FORMAR
PERSONALIDDES
CREATIVAS
Danilo Sánchez Lihón
El arte más importante del maestro
es saber despertar en sus educandos
la alegría de crear y conocer.
Albert Einstein
El mundo
está lleno de pequeñas alegrías:
el arte
consiste en saber distinguirlas.
Li Tai-Po
1. Significativo
y valioso
Todos
los maestros estamos inquietos por hacer de la educación un medio, una
palanca o un mecanismo que actúe poderosamente en función del desarrollo
del hombre y de nuestra sociedad.
En
tal sentido, nos preocupa o nos debe preocupar el hecho acerca de cómo
nuestro trabajo tiene que hacerse valioso, significativo y eficaz para
el alma del niño, del joven y del adulto.
Orientado
todo ello a formar seres humanos que contribuyan a combatir la pobreza,
el atraso, el desorden y la informalidad en que vivimos.
Sin
embargo, lo que más desmoraliza y erosiona afectivamente al maestro en
estos momentos es comprobar la desatención, la indiferencia y el
desencanto del niño por su propio proceso educativo.
Aquello que más desmoraliza al maestro es el desinterés, la abulia y el desdén por todo lo significativo y trascendente.
Es
esta situación que nos hace sentirnos frustrados, desilusionados e
inútiles; asunto que es lo que más deteriora y defrauda al maestro.
2. Nos duele
y desvela
Lo
que más deteriora la moral de un maestro es el imperio de la rutina. Y
mucho más que los austeros salarios que recibimos, lo que sume en el
desaliento es la comprobación acerca de la esterilidad de nuestro
trabajo.
Porque,
frente a ello tenemos la acusación implacable de nuestra conciencia y,
en el secreto de nuestra autoestima, el saldo nos causa desasosiego y
culpabilidad.
Y
eso es lo que más nos deteriora: concluir que nuestro trabajo no toca
fondo, que el niño y el joven –que son los protagonistas de este
proceso– no le otorgan a nuestra labor el sentido que quisiéramos que
tenga. Y que de parte de ellos ni siquiera se dan la pena o la molestia
de seguirlo.
¿No
nos duele y desvela que estemos prácticamente arando en el mar? Y que
otros recursos e incluso aparatos los fascinen como los play station 4,
los nintendo wii, o los xbox.
¿Qué
estos aparatos les obsesionen y les gusten más que nuestra compañía y
nuestra elaborada visión puesta en letra de molde en los planes
estratégicos?
3. Júbilo
y fervor
Y,
¿acaso, no nos atribula y nos quita el sueño, por ejemplo, que incluso
tengan otros y mejores maestros en la calle, en la vecindad o en el
poblado?
¿Qué
ellos les enseñan más, ¡y mal!, aspectos esenciales de la vida antes
que nosotros mismos; ¿y a los cuales creen más ceñidamente y mejor que a
quienes somos profesionales en esta materia, en esta ciencia y en ese
arte?
¡Como
ocurre también con el tiempo que le prodigan a la Tablet, a los
videojuegos y a la televisión! Y me pregunto: ¿Logramos que el niño
atesore nuestra compañía, como lo hace con aquellas otras presencias?
¿Nos
aceptan, nos aprecian y creen en nosotros que somos sus maestros? O,
por el contrario: nos evitan, nos rechazan y hasta nos desprecian. ¿A
qué se debe que el niño no asuma su proceso educativo con entusiasmo,
con júbilo y con fervor? ¡Y hasta con pasión, como debiera ser!
¡Si
educarse es crecer, expandirse e iluminarse! ¡Si educarse es alcanzar
vigor, descubrir, realizarse en la vida! Entonces todos estos aspectos
¿no son los que de por sí debieran suscitar atracción y fascinación en
el niño?
4. ¿Quién
es aquel?
¿No
sería lógico con todo esto causar entusiasmo, simpatía y hasta ilusión?
¿Por qué no se da entonces la plena adhesión del niño a dicho proceso?
La
razón que explica esta situación es sencilla: la respuesta es que hemos
equivocado totalmente nuestra actitud, postura y vínculo con el niño.
Aún más; hemos adulterado nuestra relación y nuestra moral con él.
En
primer lugar, hemos cerrado los ojos, no nos hemos atrevido a querer
saber quién es aquel a quien tenemos al frente nuestro cada mañana que
ingresamos al aula y nos saludan poniéndose de pie detrás de sus
carpetas:
Por
si acaso, ¡son niños! Es decir: maravilla de maravillas. Y no es que
tengamos a uno solo sino a veinte, treinta, cuarenta seres humanos
admirables y expectantes.
Son
esas cuarenta miradas, de criaturas que cada mañana nos observan
asombradas y pendientes de lo que digamos a la primera hora de clases,
las que están atentas y completamente dispuestas a sentir y pensar lo
que nosotros les propongamos.
¿Atesoramos este hecho? ¿Lo sopesamos en lo que tiene de promesa y de oportunidad?
5. El niño
es gracia
Ahora
bien, si tuviéramos que caracterizar a un niño tendríamos que definirlo
por lo que hace y es: un ser que crea jugando, un ser que imagina
siendo libre y un ser que aún no renuncia a la capacidad de ser feliz.
a) Un ser que crea jugando, y ahí está toda su ética.
b) Un ser que imagina siendo libre, y ahí está toda fuerza y poder.
c) Un ser que no ha renunciado todavía a la capacidad de ser feliz.
Deber
que nos asiste a todos ayudar a cumplir no solamente para nosotros
mismos, como también para salud de todos los seres humanos juntos.
Sin
embargo, hay un concepto rígido y hierático que liga dignidad, respeto y
hasta valor a la tiesura, aspecto quizá válido para la adustez, pero no
para la niñez a quienes se han impuesto modelos como la “no risa” y
hasta la amargura.
Y,
a la inversa, relaciona el crear en el juego, la travesura de la
imaginación, y hasta el hechizo y el humor en la vida, vinculándolo a la
endeblez, al ser débil e inclusive lo tiñe y contamina como
irresponsabilidad.
6. Creador
consumado
De esta relación quien sale perdiendo es el niño que fundamentalmente es gracia, recreación y encanto.
Despreciamos
así su mundo y nos cuidamos mucho de no contaminarnos con aquello que
nuestros modelos culturales desdeñan y hasta sancionan cuál es la
capacidad de crear mundos nuevos.
Como
la de innovar todo aquello que es estático y es rutina, transformándolo
todo para probar dimensiones distintas y posibles para mejorar nuestra
realidad.
Por eso, en la perspectiva de la nueva educación el niño necesita para crecer que le reconozcamos lo que en esencia él es:
El
ser creativo por excelencia, la imaginación, porque con ella se hace
dueño del mundo, lo posee a su antojo y lo conoce y transforma a su
capricho.
Donde
todo le obedece, todo adopta la forma y la materia que él quiere
insuflarle. Con ella en sus manos él es el poseedor y el creador
consumado.
7. La fuerza
de vivir
Pero
también necesitamos de la alegría de vivir, que debemos adoptarla como
un imperativo moral tratando de rescatar para la sociedad y la educación
la capacidad de hallar la felicidad.
En
tal sentido, ¿Por qué no poner en funcionamiento unos contenidos y
prototipos más cercanos al placer de existir, como a la maravilla de
amar y querer? Y otro recurso importante es el juego creativo, porque
solo en el juego el niño es verdadero artista y cabal señor de sí mismo.
Cuando
el niño juega tiene toda esa capacidad de intentar configurar mundos
nuevos, de vivir imágenes insospechadas y de objetivar metáforas que
luego se tornan en realidades esplendentes.
Porque
el niño juega creativamente. Él juega poéticamente, juega teatralmente,
juega musical y plásticamente, y de la manera más auténtica. Y el juego
para el niño es algo muy serio.
Y
siendo así, y por todo ello: ¿por qué no bajamos de nuestro pedestal un
momento y nos contagiamos de la magia y la fuerza de vivir que tiene un
niño, para así acertar en nuestra labor y hasta para redimirnos a
nosotros mismos?
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CONVOCATORIA