Danilo Sánchez Lihón
El punto
por donde pasó un hombre
ya no está solo.
César Vallejo
1. ¿Vive
allí?
En
noviembre del año 1990 viajaba yo de regreso al Perú, habiendo abordado
el avión en el aeropuerto de Filadelfia con rumbo hacia Miami, en donde
abordaría una nave de Aero Perú para luego viajar hacia Lima.
Después
de los ajetreos del despegue y cuando ya todas las tensiones se alivian
recién solemos intercambiar alguna palabra con nuestros imprevisibles
vecinos de vuelo que ocupan los asientos contiguos.
Esta
vez tenía como compañera de asiento a una señora de aspecto distinguido
que revisaba uno y otro documento, y quien mirando por la ventanilla
comentó:
–
Felizmente hace buen tiempo, porque ayer se anunciaban tormentas, que
son frecuentes en estos meses del año, especialmente en Miami.
– ¿Vive allí? –Pregunté solo por decir algo.
–
No. Yo vivo en la ciudad de Guatemala. Soy guatemalteca y trabajo en la
Universidad de San Carlos. Ahora vengo de Canadá, en donde asistí a un
congreso en Montreal, y aproveché para visitar a mi hijo que vive en
Filadelfia.
2. Valoración
de su obra
– Ah, ¡qué bien! Y, ¿sobre qué tema versó el congreso?
– Sobre Patrimonio Audiovisual. Soy investigadora en el área de fotografía.
Seguimos
conversando e intenté cautelosamente indagar si conocía, y si era
reconocido y apreciado un artista nacional mío en el campo de la
fotografía.
Un
personaje que siempre solemos ponderar aquí entre nosotros pero que no
estamos seguros si son artistas destacados y mucho menos celebrados a
nivel internacional.
E hice cautelosamente la siguiente alusión:
–
Hay un fotógrafo de mi país que con su lente retrató un mundo inédito,
genuino y lleno de oculto esplendor; así como captó el alma y el
espíritu no solo de una época sino de todo universo. Yo lo admiro mucho
porque ha podido captar el orbe que yo más quiero y reverencio como es
el mundo andino.
– ¡Chambi! –Exclamó alborozada, a tal punto que varios pasajeros voltearon a mirarla por la intensidad de su grito.
Y con todos sus ojos y su rostro ilusionado vuelto hacia mí exclamó:
– ¡Es usted peruano!
– ¡Entonces lo conoce! –Dije ya con más aplomo.
3. Restañaba
mis heridas
–
No solo lo conozco, sino que lo admiro y venero. Mi tesis para
graduarme en la universidad la hice sobre Martín Chambi. He asistido a
diversos países de Europa a sustentar ponencias sobre él. Y se han
dedicado jornadas importantes en países con mucha tradición fotográfica
al estudio y valoración de su obra.
– ¿Así?
–
¡Claro! Chambi es el más genial fotógrafo del Siglo XIX no solo en
nuestro continente sino a nivel mundial. Lo que es Picasso para la
pintura lo es Chambi para la fotografía.
Interiormente
se despejaron los nubarrones que tenía, elevados como estábamos a diez
mil pies sobre el globo terráqueo. En un vuelo sobre el país más rico y
poderoso del mundo, con todas las instrucciones puestas en otras
lenguas. Oír decir eso a una persona que no era de mi país y ni siquiera
de América del Sur, y en un contexto del azar de la vida cotidiana,
como era ese vuelo en avión, fue trascendental para mí.
O
por lo menos aliviaba y restañaba mis heridas que las tenía hondas y
profundas. Había que tenido que abandonar abruptamente la Universidad
Nacional Agraria en donde trabajaba y de donde no pude recoger ni
siquiera mis libros y papeles que tenía sobre mi escritorio, regresaba
decidido si es posible a morir en mi país.
4. Mi última
batalla
Además,
por otra circunstancia: era una época en la que al parecer no teníamos
ya futuro. Entonces, ¿cómo hombres como Chambi desde el ostracismo y
marginalidad más cruel pudieron perfilar las obras más geniales de su
siglo en un arte aparentemente ajeno?
Porque
él nació en Coaza, provincia de Carabaya, al norte del lago Titicaca,
en Puno en 1891, y murió en Cuzco en 1973. Pero en la época en que él
era niño y después joven, Puno sufrió la sequía más atroz de toda su
historia, produciéndose un éxodo masivo a las ciudades de Cuzco,
Arequipa y Tacna. Y él tuvo que emigrar a Cuzco
Entonces,
¿quiénes somos para soportar tanto los sufrimientos? ¿Qué coraje tan
extremo nos sustenta para salir adelante pese a las tinieblas? ¡Somos un
pueblo absoluto en su capacidad de resistencia! Y somos sublimidad como
para producir en esas circunstancias obras espléndidas. Conociendo
además la escasez de recursos con los que trabajó Chambi, testimonio que
me hace sentir que somos un pueblo providencial e invencible.
Porque
en la época de Chambi, como en ese momento que atravesábamos el Perú se
debatía en una crisis apocalíptica, en que la gente huía porque no
teníamos presente, ni porvenir ni siquiera destino. Y yo regresaba
habiendo intentado adaptarme a un país con otra lengua y dispuesto a
librar aquí mi última batalla.
5. ¿Cómo
es?
No
averigüé el nombre de mi distinguida interlocutora guatemalteca, por no
romper el encanto que tienen los hechos del azar, porque además estaba
conmovido y temía que pudieran desbordarse mis lágrimas de cómo podemos
estar muriéndonos y ser geniales incluso en aquellas artes que las hemos
aprendido desde lejos, sin los recursos tecnológicos que harían más
factible y asequible figurar en algo en su cultivo.
Porque,
¿qué tiene que ver la fotografía con un ciudadano andino de principios
del siglo pasado, como para que destaque en este arte y se imponga de
ese modo?
¿Qué
tiene que ver un ciudadano andino encerrado entre cordilleras con un
arte alegre, abierto y burlón, con una gramática que solo pueden
ejercerla los grandes centros de la civilización contemporáneas y que
requiere finanzas y hasta una larga y consistente tradición?
Y,
¿cómo es que desde nuestra postración somos capaces de romper,
atravesar y hacer explosionar principios que aparentemente nos
mantendrían condenados?
Pero él estaba muy consciente de lo que hacía y lo expresó de este modo:
“Me siento un representante de la raza; ella habla en mis fotografías”.
6. El drama
y la épica
Escuchar
ese comentario sobrevolando el país más rico del mundo, en un momento
en que éramos nosotros un país sin destino y yo regresaba pese a las
amenazas, terco y obstinado, dispuesto a enfrentar todas las
adversidades con que aquí vivíamos, fue para mí reivindicador.
Y
es que, ¡era cierto! Allí recién sopesé que hay cuadros de Chambi que
valen tanto como una pintura de Goya, de Rembrandt o de un Miguel Ángel,
como para que un hombre universal como Mario Vargas Llosa haya dicho
respecto a Martín Chambi, que:
“Un día Chambi será reconocido como uno de los más coherentes y profundos creadores que la fotografía ha dado a este siglo”.
Fue
así como el Museo de Arte Moderno de New York en 1979 realizó una
exposición retrospectiva de su obra, y que excepcionalmente por su
importancia ese centro de cultura hizo que esa exposición se hiciera
itinerante por diversas ciudades de Estados Unidos y de otros países.
Y
que asombró por su lucidez para haber sabido elaborar el documental más
virginal de la sociedad de su época y sobre todo el drama y la épica
del mundo andino y del poblador indígena, con grandeza, hondura y
dramaticidad.
7. En el bien
y en el mal
En
quien, como sensación mía el color negro pugna en agonía extrema en
lucha feroz con la luz, retratando en un gesto y rasgo imposible, lo
ineludible que es la vida, en la beligerancia de lo luminoso que es un
temblor en lucha con la sombra y la muerte que es la vastedad, abarcando
lo tenue que es el destino incierto que labramos aquí los seres
humanos.
Color
negro que a la vez es pigmento, abismo del alma y del ser del hombre y
del universo, como también es ácido tenaz, efímero y endeble en soporte
de papel fotográfico, en donde un detalle mínimo es un milagro haberlo
captado en un rapto de creación pura, en vilo y absoluta, en el marco de
lo ruin y abyecto, de lo cotidiano y lo prosaico de la vida, como es el
arte que consagra toda manifestación convulsa y apacible, en este caso
en la fotografía.
Pero
es el suyo además de arte un documento histórico que es un himno
social, al cual se suma el destino de un hombre humilde, quecha
hablante, mimetizado con su geografía y el drama de su pueblo.
En
quien la luz es elemento primigenio y verdad de la existencia. Luz
temblorosa, quebrada y con frecuencia en agonía, luz que cuaja, vibra y
llora en una desnudez total, captando la realidad en su esencia, en lo
bello y en lo feo, en el bien y en el mal, en la verdad y en la mentira,
en la vida como en la muerte.
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