CASTAÑEDA: ¿HAY DERECHO?
Escribe Ángel Gavidia
El alcalde limeño Luis Castañeda Lossio fue elegido por una abrumadora mayoría. Fue un triunfo inobjetable en términos de cantidad de votos. No tanto, en sus largos silencios durante la campaña y en la carencia de un plan para el transporte público que fue puesta en evidencia cuando su apurado “monorriel” fue pulverizado por el candidato aprista Enrique Cornejo. Sin embargo, en democracia, los votos cuentan y, mientras no hallemos una forma superior de elegir a nuestros gobernantes, está bien que así sea. Pero estos ocupan, solo, transitoriamente los puestos que la voluntad popular los asigna y se sobreentiende que su actividad tendrá como límites el respeto a las minorías (que perdieron) y el sentido común en aras del progreso armonioso de la ciudad. Y una ciudad tiene una historia, tiene buenos y malos alcaldes (como todo en la vida), pero ninguno tan malo como para hacer tabla rasa del total de su gestión.
El sentimiento adánico es incompatible con un puesto de alcalde que lo obliga a una visión de continuidad. Y desgraciadamente el burgomaestre limeño ha comenzado a desandar todo lo que Susana Villarán había avanzado. Y no era poca cosa si reparamos
en la mafia del transporte público ferozmente encaramada en la ciudad
con su estela de muertos y heridos (sin metáfora). Porque el transporte
público está diseñado para incumplir reglas y subirse a las veredas en
pos del pasajero y, más que del pasajero, del pasaje que este ha de pagar.
Los corredores azules que podrían ser, ahora, amarillos (no importa), estaban comenzando a implementarse; pero, como todo cambio, requieren tiempo. En Chile aún sigue perfeccionando un sistema muy similar habiendo comenzado su funcionamiento antes que la reforma de la Villarán. Decíamos que, haber logrado arrinconar a esas empresas cascarón (la madre del periodista atropellado Ivo Dutra puede dar fe) de choferes que laboran más de 12 horas diarias y cobradores acróbatas que trabajan en la absoluta informalidad, había sido, a mi entender, un logro superior a todos los “paseos de las aguas” que el alcalde Castañeda hubiera podido construir en su gestión pasada. Antanás Mockus , el filósofo, matemático , a la sazón exitoso exalcalde de Bogotá y auténtico reformador del transporte público en su ciudad, decía que el problema del transporte es una cuestión de autoestima, nuestra autoestima diariamente, digo, se halla atropellada por un trasporte que no se condice con nuestra condición de seres mínimamente civilizados; menos, de ciudadanos. El maltrato a los niños obliga a otro artículo.
Mención aparte merece la bronca de Castañeda con los grafitis. Bronca que definitivamente ya lo colocó en la historia, en el mismo lugar de aquel político peruano, de cuyo nombre no quiero acordarme, que hizo una pira con libros marxistas. Los psiquiatras deben tener una opinión. A mí solo me deja pasmado
el grado de intolerancia que significa esta ordenanza de despojar a
algunas calles de la vieja ciudad del fresco, irreverente, popular
mensaje grafitero, más de uno lleno de ensoñación y poesía.
Dice la teniente alcaldesa Patricia Juárez que Castañeda no ha asistido al congreso para explicar su plan sobre el transporte por estar atendiendo a una invitación en España. Ojalá el alcalde limeño se dé una vuelta por Toledo y contemple cómo, sabiamente, se construyeron magníficos templos sumando muros y estilos judíos, árabes y cristianos. Pero aquí, en el Cuzco, también sobre los muros del koricancha se apoyó la construcción del Convento de Santo Domingo; aquí, nomás, en el Ombligo del Mundo.