Tú saliste de la noche
y había
flores en tus manos.
Ezra
Pound
Danilo Sánchez Lihón
1. Hechizado
para siempre
Casi siempre y sobre todo en los momentos más solemnes
y conmovedores de mi vida, cuando se tambalea la nave donde trato de mantenerme
a flote e inhiesto, y rugen alrededor mío las aguas turbulentas que tratan de
devorarme, regreso a ese día claro de mi infancia y de mi tierra.
Al instante en que la vi cruzar desde la esquina de la
Plaza de Armas hasta donde llegan los arcos de El Cabildo hacia la vereda de
enfrente; y luego caminar de largo hacia el alto de San José por la calle
silente y enternecida.
Con un vestido de flores verde-amarillas sobre el raso
blanco, que durante décadas me he sumergido imaginando el momento en que lo
cosían como si fuese la inauguración de un reino, de una era histórica, o de
una etapa de la radiación solar.
Que es cuando me quedo absorto en la dulce solemnidad
de esa hora inacabada, que no deja de ser un hecho sencillo, imperceptible y
fugaz pero que a la vez yo no sé por qué raro prodigio del destino es un signo
cósmico que se me ha quedado clavado y hechizado para siempre en el alma.
2. El secreto
del silencio
¿Qué llevabas bajo el brazo? He pensado, que si era
una canasta: ¿el mimbre o el junco qué pueden haber percibido bajo el roce de
tus manos? ¿Qué temblor esencial sintieron o no sintieron al ser tocados por
tus manos? ¡Recogieron tus latidos para luego perderse en el océano
inconmensurable en donde se acumulan o se esfuman sea los actos cotidianos o
sean los sueños!
Para eso tenías el secreto del silencio, la gracia de
desaparecer y sumergirte en un mundo inasequible. Con tu rostro como arrebolado
de vergüenza; suave e infinita hacia adentro.
Eras la más profunda de las mujeres, de aquellas que
siempre van solas, que se esconden de sí mismas y que lloran mudas sin derramar
lágrimas; de semblante tenaz, pero al final condolidas del mundo; que se
agachan y caminan al lado nuestro siempre
sumisas, compasivas y arreboladas.
Y así emerges desde la lejanía con una flor
inmarcesible prendida a tu cabello, con un rebozo raído, con unas cartas
secretas, con una lámpara en la noche; sin decir nada, misteriosa, con un gesto
imperceptible dirigido hacia lo más hondo de la vida y de la muerte, del
destino y de lo eterno, niña soledad
3. Morena
de trigo
Tú representas para mí la casa, con su alero y su
pozo, con un ventanal por donde se mira el patio donde una joven madre cose,
con un corredor en penumbra donde juegan los niños, con unas puertas ojerosas
donde los antepasados moran y sus ojos velan. ¡Con unas goteras de lluvia del
mes de septiembre en la bóveda de la habitación donde por las noches se duerme
y durante el día estamos ausentes!
Yo entré a muchas casas de la comarca en visitas de
familia, o por los juegos intempestivos con que solemos arrebatarnos los niños,
o por cualquier motivo. Muchas tenían esos patios empedrados con canaletas de
piedras en donde seguían destilando las gotas de la lluvia caída al mediodía.
Una casa con un pozo ensimismado, unos corredores de
techos absortos por donde se precipita el agua cuando la tempestad arrecia y se
desencadena con rayos y truenos; y uno se queda al pie pensando en la vida,
arrebujado de frío o de pena, ¡pero más asombrado por el mundo que se desploma
a pedazos en los baldes de agua. Pero, ¿por qué rara coincidencia, digo yo, una
de las pocas casas a las que nunca entré tenía que ser tu casa? Entonces ¿cómo
era? Siempre la he imaginado infinita. Pero, ¿qué había hacia adentro?
4. Flores
a tus pies
¡Sé que he perdido el mundo sólo por el hecho de nunca
haberla tenido delante de mis ojos, rozada por mis manos, o bajo mis pies! ¿Y
qué misterio hay más inalcanzable en la vida que el no haber visto nunca lo que
es esencial en nuestra existencia?
Como también, sin duda lo hacías, verte saltar la
cuerda, sentarte al fogón, amasar el pan. Como contemplarte jugar en el rellano
de la escalera mientras brilla el sol, o en los cuartos de al fondo mientras
arrecia la tempestad.
¿Y tu lecho? ¿Cómo era tu lecho? ¿Con frazadas de lana
de cordero, pesadas como las tenían todas las familias de nuestro pueblo? ¿De
colores a rayas amarillo y granate, como las hacen nuestras abuelas? Tendidas y
a la espera en un cuarto donde la luz es tenue y densa la penumbra.
¡Cómo hubiera querido verte sentada a la vera del
patio!; o entretenida en algo, como hacían otras mujeres de la aldea.
Regañándonos o lamentándote de ¡dónde hemos estado hasta estas horas! ¡Quizás!
Aunque tú no. ¡Tú eres sagrada!
Yo soñaba en conquistar el mundo, en acumular tesoros,
ser aplaudido, en obtener trofeos, todo para ofrendártelo a ti. ¡Para venir y
colocártelo como un ramo de flores a tus pies, niña!
5. Por el sin fin
de los tiempos
Un mundo en donde la felicidad fuera que tú me
pidieras con voz real y no con ésta que a tientas te atribuyo, trazo y borro y
vuelvo a pergeñar sobre un papel, pidiéndome que suba a ver la gotera que moja
en la bóveda de la habitación donde los dos de niños dormimos.
¡Porque eres para mí la casa que se ha quedado
deshecha para siempre en el reino de mi infancia y en el fondo de mi alma!
Porque en el fondo eres el amor que jamás se devela,
ni se conoce dónde se quedó ni por qué pudo perderse así, ni dónde vela. ¡Y en
donde todo es sagrado!
Como cuando tú salías ese día y cruzabas una calle y
donde alguien desprevenido como yo hería en ese instante su destino para
siempre.
Mientras tenías unos ojos, unos labios y un rostro
perfectos que uno extraña en noches de honda oscuridad y que constituyen el
misterio de los misterios.
Cuando tenías un vestido y una blusa que ya nunca se
olvidan por el sin fin de los tiempos, y aún seguirá viviendo cuando uno se
torne grumos de polvo.
6. Un
imposible
Y como ocurre cuando uno definitivamente se enamora
con toda el alma, tú representas la virtud perfecta de una casa; la inocencia y
también la trascendencia.
Eres la armonía de las esferas en el firmamento.
Porque en ti se reúnen todos los mitos, las leyendas y las fábulas.
Tú configuras las canciones, las serenatas, los
colores con que se inviste el universo, como también los cuentos, unos de final
triste y otros de solución dichosa y enaltecida.
Y como ocurre cuando uno se enamora con toda el alma,
cubres con tu imagen lo alto de las tapias, las plazas extasiadas, los
horizontes pasmados, los roquedales de granito como las selvas vírgenes
Reúnes toda la eternidad en un solo instante. Todos
los gozos como sufrimientos.
Porque eres un imposible; porque ahora callas en el
teléfono, sorprendida o absorta, cuando escuchas que alguien pronuncia mi
nombre.
7.
Por montes
y
praderas
Yo he arrastrado tus vestidos por las peñas por donde
he huido. En el cascajo de los caminos por donde he vagabundeado a tientas.
He deshojado una a una preguntando el sí y el no en
las flores que reverberan en tu traje de niña.
Me he envuelto en el raso blanco de tu vestido, de
flores verdes y amarillas, y por él he caído o me he elevado hacia lo eterno.
En el rastrojo de una parva abandonada, en una mata de
orégano bañada de rocío, me he sumergido dichoso y apenado.
Un ramo de yerbabuena en el sendero fueron presencias
adorables porque escucharon el amor hacia ti que yo les confesaba.
Por tu amor yo era bello y hermoso como un príncipe en
los bosques antiguos e inhallables para el correr de los días tangibles.
¡Qué atroz herida puede uno recibir en una calle un
día ingenuo, inmemorial e inusitado!
¡Y sólo por una pluma desprevenida en el aire de la
tarde en una esquina de un pueblo ahora sumergido bajo las aguas del olvido!
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