ESTE POEMA XXXII DE TRILCE, ESTE POEMA
(Divagaciones de un profano)
Escribe Ángel Gavidia
Este es el poema:
999 calorías.
Rumbb….Trrrarrr rrach…chaz
Serpentínica u del bizcochero
Enjirafada al tímpano.
Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.
1.000 calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.
Remeda al cuco: Roooooooeeeis……
tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.
Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor (_________Mejor
no digo nada.
Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.
Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.(1)
A primera vista, considerando en frío, imparcialmente, como consignara Vallejo en uno de sus poemas (2), estaría tentado a suscribir la tesis del joven Ribeyro: esta es una provocación (3). Pero cuando nos enteramos que esa u era una u apedreada desde la acera hasta el segundo piso donde estaba el cuarto del poeta, tenemos que colegir que la descripción es sorprendentemente cabal: ¡Bizcocheró-uuu! (4) o ¡ bizcuuuuuuchos! (5) trepa como un ofidio o se alza como el impertinente cuello de una jirafa y en pos de los oídos. Entonces, digo, esta ya no es una provocación. Y cuando veo que las calorías que inician el poema terminan incrementándose sideralmente en los dos últimos versos, pienso que hay un sentido en el poema que es bueno encontrar y me pongo a espulgarlo.
999 calorías, 1000 calorías, treinta y tres trillones
trescientos treinta y tres calorías son las cifras que se hallan a lo
largo del poema. La caloría es una medida de energía que históricamente viene de la teoría del calórico. El calórico era, según este supuesto, un fluido que calentaba las cosas. El poema termina exagerando, hace del ambiente algo más caliente que un horno, más cercano al calor de una estrella. Por otra parte, las cantidades no son ajenas en la poesía en general: cuarenta mil esclavos, tres millones de insectos (Chocano), cien negros, cien alabardas, mil cachorros sueltos (Darío). Claro que lo habitual es escribirlas con letras aun cuando se trate del número pi de la entrañable Wislawa Szymboroska o la “Oda a los números” de don Pablo Neruda.
Volviendo al poema, el segundo verso es una onomatopeya: ¿sonido de ruedas?, o más lejanamente, el escandaloso ruido de un catre medio destartalado de esos que habían antes y que debió estar obligatoriamente en esa habitación prestando cobertor al intranquilo cuerpo del estudiante aquel, desde donde escuchó al bizcochero. Víctor Raúl Haya de la Torre dice “Había unos bizcocheros que llevaban sus cestas grandes y pregonaban su mercancía diciendo: Bizcocheró-uuu! ¡Boizcocheró-uuu!”. Orrego habló también de esta escena, pero él decía que el grito era ¡bizcuuuuuuuchos!
Rumbb… Trrraprrr rrach… chaz es el segundo verso en el poema que comentamos, pero este poema tiene una versión que se publicó antes en el diario La Crónica y en él, este verso aparece algo distinto: Brumbbb!... Traprachazzzaf(6); así podría ser también la onomatopeya de los ruidos intestinales, ruidos hidroaéreos producidos por los movimientos peristálticos como los llamamos los médicos, sonidos que tienden a incrementarse en periodos de ayuno o cuando llega el hambre. Haya de la Torre refiere que “Vallejo era muy goloso” (4).
Por lo demás a lo largo de la obra poética de Vallejo asoman diversos sonidos y pregones: ruido aperital de platos, alegres tiroriros, La de a mil…,en fin, campanadas.
La segunda estrofa alude al envidiable frío; lo que por contraposición delata el calor extenuante. Concluye que lo mejor es el clima templado, el justo medio.
La tercera estrofa pincela un cielo despejado y de sol ardiente y el deseo de salir ( ¿de la habitación?) precisamente por el intenso calor que alborota los cascos al más frío.
La cuarta estrofa trata con ternura al autocarril movido por la sed, en realidad la sed del poeta y que lleva a la playa, lugar de brisa y mar.
La quinta estrofa vuelve a anhelar al frío, lo ventilado y a maldecir el terrible calor.
La sexta estrofa rebela al emisor impaciente, incómodo, malhumorado a quien hasta la pluma con que escribe se le troncha. Recordemos que en ese tiempo se usaban frágiles “plumas” con tinta líquida muy fáciles deteriorar.
El poema termina exagerando el clima. Atribuyéndole temperaturas estelares. Deja traslucir un sujeto desesperado por un calor insoportable. Quizás, digo, un hombre del ande mordido por todos los colmillos de un verano costeño, de veras, extenuante. Pero, queda claro que el poema “ XXXII” de Trilce no es una provocación.
BIBLIGRAFÍA
- Vallejo C. Poesía completa. Tomo II. Pontificia Universidad Católica del Perú. 1997,p 76
- Vallejo C. Poesía completa. Tomo III. Pontificia Universidad Católica del Perú. 1997, p 111
- Ribeyro JR. Cartas a Juan Antonio. Tomo I. Jaime Campodónico Editor. 1ra. Ed. Lima 1996, p 108-109
- Hildebrandt C. Cambio de palabras. 2da Ed. Tierra Nueva editores. Lima-Perú, 2008, p 43-44
- Diaz J. El placer de leer a Vallejo en zapatillas. 1ra Edición. Editorial San Marcos. Lima Perú. 2009, p 25
Vallejo C. Poesía completa. Tomo II. Pontificia Universidad Católica del Perú. 1997, p 77