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TIEMPO NUEVO
Internacional
por Addhemar Sierralta
Año 10 Nº 327
Miami, 19 de abril de 2018
ALGO HICIMOS MAL.
Por Alfredo González Holmann (Nicaragua).
Cobra actualidad el discurso del ex presidente de Costa Rica, Oscar Ariasenla V
Arias
dijo: “Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y
latinoamericanos se reúnen con el Presidente de los Estados Unidos de
América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es
para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y
futuros. No creo que eso sea del todo justo... No podemos olvidar que en
este continente... por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran...
pobres”.
“Cuando
aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan
en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia,
Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina
como un cometa, y no nos dimos cuenta... perdimos la oportunidad”.
“Hace
50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil
tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace
60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy
Singapur –en cuestión de 35 o 40 años– es un país con US$ 40.000 de
ingreso anual por habitante”, hoy Honduras ronda 2.000 dólares.
“En
1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un
ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es
10, 15 o 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de
Estados Unidos, es culpa nuestra. Bueno, algo hicimos mal los
latinoamericanos. ¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas
que hemos hecho mal”.
Nuestro problema es antiguo y no logramos entenderlo. Eso es parte de lo que hemos hecho mal, ignorarlo.
Por
1960, el ex presidente Kennedy afirmó: “Un hombre inteligente es aquel
que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente
que él”. Si Fidel Castro hubiese seguido este sabio consejo, hoy Cuba
estaría mejor, pero siguió los pasos de la fracasada y extinta Unión
Soviética sacrificando el bienestar de su pueblo.
El
ex presidente Chávez siguió los pasos de Fidel culpando a los gringos
de todos los males, no se percató de que el norte de los norteamericanos
siempre ha sido la educación. La escolaridad promedio de Latinoamérica
es de 7 años, mientras EE.UU. tiene la mejor educación del mundo.
Pocos
líderes latinoamericanos se han percatado de que el asunto es
educación; un norteamericano, además de su alta escolaridad se lee en su
vida unos 1.600 libros, pero un latinoamericano además de su baja
escolaridad se lee en el mismo periodo unos 120 libros. Hay que entender
lo que legó Simón Bolívar; “Un hombre sin estudios es un ser
incompleto”.
Maduro
sigue obstinado contra el imperialismo, no se ha dado cuenta de que los
norteamericanos, mediante la educación, han logrado que sus ciudadanos
sean eminentes innovadores. Por ejemplo, los jóvenes de Apple en 38 años
han logrado una empresa que es más grande que las economías de
Venezuela y Cuba juntas. Se especula que pronto Apple superará las
economías de Suiza, Holanda y Arabia Saudita. Si sumamos otras empresas
recientes como Microsoft, Facebook, Google, pocos creerían las cifras.
¿Serán estos jóvenes innovadores los culpables de la pobreza
latinoamericana? ¿Será la juventud gringa la culpable de que sus
semejantes venezolanos y cubanos tengan racionamiento de alimentos?
La
OEA debe difundir en Facebook –redes sociales–, “América sin pobreza”,
con estadísticas de ingresos per cápita y salarios por hora de los
países miembros para que la juventud pregunte a los líderes: ¿qué
hicimos mal? Es como dijo Bolívar: “Nos han dominado más por la
ignorancia que por la fuerza”. Se necesitan cumbres con Arias.
[©FIRMAS PRESS]
*Autor de ¡La gran pregunta! ¿Por qué los hispanos son pobres?
ICP CELEBRA DÍA DEL IDIOMA CON EVENTO ESTE MIÉRCOLES 25.
La
celebración del día del Idioma (nuestro idioma) es una tradición en el
Perú. En este día se conmemora el aniversario de la muerte de Miguel de
Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, Setiembre 29, 1547 – Madrid,
abril 22, 1616) y la del Inca Garcilaso de la Vega (Cusco, Abril 12,
1539 – Córdova, 23 de Abril, 1616), ambas ocurridas en España.
Para
conmemorar este día, el Instituto de Cultura Peruana (ICP) con sede en
Miami, ha preparado un programa que tendrá lugar el día miércoles 25 a
las 5 pm en la Biblioteca de West Regional (9445 Coral Way), en el que
obsequiará libros a los asistentes que declamen una poesía y lanzará su
XXVII concurso internacional anual de cuento y poesía.
La Real Academia Española, fundada en 1713por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, marqués
de Villena, «es una institución con personalidad jurídica propia que
tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la
lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus
hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito
hispánico», según establece el artículo primero de sus actuales
estatutos.
De
acuerdo con ella (la RAE), los hispanohablantes que residimos en
América del Norte estamos llamados a conservar la pureza de nuestro
idioma, por lo que es necesario referirnos al spanglish (fusión de
palabras del español e inglés, en el que se toman prestados ciertos
léxicos, estructuras gramaticales y recursos fonéticos). De manera
específica, son los inmigrantes en los Estados Unidos de Norteamérica
(40 millones de hispanohablantes), quienes emplean este tipo de recurso
del habla. Si bien existe cierto consenso e incluso aceptación del uso
de esta forma de expresión, es necesario señalar que las instituciones
lingüísticas como la Real Academia de la Lengua demoran en aceptar estos
usos.
TODOS MANOSEADOS.
Por Enrique Guillermo Avogadro (Argentina).
"Una
especie condenada a desaparecer y cuyos últimos ejemplares tiritaban de
frío bajo la vieja bandera de todas las batallas". Dolores
Soler-Espiauba
El
jueves concurrí a la marcha que pretendía concentrar, frente al Palacio
de los Tribunales de la ciudad de Buenos Aires, a toda una ciudadanía
harta de soportar el duro peso de un Poder Judicial que la ha
abandonado, y que se ha transformado en la más desprestigiada de
nuestras instituciones. Y eso no es casual, ya que sin Justicia no hay
república posible.
Si
bien fue numerosa, no respondió a las expectativas, que aspiraban a
reunir allí al menos a un millón de personas, una esperanza que se
justificaba en la intensa actividad que se percibía en las redes
sociales de quejosos y periodistas de investigación. Atribuyo la menor
asistencia a la apatía y a la hipocresía de nuestra sociedad, cultora
del famoso "animémonos y vayan".
Si
se hubiera logrado alcanzar o, por lo menos, acercarse a esa cifra,
otro hubiera sido el resultado. Una multitud de ese tamaño hubiera sido
imposible de ignorar para quienes son los máximos responsables del
infinito daño que se sigue haciendo desde hace veintiocho años a la
Constitución, el contrato social que nos permite vivir en comunidad sin
matarnos.
Daniel
Sabsay, el único orador, enumeró algunos de los puntos claves que deben
ser tomados en cuenta para salir del lodo en el que nuestros jueces -y,
con ellos, todos nosotros- nos debatimos. Para no ser reiterativo, sólo
citaré a los artífices de la construcción de esta inmunda ciénaga: el
Congreso, la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura.
El
primero, por haber habilitado, a instancias de Cristina Elisabet
Fernández, la reforma del organismo encargado de la selección y de la
remoción de los magistrados, para dar en él un sideral peso a la
política en su peor expresión; además, al permitir que integren el
Consejo legisladores en ejercicio, vulneró el principio elemental de la
separación de poderes. Y por estar en deuda con la sociedad al no
sancionar leyes esenciales para mejorar el servicio de justicia y
permitir avanzar en las causas más rutilantes, como la extinción de
dominio de corruptos y narcotraficantes.
La
segunda, por transformar a la Justicia en mero intérprete de los deseos
del Ejecutivo, como cuando, sin ponerse colorado, su actual Presidente
explicó que los trillados psudo derechos humanos del gobierno
kirchnerista, en especial su aplicación tuerta en los amañados juicios
de venganza a los militares que combatieron la subversión terrorista,
era una política de Estado, consensuada con los otros dos poderes de
éste; en este campo se ha llegado al bochornoso extremo de poner como
jueces a cargo de los procesos de "lesa humanidad" a ex guerrilleros y a
manifiestos militantes de la izquierda insurreccional. Si como muestra
basta un botón, no debemos olvidar que formó parte de este máximo
Tribunal del país un tipo como Raúl Zaffaroni, protector irredento de
los delincuentes, evasor de impuestos y hasta dueño de inmuebles donde
se ejercía la prostitución.
Y
el tercero, por permitir la desvirtuación obscena de sus objetivos
constitucionales, por su fracaso en mejorar la transparencia de los
concursos judiciales y, sobre todo, por transformarse en un ignominioso
antro donde se trafican influencias políticas y protecciones a los
magistrados que se doblan sin romperse, mientras son incapaces de
explicar el origen de sus llamativas fortunas personales.
Todo
esa panoplia de vicios no hace más que revolcar en el barro la honra y
el prestigio de todos los jueces, la enorme mayoría de los cuales son
dignos, independientes y preparados; pero, lamentablemente, de cara a la
sociedad están representados por los doce (hoy, sólo once) jueces
federales y los camaristas en lo penal de la capital, inquilinos de
Comodoro Py.
Se
ha cuestionado fuertemente la aceptación de las renuncias de algunos de
los más notorios, como Norberto Oyarbide, ya que les permite acceder a
una jubilación privilegiada y cuantiosa. Sin embargo, parte de esas
preocupaciones han comenzado a diluirse ante a la apertura de una causa
en su contra por enriquecimiento ilícito, que pretendió disimular
haciendo rico a su novio gimnasta; Eduardo Freiler deberá sufrir una
similar investigación, y seguramente los seguirán otros jueces, todavía
en sus cargos, dueños de mansiones, campos, automóviles de lujo y haras
de caballos de carrera.
Todo
lo que sucede aquí resulta un reflejo de lo que está pasando en la
Cumbre reunida en estos momentos en Lima. Los presidentes se han
mostrado incapaces de condenar al gobierno de Nicolás Maduro, que está
cometiendo un verdadero genocidio contra el pueblo venezolano. Es cierto
que países como Bolivia, Cuba, Nicaragua y otras naciones menores del
Caribe se oponen férreamente a cualquier crítica al chavismo, pero eso
ya era sabido y se hubiera podido gestar un frente unido para exponer
ante el mundo su feroz criminalidad; en cambio, se ha generado un ámbito
de discusión ridículo que expone cuán divididos estamos los
americanos.
En
la Venezuela "rojo-rojilla" se está jugando el futuro de nuestro
continente. Para Cuba y otros países, la sobrevivencia del régimen
significa ni más ni menos que el cordón umbilical que les permite seguir
respirando. Maduro y compañía, aún en medio de la terrible crisis
humanitaria que afecta a su propia población, y la diáspora es sólo un
signo de ella, continúan subsidiando con petróleo barato a esas naciones
a las cuales el populismo ha convertido en inviables y atrasadas.
Siendo así, veo como imposible que se logre una solución pacífica ya que
los afectados no son, precisamente, niños de pecho que le escapen a la
violencia cuando se trata de defender sus posiciones y, menos aún,
cuando está en juego su propia vida.
Así,
cualquier tentativa de intervención militar, aún bajo el manto de
alguna forma de bandera continental, encontrará una furiosa resistencia
de parte del gigantesco aparato de defensa que allí se ha montado, con
numerosísimos "asesores" cubanos y con el apoyo de Rusia e Irán. Por lo
demás, el narcotráfico y la corrupción desaforada disponen de los
recursos económicos suficientes para permitirla y financiarla.
Es
por eso que soy seriamente pesimista respecto a una definición
razonable del problema, aún cuando resulta fácil percibir que las
fuerzas armadas venezolanas están divididas entre nacionalistas
chavistas, activos narcotraficantes y procubanos; para nada estúpido,
Diosdado Cabello ha puesto a cargo de los ministerios y empresas
públicas más importantes a generales en actividad extremadamente leales,
y dispone de la potencia represiva más eficaz para controlar eventuales
conatos de rebelión, como los que se han suscitado recientemente,
llevando a la cárcel a quienes osan criticar públicamente la gestión
gubernamental.
Bs.As., 14 Abr 18
WAKAS VOLADORAS.
Por Alfonsina Barrionuevo (Perú).
En
el siglo XVI la fama de ciudad de oro y plata que tuvo Qosqo se hizo
polvo muy pronto. Los españoles de Pizarro dieron vuelta y media a sus
wakas o santuarios y barrieron a todas. Las figuritas hechas con los
preciosos metales que sus habitantes les ponían, para obtener una
gracia, fue lo último que se llevaron. Al cabo, con su señorío en
escombros, terminó siendo una ciudad pobre cuyo halo de riqueza circuló
todavía durante un largo tiempo.
En
esa creencia Felipe II quiso combatirlas y encargó exterminarlas al
virrey Francisco Toledo. Sin conocer mucho del asunto éste dispuso que
se concentraran en la capital inka una grandiosa caravana de santos y
vírgenes, inaugurando el primer Corpus de América. Los resultados no
fueron lo que esperaba y argumentó en su defensa que al ser ahuyentadas
dichas wakas ya no estaban en tierra porque se habían vuelto
voladoras.
Sin
duda aguardó un choque de religiones que no sucedió. El Qosqo no solo
fue desposeído de sus templos y palacios, también perdió a sus
sacerdotes y gran parte de sus pobladores. No se sabe por qué ocurrió un
desbande semejante pero fue como si ellos supieran que nunca volverían
el Qosqo a tener poder. Los que quedaron fueron muy pocos.
El
nivel de una batalla espiritual no funcionó porque estaban en distintos
planos. Cómo desplazar con San Antonio Abad al Padre Sol, Apu Inti, que
daba vida y calor a los seres vivientes; a Mama Killa, la Luna, que
manejaba desde el infinito las mareas de esa inmensa pradera líquida que
es Mama Qocha, el mar, con la Virgen Peregrina de Quito; a las
estrellas que solas o en grupos, decidían el tiempo de las siembras y la
multiplicación de los animales con Santa Bárbara Doncella; a Mama Qaqa,
la piedra que blindaba su voluntad para enfrentar los desafíos de
kausay, la vida, con la Purificada; a Wayra, el Viento que girando en
husos gigantescos se llevaba las enfermedades con San Pedro; a Para, la
lluvia, que bajaba presurosa con su cántaro de greda cuando sentía que
se rajaba el labio de los surcos con Santa Ana; a Chiqchi, el granizo,
que saltando en un solo pie cubría la tierra con un manto de silencio
con San Ciprián; a Wankar K’uichi, al arco iris que inundaba el aire con
sus banderas de colores; a Willka Nina, el fuego que abría sus flores
ardientes en los tendales de la sombra; a Warasinse, guardiana de los
terremotos y a Mama Lloklla, madre de los aluviones, que controlaba los
excesos de las aguas; a Oqe Mishi, el puma celestial relacionado con la
lluvia; a la Qewña que en los veranos descascaraba los mensajes tatuados
en su piel, entre otros elementos y a representantes de la flora y la
fauna.
Cómo
romper el carácter sagrado de una ciudad donde tenía su templo algo tan
frágil como Puñuy, el sueño, que extendía su levedad de caricia sobre
los párpados cansados y albergaba a veces sin reparos a Wañuy, la muerte
tan temida para impedir su misión. La ciudad que tenía relación con los
elementos de la naturaleza y el cosmos sigue viva en sus moléculas pues
más valía que se quedara así suspendida en el tiempo. Aquello que llegó
después ya no le atañía.
|
LOS AMANTES.
Por Armando Alvarado Balarezo “Nalo” (Perú).
Sabía
que existían dos o tres por ahí, pero desconocía que hubiesen brotado
más. Durante mis años escolares veía uno que otro en la puerta de las
cantinas, observando de reojo a los chupacañasque achicaban la
bomba en la lata de urea. Con ellos me cruzaba en los caminos de
herradura que conducen a los poblados cercanos: siempre discretos, a
menudo de aspecto viril, hasta usaban espuelas para avivar el trote de
sus jamelgos.
* * *
Hace
unos meses retorné al pueblo para tomar fotografías de huertos caseros,
y de paso recoger hojas lanceoladas en Obraje para mi tesis sobre
horticultura.
Mientras esperaba el carro en el poblado de Conococha el frío calaba los huesos hasta el tuétano.
A
las 3 de la tarde llegó un microbús repleto de pasajeros, por lo que
tuve que abordarlo a empujones y resignarme a viajar de pie, casi
encorvado.
Íbamos tiritando de frío, menos dos en la última fila, que estaban con casacas de invierno extremo. El mayor de 35 años aprox., iba con la cabeza apoyada al hombro de su compañero, un efebo de 20 abriles. Ambos lucían bigotes e iban callados, mirando la paja brava ondeando con el viento helado de la puna.
Cuando cruzábamos el paraje de Mojón, el carro hizo un movimiento brusco al dar pase a un convoy minero de Antamina. La pareja intercambió una sonrisa fugaz, como beso robado en una procesión, como dos recién salidos del armario.
Íbamos tiritando de frío, menos dos en la última fila, que estaban con casacas de invierno extremo. El mayor de 35 años aprox., iba con la cabeza apoyada al hombro de su compañero, un efebo de 20 abriles. Ambos lucían bigotes e iban callados, mirando la paja brava ondeando con el viento helado de la puna.
Cuando cruzábamos el paraje de Mojón, el carro hizo un movimiento brusco al dar pase a un convoy minero de Antamina. La pareja intercambió una sonrisa fugaz, como beso robado en una procesión, como dos recién salidos del armario.
Ya
en Huacacorral pude confirmar mis sospechas, pues no pudieron ocultar
sus manos entrelazadas con los tumbos que daba el carro en cada curva, y
en los puentes de madera, sobre todo en el de Upayacu que rechinó
bizarro.
A punto de bajar del vehículo en el fundo Obraje para iniciar el recojo de hojas y tomar fotos, me pregunté: ¿cuántas almas congeladas en el tiempo darían cualquier cosa por estar en el lugar de estos supersónicos, brindándose calor a miles de metros de altura?.
A punto de bajar del vehículo en el fundo Obraje para iniciar el recojo de hojas y tomar fotos, me pregunté: ¿cuántas almas congeladas en el tiempo darían cualquier cosa por estar en el lugar de estos supersónicos, brindándose calor a miles de metros de altura?.
Parado
en la entrada de Obraje, seguí con la mirada el recorrido del micro.
Pasando el puente del río Aynín hizo un alto en la curva. Allí descendió
la pareja y tomados de la mano caminaron en ascenso por el desvío
afirmado. El carro continuó hacia Aquia.
Durante
el recojo de hojas recordé: que en lo alto de un cerro desde donde se
divisa el valle de Florida, vive un chinaco jubilado de 89 años. Hoy, a
pesar de su cuerpo casi paralizado por la artritis, sigue labrando la
tierra con la ayuda de su ahijado, un joven jornalero carnal que lo
acompaña en la soledad de su lecho.
Los lugareños comentan que en sus años juveniles fue el jinete más diestro de la comarca, y que ninguna fémina se resistía a las punteadas que daba a las cuerdas verticales. 55 años después alegra su vivir con las caricias que de noche le brinda su ahijado Celso Racuana, antes de ingresar a un sueño del que teme no despertar. Él sabe que sus paisanos no ven con buenos ojos la sodomía, por eso no frecuenta el poblado.
En cualquier momento Avelino Lahuita no verá más la luz del día. Sólo su joven amante llorará su ausencia y lo enterrará en algún lugar, donde una cruz de madera de un cajón de fruta, marcará la fosa donde yacen sus despojos...
Los lugareños comentan que en sus años juveniles fue el jinete más diestro de la comarca, y que ninguna fémina se resistía a las punteadas que daba a las cuerdas verticales. 55 años después alegra su vivir con las caricias que de noche le brinda su ahijado Celso Racuana, antes de ingresar a un sueño del que teme no despertar. Él sabe que sus paisanos no ven con buenos ojos la sodomía, por eso no frecuenta el poblado.
En cualquier momento Avelino Lahuita no verá más la luz del día. Sólo su joven amante llorará su ausencia y lo enterrará en algún lugar, donde una cruz de madera de un cajón de fruta, marcará la fosa donde yacen sus despojos...
Huaraz, 11 de noviembre de 1981
Fuente:Relatos del más acá", de Nalo Alvarado - Ediciones "Cachicada" 1981
LA MALDICIÓN DEL ESCRITOR.
Por Alfredo de Cossío Miranda (Perú).
Este
cuento, que tenemos el gusto de compartir con ustedes, fue escrito en
España por el nieto de un gran amigo: Alfredo de Cossío Tudela.
El
aspirante a escritor entra al bar Cordano sin saber que su vida
cambiará para siempre. Cruza la puerta y camina cabizbajo entre los
pocos comensales que visitan el local a media tarde de un miércoles. No
hace contacto visual con nadie, casi nunca lo hace desde hace un tiempo
atrás.
El
bar está a media luz. Algunos focos ordinarios son las únicas fuentes
de claridad. Se apoya en la barra al lado más alejado del resto. Pide
una cerveza para calmar la sed y la agitación, pues ha caminado varias
cuadras bajo el intenso sol del verano. Toma tres tragos largos y se
pone a observar el lugar y a la gente que tiene alrededor. No sabe si lo
hace por curiosidad o por aburrimiento. Es consciente que un escritor
debe tener el ojo siempre abierto, ver lo que otros no llegan a ver,
escuchar lo que otros no perciben, entender lo dicho entre líneas,
encontrar esa pequeña particularidad en la mirada, o en la forma de
hablar de alguien que el resto no encuentra o no tiene interés en
encontrar.
En
una mesa ve a dos hombres mayores. Ambos usan gorra, tapando sus pelos
canos y visten guayaberas. Por sus expresiones y gesticulaciones se nota
que están teniendo una conversación entretenida e intensa. A dos mesas
está sentada una mujer cuarentona. Luce un vestido floreado que le
permite mostrar el contorno de su figura delgada y atractiva. La ve
tomando sorbos pequeños a su cerveza. Mira seguido su reloj como si
esperara a alguien.
Sabe
que debería prestar atención, que en su cabeza debería estar conectando
ideas, creando vasos comunicantes entre los distintos elementos del
escenario, de los presentes y sus particularidades, y así crear
personajes para sus futuras novelas. Pero sus fracasos lo han dejado
frustrado, abandonado de esperanza, y a pesar de saber que es su deber
como aspirante a escritor, desiste de hacerlo. Sabe que las ideas que se
le vienen a la cabeza son trilladas, flojas y carentes de encanto.
Recuerda que en el trayecto al bar entró a una bodega en Jirón Junín a
comprar unos cigarrillos. La bodeguera tenía un parche en el ojo derecho
y una leve cojera. Saliendo de la tienda se imaginó una mujer pirata
que había llegado al Perú buscada por la justicia y tuvo que conformarse
a ser bodeguera por el resto de su vida. “Que idea para más burda”,
pensó, mientras seguía su recorrido.
De
todas formas continúa peinando el bar con la mirada y al llegar a la
esquina, a la mano izquierda de la puerta, se queda paralizado. Su
cuerpo no sabe cómo reaccionar. La sorpresa le hace pegar un pequeño
grito pero se atora con un poco de cerveza que le queda en la boca,
dando como resultado una especie de ronquido absurdo. Mira a las demás
personas, como preguntándoles si se dan cuenta de quién está ahí. Quiere
pedirle a alguien que le confirme que su mirada no lo engaña y que le
reafirme su cordura.
Sentado
en el rincón, tapado por las sombras, está el escritor Roberto
López-Torres. Uno de los escritores españoles más respetados en el mundo
literario. No solo era reconocido por la crítica especializada y por
sus colegas, sus libros eran a su vez devorados por el público y
desaparecían en pocos días de las estanterías. El héroe de sus novelas, y
para muchos especialistas, su alter ego, Vicente Amado, personaje
orgulloso y erudito, es un escritor de novelas y ex académico que, a lo
largo de doce libros tiene todos los percances que un hombre dedicado a
escribir ficción puede sufrir. Bloqueo, falta de inspiración, confusión
entre la realidad y la fantasía, la inseguridad propia del artista que
hace que cada cierto tiempo, al reflexionar sobre su obra, se haga la
pregunta ¿para qué? Distracciones causadas por problemas familiares, y
demás inconvenientes, lo acompañan a lo largo de cientos de páginas.
Pero
no todo es confusión y desasosiego. La vida de Vicente Amado está
plagada de aventuras; aventuras literarias para ser exactos. En “Camino a
lo inferior”, segunda novela de López-Torres, publicada en 1979, luego
de releer La Divina Comediade Dante Alighieri y El Corazón de las Tinieblasde
Conrad, Amado reflexiona acerca de las travesías literales y
simbólicas, físicas y espirituales que se realizan de manera vertical,
hacia el fondo o hacia el abismo. Consciente de lo mundana que es su
vida, en comparación a la de Dante y Marlow, decide salir a caminar en
dirección sur de su casa en Alicante y así vivir su propia aventura.
¿Cómo
es posible que tremenda joya literaria esté sentado una tarde de
miércoles en este bar?, se pregunta. Al mismo tiempo que está
considerando acercarse o no, piensa en la colección completa en edición
de bolsillo de las novelas de Roberto López-Torres, acomodadas de modo
cronológico en la humilde biblioteca de su apartamento. La obra de ese
hombre lo había inspirado a, por primera vez, agarrar un lápiz y
escribir ideas, cuestionamientos, aforismos, que con el tiempo fueron
pasando a ser premisas y esbozos de personajes.
Sería
un tonto si no aprovecho esta oportunidad, piensa. Tiene a unos cuantos
metros no solo a un hombre que admira en profundidad, sino que es lo
más cercano a una estrella de la literatura en habla hispana. Da un
profundo respiro y termina su cerveza esperando que ese último trago
disminuya la inseguridad, el miedo y la timidez, y eleve su valentía.
Deja el vaso en la barra y se empieza a acercar. No sabe por qué camina
tan sigiloso entre las mesas, como un depredador asechando a su presa.
Pasa junto a los dos hombres mayores con gorra y guayabera, que
continúan en su acalorada pero amena discusión, y junto a la mujer con
el vestido floreado y de figura atractiva, absorta en su reloj,
ignorando todo a su alrededor, incluyendo al aspirante a escritor.
-Buenas
tardes… me llamo Francisco del Carpio… un gusto en conocerlo… encantado
– brotando las palabras de su boca se da cuenta que su saludo e
introducción fueron más un monólogo que el inicio de una conversación,
como si se hubiera saltado las intervenciones de su interlocutor.
No
recibe respuesta. López-Torres está distraído, con la cabeza apuntando
hacia una dirección y un ángulo que, al parecer, no lo lleva a ver nada
concreto. Francisco lo contempla maravillado, pero al mismo tiempo algo
le preocupa. Es la misma persona que sale en las solapas de todos sus
libros, pero no es ese hombre con mirada segura, aguda, profunda pero
sincera, con una media sonrisa de satisfacción hacia sí mismo y con una
postura firme. Lo que tiene al frente es una versión golpeada y
contrariada. Está despeinado, muestra tener menos pelo de lo que tenía
en las últimas fotografías que había visto. Las ojeras lo hacen parecer
un mapache. Los ojos los tiene húmedos. Su mirada, la de alguien que
después de haber sufrido más de una tragedia se pregunta si su futuro
albergará alguna más.
-¿Maestro
López-Torres? – vuelve a insistir de forma solemne y pomposa. Esta vez
con un poco más de preocupación. Recordando que desde la barra, donde
estaba parado un par de minutos antes, no pudo notar aquel patético
semblante.
Por fin, después de unos segundos de espera que se le hicieron eternos, el maestro escritor responde:
-Sí…
Vicente Amado… mucho gusto – se presenta, distraído y con confusión en
sus ojos. Le extiende el brazo con debilidad. Lo que Francisco recibe no
es un apretón de manos, es un pedido de auxilio, como si el escritor
estuviera a segundos de desvanecerse y buscara un último contacto
humano.
Sabe
que lo que ha escuchado no es correcto, que su nombre no es Vicente
Amado, ese es su personaje, su héroe. Se niega a pensar que su ídolo se
haya vuelto loco. Preferiría creer que el bar Cordano es en realidad una
puerta hacia una dimensión paralela en donde los escritores se
convierten en sus personajes. Rápido se acuerda de que López-Torres
tiene, según la prensa española, una personalidad juguetona, que es
bromista y le gusta causar, de vez en cuando, un poco de controversia,
inofensiva, pero al fin y al cabo, controversia.
Sorprendido
de su propia osadía y descaro, se sienta frente a él. Le empieza a
decir lo mucho que lo admira, que lo lee desde hace muchos años atrás.
Le cuenta que la primera obra suya que compró fue “Encierro voluntario”,
novela publicada en 1996, en la que Amado quiere escribir una nouvelleepistolar
que planea llamar ´Madres e hijos´, acerca de las cartas que
intercambian un niño, encerrado en un centro psiquiátrico, y su madre.
Le confiesa que esa novela fue lo que lo motivó a agarrar lápiz y papel e
intentar escribir, pues era la novela más original que había leído
hasta ese momento.
Se
da cuenta que, ahora sí, está en medio de un verdadero monólogo. No
solo eso, es consciente de que ha estado hablando con la mirada hacia el
techo, hacia el piso o hacia los lados, nunca mirando de frente a su
ídolo. Al pensar en eso se da cuenta recién que López-Torres (o Vicente
Amado) lo está viendo directo a los ojos. Siente una gota de sudor
cayendo por su sien y luego cayendo por su mejilla. Al mismo tiempo ve
que a López-Torres también le cae una gota de sudor por un lado del
rostro.
Le
confiesa que quiere ser escritor. Le empieza a narrar los últimos años
de su vida. Los constantes rechazos de las editoriales. Le cuenta que
tiene escritas tres novelas y que habían sido rechazadas por todas. Que
primero intentó con las grandes, las internacionales, Planeta y Random House,
de las cuales ni recibió respuesta. Aún con esperanzas pasó a las
nacionales, más pequeñas e independientes, creyendo que el nivel de
exigencia y las expectativas comerciales serían más bajas, y que, en
todo caso, podrían apoyar a un autor local, a una futura promesa. La
única diferencia fue que de esas sí recibió respuesta, todas negativas,
siendo la más dura la de la editorial Altazor.
-Tus
personajes no son creíbles, me dijeron. ¿Puede creerlo? Ni siquiera me
dijeron ´personaje´, me lo dijeron en plural, ´personajes´. Nunca supe
si se referían a los de la última novela o los de las anteriores que les
envié. A los de toda mi obra.
Continúa
su desahogo, ante la mirada pasiva de Vicente Amado, recordando en voz
alta que el constante rechazo del mundo editorial y literario lo dejaron
derrotado y despojado de toda seguridad en sí mismo. Le cuenta que en
las últimas semanas había escrito, por lo menos, diez nuevos personajes.
Entre ellos Aurelio Villanueva, un astronauta peruano, ambicioso y
manipulador, espía de la Unión Soviética, que busca involucrarse en la
carrera espacial desde el lado norteamericano y que acaba siendo parte
del complot para asesinar al presidente Kennedy. Se le viene a la cabeza
Doña Marta, una anciana senil que se ve a sí misma como una santa
sanadora y que desea recorrer Latinoamérica obsequiando su mano
milagrosa. Esas, y otras ideas más, todas desechadas. Pequeñas montañas
de papeles arrugados, amontonados alrededor del basurero junto a su
escritorio. Rastros de una imaginación cansada y perdida. ¿Acaso las
ideas de uno pueden valer tan poco?, se pregunta. Le cuenta que esa
misma mañana había decidido no volver a escribir más. Lo iba a dejar
todo atrás. Ya no perdería su tiempo en sueños de opio.
-Un
consejo suyo significaría mucho para mí – las manos las tiene juntas,
como si le suplicara o le rezara a un santo, arrodillado en una
capilla.
Se
da cuenta que la mirada del escritor otra vez está perdida, abrumada en
el abismo de sus propios pensamientos. Empieza a considerar que
acercarse fue un error. Más aún, haber depositado la única reserva viva
de su fe en ese hombre que lo mira sin mirarlo.
Ve
a su alrededor, no se da cuenta que había transcurrido un tiempo
considerable, que estaba un poco más oscuro y que el bar se había
llenado de gente. Obreros, oficinistas y abogados de poca monta pululan a
su alrededor. El bar se está llenando de humo, dándole un tono
grisáceo.
López-Torres
se empieza a acercar levemente hacia Francisco. La nueva iluminación le
da un aspecto un poco siniestro, resaltando algunas arrugas y marcas en
la piel. Le parece que quiere decir algo. Su boca se abre unos
centímetros y luego se cierra, una y otra vez. Después de, al parecer,
varios intentos de querer hablar, finalmente dice:
-Busca en ti.
El
aspirante a escritor se queda pasmado. Después de contarle todas sus
desgracias y miserias lo único que recibe a cambio son esas tres
palabras. Busca. En. Ti. Al inicio no sabe qué pensar. La situación le
recuerda a las películas de aventura y fantasía en las que el héroe está
sentado con el sabio esperando alguna ayuda, alguna revelación, para
solo recibir un mensaje críptico que al inicio lo confunde y frustra,
considerándose estafado, solo para luego, a través de una epifanía,
entender el mensaje.
Quiere
sacarle más consejos, algún otro, no tan insuficiente y reducido. Le
dice que se quede ahí sentado un momento, ante la mirada confusa del
escritor. Se para y se aproxima raudo a la barra y pide dos cervezas.
Apura al barman para que le de los vasos y pueda volver rápido a la
mesa. Regresando tiene que esquivar a las personas que se habían
aglomerado en el camino. Hace piruetas con los vasos para que no se le
caigan y cuando por fin llega se da con la desagradable sorpresa de que
la mesa está vacía y López-Torres no está a la vista. Desilusionado deja
los dos vasos sin consumir y se retira rumbo a su casa.
Sentado
en el escritorio dentro de su departamento cerca de la Plaza Italia,
repite en su cabeza el consejo que le había dado López-Torres sentado en
la mesa del bar Cordano. A pocos metros, aún están las montañas de
papeles doblados rodeando el basurero. Los mira como una forma de
presionarse a pensar, a descifrar el consejo que le había sido otorgado
un par de horas antes. Se pregunta qué le pudo haber ocurrido, la razón
de aquel patético semblante. ¿Se habría vuelto loco? Piensa en la
posibilidad de que un escritor pueda perder la cordura, ver otras
realidades, confundir la ficción con la realidad. La maldición del
escritor.
Se
pone a escribir, casi sin pensar, perfiles de personajes nuevos. Lo que
se le va ocurriendo lo hace sentirse peor consigo mismo, más de lo que
se sentía antes: una niña de clase baja víctima de un extraño y único
caso de Alzheimer que se vuelve una celebridad a nivel mundial, un
historiador fracasado que se inventa una crónica de siglos de antigüedad
para hacerse famoso, un payaso de circo que decide cambiar su vida y
entrar en política pero manteniéndose en personaje. Preocupado por la
posibilidad de haber perdido toda objetividad sobre sus creaciones, no
puede dejar de pensar que sus ideas son muy malas. Cree que la pesadilla
nunca va a acabar y que la obsesión por encontrar a ese personaje
redondo, verosímil y atractivo lo perseguirá por siempre. Piensa en sí
mismo, en lo mal que le ha ido en la vida y, sin tener certeza del
porqué, empieza a escribir en una hoja sus propios datos: Francisco del
Carpio, treinta y nueve años, divorciado, desempleado, despedido cuatro
veces de diferentes empleos, solitario, poco agraciado, aspirante a
escritor y frustrado. Por último, escribe en pocas líneas el momento
surrealista que pasó con López-Torres en el bar, más temprano ese mismo
día.
Lee
varias veces lo que acaba de escribir, su propia información, el
resumen de su vida. Se da con la sorpresa de que le gusta lo que está
leyendo. Piensa en que uno se puede apreciar mejor al verse escrito. Se
sufre una especie de desdoblamiento, uno se vuelve ajeno, se convierte
en otro. Recuerda las palabras de López-Torres (¿o de Vicente Amado?, se
pregunta): “Busca en ti”. En esas tres simples palabras estaba la
respuesta.
Mientras
camina apurado de vuelta al bar, donde planea sentarse para convertirse
en su propio personaje, al igual que lo hizo López-Torres, se va
imaginando la primera historia que escribirá, protagonizada por
Francisco del Carpio, la del día en que su vida cambiaría, una en que,
cansado de su mala suerte y frustrado por los rechazos, busca consuelo
en la bebida en un bar, donde se encuentra con su autor preferido y
aprende que la mejor fuente de ideas es uno mismo y que los escritores
se pierden entre la multitud y flotan en un limbo, en el cual se olvidan
quiénes son.
DOS LEYENDAS ANTIGUAS DIFERENTES (Microrrelato).
Por Andrés Fornells (España).
El
hombre provenía de una familia muy antigua. Esta familia se pasaba de
una generación a la otra una leyenda que rezaba así: “Aquel miembro de nuestra familia que abra los ojos cuando bese a una mujer, esta mujer lo abandonará”.
El
hombre cuya familia conservaba esta leyenda muy antigua se cansó de la
mujer con la que llevaba varios años unido y consideró que gracias a
aquella leyenda antigua se desharía de ella muy fácilmente. Así que, en
contra de lo que había hecho siempre, esta vez no cerró los ojos al
besarla, sino que los mantuvo muy abiertos.
No
le funcionó su leyenda y permaneció junto a aquella mujer hasta el
final de sus días, porque en la familia de la mujer aquella había una
leyenda muy antigua y más poderosa que la suya que aseguraba: Nunca
podrá abandonarte un hombre que te bese con los ojos abiertos”.
Tengamos cuidado con las leyendas. Recodemos la de tropezar más de una vez con la misma piedra.
LA DAMA DE NEGRO (Cuento)
Por Addhemar H.M. Sierralta.
Un
encuentro providencial, que cambiaría los destinos de una pareja, nos
narra Addhemar H.M. Sierralta quien nos muestra situaciones inesperadas
pero que se dan con mayor frecuencia que las que podemos imaginar.
El
solo hecho de cruzar sus piernas era una delicia indescriptible. Aún no
estoy seguro si la sedosidad de sus medias o la ingenuidad –tal vez
controlada con precisión del plan perfecto- de sus felinos movimientos
dirigía mi vista hacia aquellas hermosas extremidades . Era sensual
hasta en su respiración y parpadeos. Sabía que la miraban y se esmeraba
en ser más subyugante.
La
espera todavía sería larga. Nuestro vuelo, con retraso, demoraría cerca
de una hora para embarcar y tenerla al frente sería un suplicio y dicha
a la vez. Sus largos cabellos negros y sus ojos rasgados, de un brillo
especial, me ponían nervioso. Nunca antes me sentí así, como niño antes
de ir al colegio por vez primera o esperando los resultados del ingreso a
la universidad. Pero allí estábamos cara a cara, apenas a menos de dos
metros de distancia, los anuncios por los altoparlantes del aeropuerto
avisaban de llegadas y salidas, de salas de espera y puertas de
embarque.
Cerré
los ojos un instante, tal vez para huir momentáneamente de la belleza
del objeto de mi turbación, y lo primero que apareció en mi mente fue el
rostro de mi novia, sonriente. Me esperaba en Buenos Aires para casarme
al día siguiente. Ya la iglesia de San Isidro estaría lista con blancas
flores y el órgano afinado para que se tocara la marcha nupcial,
aquella de Mendelson, que había escogido Silvia. Ella contrastaba con la
mujer que tenía cerca. Sus ojos verdes y cabello rubio, su figura
menuda y risa permanente, diría su simplicidad y transparencia que me
cautivaran desde la época colegial, hacía que una preocupación se
perfilara en esos momentos.
Miré
el reloj. Ocho y media. El vuelo de British saldría a eso de las 9 y 20
de la noche. Al levantar el rostro encontré una sonrisa cautivante. En
Londres la noche avanzaba y también el interés por tan espectacular
mujer crecía. Nuevamente, gracias a aquella sonrisa, sentí una curiosa
emoción entre sorprendido e indefenso.
Silvia
pasó a segundo plano y mis hormonas empezaban a funcionar con fuerza.
Se elevó mi ritmo cardíaco y algo más. Me levanté y acerqué a ella. ¿
Puedo sentarme ?, pregunté… por supuesto, me contestó mientras con un
coqueto movimiento me indicó el lugar… aún no lo creía, estaba a su lado
y un perfume exótico, suave y delicioso me envolvía… me enteré que
viajaba a Buenos Aires, igual que yo, que iba para conocer al que sería
su prometido… era una boda concertada a la usanza y tradición árabe…
Zayra procedía de Jordania y había estudiado en España la carrera de
traductora. Tenía 24 años y era hija de un acaudalado comerciante de
equipos médicos. Totalmente vestida de negro, con una piel blanca y muy
suave, su belleza destacaba en todo su esplendor. De pronto escuchamos
un aviso… se había suspendido el vuelo por mal tiempo y nos pedían
acercarnos al counterpara recibir indicaciones.
Verla
de pie fue toda una visión, casi sobrenatural, un cuerpo maravilloso y
luego un caminar ondeante y sensual terminó por impactarme. La nieve
afuera presagiaba que el mal tiempo continuaría, nos indicaron que
pasaríamos la noche en el Hilton, aquel hotel antiguo cercano a la
Estación Victoria y casi al frente de Hyde Park. El vuelo saldría
temprano en la mañana del día siguiente.
Esa
noche, después de cenar en un restaurante oriental de la vecindad,
decidimos regresar al hotel y dirigirnos al bar para tomar un par de
tragos y seguir conversando de nosotros. El nerviosismo había
desaparecido y poco a poco nos fuimos dando cuenta que éramos el uno
para el otro. La suite del viejo Hilton fue testigo de nuestra primera
noche de amor… lo que pueda decir de Zayra –como mujer- es poco… parecía
que toda su vida hubiera sido instruida para satisfacer a su hombre…y
ese hombre era yo.
Ya
en el aeropuerto de Heathrow decidimos un cambio que sería
importantísimo en nuestras vidas. En lugar de marchar hacia Buenos Aires
nos fuimos a Miami. Allí llegamos casi al mediodía y nos hospedamos en
el Eden Rock en plena avenida Collins en Miami Beach. Nuestra luna de
miel, inesperada, seguía su cauce entre arrumacos y besos, día y noche
haciendo el amor… fueron momentos inolvidables. En las noches
paseábamos, frente al canal y por la arena de la playa, abrazados y
aspirábamos la brisa del mar.
Nuestra
felicidad sería completa salvo un pequeño gran detalle. El padre y
próximo prometido de la chica habían emprendido su búsqueda. Sentían su
honor mancillado y ello clamaba hacer justicia, según sus creencias. De
nada sirvió la súplica de Zayra, por su celular, invocando el perdón en
nombre del amor. Ellos pensaban que nos quedaríamos en los Estados
Unidos y emprendieron viaje cual nueva y mini “intifada”. La furia
musulmana se cernía sobre nosotros.
Por
otro lado Silvia, que no paraba de llorar en casi una semana, recibió
la solidaridad de su familia, quienes decidieron darme caza para
llevarme cautivo a la tierra de Messi y obligarme a cumplir con mi
promesa de matrimonio… ché si no te casás con mi hija te ahogaremos en
las aguas del Tigre, amenazó su viejo y tras él los cinco hermanos y
doce primos quienes recordaron a mi madre con “efusivas” mentadas… qué
metida de pata haber llamado a la gringa para disculparme… también me
ubicaron en Miami y no tardarían en venir para llevarme a rastras hasta
la Argentina.
Había
llegado la hora de emprender una retirada estratégica. De inmediato,
esa misma tarde, tomamos el avión hacia mi querido país. Llegamos a Lima
casi a la medianoche y de inmediato sacamos pasajes para volar en pocas
horas a Iquitos, plena selva amazónica.
Apenas si descansamos algunas tiempo en el hotel del aeropuerto. Por lo menos se la haremos difícil, pensé.
Al
día siguiente , ya en la capital loretana, lo primero que hicimos fue
dirigirnos a un lugar lejos de la ciudad, camino a Nauta, donde hace
algunos años atrás había construido un albergue típico con la esperanza
de dedicarlo al turismo. Por lo menos era un buen lugar, lejos de la
civilización para pasar piola, como dicen en mi Perú.
Ya
en nuestro nuevo nidito de amor, que parecía la casa de Tarzán, nos
dedicamos a ponerlo cómodo. Encargamos víveres y contratamos vigilantes
armados y con radio-teléfonos para mantenernos a buen recaudo. La
primera noche nos recibió un temporal con aguacero más. Zayra, no pegaba
un ojo y se la pasó abrazada a mí porque le daba miedo la jungla y sus
ruidos. Por lo menos les será complicado encontrarnos aquí, pensábamos.
Pronto descubriríamos lo errado de nuestra suposición.
Café
Tortoni, centenario lugar en Buenos Aires donde –en su momento-
acudieron Borges, García Lorca, Alfonsina Storne y tantos otros poetas y
artistas. En este hermoso y tradicional local se encuentra Silvia y dos
amigas suyas. Las tres toman café y pastelillos. La tarde cae
lentamente y ella descarga su pena, llora, se abraza a sus compañeras.
En la mesa contigua un muchacho peli-oscuro, tal vez con historias tan
duras como las de la gringa, se da cuenta de lo que sufre la chica. Ha
escuchado las penas y su curiosidad lo lleva a pararse… se acerca a
ellas y les dice que se solidariza con la novia frustrada… se une al
grupo y empieza a contar su desgracia… Farid se estremece al conocer los
avatares del destino y comienza una amistad con la muchacha. Es nada
menos que el prometido de Zayra.
Consuelo
va y consuelo viene. Visitas, regresos al Tortoni, escapadas al Tigre y
paseos por la Costanera… y lo que tenía que suceder simplemente
ocurrió. La nueva pareja empezó a disfrutar de los goces de los amores
nuevos, las penas se fueron difuminando y en menos de lo que canta un
gallo hicieron pública su relación. Silvia y Farid eran novios y sus
familiares empezaron a olvidar la venganza y dando gracias a Alá, unos, y
a la Virgen los otros, se aprestaron a organizar la boda de los
muchachos.
El
órgano de la iglesia de San Isidro, la marcha nupcial elegida por
Silvia, y los invitados a la fiesta que se realizó luego en la
residencias de los padres de la novia en una de las islas del Tigre,
disfrutaron de momentos de alegría. Brindis por los novios, ya esposos, y
al día siguiente en gran peregrinación amigos y familiares fueron a
Ezeiza a despedir a los flamantes recién casados.
Los
esposos habían escogido para pasar su luna de miel el Perú. Silvia
vivía fascinada por las historias que le contara, cuando éramos
enamorados, sobre las ruinas incaicas y la selva amazónica. De los
sucesos anteriores –boda frustrada- había transcurrido apenas tres
meses.
El
vuelo a Lima, de Farid y Silvia, había sido festejando la boda con
abundante champaña. Luego se dirigieron a Iquitos para conocer las
noches selváticas en algún albergue rústico. El mismo día, un domingo
de marzo, después de registrarse en un hotel en plena Plaza de Armas,
salieron a dar una vuelta. No pasó mucho tiempo y mientras se
encontraban tomando fotos a la Casa de Fierro de Eiffiel se toparon con
otros turistas haciendo lo mismo. A la gringa se le cayó el paraguas y
un gentil caballero lo recogió para entregárselo :
- Esto es suyo…
- ¡ Tú !… ¿ Qué haces aquí ?, dijo asombrada Silvia.
En
verdad mi sorpresa fue mayúscula. Jamás me imaginé encontrar a mi ex
novia en Iquitos. Ese domingo era nuestra primera salida a la ciudad,
luego de una deliciosa luna de miel amazónica con Zayra, y lejos estaba
de pensar en la gringa.
Demás
está decir que las presentaciones, inicialmente algo embarazosas, a la
vez que aclararon mucho permitieron –civilizadamente- entablar una
relación amigable entre los cuatro. Zayra recién conoció a su prometido,
Silvia y Farid supieron la razón de sus abandonos y yo me felicité que
todo acabara de la mejor manera. Dios quiso que cada cual encontrara su
pareja… los invité a pasar unos días en nuestro albergue.
Días después nuestros invitados regresaron a Lima, prosiguieron su luna de miel en el Cusco, y nunca los volvimos a ver.
Nuestras
vidas, en eterna luna de miel, transcurrieron en un idílico disfrute
hasta que un día decidimos casarnos en aquella vieja iglesia de la Plaza
de Armas de Iquitos. A poco más de seis meses de vivir en el corazón de
la selva nos dedicamos a enseñar a los más pequeños a leer, a las
mujeres manejar el hogar, y a los hombres a formar pequeñas empresas
autogestionarias. La comunidad nativa, que nos rodeaba, se hizo muy
amiga de nosotros y cuando nació nuestro primer bebé hubo fiesta con
danzas y abundante comida y “mashato”.
Zayra
y yo aún estamos de luna de miel. Tenemos tres críos y muchos amigos.
Ella aún conserva su traje negro que se lo pone en cada aniversario para
nuestra cena especial.
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Addhemar Sierralta
Año 10 Nº 327 de 19 de abril de 2018