Danilo Sánchez Lihón
1.
Los niños
tienen derecho a que en esta vida
sus padres
los esperen con una gran canasta
de cuentos
que reanuden aquellos que ya les
contaron
antes, estando ellos en el vientre
materno.
Inclusive, y yendo más lejos: a que
se les espere
alzando lemas y avisos luminosos
en parques
y avenidas por donde deambulan
ilusos los novios,
donde se mencionen cuentos y se
enfatice
su importancia. Y hasta se graben
algunos
en murallas y piedras, en pencas y
nubes,
para que cuando los niños nazcan
los padres
sepan contarles historias intensas,
graciosas y
breves; plenas de aventura, humor
y suspenso.
¡Colmadas de belleza, heroicidad
y esperanza!
2.
Todo niño
tiene derecho a que el alguacil
del municipio y
el sacerdote del templo formulen
a los aspirantes
a casarse, y consecuentemente a
ser padres
inminentes, una pregunta decisiva
y de fondo
acerca del mundo de los cuentos.
Y hasta
soliciten a las parejas impelentes
a relatar un cuento
al público asistente, y conmovido
en la boda,
haciendo gala de distintas voces,
de susurros
y sollozos, de risas y carcajadas,
hasta provocar
lágrimas de quienes están al acto.
Un cuento
apto para niños recién nacidos. Así
cada infante
vendrá con su cuento bajo el brazo.
Sin esto
no habrá certificado ni matrimonio
que valga.
3.
El niño
tiene el derecho a que la lucidez
del jurado
de los exámenes de graduación,
impongan
a los candidatos a optar el título
de maestros
una exigencia ineludible respecto
al mundo
de los cuentos, cuál es que cada
postulante
narre de modo solvente uno o más
argumentos,
siendo ésta la cuestión irrevocable
para licenciar
al personal que ha de trabajar con
niños,
sea en establecimientos públicos
o privados,
sea en costa, sierra o selva, sea
en lugares
céntricos, aledaños o de frontera.
Y todo ello para que
ilusiones de la gente y realidad se
se junten.
4.
Entre
las personas de avanzada edad
al niño
le asiste el derecho a elegir a dos
o más de ellas
que le trasmitan historias, incluso
fabulando
su propia experiencia. Y a partir
de ese punto
indagar juntos el significado real
de la existencia,
como también el secreto excelso
que guardan y
contienen seres y cosas. Y a partir
de entonces
fraguar otras, nuevas y renovadas
utopías.
Porque ¿qué son los cuentos sino
emblemas
que pugnan por flamear en el alba,
poderes
ocultos, puntas de lanzas y naves
izadas
que auscultan el misterio de todo
lo creado?
5.
El niño
tiene derecho a que los objetos
más modestos
y los seres indefensos de todas
las latitudes
no sean ignorados, y más bien
ellos
sean protagonistas de cuentos
gloriosos,
plenos de hermosura, asombro
y significado:
donde la cuchara es protagónica,
la pobre olla
es la heroína y hasta el estropajo
ofrece
la mejor fiesta. Donde la escoba
no solo vuela
por los aires llevando y trayendo
a brujas y hechiceras
sino barriendo día a día descubre
y entierra
tesoros que hay
por los suelos.
Que la oruga
sea dechado de virtud, distinción
y altruismo.
Y el sapo deje de estar escondido
y sea de una vez
el príncipe divino que en el fondo
lo es
6.
El niño
tiene derecho a escuchar relatos
de espantos,
y aparecidos, de almas en pena,
de endriagos
y esperpentos, aunque aferrados
al regazo
de sus mayores, madres y padres
genuinos, como
son igual los adoptivos. Cogidos
a sus sacos
capas o pañolones Y a estar bien
acompañados
por ellos al costado de sus camas
hasta
conciliar el sueño, y si es posible
dormir
juntos para despertar venturosos
al amanecer
de un nuevo día con el trino franco
de las aves en
el tejado, sabiendo que el mundo
es seguro,
confiando en que los cuentos son
cofres de tesoros
encerrados en un tiempo y espacio
mágicos.
7.
El niño
tiene derecho a que se recalque
el mismo
cuento cuantas veces lo requiera,
“al infinito”.
Sin cambiar ni modificar detalles,
para lo cual
se le ha de preguntar de manera
simulada
qué se dijo en la vez primera que
le contáramos,
que es posible que a nosotros ya
se nos haya
olvidado, pero que él sí recuerda.
con exactitud
y avidez de notario público. Así,
por ejemplo:
¿De cómo era el vestido de Miss
Orquídea
al resbalar del trapecio? Ladislao
el flautista:
¿luce una gorra amarilla al asomar
su cabeza por el
cerco de la escuela? ¿Son largas
o enrolladas
las trenzas azules de Margarita al
convertir
las pajaritas de lata en aves vivas
y canoras?
8.
El niño
tiene derecho a que se le enseñe
todo en
el formato que tienen los cuentos.
Esto es
con exaltación, evidencia, clímax,
y argumento,
y sin olvidarnos de un desenlace
inesperado
Así las leyes astronómicas harán
para él
una danza de epifanía en el cielo
azulado
La salida del sol y la luna juntos
protagonizarán
el romance de un amor imposible.
La química
y física de los elementos urdirán
una historia
insigne que involucre a monarcas,
héroes
invencibles, princesas y súbditos
celestes.
Donde los mares han de tornarse
en mendigos
y los mendigos se convertirán en
mares
estupefactos y maravillados donde
renazca
la vida infinita y asombrosa, como
es esta.
9.
El niño
tiene derecho a que en sus cuentos
la palabra
sea fiesta, sortilegio y hasta prodigio.
A que el acto
de recrearlos sea motivo de deleite,
de unción
y maravilla. Y el espacio del cuento
sea
un acto cívico trascendental, porque
es
arrojar una saeta que ha de despertar
el mayor
poder dormido, porque en ello radica
el asunto
que da justificación a nuestra vida, a
esta
existencia y paso por el mundo que
sin ellos
no tiene ni adquiere todo el sentido
que la vida
se merece. Porque ella es el cuento
que componemos
sobre la faz de la tierra , o es la vida
inmiscuirnos
en un cuento que las estrellas ya lo
sabían
desde el primer haz de luz cuando
recién se encendían.
10.
El niño
tiene derecho en los cuentos a vivir
y actuar sin
faltas, ni de caer lastimado o herido;
de entrar
a lo ignoto y desconocido. De lidiar
y enfrentarse
con monstruos, endriagos y sílfides.
De mirar
a la quimera. De escuchar el canto,
sin ser
encandilado, de una sirena en el mar
del olvido.
Tiene la oportunidad de salir siempre
ileso
y, es más, a quedar victorioso en toda
lidia y
contienda, en la cual se comprometa
y trence
en combates colmado de entusiasmo,
porque
cuento es el ejercicio para quedar y
ser siempre héroes.
11.
El niño
tiene derecho a pedir la anulación
de un concurso
si es que su cuento no es premiado,
porque
no hay nada sinceramente mejor que
su cuento.
Le asiste el derecho para apropiarse
de algunos
cuentos como si fueran suyos, como
si él
los hubiera soñado y escrito, porque
en verdad eso
es cierto y tal como lo dice ha ocurrido.
Puede
entonces cometer la libertad de firmar
como autor
de los cuentos que le gusten sin que
nadie
lo desmienta, ni el propio autor quien
ha de darse
por honrado y recibir de este modo
su mejor lauro
si un niño afirma que aquel cuento
es suyo.
12.
El niño
tiene derecho a que aquellos
cuentos
que se le lean no tengan lastres,
grilletes
ni cadenas; que sean libres cual
gacelas,
mariposas y aves del paraíso,
a los cuales
no hay que sujetar con mucha
presión
porque se estrujan y marchitan.
A quienes
hay que sostener con manos,
y brazos
abiertos, el alma pura para verlos
volar y
así poder admirarlos y amarlos
para siempre.
Todo esto es verdad y en esto
no miento
y así como me lo contaron a mí
yo te lo cuento.
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