Danilo Sánchez Lihón
1. Contra
su pecho
Han pasado diez días durante los cuales mi hermana ya no duerme en la casa.
Yo
he arreglado un maletín con la ropa más necesaria y he hablado con el
ayudante de un camión para que me lleve hasta Trujillo.
Y
después desaparecer por algún puerto. Pienso subir a un barco,
esconderme y recién salir cuando llegue a un país extranjero y lo más
distante posible.
Para que allí nadie jamás pudiera encontrarme. Y ni siquiera nunca yo poder hallar alguna vez el camino de regreso.
He
decidido irme para siempre de mi casa. Sufro pensando cómo salen a
buscarme, arrepintiéndose de lo que han hecho, de permitir que mi
hermanita fuera regalada.
Pero ya estaría muy lejos y nunca más me volverían a ver.
2. Conozco bien
las puertas
Me parte el corazón dejar a mis hermanos pequeños y también a mis padres.
Una
noche me despierto hipando y ahogándome en sollozos y mi madre con sus
manos en mi frente, rociándome agua de azahar, calmándome y abrazándome
contra su pecho.
El día que tengo planeado irme intento por última vez rescatar a mi hermana.
Sé que la tienen muy resguardada, pero desde temprano estoy merodeando la casa de mi abuela y de mis tías.
Escondiéndome porque ya tienen aviso que yo puedo robarla.
Felizmente conozco bien las puertas y los corredores.
3. Ella
está conmigo
Entro por la ventana al cuarto que han preparado para ella. Es muy temprano y aún está dormida.
La alzo en mis brazos y echo e correr, pero al salir resbalo en la grada de la puerta y caigo.
Se me revientan las rodillas y me sangran los codos.
Rengueando puedo llegar hasta mi casa. Entro por la puerta del zaguán directo hasta mi cuarto.
Extraigo para mi hermana todo lo que he juntado durante estos días: docenas de caramelos, bolitas, cajas de todos los colores.
Y aquí ella está conmigo, feliz y contenta.
El resto de mis hermanos duermen.
4. Que
nunca más
Pero detrás vienen esta vez mis tías. Oigo que hablan con mi madre. Escucho voces alteradas. Después siento que llega mi padre.
Cierro la puerta porque no quiero ya escuchar nada. Mi hermana juega feliz conmigo.
Cuando los siento venir, la beso en la mejilla y la abrazo, despidiéndome de ella para siempre.
Cuando entra mi madre un nudo atroz tengo en la garganta de no poderle decir de una vez:
– ¡Adiós, mamá! ¡Ya me voy, para siempre!
Siento que no resisto el furor de gritarle que ya me voy para siempre, definitivamente. ¡Que nunca más nos volveremos a ver!
5. Conturbado
por la pena
Pero felizmente no he dicho nada. He podido resistir esta avalancha, y siento que me estoy haciendo duro y fuerte.
Al miramos baja mi madre sus ojos enrojecidos.
– ¡Qué te ha pasado! –Exclama–. ¡Estás sangrando!
– ¡No es nada! –Respondo, ya sin siquiera mirarla.
Quiere acercarse y con un grito no dejo que ni siquiera se aproxime.
Alza a Sofía y sale con su rostro conturbado por la pena.
Al
quedarme solo envuelvo lo último que he dejado por recoger. Que es la
fotografía de mi familia feliz, cuando todos éramos completos:
Mis
papás y todos sus hijos juntos, yo al lado de mi hermano mayor, quien
estudia en Trujillo. Y delante en la primera fila mis hermanos pequeños.
6. Con voz
quebrada
La
pongo en el maletín que descuelgo con una cuerda por la ventana hasta
unos maceteros en la parte posterior de la casa por donde voy a
escaparme.
Adentro escucho que mi madre es quien esta vez habla, muy enérgica y airada en su voz, con mi tía Zarela.
Busco la forma de salir sin ser visto, pero siento los pasos de mi padre que sube.
Avanza y luego se detiene alarmado por la sangre que ha empapado mi pantalón y mi camisa.
Sus ojos, que espero que estén furibundos, amargos y duros, están más bien húmedos y tiernos.
Avanza, abrazándome y hasta alzándome en sus brazos:
– ¡Hijo mío! –Habla con voz quebrada–. Tu hermana se quedará con nosotros en nuestra casa.
7. de dicha
o de pena
– ¡Papá! –No sé si grito, gimo o musito.
Siento eso sí que mi voz termina en un gemido y luego en un llanto atroz, amargo e incontenible.
– Gracias hijo por haberla rescatado y devuelto a casa.
Yo siento que mi corazón ya endurecido hace un rato va a estallar. Siento que me voy a morir.
– Te prometo que siempre seremos todos juntos y muy unidos. Todos tus hermanos, sin que nadie falte como tú lo has querido.
Lo
aprieto lo más fuerte que puedo. Y siento que su rostro se inclina, y
suelta también un gemido, buscando refugio y consuelo en mi cuello.
Yo
no puedo contener ya mis lágrimas que borbotan. Y ahí estoy, abrazado a
él, hasta quedarme dormido, no sé si de dicha o de pena, en sus brazos.
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