DIA DE LOS DIFUNTOS
Rodolfo Ascencio Barillas
Padre nuestro que estás en los cielos,
Y que vives en todos mis desvelos
Y en la inmensa soledad de mis anhelos.
Ayer quise comprender las palabras de tu boca
Los sabios consejos de tu aliento,
Los divinos suspiros de tu viento
Y los preciosos sermones de tu pecho.
Entonces, me acordaré del día de mi muerte.
Yo caminé rumbo a los alegres cementerios,
Y reposé en el nicho medroso de mi sombra,
Y bajé al vientre de la tierra esponjosa
Y miré las multitudes llorar quejumbrosas.
El llanto derramado en el polvo, y la rosa
Vi el cielo de tus esplendorosos manantiales.
Y dormí con el sueño de los muertos
Y soñé en la almohada de una cuna.
Y fragantes violetas habían
Y el despojo de mi cuerpo resplandecía,
Y un coro alegre acompañaba mi sendero
Y en mis noches alumbraba un lucero;
¡Oh! dolor de la muerte viva,
Largo fue el camino que esperaba los racimos,
Mi alma en silencio sollozaba,
Joviales van los muertos a vivir
Victoriosos en la gloria de existir,
Y los hombres perturbados en su porvenir.
Y vivir con el pesar de la muerte,
Llorar en los mares de ilusiones
Sufrir en las penas de pasiones,
Y en las noches, cual canto en mi garganta,
Le digo Dios, cuan bella dicha es vivir,
Y que sufrimiento son las breves horas.
¡Oh! sombras amigas de mi encanto,
Y solitarias compañías de las brisas
No es aquel que siempre puja
Ni el que gime en su lamento quebrantar
Si no aquel que se afana en su prisa;
Yo no estoy muerto en los cementerios
Ni escarpado por marchitas azucenas,
Yo vivo en la paz de tu dulzura
Y me deleito con el azul de tus astros celestiales.
Con las estrellas que brillan en mis ojos
Mañana despertaré en tus brazos
Y habitaré con tus verdes prados,
Y en las flores perdurables del verano,
Y en la indulgencia de tu mirada.
Porque no habitaré muerto en la tierra
Sino vivo en tu eterna morada,
Y viviré en tus aguas de reposo,
Y en tus manantiales de grandes gozos,
Padre nuestro que estás en el cielo,
En mi vida siempre serás mi consuelo…
El Salvador |