Danilo Sánchez Lihón
1. Inteligencia
y bondad
He escuchado frecuentemente decir expresiones como:
“Es muy inteligente, pero está metido en malos negocios”. U otras como: “Es
inteligente, pero malo”. Y yo les digo:
– Entonces no es inteligente. Porque creer que se
puede ser inteligente y ser un pillo, un canalla, o un bribonzuelo, es un
contrasentido. Esa persona no es inteligente. Porque tarde o temprano ha de
caer preso y su vida será un infierno. Y dañará a su familia, a sus hijos, a su
esposa. Contaminará su entorno vital: a sus amigos, a su vecindario, a su país.
Y todos tratarán de evitarlo, porque es un ser detestado y despreciable. Y
nadie que sea inteligente va a proyectar su vida con ese avatar, con ese
peligro y esa incertidumbre. Lo inteligente es ser seres buenos, honrados y
honestos.
Para eso es importante impartir en los hogares y en
las aulas nociones y contenidos de lo que podríamos denominar: “Razonamiento
moral”, donde prevengamos que quienes no tengan un comportamiento sano en la
sociedad han de padecer una desdicha general.
2. Defender
las causas justas
Cuando lo inteligente es ser felices. Y para todo ello
es necesario consolidar más ciudadanía en nuestras vidas.
Tener más vigilancia para que el mal se reduzca y el
bien se expanda.
Actuar más rápida y decididamente las instituciones
civiles para afrontar todo hecho que lesione el bien común y nuestra dignidad
de personas.
Para ello es necesario estar cohesionados y
organizados, más tenaces y puntuales cuando de las citas del bien se trata
Para la defensa del bien común formar redes y sistemas
que se comuniquen y legitimen permanentemente.
No podemos ser solo habitantes de un lugar sino
ciudadanos que participen y se movilicen en defender las causas nobles, justas
y legítimas.
3. Llenarnos
de mayor valor
Tampoco debe haber impunidad para quienes depredan,
expolian y dañan, quedando sin sanción alguna por actos de lesa barbarie.
Que quien destruye sea castigado, que quien es
negligente cuando ejerce una función pública se haga merecedor a la condena que
las leyes estipulan.
Que no nos resignemos a ser pasivos ante actos a todas
luces condenables.
Que no habitemos en páramos. Que nos sintamos
protegidos por fiscales alertas, que indagan, constatan, y denuncian cuando las
evidencias así lo ameritan.
Fortalecernos anímica y moralmente, porque las
situaciones adversas en vez de desmoralizarnos deben llenarnos de coraje, de
más empuje y de mayor valor y decisión.
Cultivar valores en el corazón y en la mente de niños,
jóvenes y adultos, creando sensibilidad, conciencia y civismo.
4. Es
fundamento
Estos hechos que tienen su base en el hogar, se
proyectan al vecindario, a los centros laborales, avanzan a la comunidad y
cubren el espacio público.
Que esta responsabilidad compete cumplir a todos los
seres humanos y no solo a algunos profesionales o a algunas instituciones.
Porque enseñar y hacer el bien no es una acción que se
delega para que las cumplan determinadas
entidades o personas. Es una misión que nos compete a todos cumplir.
Esta es responsabilidad del conjunto de los ciudadanos
sin distingos ni excepciones porque ello es un fundamento esencial para la
vida.
Enseñar que estar frente a los bienes públicos no es
ocasión propicia para el saqueo, sino que constituyen los recursos más
preciados porque son la herencia colectiva que recibimos de nuestros
antepasados.
5. Los bienes
públicos
Enseñar que los bienes públicos no son ajenos, que no
son tierra de nadie, que no son por resentimiento predio de nuestros enemigos y
entonces hay que destruirlos.
Que debemos dejarlos igual o mejor que cuando los
encontramos, como el legado que asimismo hacemos a las nuevas generaciones. Que
ellos son lo primero que hay que defender y respetar. Y bienes públicos son
también las calles, los parques, los edificios con sus jardines. Un farol, un
friso en una puerta o en una cornisa.
Que son tan importantes, o más que la sala de nuestra
casa, y en donde no se puede arrojar basura, escupir, orinar o hacer actividades
reñidas con el buen gusto, las buenas costumbres, o en conflicto con la moral.
Considerar que la educación debe cumplir una
permanente y militante acción cívica. Que ella no se reduce a dependencias
donde funcionan oficinas del estado que acumulan papeles o expedientes.
6. Mejorar
la vida
Tampoco ella se confina a los centros educativos
encerrados entre cercos, muros o linderos; cercados por altos muros a veces
sembrados de alambres de púas o de vidrios en punta.
O cerradas las calles con rejas de fierro que son un
símbolo de estrechez de mente, mezquindad de alma y amilanamiento de espíritu.
La educación se forja a partir del hogar, como también
cuando maestros y niños se proyectan a la comunidad, enseñando a conducirse y
actuar en ella.
Educación es defender y respetar lo que es valioso
cualesquiera sea la ubicación y la instancia en donde nos encontremos.
Educación es embellecer cada lugar y mejorar la vida
con actos nobles, altruistas y abnegados.
Educación es imbuirnos de identidad y amor por nuestros
pueblos, la naturaleza y los paisajes que nos rodean y la gente que habita, con
quienes es importante establecer relaciones de respeto mutuo, estimación y
hasta de cariño.
7. Pertenencia
y filiación
Con todo ello se trata de la refundación del hombre
mediante la educación, que a su primera naturaleza añada otra cualitativamente
mejor, sobre la base de su identidad.
Y ella es la de ser personas culturalmente
acrisoladas, formadas no solo de cuerpo con sensorialidad, sino como seres
humanos con un depurado sistema de valores, con una visión superior acerca del
mundo, y coherente con el bien común.
En esa perspectiva la educación tiene que tener
pertinencia, perspectiva en la cual si la escuela deja de tenerla y no forma
para la vida, su accionar no están cumpliendo con la misión que la sociedad le ha
encomendado consumar.
En donde así como se educa para los Derechos Humanos
hay que educar también para el cumplimiento de los deberes individuales, que es
imprescindible que todos y cada uno de nosotros debamos cumplir.
Y aún más para asumir los deberes colectivos, en donde
cabe educar para la pertenencia, la filiación y para acrisolar una fe que nos
haga seres a la vez trascendentes.
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