CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
LAS COMETAS, EL DEPORTE
Y LOS PUEBLOS INDÍGENAS
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
VALLEJO
EN EL ALMA
RECITAL DE
FREDERIK
SOTOMAYOR CARRANZA
MIÉRCOLES 2 DE OCTUBRE
6.30 PM.
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN
DESAMPARADOS
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PRESENTACIÓN
DEL LIBRO DE POESÍA
ALHELÍ
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE
6 PM.
CASA DE LA LITERATURA
PERUANA. ANTIGUA ESTACIÓN
DESAMPARADOS
7.30 PM.
AULA CAPULÍ
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CONVOCATORIA
XV ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2014
LIMA:
MARTES 20
Y MIÉRCOLES 21
TRUJILLO
JUEVES 22
SANTIAGO DE CHUCO
VIERNES 23
SÁBADO 24
Y DOMINGO 25
DEL MES DE MAYO
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PÁGINA WEB
HACER CLIC AQUÍ:
http://spanport.byu.edu/faculty/GarciaM/new/CapuliXV.htm
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Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
99773-9575
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
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31 DE AGOSTO
CUMPLEAÑOS
DE MI HERMANO
JUVENAL
EL
HERMANO
MAYOR
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
EL HERMANO
A QUIEN TANTO
EXTRAÑAMOS
Danilo Sánchez Lihón
Hermano…
donde nos haces
una falta sin fondo.
César Vallejo
1. Que
las lágrimas
¡En realidad no sabíamos ni nos imaginábamos antes cuánto sufriríamos por no tenerlo entre nosotros!
Cuando mi madre amanece contenta y hace en la cocina alguna fritura que nos llena de alegría, nos sentamos a la mesa y al estar sirviendo, dice repentina secándose las manos:
– ¿Estará desayunando mi hijo? ¿Estará abrigado? ¿Estará contento?
Y ahí nos viene la pena. Y ya nada es igual. O cuando llega la hora del almuerzo, escuchamos su llamado:
– Ya, bajen hijos a comer. ¡Avisen a su papá! ¡La mesa está servida! ¡He hecho algo rico!
Y es que hay cuy con mote de trigo y papas revueltas. Y caldo de cordero humeante, ¡que a mí me gusta tanto! Al centro de la mesa hay habas verdes, cancha ¡y choclos!
Papá en la cabecera de la mesa acaba de sentarse. Y esperamos todos con la cuchara en la mano su orden para iniciar la comida.
2. Voltear
para verla
En lo más alegre volteamos a ver a alguien que está derramando lágrimas.
– ¿Algo te duele? –Es la pregunta, llena de ansiedad y zozobra. Y se oye una voz quebrada:
– ¡Mi hermano! –Es la respuesta, entre gimoteos.
Allí sentimos cómo se nos encoge el corazón en el pecho. Se mueven los ojos en nuestras órbitas tratando de que las lágrimas no se desborden.
Y si tenemos algo en la boca y lo queremos pasar se atraganta en el nudo que tenemos en el cuello y sentimos que es amargo pasarlo.
Pero mamá es quien más resiste y disimula su pena. Cuando está sirviendo algo sabroso tenemos que voltear para verla:
– ¿Pero tú mamá, a qué hora te sirves y vas a comer?
– Ahorita. Aquí está mi plato.
3. Piedra
endurecida
– Pero primero empieza tú mamá.
Y lo hace. Y todos miramos. Se lleva el primer bocado y ahí se detiene.
– ¡Pero sigue comiendo, mamá!
– ¡No puedo! ¡No puedo! ¡No puedo! –Gime, se lamenta y se encoge a llorar.
Y ahí se queda agachada, mirando primero la lejanía. Y después solo vemos su espalda sacudiéndose de dolor.
Entonces cesa el tintineo de todas las cucharas o tenedores en los platos. Y todos volteamos a ver, y a tratar de encontrarlo en el lado que permanece vacío donde se sienta Juvenal.
Ahí nos miramos los hermanos. Y, uno y otro se va agachando y empiezan a caer grandes goterones al mantel y hasta a la sopa caliente.
Y si vamos pasando los alimentos porque hay que disimular la pena, lo hacemos con un golpe como de piedra endurecida en el pecho y que no deja respirar.
4. Nuestro
gozo
Y hay un silencio sepulcral que nada lo interrumpe. Y una silla vacía. Y un aire hueco en nuestros corazones.
Papá entonces dándonos valor, trata de consolarnos y nos anima comentando:
– Él está bien. –Dice, haciendo suave y enterneciendo su voz.
Y vuelve por undécima vez a leer textualmente la carta que coge de la repisa o busca en el fajo que se guarda en la alacena.
Y volvemos a oír los párrafos ya sabidos de memoria de la última misiva que él remitiera.
Papá es recio, pero también se le humedecen los ojos cuando lee. Y siempre culmina con aquello de:
– Debemos enviarle nuestro gozo y buen ánimo, porque su hermano disputa el primer puesto del mejor colegio de La Libertad, como es el San Juan, con Alberto Cahuano, un estudiante magnífico.
5. Él
es
– Pero, quién está ganando, ¿papá?
– Por ahora Cahuano. Pero su hermano está ahí pisándole los talones. Pero, ¡qué gracia! Cahuano allí tiene a toda su familia en Trujillo que lo apoya. En cambio su hermano está solito luchando como un gladiador. ¿A quién tiene cerca? ¿En quién piensa? ¡En nosotros! ¡Y nosotros vamos a estar llorando! Él está dejando bien el nombre de su familia, de su pueblo y de la serranía.
– ¡Del ande, papá!
– Sí, del ande, porque somos andinos. Por eso no debemos estar tristes ni llorar. Por eso debemos estar contentos. Él es juicioso, él es... –Y ahí se le quiebra también la voz. Carraspea, disimula y vemos que sus lágrimas ya empapan sus labios.
– El día 22 reparten las libretas, el día 23 se embarca y el día 24 estará aquí entre nosotros.
– ¿Y cuántos días faltan papá?
– Apenas, ¡un mes!
6. Y bordes
plateados
– Pero hoy llega a nuestro pueblo y a nuestra casa Juvenal, el hermano ausente. Y esta noche no dormimos.
La casa desde inicios del mes ha sido un alboroto.
Hemos clavado repisas, alineado muebles, colgado cuadros, puesto adornos, pulido las mesas, empapelado la subida de la escalera, hemos acomodado camas.
Papá desde aquí compró el pasaje hace meses, el asiento Nº 1 del ómnibus de la Empresa Ágreda, Hermanos.
Y es que para esta fecha viajan repletos y se lucha por cada asiento, pues regresan todos los jóvenes de Santiago de Chuco que estudian en Trujillo.
Hace unos días vimos un ómnibus que llegaba. ¡Es el Ágreda! ¡Es el Ágreda! ¡Es el Ágreda! Saltamos de júbilo.
– ¡En un ómnibus como este va a venir nuestro hermano! –Gritamos.
– ¡Ómnibus fabuloso es este! ¡Verde con blanco! ¡Y bordes plateados!
7. Mirando
maravillados
Llegará hoy a las tres de la tarde. Ya ha salido ayer y ya está en camino.
A mi madre le ha vuelto la luz a los ojos. Y el color de sus mejillas es rosado, como el de una chiquilla. ¡Está linda, preciosa!
Pero, aún nos separan de Juvenal cordilleras, la cadena occidental de los andes con sus ríos, montañas, jalcas, cumbres nevadas y peligrosos abismos.
Hoy día la comida está lista desde muy temprano. Mamá cocinó de madrugada.
Ya estamos cambiados.
Las horas se desplazan lentas, pero estamos felices.
De un momento a otro saltamos de contentos. Y nos damos de abrazos y de volantines.
Mamá ya sirvió el almuerzo, aunque son las once de la mañana. Pero nadie ha querido comer. Hemos decidido esperarlo en la Piedra Bruja. Y allí serviremos la comida. Llevamos platos y almorzaremos mirando maravillados el paisaje, los bosques, el río, las flores.
8. Una parvada
de niños
Es la una, y ya estamos aquí, mirando la carretera serpenteante. Mejor sería esperarlo en Las guitarras.
Y vamos subiendo poco a poco más y más. Yendo más lejos. ¿Por qué no esperarlo mejor en La Colpa?
– ¡Claro! ¡Mejor! Desde ahí caminamos con él para que vea lo hermosa que es su tierra. ¡Miren las colinas de flores amarillas y violetas, que se elevan hasta el cielo añil donde bogan las nubes blancas! Vean las piedras llenas de malvas y shayapes.
– Y el olor a alcanfores y a manzanilla.
Pero mejor sería que nos vea en la curva de Pueblo Nuevo. Y si avanzamos a Huayatán. Ahí siempre se apea la gente.
– ¡Vamos!
Estamos ya en la colina. Somos una parvada de niños multicolores con mamá a quien la ilusión le abrillanta los ojos. Con Amelia, nuestra prima. Y Elvia, quien nos acompaña siempre.
9. ¡Ahí
está!
Ya muchas veces hemos pegado nuestra oreja en los guijarros de la carretera para percibir el rumor de algún carro que se acerque. Y siempre nos ha parecido escuchar que ya está cerca, casi a la vista.
Ya nos hemos equivocado tantas veces de mirar la lejanía, creyendo ver el humo de un ómnibus en lontananza.
Pero, a eso de las tres de la tarde mamá grita:
– ¡Ahí está! ¿Ven? ¡Ahí está! ¡Es ese! ¡Es ese! ¡Miren! ¡Allá! ¡Arriba!
– ¿Dónde?
– ¡Ahí está! ¡Ahí está!
– ¡Ahí!
– ¡Sí! Es el Ágreda. ¡Es el Ágreda!
– ¿Dónde?
– ¡Arriba, miren! ¡Por entre esos cerros!
– ¡No veo nada!
10. ¡Y
pare!
Ahora ya apareció a retazos, entre los árboles, las lomas y los arreboles de las nubes. Entre pencas, alisos y tunales.
El corazón nos palpita aceleradamente.
Ya aparece, bufando por la Pampa de los Arrieros. Esta vez sí vemos al ómnibus veloz y deslumbrante, cargado de bultos y maletas en su techumbre.
– ¡Todos agiten una prenda para que el ómnibus se detenga! ¡Todos!
– ¡A ver, empiecen a dar aviso para que el chofer nos vea y baje a Juvenal!
– ¡Ya está en la curva! ¡Agiten! ¡Agiten las prendas!
– ¡Ustedes de abajo! ¡Agiten más! Que el chofer nos vea. ¡Y pare!
Ya el ómnibus entró a la última vuelta. Y ahora debe aparecer por la curva blanca de la carretera, donde estamos parados nosotros.
Empezamos a saltar y agitar con nuestras chompas, mantas, chales, chalinas, sombreros.
11. El hermano
que regresa
– ¡Ahí está! ¡Ahí está!
– ¡Fuerte! ¡Que pare! ¡Oiga, pare! ¡Pare!
– ¡Juvito! ¡Juvito! ¡Juvito!
Nada. El ómnibus ha pasado como un bólido, sacando chispas de las piedras. Y con una llamarada de fuego en el tubo de escape, relumbrando en su cola como un cometa. Y desaparece carretera abajo.
Y ahí viene el desamparo, el abatimiento y la angustia. ¿Y, ahora?
– ¡Corran! Ahí va su hermano. ¡Corran! ¡Pobrecito su hermano!
– ¿Quién va a recibirlo?
– ¡Yo lo he visto!
– ¡Agitó su mano!
Y todos nos lanzamos en estampida, con el golpeteo de nuestros latidos en el tambor de nuestros pechos.
Y todos los caminos son nada bajo nuestros pies que corren por los prados al encuentro del hermano que regresa.
Texto que puede ser reproducido
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