Danilo Sánchez Lihón
1. ¿Qué
sería...?
¿Qué
sería niños si no hubiera relatos, ni poesía ni cuentos? ¿Si nos
faltaran los mitos, las leyendas y las fábulas? ¿Qué sería si no
pudiéramos recrear el mundo hacia una dimensión trascendente, con la
capacidad de imaginar y fantasear y así crear mundos nuevos, más
henchidos, luminosos y trasparentes?
En gran medida el universo se detendría.
¿Que
nos perdiéramos la magia de que de un sombrero de paja salte una caja,
que de la caja que es de pino nazca un pepino, que el pepino madure y
que de allí brinque un chiquillo que se llama Periquito el bandolero y
que hasta ahora no sepamos dónde está y no se le encuentre por ningún
lado ni sendero?
¿De
qué así como nace la vida por la efusión de las almas y los cuerpos no
pudiera nacer también de la imaginación? De allí que se diga que:
Un escritor pescó un cuento
entre las redes de un libro;
es el sonido del viento,
un reflejo en la pared,
son las hadas que despiertan
para el que las quiera ver.
Un escritor pescó un cuento
¿quieres tener ese pez?
2. Nos prodigan
fantasía
Sin
escritores para niños el mundo sería gris; sin esos peces fantásticos
en la fuente, y sin esas redes y sin esas quimeras. Sin poesías ni
cuentos el mundo se opacaría. No habría magia ni encanto ni ilusión. No
habría ganas de echarse a la cama ni de amanecer cada mañana. ¡No habría
ganas de vivir!
Sin
seres que protegen ni seres por redimir el mundo no valdría la pena ser
vivido. Sin niñas preciosas por liberar, ni paladines invencibles que
luchen por ellas; sin semidioses confusos pero buenos, sin poesías ni
cuentos no habría golpes en las puertas que nos despierten a medianoche
asustados, ni músicas sublimes que se escuchan a lo lejos en castillos
encantados y al fondo de los lagos.
¿Qué
sería, niños, si no hubiera duendes, fantasmas, ni endriagos? ¿Ni
gnomos bajo los puentes, ni cuervos en los tejados? Es más: ¿sin brujas
que aleteen en el aire, ni seres que odian y otros que se mueren de
pena? ¡El mundo moriría de aburrimiento y de apatía! ¿No les parece?
Ahora
bien: ¿quiénes plasmaron todo ello? ¿Quiénes lo atraparon en las
palabras para que nosotros los conozcamos, y los tratemos directamente?
¿Quiénes aguzaron sus ojos y tendieron su mente, sus sueños y hasta sus
manos, para traerlos hasta donde los pudiéramos ver? ¡Son los escritores
para niños! ¡Ellos lo han hecho posible y evidente! En realidad, lo han
puesto delante de nuestros ojos y hasta lo han dejado en nuestras
propias manos, o en nuestros brazos a través de los libros.
3. Avivan
el heroísmo
¿Recuerdas
a Oshta, el duende que descendió por una laguna encantada y apareció
después sobre la tierra y todo había cambiado porque habían transcurrido
cientos de años sin que él envejeciera?
¿Recuerdas
a un bagrecico que visitó el mar en una gran travesía y regresó ya
viejo a contarles a los nietos cómo era el océano y las mil peripecias y
aventuras que le acontecieron en el camino?
¿Recuerdas
a una niña que no tenía cómo ganarse la vida y llevaba a vender en el
parque pajaritas de lata y de papel, pero antes de darlas a sus clientes
les soplaba bajo las alas y las avecillas cobraban vida?
¿Recuerdan
a un espantapájaros que su amo lo quiso hacer malo para que ahuyente a
las aves pero su corazón nació bueno y –todo lo contrario– crio dentro
de sus harapos a una avecilla que encontró desvalida? Y, ¿qué ocurrió?
Que el patrón malvado, al descubrir que él no era malo, como a él le
convenía que fuera, lo arrojó al barranco, pero luego todas las aves lo llevaron, sujetándole con sus picos y sus alas, al paraíso de los pájaros?
¿Recuerdas? Y, recuerdan ustedes, niños y niñas, tantos poemas y tantos cuentos hermosos donde se exalta el heroísmo ?
4. Es mundo
de esperanza
¡Qué
sería de la vida sin poesía, niños! ¡Sin encanto y sin cometas en el
cielo de nuestra mente, de nuestro corazón y de nuestro espíritu!
¡Qué
sería sin tantos seres queridos y ejemplares habitando el mundo de
adentro, ese al que entramos cuando nos sentamos solitarios en la
escalera del patio con un libro en las manos!
O
cuando contemplamos –en ese telón sin fondo que es nuestra imaginación,
en donde dibujamos caminos, estrellas, paraísos perdidos o por
encontrar– ¡castillos asombrosos y amadas insospechadas! Allí donde nos
enamoramos tanto más cuando la realidad afuera se vuelve esquiva, dura y
arisca. Y donde descubrimos una amiga entrañable, total y siempre
inolvidable, llamada: ¡esperanza!
¡Qué
sería si no hubiera mitos, fábulas, sortilegios! Si no hubiera encanto:
¡sea un detalle que nos hace pródigos, que voltea el mundo por el lado
inverso! Sea un pensamiento que se torna ensalmo, embrujo y gracia
suprema. Creo que si no hubiera todo eso, la vida no merecería ser
vivida. Si no hubiese altruismo. Si no hubiera renuncia, ¡si no hubiera
candor, niños!
Creo
que por eso estamos vivos y aquí. De lo contrario, el mundo ya hubiera
sucumbido; ya hubiéramos cerrado nuestra puerta y nos hubiéramos
marchado. Sin esperanza, ¿qué puede existir? ¡Y ése es el reino de la
literatura infantil, niños!
5. Abrirles
las puertas
Todo
esto que he dicho, los autores lo hacen cada día, cada hora y cada
minuto de sus vidas. De ellos debemos estar más pendientes,
conociéndolos, esperándolos más en nuestras existencias a veces
apenadas; en nuestras escuelas a veces precarias, debiendo reclamar más
por ellos. Llamarlos y abrirles las puertas de nuestros colegios, en
nuestros clubes sociales; o convocándolos con la lectura de sus libros
en cualquier espacio que tengamos casas, teniéndolos como amigos, sea
como personas reales o concretas, o encontrándonos con ellos en las
páginas de las obras que han escrito. Allí están, con muchos mundos y
otros mundos dentro, haciéndolos y deshaciéndolos, configurándolos y
desconfigurándolos; todo para que nosotros, niños, podamos deambular
plácidamente por las letras y las palabras que escriben.
Les
cuento que a veces se sienten tristes y abatidos de estar tan solos.
¿Quién no? Y eso pese a que son muy valerosos, pues no les asustan las
brujas ni los hechiceros, los ladrones ni los malvados; los monstruos y
esperpentos; ¡pues al contrario: ellos los conocen hasta sus últimos
pliegues! Les entristece, sin embargo, el no encontrarse más
frecuentemente con ustedes, sea en persona o en espacios que se abren en
las páginas de los libros que han escrito. ¿Cómo podemos solucionar
definitivamente este problema? ¿Por qué no tratamos de acercarnos más a
ellos? ¿Por qué no nos hacemos más nuestros amigos?
6. ¿Quiénes
son?
Los escritores son aquellos que llaman a las cosas con sus nombres verdaderos.
Son los magos mayores, supremos, encantadores. Son domadores de
serpientes, creadores de universos, de aldeas globales. Son ¡hechiceros
de la palabra; de lo bueno y de lo hermoso!
Son
los artistas los constructores celestes, los arquitectos de mundos
ideales. Son los taumaturgos de los sentimientos, de las emociones, de
las corazonadas y de las profecías.
¡Y nos hemos olvidado tanto de ellos! Los hemos dejado tan solos en el camino. O en el castillo donde escriben, o en las calles por donde deambulan.
Reencontrémonos,
para hacer de nuestros pueblos patrias grandes y hermosas, porque en
los cuentos y en los poemas hay coraje, tesoros ocultos y poderes
misteriosos que se recogen a manos llenas cuando se lee.
Y
llenemos de escritores nuestras escuelas, hagámoslos entrar en nuestros
salones, que ocupen nuestros pupitres pupitres y espacios de recreo.
Conozcámoslos a través de sus libros. Estrechemos más nuestras vidas
tanto tiempo separadas, solitarias, caminando a solas y ¡a ciegas!
Cuando están ellos caminando como un prodigio sobre la faz de la tierra.
7. Entre autor
y lector
Enlacemos
a autor y lector como seres que se quieren, que están consagrados el
uno al otro, que han nacido para quererse, ser amigos y confidentes; que
están llamados a hacer juntos el bien y a poner belleza en el mundo.
Que ambos son, en la esencia y en la grandeza de esta realidad y de este
concepto: ¡niños!
Porque
el artista, en el fondo y en su espíritu es un niño que tiene la
capacidad de asombrarse, que convierte a una mariposa en un hada, al sol
en un guerrero indomable y a la piedra en un gigante despierto o
dormido.
¿Qué
nos falta? Conocernos más y caminar más unidos. Quizá a nosotros los
escritores: tener más confianza y jugar con ustedes, saltar la cuerda
juntos. Mecernos en el columpio, hablándonos.
Y
a los escritores de literatura infantil quisiera decirles que hagamos
de este campo una militancia y una fe inclaudicable. Que sobre nuestros
hombros recae la responsabilidad de responder con sapiencia y coraje a
la exigencia de esta hora. Que debemos dejar lo fácil, lo cómodo, lo
rentable y acometer una obra trascendente. Que mil montañas contemplan y
están pendientes de lo que hagamos en esta hora suprema.
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CONVOCATORIA