Danilo
Sánchez Lihón
"Había
un elefante
que se
llamaba maíz;
vino un pollito y se lo comió."
(Niño de 6
años en un CEI
de la ciudad
de Trujillo. Perú)
1.
Participación
de
los niños
Así como la ilustración del
texto escrito es el dibujo y la lámina a color, podemos graficar plenamente la
versión oral de un cuento con nuestra propia voz. Y ello mediante las
inflexiones, el ritmo, el silencio, los sonidos onomatopéyicos, simulando el viento,
la lluvia, los caballos que galopan, la aparición del ogro o la bruja, ¡en fin!
A lo anterior se agrega el
gesto, la expresión del rostro, las manos y el cuerpo, elementos con los cuales
oralmente se puede dibujar, ilustrar y hasta ponerle color al mundo fantástico
que se ofrece a través de la palabra.
Y mucho mejor si se logra
de manera controlada la participación de los propios niños en el desarrollo del
cuento repitiendo estribillos o algunas frases ejes o mediante la ejecución de
algunos actos que centren la atención en aquellos contenidos básicos y
esenciales del texto.
He ahí la importancia de la
narración de cuentos en la formación de los niños, aunque algunos profesores y
padres de familia se plantean la disyuntiva de qué es mejor: ¿narrarles o
leerles un cuento? pregunta que casi siempre escucho formular y para la cual la
respuesta correcta es que ambas actividades son buenas y necesarias.
2.
Porque
el
arte de narrar
La narración tiene una
ventaja frente a la lectura y es que al desarrollar el relato sin tener que
leer, el emisor mira a los ojos de sus oyentes. Pero se dirá: ¿y qué
importancia tiene este detalle? la respuesta es: muchísima.
En la comunicación humana
interpersonal, los ojos tienen un rol fundamental, pues los hombres tenemos a
través de estos sentidos un poder de comunicación que resulta sencillamente
incalculable.
Lo saben los enamorados
quienes en gran medida establecen ese lazo, tan intenso y profundo, a través de
la mirada.
El narrador al observar a
su público y abarcar con sus ojos al auditorio, podrá también comprobar el
grado de atención que va teniendo su relato, las resonancias que suscita: el
impacto que tiene lo que está expresando.
Podrá entonces hacer
correcciones y adoptar medidas rápidas para encauzar su narración, logrando así
un mayor poder de persuasión.
Porque el arte de narrar
cuentos no es desarrollar una clase, o formular una lección. No es
enseñanza-aprendizaje, ni formular una recomendación, sino un rito atávico y
religioso de la mayor significación.
3.
Vale
leer
Sin embargo, leerles textos
a los niños también es recomendable por las siguientes razones: así se les
motiva para el aprendizaje de la lecto-escritura porque a los niños les
sorprenderá que la madre, el padre o el profesor vayan desprendiendo o haciendo
surgir del libro las palabras, las voces y las historia que van escuchando.
Y ello los sorprenderá y
animará a querer conocer rápidamente esa magia que no de otra manera se podría
denominar a ese milagro y maravilla que es la lectura.
Ahora bien, se puede
utilizar la narración o la lectura de cuentos o poemas según sea el caso. Para
ello el profesor evaluará la situación y el texto literario que se va a dar a
conocer.
Porque hay relatos que
están muy bien escritos en donde hay riqueza de vocabulario, diálogos frescos y
directos, pasajes con gran suspenso, un ritmo incomparable; todo ello logrado
por la forma literaria en que están perfilados; en este caso entonces vale
leer, quizá no todo el texto sino los pasajes más sobresalientes.
4.
Saber
soltarse
El arte de narrar cuentos
ha de ser el don intrínseco de los maestros de todos los niveles educativos: el
arte o la dicha, ¡el encanto y el embrujo de narrar!
Algunas condiciones para
ser un buen narrador de cuentos son:
– Gustar del cuento, porque
no se puede transmitir lo que no se siente ni a lo cual no se le otorga el más
pleno significado.
– Estado de ánimo dispuesto
a contar el cuento como si el momento fuera el más propicio para su plena
realización.
– Capacidad recreativa que
permita ejemplificar lo que se está describiendo con todos los recursos a la
mano a fin de darle toda la vivacidad posible.
– Tonalidad e inflexiones
en la pronunciación de las palabras.
Para narrar cuentos hay que
tener cualidades histriónicas de voz, de mímicas, de ademanes, de
desplazamientos, pero sobre todo sinceridad, confianza y afecto.
En tal cometido los
profesores principalmente de educación inicial y primaria, han de incluso saber soltarse a bailar, danzar,
recitar.
5.
Nada
nos
urge
Pero en la narración de
cuentos más que la espectacularidad de ademanes y expresiones, más que el
dramatismo de los ojos, rostros y manos, interesa la conexión directa e intensa
que podemos establecer con el ser del niño.
Esa sintonía profunda que
se establece al estar convencidos de compartir algo único, maravilloso y
trascendente. Y de un valor insustituible para la vida.
Por eso narremos con todo
lo que somos, con nuestros gestos, con el rostro, con nuestro cuerpo, con toda
nuestra alma; así como con toda la
cultura y la vocación de maestros de que somos poseedores.
Para narrar cuentos, se
recomienda hacerlo sentados en el suelo para estar a la misma altura de los
niños, de tal modo que ellos puedan perder la mirada en el horizonte.
A fin de que se pudieran
imaginar sucesos y personajes y para dar la sensación de que nos afincamos en
el mundo, y que nada nos urge; que no estamos de paso, ni tampoco es cierto que
sólo un breve momento estaremos con ellos.
6.
Ser
solidarios
Si es una sesión
especialmente señalada para esta performance, que la vestimenta sea de lo más
sencilla, que pase casi desapercibida: un vestido austero y el cabello suelto,
porque el ser mismo del narrador apenas debe ser una intermediación, una
ventana transparente hacia otras dimensiones y realidades.
Asimismo, al narrar cuentos
es importante que algunos estribillos e imágenes se canten, se entonen con
cierta melodía, ritmo o compás. En algunos casos se puede llevar o improvisar
instrumentos, máscaras o representaciones diversas, si es que las
circunstancias lo exigen o lo permiten.
Para alcanzar la alegría y
la adhesión del niño, los maestros tienen que ser personas desenvueltas, de
ninguna manera tímidas o cohibidas; por lo menos no deben serlo ante los niños
a quienes conducen, ante quienes tienen que ser vivaces, imaginativos y hasta
sorprendentes; capaces de extasiar, hacerlos delirar, y ser solidarios.
Lástima que esto no se
enseñe ni practique en los Institutos Pedagógicos, ni en las Facultades de
Educación de las Universidades, pero es lo que se debería conocer y dominar,
porque es aquello que los maestros van a necesitar cuando estén frente a los
niños.
7.
En pleno
vuelo
De allí que un grupo de
niños con sus profesores tienen que hacer clases enormemente recreativas, en
donde las reuniones tienen que ser una fiesta, un estallido de alegría y
esplendor. Por eso es recomendable que ellos hagan deporte y ejercicios de
aligeramiento de músculos antes de entrar a clases, y que siempre sean jóvenes,
no necesariamente de edad sino de espíritu.
Los estudiantes de
educación tienen que prepararse y perfeccionarse en narrar cuentos: tiene que
haber cursos y clases prácticas completas, centrales, perennes y arduas en la
enseñanza que supone la recreación de la literatura oral y escrita.
Quienes se forman para ser
maestros debieran tener, en este aspecto, las mismas exigencias que tiene los
estudiantes de una Escuela de Arte Dramático, quienes tienen que adiestrarse y
perfeccionarse en lo que significa dominar su voz y desenvolverse en una
actuación básica y central.
Que en el caso de los
profesores es ser animadores de ese proceso sublime que es la educación de los
niños, aves en el aire o en pleno vuelo, a los cuales hay que proyectar en la
capacidad de abarcar aún más extensamente el mundo y realizar el destino ojalá
que siempre espléndido sobre la faz de la tierra.
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