"DESTIERRO", DE ALINA GADEA
Por José Carlos Yrigoyen
Si Otra vida para Doris Kaplan (2009), la primera
novela de Alina Gadea, era la historia de una mujer que en medio de un
país hostil y convulsionado decidía y lograba su liberación del
represivo ambiente familiar y de las convenciones sociales que le
impedían afianzarse como mujer en todos los sentidos, Destierro, su
último libro, toma el camino contrario. En sus páginas, la protagonista
se desenvuelve en un entorno satisfecho e indiferente y constata cómo
todo lo que consiguió construir a lo largo de su vida –su familia, su
matrimonio y su seguridad en el futuro– se desmorona sin que nada pueda
hacer para evitarlo.
Gadea plantea su novela de forma episódica, por medio de capítulos
breves que retratan paso a paso la destrucción de una pareja y del
hogar, sus antecedentes y la angustia existencial de la protagonista,
quien oscila entre tomar valor para salir adelante y el deseo de acabar
con todo de una buena vez. Este dilema aparece desde la primera página
del libro: “Me inclino hacia el borde del acantilado. (…) Me inclino
hacia adelante para dejarme caer. (…) No saltaría, mis hijos me esperan
en casa. Pero podría volar, lejos. Perderme en el cielo”. Los recuerdos
de la infancia y de la adolescencia, las reflexiones sobre ser madre e
hija a la vez y la urgente necesidad de reivindicación personal y sexual
son elementos que van complejizando esta disyuntiva y enriquecen el
pequeño universo de esta ficción, otorgándole una tensión narrativa y
una fluidez trepidante y por ratos violenta.
Volvemos a encontrar aquí uno de los recurrentes demonios de la
autora: la madre enloquecida y egoísta, que castra a sus hijos y
empequeñece a sus hijas con una crueldad sin límites. Si la madre de
Doris Kaplan era sin duda el personaje más atractivo de aquella novela,
en esta la madre del esposo del protagonista la supera largamente. Me
atrevería a decir que el capítulo donde se describe la humillante y
tortuosa infancia de ese hombre que en su madurez será incapaz de
cualquier clase de amor y empatía es el más logrado y perturbador del
libro.
En realidad, Destierro está repleto de momentos que en manos de un
escritor menos cuajado podrían haber resultado truculentos,
inverosímiles y melodramáticos. Pero Gadea tiene el acierto de narrar
este amasijo de destinos heridos y truncos con una afiatada prosa
lírica, de frases cortas y sequedad bien calibrada. En ciertos pasajes
esta cede a un onirismo que torna ambiguo el discurso de la narradora
hasta convertirlo en un dislocado flujo de conciencia que devela sus
verdaderos temores y traumas. Quizá el mejor ejemplo de ello sea ese
fragmento en el que el ensoñamiento transforma gradualmente, casi sin
que nos demos cuenta, el relato de una aventura con un amante ocasional
en un flashback sobre el crispado parto de su primer hijo.
No obstante los logros y avances señalados, hay aspectos de
Destierro en los que Gadea queda con cuentas por saldar. Al igual que en
Doris Kaplan, el elemento de la guerra interna resulta manido y
forzado, aunque aquí su presencia sea algo más medida. Igual sucede con
su crítica a la brutalidad militar, innecesario injerto que entorpece el
buen desarrollo de lo contado. Pero quizá la impugnación mayor que
podemos hacerle a este libro es un conservadurismo que le niega a la
autora ir más allá de lo que las más duras escenas de su novela
sugieren, por lo que la fuerza de su potencial se queda a medio camino.
Cuando ese paso adelante sea dado, Gadea puede verdaderamente
sorprendernos.
http://peru21.pe/cultura/jose-carlos-yrigoyen-senora-nadie-opinion-2292193
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Si
Otra vida para Doris Kaplan (2009), la primera novela de Alina Gadea,
era la historia de una mujer que en medio de un país hostil y
convulsionado decidía y lograba su liberación del represivo ambiente
familiar y de las convenciones sociales que le impedían afianzarse como
mujer en todos los sentidos; Destierro, su último libro, toma el camino
contrario. En sus páginas, la protagonista se desenvuelve en un entorno
satisfecho e indiferente y constata cómo todo lo que consiguió construir
a lo largo de su vida –su familia, su matrimonio y su seguridad en el
futuro– se desmorona sin que nada pueda hacer para evitarlo.
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