de una estrella.
O, ¿qué es? Dado que
siempre la serenata es la endecha que se dice hacia lo alto y al fondo del
firmamento y, frecuentemente, al vacío o a la indiferencia. Porque, ¿quién está
seguro de que la persona a quien se dirige la haya escuchado? Pero nosotros sí,
los que las decimos o entonamos, ¡y eso es lo grave! Todo esto se me ocurre
pensar cuando trato de explicarme por qué Santiago es cuna de poetas, al punto
de haber sido declarado por el Congreso de la República y por ley como:
“Capital de la Poesía del Perú”.
En mi pueblo, de calles
retorcidas, balcones herrumbrados y tiernos tejados desafiantes a los
nubarrones y tempestades, estudié la Educación Primaria y continué en el
colegio secundario que lleva el nombre del insigne autor de Los heraldos
negros.
4.
Vuelta
de
la esquina
Sin embargo, definí mi
vocación por la poesía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos a finales
de la década del 60, al fragor de las batallas y los sueños que en aquel tiempo
se erigían.
Época de conmociones, de
promesas y proclamas incendiarias, época de sueños insoslayables pero también
de escaseces y penurias que se las vivía hasta como si fuera una gloria de las
cuales también podíamos ufanarnos.
La literatura y la poesía,
en el aliento de aquella coyuntura tenían por supuesto que alma y cuerpo a la
revolución mundial, transformar la historia, incendiar las praderas y encender
las grandes hogueras que purifiquen el “hoy” en aras del mañana.
Fueron jornadas de
manifiestos y pronunciamientos en donde creíamos que los cambios estaban a la
vuelta de la esquina y en donde la poesía entonces en nuestra imaginación era
un arma contundente y un corcel de fuego en la batalla para construir la patria
irredenta que nunca habíamos tenido, para cambiar las viejas estructuras
sociales anquilosadas; ambiente en el cual el poeta no podía sentirse menos que
un profeta, un mesías o un libertador.
5.
¿Quién
no?
Cada quien se consideraba
el elegido de los dioses y nadie nos preparó piadosamente para el desengaño;
aunque algunos sí fueron elegidos al menos por algunas muchachas hechizadas por
aquellas figuras demacradas, obsesionadas e ingenuamente sobrenaturales, imagen
que perseguía y era pegadiza a los poetas de aquel entonces.
Vivíamos intensamente esa
época haciendo que la universidad abarcara también las playas, los caminos
polvorientos, las plazas sonámbulas, los mercados pueblerinos, porque nuestras
aulas eran todos esos lugares en donde pasábamos las horas deambulando y
discutiendo sobre lo útil y lo vano de esta vida.
En ese contexto, ¿quién no
se sintió atraído por la sensualidad de publicar un libro, siquiera una
plaqueta? ¿Quién no se ufanó ante un auditorio lleno de amigos famélicos,
blandiendo alguna idea osada y, por su puesto, descabellada sobre el arte y la
literatura?
¿Quién no trazó insomne su
poética, pese a no estar seguro siquiera de haber escrito un verso completo? De
allí que coincida con aquel aserto que se ha dicho de mi poesía, cual es que
ella supo desentrañar el misterio del amor inocente.
6.
Cada
quién
Con Víctor Bueno, hijo del
poeta Leoncio Bueno, Eduardo Urdanivia, Antonio González Montes y Manuel
González Pumachayco organizamos, a través del Centro de Estudiantes de
Literatura, recitales que concitaron el interés y la asistencia de estudiantes
también obsesionados por perfilar la gran obra literaria y que venían
procedentes incluso de otras universidades.
Aquel ciclo de recitales se
presentaba cada viernes en el Pabellón de Letras de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, y en él leyeron sus primeras creaciones muchos poetas que
recién dieron a conocer su obra en aquellos fastos. Algunos de ellos
constituyen ahora voces mayores de la poesía peruana y otros muy jóvenes, sus
nombres y sus libros han adquirido dimensiones de leyenda porque murieron.
Es el caso de Juan Ojeda y
María Márquez, quienes por primera vez se dieron a conocer en esos eventos no
exentos de gloria, y ambos se suicidaron, o sus muertes no fueron totalmente
esclarecidas, aunque en ambos casos sus vidas tuvieran trazos estremecedores y
rasgos trágicos. Después vinieron años confusos, en donde cada quien fue
atrapado por sus propios fantasmas, ganado o arrojado por el trajín del trabajo
social y hasta político.
7.
Ciudad
inexorable
Ahora bien, los primeros
poemas que un hombre escribe, que nunca publica, y guarda para siempre en sus
cajones aunque el olvido los desaparezca, son generalmente poemas de amor. Yo
pisé también esas brasas, como seguramente muchos de ustedes, compensando mi
timidez de alcanzar a la mujer amada.
La sustituía con la
escritura de largos y sentidos poemas que ahora se amarillan entre otros
recuerdos entrañables y que algún día desempolvaré y releeré cuando esté ya muy
viejo.
Leer, escribir y comentar
poesía era lo que hacíamos en las madrugadas neblinosas por las calles de Lima,
o por las playas de Chilca, adonde nos arrojaban los ómnibus interprovinciales,
o en los bares y cafeterías de mala muerte de las barriadas de esta ciudad
inexorable.
Pero nos obsesionaba
también la situación del país, la historia del Perú, el destino del pueblo, el
cambio y la transformación total de las estructuras sociales.
8.
Necesario
recuento
He publicado muchos libros
en diversos géneros literarios, pero el último vinculado a la poesía es un arte
poética titulado “Otro mundo es posible”, y como tal tiene para mí el carácter
de una cábala, de un amuleto y de un exorcismo. He aquí la nómina completa:
1. Las actas, Ed. Piélago, 1969.
2. Scorpius, Ed. Arte Reda, 1971.
3. Canto de acllas, Ed. Gárgola, 1972.
4. Cantiga de dos ciervos del bosque, Ed. INLEC.
1976
5. Crío una mosca, Ed. Gárgola, 1981.
6. Ciudad irreal, Ed. Universidad Nacional Agraria
La Molina, 1992.
7. De tripas corazón, Ed. INLEC, 1998.
8. Acción de gracias, Ed. Biblioteca Nacional del
Perú, 2000.
9. Para vivir en otra eternidad, Ed. INLEC, 2007.
10 Cantar Chuco. Ed. Capulí, 2009
11. El brillo de tu ausencia. Ed. Capulí, 2011.
12. El hombre y su ángel. Ed. Capulí, 2012.
13. Alhelí. Ed. Capulí, 2013
14. Otro mundo es posible.
Arte poética. Ed. Capulí, 2014
Fundé y dirigí además la
Colección Gárgola de Poesía; como edité una antología de poetas de mi tierra,
titulada Santiago, tierra de poetas.
9.
Vista
para
el ciego
¿Qué es la poesía? ¿Y qué
significa para mí escribir poesía? Escribo poesía cuando la emoción ha
rebalsado sus límites y se desborda el vaso de agua. Cuando estoy expuesto a
emociones y contenidos esenciales.
Con la poesía siento que el
ser humano deja su condición mortal y se hace eterno en las palabras, que
nuestra condición efímera y los padecimientos que afligen a la condición humana
se salvan con la significación de un verso o de un poema.
Siento que la poesía es
salvadora, alivia, cura, repara, consuela. No es flagelo sino el bálsamo, y que
con ella nos curamos los seres. Sustituye al ser que nos hace falta, y que
ahora no está. Es un grito de auxilio, es buscar ser protegidos cuando estamos
cayendo al abismo.
Es ella la que abre
puertas, derriba muros, penetra hasta la intimidad más honda y secreta de los
seres humanos.
¿Y qué es lo que yo
anhelaría más de mi poesía? Íntimamente, ¡y ojalá! quisiera que ella fuera pies
para el cojo, oídos para el sordo y vista para el ciego
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El texto anterior puede ser
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citando autor y fuente
Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar
a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
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