Danilo Sánchez Lihón
1. Para
nada
Mariano
Melgar al regresar jubiloso e ilusionado de Lima a Arequipa en el mes
de marzo del año 1814 encontró a su idolatrada Silvia desdeñosa, y, es
más: esquiva, paro finalmente enterarse que estaba ya comprometida con
otro varón.
Sufre un terrible desengaño que plasma en su “Carta a Silvia” de 522 versos, y en su célebre “Soneto a la mujer”, que dice:
No nació la mujer para querida,
por esquiva, por falsa y por mudable;
y porque es bella, débil, miserable,
no nació para ser aborrecida.
No nació para verse sometida,
porque tiene carácter indomable;
y pues prudencia en ella nunca es dable,
no nació para ser obedecida.
Porque es flaca no puede ser soltera,
porque es infiel no puede ser casada,
por mudable no es fácil que bien quiera,
Si no es, pues, para amar o ser amada,
sola o casada, súbdita o primera,
la mujer no ha nacido para nada.
Y se pregunta: ¿Por qué este designio? ¿A qué viene este desengaño? ¿Por qué me tocó a mí la flecha, la fatalidad y el estigma?
Si
tú eras para mí, ¿por qué se tuercen los hilos de ese modo? ¿Por qué se
confunden las hebras? ¿Por qué esos renglones torcidos?
2. ¿Por qué
a verte volví?
Y
decide dejarlo todo, por lo inmenso y radical que es. Pero, a la vez,
frágil ante el aleteo del ángel. Determina entonces sublimarlo todo en
vida; y tornarlo un bien popular, hacerlo canto, trova, espíritu del
pueblo y de la gente humilde; pero nuevo, original y jamás escuchado.
Decide
hacerlo canción popular. No poesía académica, sino dije y canto rodado
en la boca de la gente sencilla. Decide hacerlo perdurable e infinito en
el ideal, más allá de este mundo, de la vida y de la muerte, hacia: el
siempre, el todavía y la eternidad. Y de ser desengaño aquel amor, se
vuelve leyenda y gloria literaria.
¿Por qué a verte volví, Silvia querida?
¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarse
mi dolor en más triste despedida!
Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;
me presenta más dulce el bien que pierdo:
¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!
¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!
Te vi... ¡qué gloria! pero ¡dura pena!
Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.
Mi amor ansioso, mi fatal cadena,
a ti me trajo con influjo fuerte.
Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».
Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;
este es mi gran dolor, este es mi duelo;
en verte busqué vida y hallo muerte.
3. Sencillez
de lo creado
Y
he aquí que se produce uno de los hechos más extraordinarios que se han
registrado en la poesía y en el arte en el Perú y el mundo; porque no
hay asunto que haya sido más decisivo para nuestras letras y la
literatura en general, que esta decisión de Mariano Melgar; cuál es el
de desterrarse en vida, de cambiar de clase social, de irse a vivir al
campo, de hacerse un chacarero y encontrar allí la verdadera expresión
de su canto.
Y
tal como lo pensó lo llevó a cabo. Se hizo campesino total: de poncho,
bayeta y ojotas, de pantalones arremangados y sombrero de pajilla, gacho
y sudoroso; mojado por la lluvia y quemado por el sol.
Se
hizo labriego, de pisar descalzo la tierra arisca y helada, o hecha
humus y gleba, cuando es tierra fecunda; con los pies desnudos y los
brazos curtidos solo con la diferencia que sus manos eran diestras con
la pluma. Y que de saber tocar el piano y el clavicordio pasó a saber
tocar la guitarra y la quena. E hizo también el salto cuál era: de saber
escribir, ahora le era dado también ponerle música a lo escrito, y
poderlo cantar; modulando y entonando canciones y endechas de amor.
Aquel
genio lingüístico, académico, políglota; aquel personaje escanciado,
riguroso y atildado; intelectual admirado y venerable que causaba
asombro con su saber y su ciencia; aquel adivinador de los misterios de
la vida y el cosmos; se volvió así en grumo, terrón, barro; volvió a la
piedra de toque, a la pala y al trozo de polvo que somos todos los seres
humanos. Volvió a sentir en sus pies expuestos el agua y el viento.
Volvió a la sencillez de todo lo creado.
4. Conquista
al revés
Entonces
se hizo hombre de campo natural, común y corriente; sin reticencias ni
tapujos, causando el escándalo en el medio culto y refinado de Arequipa,
que lo vieron como un desquiciado mental y un mendigo, como un ser
mísero, degradado y desecho.
Como
un caso lamentable de alguien que lo dejó todo sin ambages, abandonando
casa, desestimando empleo en la curia, en el foro y su sitial en la
docta tertulia. Despreció honores en la cátedra. Se olvidó de su asiento
de enaltecimiento y lisonja en el ruedo de amigos, de donde se alejó
para siempre. Y todo por el amor herido, pero aún más palpitante por
Silvia. Y todo para beber más a fondo el licor amargo, insondable y
recóndito de aquel desengaño.
Fue
tan honda esta entrega, y de un ser tan acrisolado, que toda Arequipa
lo volvió como suyo este hecho; y tanto que todavía hasta ahora en
cualquier fonda, posada o tienda, incluso en el corredor de cualquier
casa rural, se muestra y en ella se encuentra indeleble la huella de
esta decisión. Y aletea en el alero el alma intangible del poeta Melgar.
Y
fue así cómo, y de este modo, él recupera para la poesía peruana formas
soterradas de la poesía quechua, hecho que constituye otro de sus
aportes significativos, y el gran cambio hacia lo auténtico y sincero en
nuestra literatura.
Trascendental
a su vez, porque ello representa la conquista hispánica, pero al revés:
en donde la lengua castellana ahora se sometía y se dejaba conquistar y
sucumbir bajo el sustrato indígena, dejándose subyugar por la voz de la
tierra, por el ritmo incaico, y por el trasfondo anímico de la creación
natural del cosmos en este espacio y en este tiempo.
5. Vuelve
que ya no puedo
Melgar
dejó de pergeñar su dolor en versos clásicos, no por capricho sino
porque en esas formas ya no cabía su emoción, en los metros y cadencias
hispánicas, occidentales e importadas. Y encontró que su queja, su
lamento y su dolor cabían más y mejor en las formas y en los sones
andinos, más quebrados, dulces, temblorosos y plenos de candor, de
arrinconado olvido, pero siempre de indestructible amor.
Es
por eso que cada grupo y banda folclórica de la actualidad, cada son y
baile popular, y cada rasgo, modulación o endecha de expresión de amor
que pueda decir el joven más desprevenido a su pareja en nuestro medio,
tiene su raíz y su cogollo en el aliento de Mariano Melgar, quien a
partir de aquel rompimiento pudo expresarse así:
Vuelve, que ya no puedo
vivir sin tus cariños:
vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.
Mira que hay cazadores
que con intento inicuo
te pondrán en sus redes
mortales atractivos.
Y cuando te hagan presa
te darán cruel martirio:
no sea que te cacen,
huye de tanto peligro.
Vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.
6. Salvado
él
Su
canción no deja de ser reproche ni quebranto, pero a la vez se hace más
cariñosa, afable y protectora; tal y como es el alma aborigen.
Adopta
la condición sumisa, íntima y arrobada, como es la condición del
campesino desde que sucumbiera el Imperio Incaico, como es cuando dice:
Ninguno ha de quererte
como yo te he querido,
te engañas si pretendes
hallar amor más fino.
Habrá otros nidos de oro,
pero no como el mío,
por quien vertió tu pecho
sus primeros gemidos.
Vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.
Como
vemos, ya es otro el mohín; otro el rictus, y otro el espasmo. Ya es
distinto el tono, el fondo y el lamento. Es la inocencia del alma andina
la que aflora. Y ya es otra el alma y el talante del lenguaje.
7. Tuyo
es mi pecho
Es la entraña abierta, pero vertiendo su delicadeza más pura:
Bien sabes que yo, siempre
en tu amor embebido,
jamás toqué tus plumas,
ni ajé tu albor divino;
si otro puede tocarlas
y disipar su brillo,
salva tu mejor prenda
ven al seguro asilo.
Vuelve palomita,
vuelve a tu dulce nido.
Y
he aquí el mohín del diminutivo leve, ingenuo y candoroso, que es el
aporte de las culturas indígenas andinas al idioma castellano:
No pienses que haya entrado
Aquí otro pajarillo:
No palomita mía,
Nadie toca este sitio.
Tuyo es mi pecho entero,
Tuyo es este albedrío;
Y por ti sola clamo
Con amantes suspiros.
Vuelve palomita,
Vuelve a tu dulce nido.
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CONVOCATORIA