Danilo Sánchez Lihón
1. Con flores
diversas
Ahora
el árbol derribado yace en el suelo estremecido. Su tronco, sus ramas y
sus hojas, por lo alto que es o ha sido, han roto e invadido varias
cercas de pencas que yacen doblegadas bajo su inmenso tronco. Y así
permanece a todo lo largo del campo y del camino.
Desde
que lo oímos caer en la hondonada hemos corrido para recoger los nidos
de los pájaros aún vivos, y para darles los últimos auxilios si
estuvieran malheridos y maltrechos. ¡Y lo están!
Como
hemos llegado hasta aquí para auscultar mil sorpresas, tales como los
diversos panales de abejas escondidos entre sus hojas; o descubrir las
madrigueras de animales, como mucas, ardillas y comadrejas; así como de
larvas, orugas y comejenes que escogen los follajes altos para en ellos
hacer sus guaridas.
Hemos
corrido, para ver mil y otras rarezas que tienen los árboles entre sus
ramas, desde donde nacen otras plantas con flores diversas, unas
nacientes, otras ya acabadas. Y junto a ellas, variedad de insectos de
mil formas y colores y matices; y que nunca desde el suelo, por donde
deambulamos, se ven. Ni siquiera nos cabria presentir ni imaginar.
2. De viento
y de fuego
Ahora
corremos haciendo equilibrio sobre el tronco ya tendido como un puente.
Saltando de rama en rama coleccionando los trompos en donde los
eucaliptos esconden sus semillas.
Y para después, ya quitadas las ramas, correr sobre su tallo infortunado, haciendo giros, piruetas y volantines.
¡Qué sensación la de tener bajo nuestros pies lo que antes era inhiesto, etéreo e inasequible!
En
estas ramas se enredaban las neblinas altivas, los amaneceres
soberbios, los crepúsculos desgarrados; y los trinos de aves insólitas,
con quejas y lamentos; esos sí ahora inhallables.
Retozamos
sobre su corteza, y hacemos montura en una rama y que aun estando
pegada a su tronco produce un balanceo que imaginamos es el galope de
mil corceles.
Palafrenes
briosos de ilusión, de viento y de fuego, incursionamos asidos a sus
crines en un sitio al cual antes ni siquiera alcanzábamos a mirar desde
el suelo ordinario y miserable.
3. Su último
suspiro
Yace
ahora horizontal el árbol abatido, al ras de nuestros pasos y nuestros
saltos, lo que antes rayaba en lo sublime; con las ramas derramando toda
la fragancia que aún le queda.
Y
que la exhalan como una ofrenda para nosotros que no le obsequiamos
nada, que reconocen que somos inocentes salvo nuestros gritos, alegrías y
arrebatos que son atolondrados.
O
tal vez nuestras ofensas, injusticias y maltratos sean como cuando
enojamos a nuestros mayores, padres o madres, por alguna travesura.
Pero
ahora jugamos con él y en cierto modo, lo acariciamos, consolándolo de
ese modo, de la inmensa desgracia que le ha tocado vivir y le ha
ocurrido en su pacífica y noble existencia.
Pero
sin condolernos y sin expresarle nuestro pesar sino más bien
acompañándole con lo único que somos y tenemos: nuestra vida común,
corriente, y también pasajera.
Y, lo más importante, admirando lo que tiene de maravilloso y que nos lo regala como si fuera su último suspiro.
4. Se avivan
las llamas
Después
de los días en que su recio tronco es despedazado a hachazos y hecho
leña, nosotros recorremos paso a paso las huellas de la acequia que el
grueso tronco al caer ha dejado.
En
la tierra el golpe de su caída y los días que han pasado en volverlo
leña, ha puesto blanquecinos los tallos de las hierbas que recién se
desperezan después de haber soportado el peso de su inmenso infortunio.
Al
lado están las mujeres humildes y sus hijos que han pedido permiso para
recoger la multitud de hojas que ya están secas. Y aquellos trompitos
llenos de semillas. También la profusión de astillas que han hecho
saltar las hachas de los leñadores y que una parvada de niños llena en
sus canastas amarillas.
Para
luego ir a parar al fogón donde se avivan las llamas compasivas con que
se abriga las noches frías en el hogar sencillo, para después hacerse
ceniza y sucumbir en aquella eternidad uniforme que hace cada uno de sus
átomos y destinos.
5. Este
cimiento
Toda
nuestra presencia inocente y cantarina será, digo yo, como haber venido
a arrastrar el luto por un rey o un monarca muerto. Aunque correteamos
alegres y felices como en realidad ocurre en la vida tan grave y a la
vez liviana y ligera de la naturaleza.
Pero,
¡he aquí el tronco del árbol que ha quedado afirmado a la tierra con
sus raíces! Lo acariciamos abrazándolo y queriéndolo consolar de su
pena.
Más,
¡oh prodigio! Nuestras manos descubren unos brotes tiernos del tamaño
de las yemas de nuestros dedos de un verde encantado en su follaje
apenas tupido. ¡Son los nuevos árboles que se erigirán mañana!
¡Qué
conmovedor comprobar cómo la vida surge cada vez tan enlazada sobre la
base de lo antiguo, incluso ya inexistente, salvo este cimiento
aparentemente abrupto!
Y
¡cómo en lo viejo se esconde la maravilla de lo nuevo! Esta matita al
lado del tronco es un bosquecillo de verde luminoso, núbil y naciente
sobre el pardo hosco de la vieja corteza.
6. Música
oculta
¡Es un rebrote tierno que hará que de aquí salga un bosque de árboles gigantescos!
¡Hará que aquí nuevamente la vida resurja en este sitio con sus trinos y nidos de pájaros!
Hará que aquí ya no uno sino varios árboles se eleven otra vez inmensos.
Y será así porque se apoyan en estas raíces colosales que se esconden hacia abajo, hacia adentro y al fondo de la tierra.
¡Es
la vida hundida interiormente, hecha de tradición, herencia y pasado la
que pugna porque aflore hacia afuera algo de su apariencia tan nueva y
que tiene el timbre de lo candoroso, lo virginal y reciente!
Aquella
vida de adentro que de repente es más vida que la de afuera, porque
tiene su propia savia, su propio esplendor y su propia música oculta que
así nos la legan.
7. ¡La vida
nueva
Que se basa también en el árbol de adentro que todos los hombres felizmente tenemos y que somos.
Porque hacia el interior de nosotros mismos, adonde estemos y vayamos, llevamos un árbol gigantesco.
Igual
que los de afuera poblado de sus aves y sus trinos, de abejorros y sus
vuelos misteriosos, como de sus aromas y fragancias inconcebibles.
En ese árbol profundo también se posan las aves y tejen sus nidos las abejas y mariposas.
De donde también modelamos un arado, afinamos un arpa, tallamos un violín. O una mesa desvelada, o una cama dónde dormir.
De donde surge el fuego que nos abriga y la luz que nos alumbra el camino.
Y, ¡oh prodigio! ¡Es en todos los árboles cortados en esta mi comarca en donde brota y surge otra vez la vida nueva!
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CONVOCATORIA