Danilo Sánchez Lihon
1.
Te agradezco
haber caminado muy junto a
mí,
uno al lado del otro, por calles
silentes y
oscuras; el haber compartido
un asiento
en uno y otro ómnibus; y que
me hayas
contado tantas cosas mientras
viajamos. Y ser
cómplices de ínfimos detalles
pequeños e
inocentes, si se los mira bien.
Que
es cuando la ilusión y el amor
nos rozan
la frente con sus alas trémulas
y de plumas
doradas, que ahora me resulta
tan arduo,
difícil e inmenso de olvidar.
2.
Pero, no
te agradezco haber dejado
que temblando
tus manos se cojan con las
mías,
porque a partir de entonces
mis manos
siempre estarán vacías si no
tienen tus
manos cogidas y tú dentro
de mí.
Porque desde que ocurriera
me hacen
falta para siempre. Y la vida
ya no es la vida.
Como tampoco te agradezco
haberme
dejado palpar el perfil de tu
boca
porque a partir de entonces
mi anhelo
es estar inclinado hacia ella,
y siempre
besarte haciendo que en ella
se aloje
mi sangre, mi aliento y mis
latidos.
3.
Sí te agradezco
haberme enseñado a mirar a
los caminos. Y
los cultivos que hay alrededor
de las casas
en donde discurre cotidiana
la vida.
Aunque mientras miro haya
imaginado
vivir contigo en cualesquiera
de ellas.
Eso te agradezco de veras,
porque
ahora que viajo me consuelo
mirándolas, e
imaginándote junto conmigo
habitando
en alguna de ellas; tú con tu
pollera de niña, y
con mis hijos alrededor tuyo.
Porque
ellos son también tus hijos.
4.
No
te agradezco haber hundido
tu rostro en mi
cuello y allí haberte quedado
dormida; y yo
vigilando tus sueños; porque
ahora que
no estás conmigo no sé cómo
apartarlos. Y me
encadenan a estar despierto
toda la vida.
Me han hecho soñar tanto y
para siempre,
que a partir de entonces es
ya inconsolable
eterna y para siempre esta
pena.
Como no te agradezco haber
dejado
tus labios entreabiertos para
que yo los besara
dejando que en ellos se posen
los míos.
5.
Sí te agradezco
haber consentido que pudiera
palpar de ti
en la noche sideral el pabellón
de tu oído,
tan pequeño y tan breve, bajo
la yema
de mis dedos atónitos, porque
ahora es
adonde me inclino a contarte
todo
lo que concibo y me ocurre,
como
todo lo que sueño y anhelo.
Porque
es ahora una madrépora al
fondo
de un lago encantado donde
me arrullo
y confieso, y te rindo cuentas
de mis días,
pensando que me escuchas.
Donde yo puedo
decir todos mis secretos y tú
entenderme.
6.
No te agradezco
que al dormir hayas recostado
en mí
las plantas de tus pies, porque
ellos allí
desde entonces permanecen
y se hunden
en mis sueños para siempre.
Eso
no te agradezco porque no sé
qué será
de mi vida, ya que no sé cómo
ahora
olvidarme de ellos, como de ti.
Como, no
agradezco que me dejes tan
h a solas, sin
saber desentrañar dónde estás,
y qué significa
todo esto. Y sentir que estás
allí
imborrable, pero en mi pena.
7.
Sí te agradezco
tu hablar libre, sincero y suelto.
Y el decir
las cosas tal como las sientes;
sin ambages ni
reticencias, tal y como ocurren
y suceden.
Cada asunto con su nombre
verdadero
aunque se quiera esconderlo.
Sí te agradezco
sin que lo sientas ni lo sepas,
haberle
puesto consuelo y felicidad a
mi alma,
como dolor a cada momento
que vivo.
Tanta dicha, encanto y sabor
y
tanta pena al no encontrarte
cada día.
8.
No
te agradezco que tú no hayas
querido
sepultar junto conmigo este
cariño,
tal y como te propuse que lo
hiciéramos.
No quisiste que dejáramos de
vernos, y que
espere. Que tenga paciencia,
porque así
mi alma ha quedado aterida.
Sin saber
ya quién soy, quién fui y quién
seré. Y porque
mira cómo engaña la ilusión:
de creer
que al soplar en este cuenco
de palabras
voy a hacer que tú aparezcas
a mi lado.
9.
Por
habérmelo permitido soñar te
agradezco,
Aunque un hecho así, como
tú sabes es
mentira, no es cierto, como
ya no
nos pertenece. ni a ti ni a mí.
Aunque pensarlo
sea algo que me atormente y
me mate.
Tanto tendría que agradecerte
que mi vida ya
quedó infinitamente marcada
por tu aliento.
Por eso te buscaré por donde
sé que tú
nunca caminas, porque sé que
solo allí
es donde yo te encontraré de
a verdad.
10.
Aunque
no sepa para qué todo aquello
ocurrió, ¡ni
nada más deba ocurrir todavía!
Cuando
estoy velando de frío, y ojeroso,
caminando
descalzo, huyendo de ti y de mí,
por calles
sin nombre ni sosiego. Loco de
pena o alegría.
De eso tampoco te agradezco.
Aunque sea
a partir de entonces que no sé
qué será de mí,
ni dónde dejar mi pobre vida.
Aunque tú
siempre estés conmigo en esas
horas vacías.
Y, si es posible yo a ti tratando
de consolarte.
*****
CONVOCATORIA