CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2012, AÑO
DE LA DEFENSA DEL AGUA PARA LA VIDA
Y CONSTRUYENDO LOS ANDENES NUEVOS
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
POR LOS 120 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL POETA
Y 90 AÑOS DE LA EDICIÓN DEL POEMARIO TRILCE
SÁBADO 17 DE NOVIEMBRE
MEMORIA
CARLOS CASTILLO MURGA
DIRECTOR DEL CENTRO VIEJO 271 DE SANTIAGO DE CHUCO
EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
LECTURA DE POEMAS
ROSELLA DI PAOLO
HOMENAJE AMAUTA DEL PERÚ ETERNO
RÓGER RUMRRILL
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia
VIERNES 23 DE NOVIEMBRE
PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE POESÍA
“OTRO MUNDO ES POSIBLE” DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
ICPNA DE MIRAFLORES
Avenida Angamos, esquina con Av. Arequipa,Miraflores
PANEL DE PRESENTACIÓN:
OMAR ARAMAYO
EMILIO MORILLO
JULIO YOVERA
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia
Teléfonos Capulí:
420-3343, 420-3860
y 997-739-575
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
SEGUNDA SEMANA DE NOVIEMBRE
SEMANA DE LA VIDA ANIMAL
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
Y SE QUERÍAN MUCHO
Danilo Sánchez Lihón
1. Cerca
de la fuente
Los pajarillos retozaban felices aquella mañana espléndida de primavera entre las ramas de los árboles.
Alfredo avanzó bajo la sombra húmeda de manzanos, naranjos y limoneros de su huerta, provisto de una escopeta que le habían obsequiado sus tíos.
Desde que murió su padre no sabían cómo complacerlo ni tenerlo contento, para hacerlo olvidar el dolor inconsolable que inundó su alma.
Un zorzal espléndido y lozano trinaba en lo alto de una rama. Era hermoso verlo entonar feliz su canto en la mañana bajo el azul del cielo iluminado por una luz tenue y nacarada.
Alfredo se guareció sigiloso bajo la sombra de un árbol para que las aves no notaran su presencia. Buscó con la mirada un claro por entre las ramas.
2. Piaban
desesperados
Allí estaba el zorzal entonando su canto cristalino. Se ubicó más cerca, apuntó despacio y disparó. Las municiones de la escopeta atravesaron sin piedad el plumaje verde azulado de la avecilla.
Y su cuerpo cayó pesadamente a tierra, cerca de la fuente de agua.
Cuatro pajarillos se abalanzaron desde el nido, sobrecogidos no solo por la detonación sino al ver al papá, momentos antes sano y vigoroso, que aleteaba ya sin fuerzas.
Intentaba sostenerse a un tronco. Pero luego se desgajó, dando tumbos entre las ramas y las hojas.
Ahora se desangraba sobre las piedras en el brocal del pozo. Piaban desesperados sus hijos, se arrimaban hacia su cuerpo y le abrían el pico desfalleciente.
3. Juntando
sus alas y sus picos
Querían introducirle sus fuerzas en el roto corazón del padre amado. La sangre teñía el pecho y las alas de los pajarillos que se abrazaban a él.
También su madre había muerto así, cazada por alguien que ensayaba su buena o mala puntería, disparando sobre todo ser viviente que se aparecía ante sus ojos.
La agonía era lenta.
Con una mirada de ternura y bondad infinita él los fue picoteando uno a uno. Y murió entre los piídos aterrorizados de sus hijos.
Estos saltaban de dolor, angustia y desesperación, golpeando enloquecidos sus cuerpos en los muros y en el suelo.
Hasta un momento en que los cuatro pajaritos lo alzaron abriendo y juntando sus alas y sus picos.
4. Y hasta allí
llegaron
Y aleteando, al principio con dificultad, pero luego con enorme ímpetu, se remontaron por el aire azul hasta desaparecer de los ojos de la Tierra.
Alfredo había contemplado todo esto conmovido porque meses antes había perdido a su padre.
Y hubiera querido tener, como había visto ahora, alas y hermanos para alzarlo y remontarse con él hacia el infinito e inconmensurable cielo azul.
Estaba impactado y arrojó la escopeta como si le ardiera.
Para los pequeñuelos un alivio a su terrible dolor era que su padre, que había sido siempre bueno, ingresara a morar en el paraíso.
Y hasta allí llegaron.
5. La breve
bandada
Pero el apóstol San Pedro, portero del reino celestial, al verlos llegar les cerró el paso diciéndoles:
– Aquí no entran pajarillos.
Los pequeñuelos piaron, expresando cuán infinitamente bueno había sido su padre. Y que él merecía estar en el cielo.
María, la madre de Jesús, al ver tanta devoción en las avecillas para con su progenitor, suplicó al portero del edén:
– ¡También por el amor de nuestros seres queridos entramos en el paraíso! –Le dijo, amablemente.
Ante esta observación, San Pedro no tuvo más remedio que dejar pasar a los pajarillos, justo cuando aparecía Jesús, a quien llamó su atención la breve bandada de avecillas.
6. ¡Y
lo hizo!
Al verlos temerosos los llamó. Acariciando al pajarillo muerto, les dijo a sus hijitos:
– ¿Lo querían mucho?
Ellos asintieron con la cabeza, bañados los ojos en lágrimas. Y balbucearon:
– Lo queremos con toda nuestra alma. Y merece el paraíso, porque en todo fue un ser bueno.
– Entonces vivirá todavía mucho tiempo con ustedes. Y serán felices.
Les dijo, mientras acariciaba a la avecilla.
Y poco a poco ésta iba recobrando la vida, cerrando las heridas que le había dejado el disparo de la escopeta.
Así, pronto lo tuvo de pie en la palma de sus manos y levemente lo impulsó para que levantara el vuelo.
¡Y lo hizo!
7. Y volvieron
a la Tierra
– ¿Cómo podremos recompensarte, Jesús? –Le preguntaron.
– Vuelvan a vivir en la misma casa. –Les dijo. Y sean amables con el chico que disparó la escopeta.
Antes de despedirse largo rato estuvieron revoloteando en los extramuros del cielo.
De esta manera le agradecían con su presencia y sus alegres gestos al Señor.
Y volvieron a la Tierra, felices los cuatro hijos y el renovado zorzal, su padre.
Pero, el lugar en donde vivían antes se había convertido en un páramo ruinoso, desolado y triste.
Allí solo reinaba el abandono, el desamparo y la muerte. ¡Qué lugar tan horrendo!
8. Abrió
los brazos
Ninguna avecilla había querido vivir en los árboles de ese sitio tan peligroso.
Allí poco a poco las plantas se fueron agostando, convirtiéndose en un paraje mustio, abandonado y sin signos de vida.
Pero allí se posaron, recordando que Jesús les había pedido que así lo hicieran.
Alfredo, al verlos, se sorprendió de que hubiera recobrado la vida aquel pajarillo, alcanzado por los disparos de su escopeta.
Se admiró de reconocer después de lo sucedido a una familia tan unida, convencida y valiente de avecillas.
Los observó cómo actuaban: confiados, seguros y alegres.
Abrió los brazos y se acercó enternecido.
9. Los hacer
fuertes
Reconoció en el aura que los rodeaba que pertenecían ya a otro mudo.
– Papá debe estar allí de donde ustedes han regresado. –Se dijo para sí mismo.
Y agregó:
– ¿Cuál es el secreto que los hace tan fuertes?
Y con esta pregunta andaba cabizbajo:
¿Cuál es el secreto para tener paz, sosiego y hasta para no temer, como lo hacen las otras aves?
¿Qué es lo que los alienta, protege y hacer fuertes?
– ¡Amar! – Gritó, como si hubiera descubierto algo que quemara o ardiera.
– ¡Amar! ¡Cómo ustedes han demostrado que aman!
Se respondió jubiloso.
10. Canto
de amor
– ¡Ese es el secreto! ¡Es como si alguien me lo demostrara en una pizarra!
Y volvió a pisotear el lugar en donde enterró la escopeta aquel día desgraciado. Ahora todo le parecía, de repente, nuevo y distinto.
– Pareciera que mi padre los hubiera enviado. –Se dijo Alfredo a sí mismo y por primera vez fortalecido–. Ya entiendo, los animales son mensajeros de significados nobles y profundos.
Los demás pajarillos al ver que los que habían vuelto construían afanosos y diligentes otra vez allí sus nidos, comprendieron la grandeza del perdón.
Y también retornaron, y con ellos la vida, que nunca más dejó de entonar en ese lugar, su canto de amor, de convivencia, y de esperanza.
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