Danilo Sánchez Lihón
1. Estaba
allí
La
vida de Genaro Ledesma como se ve es novelesca. Es en esencia novela,
fresca, auténtica, sin tachaduras ni correcciones, ni enmendaduras.
Lo
prueba el hecho de que Manuel Scorza con todo el chisporroteo de ideas e
imágenes en que bullía su mente había decidido que el título de la que
después se llamaría “La Tumba del Relámpago”, era, repito, el título de
esta novela, “Genaro Ledesma”.
Así
de simple y así de complejo. La novela tenía, señores, ese título y
hubiera estado bien. Yo diría que encajaba perfectamente; con todos los
ingredientes de magia, realidad y fantasía.
Y
hasta humor. Y por supuesto, candor juntos. Como son las buenas copas
de vino, de ron o de pasión que sorbemos en la orgía o el festín que nos
ofrenda la literatura.
“La
Tumba del Relámpago” no se llamó finalmente “Genaro Ledesma”, porque el
hombre concreto que respondía a ese nombre alusivo y fantasioso, estaba
allí al frente, sentado cuando Manuel Scorza escribía ese libro.
2. Pródiga
de hechos
Estaba
ahí en el sillón de mimbre, absorto y confundido al ver deslizar por la
cabeza delirante del escritor, estruendos, silencios y carcajadas.
Como
también de imprecaciones, arrullos y delirios. Entonces el propio
Genaro corrigió a tiempo el veredicto de la sensibilidad desbocada del
demiurgo, diciéndole:
–
¡Cómo vas a llamar a tu novela “Genaro Ledesma”! ¡Estás loco! Van a
creer que es un personaje fantástico. Y yo soy real. Soy un hombre de
carne y hueso. ¿Cómo vas a hacer inmortal a un hombre que todavía vive? Y
¿cómo voy a caminar entonces yo por las calles?
Y
por eso nos perdimos que a este hombre a quien todavía tenemos vivo más
lo veamos más confundido con el mito, la leyenda, la fábula y la mezcla
de realidad y fantasía.
Factores
y elementos en que se ha convertido su vida y su obra política y
social, para bien de todos aquellos que amamos la historia, pródiga de
hechos fascinantes, y la literatura, nutrida de esplendorosa y
maravillosa realidad.
3. Telúrica
y mineral
En
tal sentido, ningún medio le ha sido ajeno para esparcir por los cuatro
vientos el evangelio terreno, moral y social de la solidaridad con los
hombres del ande.
Ningún
recurso le ha sido ajeno para hacerles justicia y detener el
padecimiento de siglos en que lo hemos sumido, de abolir el oprobio de
la explotación y el robo de sus tierras y de sus salarios.
Emoción
y sentimiento hecho doctrina en cada una de sus obras narrativas,
presente también en los poemas que escribe transidos de los terrones de
los patios, corredores y muros del ande.
Asumió
el ser y la condición humana, de los hermanos campesinos y mineros. Y
ha ido pregonando su verbo por los cuatro vientos, haciendo que resuene
en una voz metálica, telúrica y mineral.
Ha ido pregonando la buena nueva de la adhesión al hombre, valiéndose para eso de todo espacio real, ideal y supuesto.
4. Forjar
y construir
La
esquina de una calle, el bar a la vera de una plaza o de un camino de
arrieros o carretero, el local cívico o el teatro engalanado de una
ciudad.
O
ya sea el paroxismo de la transmisión radial o televisiva, como también
los muros de una prisión en donde ha hecho restallar su voz dura y
tierna, confundida al decir de las cosas tal y como las piensa un hombre
sencillo.
Por eso, cada uno de sus libros han sido antes voz, palabra compartida, vivencia.
Sus libros tienen una carga muy grande de haber sido vividos antes de haber sido escritos.
Podemos
imaginarlo antes como una rueda o círculo de amigos, como grito en una
plaza, en un camino en una fonda; como confesión en un oído, ante una
mirada, ante un ahogo o un suspiro.
Su
obra es a la vez un largo camino desde muy atrás y muy lejos. Es un
largo camino hacia el porvenir que todos juntos tenemos el deber de
forjar y construir.
5. Latiguillo
para develar
Ahora
bien, Genaro Ledesma por sí mismo ha escrito varias obras literarias
magníficas y contundentes. De su manera de escribir se adivina que él
haciéndolo se divierte, se mata de risa y se jaranea; razón por la cual
sus apuntes son agudos, chispeantes, libérrimos.
Salen
o se sueltan con frescura, con vivacidad, con travesura de alguien que
utiliza el lenguaje, ora como caña de pescar emociones e intuiciones
sutiles. ¡Y todo ello en el mar encrespado y de olas compactas, pero
íntimo y latente hacia adentro del alma humana!
Y
que ora lo emplea como un latiguillo para develar y sonreír con
indulgencia de todo lo de artificial, endeble y compasivamente humano,
como que hay en el mundo de la gente. Pero, pese a esta pasión, siempre
hay detrás una conciencia crítica, burlona y satírica en él, como si
desplegara ante algunos de sus personajes una doble personalidad.
Una
es la del creador que vive la circunstancia regocijadamente, con
soltura y sin pudor, y otra, situada más atrás, que es la conciencia
crítica, cáustica y corrosiva frente a la impostura que se ofrece de
manera desprevenida y en otras ocasiones de manera consciente.
6. Recomponer
el mundo
No
se sumerge totalmente libre en las aguas de la vida, sino que hay
siempre detrás de los árboles la mirada que juzga, que apunta su dardo
punzante y herido.
Ledesma
utiliza los recursos que da la lengua escrita para ingresar como un
estilete de máxima potenciación a registrar los temblores y conmociones
intimas.
Pero,
aún más, que entra a grabarlos en códigos certeros de buen narrador, de
notable literato, de excelente hombre de letras en nuestro país, que
desacraliza, desnuda y rompe velos que nos tenían enceguecidos.
Su
literatura es cáustica, un ácido que corroe excrecencias; un estilete
que opera tejidos enfermos, adiposos o malsanos. Pero es a la vez
compasivo, con una sonrisa de perdón y hasta con un rasgo de homenaje y
celebración por ser como se es.
Como
si aceptáramos que es de humano el errar y pecar, ahora y siempre, y
desde tiempos inmemoriales. Descubre o desenmascara artificios y, como
El Quijote, deshace entuertos a fin de recomponer el mundo.
7. Se funden
en un nudo
A
momentos Ledesma escribe como abogado que elabora un atestado con
lenguaje jurídico, expositivo y formal. Y tanto que a instantes parece
una intromisión adúltera en la literatura y, a ratos, con rasgos de una
peculiaridad y personalidad estilística genial.
Trabaja
mucho las polaridades: mal o bien, macho y hembra, linda o fea, pobre o
rico; porque la literatura de este autor se sumerge y penetra en lo
orgánico, biológico y carnal. Otras más son las oposiciones: que nos da
una idea de la lucha de contrarios, de la dialéctica del juicio y del
debate coherente, con una posición de compromiso y lucha por exaltar al
hombre como lo ha asumido Genaro en todos los actos de su vida.
Hay
en él un profundo conocimiento de la psicología humana. De los
recónditos espacios o estrecheces, de las vastedades y agudezas a donde
ingresa con la palabra humana certera y precisa, más propia que de un
político de un hombre en comunión constante con el arte, aunque
su quehacer político, es posible, le haya contribuido a dibujarnos el
Parlamento de los Sueños que en su obra presidía el Señor de Sipán.
Siempre
el movimiento dialéctico de la creación de Genaro es un juego de
contrarios que se acercan, se alejan, se unen y desunen, se disocian y
se funden en un nudo de situaciones que se resuelven en un desenlace
paradójico, imprevisto y casi siempre aleccionador.
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CONVOCATORIA