Danilo Sánchez Lihón
1. Desprevenidos
e inocentes
Cuando ya están los platos servidos delante de mis
tíos y también de mi papá, a quien no tengo cómo avisarle que aquello que van a
merendar es carne de gato, empiezan a comer con gusto inusitado.
Se dedican a picar con el tenedor, a cortar con el
cuchillo y a llevarse considerables bocados del “chanchito” a la boca, que
engullen con insaciable deleite.
El horno ha puesto a la carne unos dorados intensos
que bajan desde el bruñido chamuscado del lomo, pasando por el rojizo dorado de
los costados, al amarillo perla del vientre del animal.
Mientras, mi madre y mis tías entran y salen
disimulando la risa que se dibuja en sus rostros y que las delata.
Rictus convertidos en carcajadas cuando corren
disimulando hasta la sala, apretándose manteles en la boca por los corredores.
Y sacudiéndose de risa al no poder encubrir el
nerviosismo que les da el de ser cómplices de estar dando de comer gato en vez
de chanchito a sus respectivos maridos.
¡Ay, mujeres, mujeres!
Y sobre todo al ver la voracidad y el gusto con que lo
comen los varones desprevenidos, ingenuos e inocentes como en verdad lo somos.
2. Resistir
la tentación
– ¡Que sabroso les ha salido esta vez el chanchito les
ha salido! –Todavía les alaban
– ¡Es que tiernito ha sido el lechón!
– ¿Cómo lo han aderezado esta vez, ah? ¡Y quién lo
hizo para felicitarla!
– Todas hemos sido. Y le hemos puesto hartos ajos,
azafrán y perejiles. –Dice mi tía Carmen con la misma solemnidad con que va a
misa los días domingos.
– ¡Caray! ¡Esto está muy bueno!
Comen con tanto gusto que yo veo que las mismas
mujeres que lo han preparado.
Pese a que tienen resquemores, no resisten la
tentación de piñizcar la carne y llevarse a la boca pedacitos de ese potaje
apetitoso.
Y de paso quieren dárnosla a nosotros, que la
rechazamos de plano, con un movimiento contundente de cabeza de izquierda a
derecha y de pasos enojados alejándonos de tentaciones malignas.
Y otra vez renuevan el plato para los varones adultos
que piden se les repita la porción, y que lo sirven con un rico arroz graneado
de mote y papas revueltas.
3. Estallidos
de risa
Cuando mis tíos y mi padre ya terminan el segundo
plato, ya iban a aceptar el ofrecimiento de una tercera repetición, cuando mi
abuela Sofía sentándose a comer se le escapa decir:
– ¡Pero a mí por si acaso cuidado con que me vayan a
servir gato, ah! –Y lo dice con un tono airado de resondro para con sus propias
hijas.
Lo que provoca primero el espanto de mi madre y de mis
tías, y luego un estallido de risas y carcajadas incontenibles ante el asombro
de mi tío Leoncio primero, de mi tío Francisco después, de mi tío Juan
posteriormente y de mi propio padre al final, quienes miran presas de pánico
sus platos ya terminados.
Y, retirándolos de cerca de sus cuerpos, dicen:
– ¿Están bromeando ustedes, no?
Otro retruca:
– ¿Es chanchito, o qué?
– ¿Qué es señora Sofía la comida? –Le pregunta directo
mi tío Francisco con ansiedad y dirigiéndose a mi abuela.
– ¡Nada! ¡Nada! –Saltan a decir mi madre y mis tías–.
¡La mamá Sofía no tiene por qué responderles nada!
– ¿No es chanchito al horno esto que hemos comido?
4. ¡Y
del bueno!
– ¿Qué nos han servido, ¡por Dios!, mujeres?
– ¡Es gato! –Les aclara sin conmiseración y con toda
franqueza mi abuela, mientras las mujeres no dejan de reír, doblándose hacia
delante y hacia los costados apoyándose entre ellas mismas. Y hasta cayéndose
al suelo por la hilaridad al sentarse mal en las sillas.
– ¿Es gato?
– ¡Qué va a ser gato!
– ¡Por favor, no nos vayan a hacer eso! –Siguen
rogando, preguntando y consolándose asimismo los hombres.
– ¡Les vamos a creer a ustedes! ¡Están tratando de
asustarnos! –Dice el tío Juan, tranquilizando a los demás.
– Tranquilos todos. ¡Esto es chanchito en cualquier
lugar del mundo adonde se vaya!
– ¿Acaso no sabemos probar? ¡Siéntense tranquilos.
Ellas están bromeando. Y sigamos comiendo.
– ¡Porque el gato no creo que sea tan rico!
– ¡Jamás! ¡El gato me han dicho que por más que se
cocine bien siempre es aguachento!
– ¡Esto es chanchito y del bueno, donde quiera que
estemos!
5. ¡Qué
va a ser!
– ¡No se asusten, muchachos! ¡Las mujeres siempre son
bromistas!
– ¡Qué va a ser gato! ¡No creo que estas mujeres sean
capaces de hacernos eso a nosotros que tanto las queremos, las mimamos y
respetamos!
– ¡Elvira! –Llama papá a mi mamá, que se desternilla
de risa por afuera.
– ¡Hijos! Ustedes, ¿que han visto?
– Es gato, papá–. Les decimos los niños que hemos
estado todo el tiempo al frente de ellos mirándolos comer.
Y para eso les mostramos la cabeza, el rabo y las
patas ensangrentadas que sacamos de la lata donde lo han escondido las mujeres.
Mis tíos todos se ponen de pie y salen al patio. Y
empiezan a carraspearse la garganta. Respiran el aire fresco del cielo y
respiran profundo. Tosen. Con la voz se raspan la laringe.
Vuelven a toser. Se tocan el estómago para ver si está
agitado o si les duele. Se sacuden el cuerpo caminando unos pasos. sí. Todo
está bien. Luego regresan y preguntan:
– ¿Qué será bueno para que pase el gato?
– ¡Chicha!
6. Díganme
si existe amor
– ¡Vayan a traer chicha!
Inmediatamente mandan a pedir chicha, “para que no
vaya a hacerles daño”. Y como no pueden extraerse lo que han comido, con la
efusión de los vasos de chicha descuelgan las guitarras.
Y se ponen a cantar dirigiéndose en todo momento y
como reproche a donde están las mujeres, entonando primero el vals:
“Desilusión”, que dice:
Mujer de
todos mis ensueños
no sabes
cuánto te quiero,
por ti
siempre tanto he sufrido
por ese tu ruin corazón.
Y acomodan la canción para agregar el verso: “Y hoy
que comí gato”. Para después, y sin alterar la letra artística del valse, aquel
que dice así:
Un día en
perfecta paz
llenos de
armonía dos
díganme si
existe amor
donde hay tanta vanidad.
Falta más chicha, pero ya tienen allí el calientito
que les han preparado sus propias esposas, para demostrarles que a pesar de
todo son buenas y los quieren hasta con equívocos. Se anima la reunión. Ellas
piden también cantar algo.
7. Apagar
la luz del sol
Y lo hacen
empezando así:
Quisiera
confesarte mi cariño
quisiera que
comprendas mi dolor
no sé cómo
podré explicar
mi afecto, mi pasión, mi amor…
Con lo cual comprendemos nosotros que se hacen las
pases. Incluso las sacan a bailar y flotan en el aire los pañuelos. Y todo
parece ser regocijo y cariño sincero.
– ¡Pero qué rico que había sido el gato!, ¿no?
– ¡Carácter! –Dice mi tío Juan que todo lo pronuncia
anteponiendo la palabra: Carácter.
Incluso les dicen:
–¿Ya no hay más gato? –Bromean.
Pero la carne de gato ha desaparecido.
Yo creo que comida a hurtadillas también por mis
propias tías. Y mi mamá, por supuesto, quienes la han preparado como nunca, con
desusado esmero, dedicación y prolijidad.
¡Y hasta devorada a hurtadillas por los mismos niños
que hemos presenciado cómo, en un solo día, podemos apagar la luz del sol de
aquel gato soberbio, agresivo y tirano, y encima comérnoslo a pedacitos!
*****
El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
citando autor y fuente
Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar
a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
CONVOCATORIA
HOMENAJE
MUNDIAL
A LOS 50 AÑOS
DE SU INMOLACIÓN: