CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
18 DE AGOSTO
HOY NACE A
LA INMORTALIDAD
CÉSAR CALVO
PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA
CÉSAR CALVO,
UN CUCHILLO POR
ROSTRO Y ALMA
Danilo Sánchez Lihón
1. Amante mítico
De mirada fija y fulgurante, agudo
y audaz en el hablar; era “un genio oral”, como oí decir alguna vez al
poeta Leoncio Bueno; quien siempre estaba en estado de gracia y creando
decires ingeniosos en el instante.
Para él la vida era fuego, estallido y libertad inapelables. Escribió alguna vez:
“Duermo donde me sorprende la
noche y el deseo... no puedo dormir muchas veces bajo el mismo techo, ni
en la misma ciudad ni con el mismo cuerpo...”.
Hablamos del poeta César Calvo,
quien murió el 18 de agosto del año 2000, cuando tenía 60 años de edad,
pero fue como si muriera un adolescente o un poeta siempre joven; y esto
indudablemente porque su espíritu era esencialmente de júbilo,
exaltación; de brazos y de corazón siempre abiertos.
Era dueño de un poder de seducción irresistible para con las mujeres a quienes volvía literalmente sus esclavas.
Se trataba de un amante mítico, con carisma irresistible, con instinto y aureola de ángel, demonio o divinidad.
2. Animal salvaje
Maya, la esposa de Ricardo Luna,
embajador del Perú en Estados Unidos, contaba que cuando lo alojaron en
su departamento de la High Street Kensington de Londres, era increíble
la atracción que ejercía a las hermosísimas muchachas inglesas que
pasaban por la avenida central, hasta donde él bajaba del piso en que
vivían justamente para hacer esa caza diaria de magia, amor y seducción.
No pasaban cinco minutos en que él
tardara en subir a su hospedaje a una ninfa extasiada y núbil, quien
contemplaba embelesada a aquel loco de mirada torva y de cabellos
ensortijados, que no hablaba ni una sola palabra del idioma inglés ni le
importaba.
Pero que allí tenía a la chiquilla
primorosa como un felino cogida del cuello a una paloma. O, para
siempre avasallada, a una gacela, palpitando entre sus fauces
hambrientas y listas a ser devoradas.
Niñas que se olvidaban totalmente a
qué habían ido por esa calle, de todo lo que tenían qué hacer esa
mañana, de la razón de haber salido aquel día. Ninfas que no atinaban a
saber o recordar si tenían algún trabajo qué hacer, si tenían que
asistir a algún centro de estudios, si tenían que cumplir con algún
compromiso de familia. E, incluso, a alguna cita de amor con alguien que
fuera un enamorado o un amante quien los esperaba confuso, inquieto y
humillado en alguna esquina.
3. A los hijos de su sangre
Todo desaparecía por contemplar
arrobadas a ese ser de fábula. Y luego servir de víctimas propiciatorias
en las garras de ese fauno, de ese animal salvaje.
Por demás implacable en
despojarlas a manotazos de todo lo que tenían encima. Y engullir luego a
sus presas entre gritos, alaridos y silencios. Mujeres, cuyo destino
posterior, él mismo se ufanó en decirlo, era el manicomio o el suicidio.
No es común en la poesía ni en
otras artes o campos del quehacer humano encontrar estas presencias
arrolladoras y hasta perversas de personajes que asolan caminos, rebaños
y devoran pastoras.
E ingresan hasta dominios privados
para saciar sus apetitos carnales, en muchas ocasiones con la
complacencia de los maridos solo aparentemente burlados.
De este trajín él mismo decía
cínicamente que era el mejor progenitor del planeta, porque a los hijos
de su carne y de su sangre les había puesto los mejores padres,
acomodados, solventes y burgueses, que no sabían o se hacían los
disimulados que sus hijos adorables tenían otros genes y otras almas
distintas a las suyas.
Sin embargo, este poeta nefasto,
carnívoro e insaciable tenía niveles más profundos que aquella aparente
sinvergüencería y frivolidad.
4. El mayor honor
Sólo por mencionar algunos de esos estratos:
Su compromiso con las guerrillas y
la revolución mundial. Su adhesión al mundo andino, amazónico, nativo, y
sus gestas alucinantes. Su pasión por los mitos de las diversas
culturas del Perú profundo e irredento. Su trabajo a favor de la canción
popular. Su identificación con la infancia desvalida y abandonada.
También: su exaltación de la
poesía como un don de vida supremo y valeroso, su relación entrañable y
confidente con el dolor y la muerte, su actitud de no mentir ni ser
mezquino, su severidad absoluta en no rebajar la poesía para convertirla
en publicidad propia ni en volverla carta de presentación para obtener
puestos o canonjías. Su generosidad sin límites para todo lo que era
auténtico.
Y su rechazo visceral al auto
bombo, a la soberbia y a la adulación. Qué distante de los fantoches de
feria que ahora representan para los medios la poesía peruana.
Qué lejos de los comediantes de
pacotilla. Y de los bufones trágicos que fungen de poetas, de
inteligentes y modernos, pontífices de todo, esa caterva de la cual él
se alejó implacable, pese a que tenía más méritos para ser un favorito
de la corte de aquí o de cualquier sitio.
De allí que fue quedándose solo,
él que tenía todos los atributos para ser un palaciego y predilecto del
sistema. El desprecio a esos figuretis lo fue haciendo un poeta
marginal, que es el mayor honor que se puede alcanzar entre nosotros.
5. Simplemente caída
Pero, queremos tratar aquí
únicamente la faceta o el tema del amor y en uno de sus poemas. Nada
más. Y, a la inversa de lo que podría creerse de un poseso instintivo y
lujurioso, más bien es en esta dimensión del arte cuando encontramos en
él a un romántico y atormentado esencial, pues él evoca a la mujer
cuando es ausencia, vacío que sangra, soledad y sombra que ha quedado
tatuada en la piel muy cerca del corazón. O en nuestras manos que para
siempre quedarán vacías. O cuya fragancia inunda para siempre una cama
ahora desolada.
La canta cuando duele el pozo y la
ausencia que ella ha dejado. Cuando se sufre y ella está lejos, cuando
no responde y la hemos definitivamente perdido.
Son muchos los poemas de amor
intenso y apasionado que él escribe. Pero entre ellos hay uno, que se
incluye en su libro Pedestal para nadie, fechado en el año 1971 y que lleva ya en su título esa marca de oquedad, de abismo y despedida que señalábamos antes.
El poema se titula: “Para Elsa, poco antes de partir”.
Y es de aquellos que se escriben al borde de un despeñadero, al filo de
un puñal que se blande, en la orilla más cruel del desamparo o mientras
caemos del acantilado al mar buscando el olvido. En la caída misma.
Donde el decurso ya no se da como una prolongación de algo, tampoco como
una cuerda que se tiempla y al final se rompe. Si no que es simplemente
caída. O como un cuchillo que cercena y divide lo más querido.
6. Esa leve mariposa
Lleva el poema el nombre de una mujer: ¡Elsa!
Y puede ser que ella haya
existido. O puede ser que solo sea el presentimiento de su aliento en la
puerta. O solo su queja en los resquicios de la ventana. O apenas sus
pasos en la escalera, O su sollozo o quejido en la esquina solitaria del
cuarto. O el roce de su falda en el pavimento.
Ocurre algunas veces que esa mujer es la muerte misma, misteriosa, sensual y provocativa.
O que es la vida, que también es hembra. A veces candorosa, íntima, recatada. Y otras veces obscena, impúdica y desalmada.
Lo que sí sabemos es que este
poema es de aquellos que se escriben en el acantilado más tajante del
destino, en el estallido y la ruptura del tiempo. A un paso del suicidio
donde él solía pararse desgreñado, iluso y enamorado. En el suicidio
mismo en el cual convirtió su vida a cada instante y a cada paso.
También puede estar dedicado a
aquella señorita de alas negras, puntual e infatigable; a esa leve
mariposa de las horas secretas, plácida y entrañable que es la muerte,
¡cuya intuición y premonición las tenemos clavadas en los nervios y en
nuestras raíces de hombres!
7. Un trapecio vacío
El poema empieza con una imagen
ingenua pero a su vez apocalíptica, que refiere del pavor, de la
angustia y de la soledad que se cierne abajo, cuando dice:
Porque vivo hace siglos en el aire
como
un
trapecio
vacío
yendo y viniendo
de lo que he sido a lo que no seré
Y simula en los versos un trapecio
vacío, que es lo mismo a decir: una huida y un regreso, un elevarse y
un caer, un mecerse y un hundirse.
No es una raíz hundida en tierra.
No es una piedra quieta y estupefacta. Es un pedrusco que se balancea y
en su momento cae. Un nómada en el desierto. Un rayo que se pierde en el
horizonte.
Un relámpago que se anonada:
Porque cruzo los días como un puñal la cara del que huye,
como lápiz sin dueño sobre el papel en blanco
8. Tu vientre en el silencio
¿Dónde estás? ¿Dónde adivinarte a estas horas? ¿Piensas en mí? Te digo yo a ti, fuera del texto, al otro lado de esta puerta.
Porque escribo estas líneas no solamente con mi vida
sino con el jadeo de todos los fantasmas
que me amaron,
de todos los fantasmas que murieron y renacieron
con el rostro vuelto a una feroz desolación,
culpándome
Porque con culpa escribo, con el lento rumor
de tus ropas
cayendo en la penumbra de Ginebra, cuando aún
era tiempo
y los relojes ignoraban el peligro, sus agujas
como el abrazo de un náufrago en la dichosa
profundidad,
mi boca persiguiendo tu vientre en el silencio que
precede a los incendios
y las almohadas húmedas y los ojos que ya no veré
nunca
girando en los espejos y en la noche infinita:
ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
9. El vino fúnebre
¡Ah, cuando el alma yace trémula o
cae en vértigo! Cuando es voz que suplica y que mendiga. Pero eso será
una sola vez, ¡lo juro! Después, nunca más.
La vez que fui confidente y
coloquial contigo. Y otras un bramido, herida el alma, como un oleaje
que se va, que se pierde. Y va hablando y hablando. O un corazón que
palpita inocente y vulnerable en tus manos. Habla pues, ¿Quién soy?
Mírame. Estoy aquí. Y te llamo.
Ni cerca ni lejos. Y ante quien, pese a ello, me despido, le digo adiós. Y otra vez te ruego inútilmente:
ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
En todo cuerpo que mis manos conduzcan
a la hoguera,
en todo cuerpo que mis manos alejen de la orilla,
tú seas el reverso de esa inútil victoria,
la única copa que no desdeñe después del vino
fúnebre
¿Acaso, no eres tú? ¿Acaso, no soy
yo? ¿Acaso no sé quién eres? Acaso, ¿no estás aquí? Como el reverso de
toda inútil victoria. E, igual, la única copa que no hemos de desdeñar
después del vino fúnebre. Tú. Y yo. ¡Sólo tú! ¡Y solo yo!
10. Esa hermana compasiva
Acaso, ¿no es todo amor síntesis
de todos los amores? No es necesariamente el primer amor, sino la suma
de todos, el amor intenso, sublime y total que nos marca a fuego lento.
Es el amor el que siempre nos
asalta y siempre nos olvida, moribundo en el campo de batalla.
Arrodillados ante el ser que se adora, por el cual se lucha y por el
cual se sucumbe. Y que ya no está aquí, que se fue dejándonos heridos.
Ahora, ¿a quién invocar? ¿Cuál es mi última apuesta en este juego de la vida y de la muerte?
¿Cuál es mi última verdad y mi
última espada? Es espina o es mi última piedra? ¿Ante quién rogar y, por
último, ante quién doblar la rodilla?
No es solo una mujer. Son muchas
esencias y contingencias. Es también la insurgencia de los pueblos y la
revolución mundial. Es la canción popular, la enfermedad dolorosa, ¡la
infancia ensangrentada en las guerras fratricidas! Y la muerte, esa
hermana compasiva.
O son todos estos hechos, seres y fantasmas juntos. Es la aventura suprema de la existencia:
Nada puede aprisionar el viento sino la libertad
11. Yo no sé qué pasó
Nada sino la libertad podría rodearnos ahora
y hacerte comprender que estuve solo
porque la intemperie no cabía en aquel cuarto
sórdido
que tú insistes en llamar país, doce millones
de rostros
pegados a los muros de un Orden repudiable
y desleído
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo
ayúdame a no golpear y golpear la puerta
como si ella tuviera la culpa
Ayúdame a ser la llave que abra sin cerrar
nunca nada
¡Ayúdame, ayúdame! Es la imploración de quien carga el peso del mundo.
A la vez es el recuento de todo lo
vivido que estalla en una despedida. Es el testamento ológrafo de
cuando los dos éramos cómplices. ¿Te acuerdas? Yo no sé qué pasó. Yo no
sé qué pasará ni será después. Las imágenes que invaden nuestra mente y
hacen estallar nuestro corazón segundos antes de estallar o morir.
12. Los días pasan
Está aquí palpitante su
preocupación por el destino del mundo, pero no como himno de combate o
proclama de lucha, ni siquiera perspectiva de triunfo ni mucho menos
coronación de gloria por celebrar.
Está el amor, no como posesión
sino en la perspectiva de la privación y la melancolía. Está el dolor
vívido y sangrante del adiós, la inmolación y rayante el amanecer:
Porque yo he recorrido las colinas de Francia
y he visto
en el estruendo verde, en la delicadeza desbocada
de junio
he visto un niño lejano y eternamente dormido bajo
un río de sangre
Y he cruzado el Pont Neuf con los ojos vueltos
al turbio origen del destello
.....
Los días pasan por tu rostro como una cicatriz
oscura
13. La sed en tu cuello
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo
y que destruyo
y mis dedos te palpan con la voracidad de un ciego
en la noche
Me había olvidado de la noche
¿No se siente acaso en este ritmo,
no ya en el sentido inteligible de la frase sino en el golpe de los
acentos en las paredes del alma, el terrible trance de la bifurcación de
caminos que se mezclan y apartan?
¿Y la separación de las aguas y de
las almas que en algún momento se han querido? ¿Y se abrazan? ¿Y se
palpan en la noche desolada?
Dime: ¿qué sería para ti si yo
muriera? ¿Si nunca volviéramos a encontrarnos, ni vernos? D´, pues, ¿qué
sería? Y así ruegas. Y eso ocurre a menudo.
Me había olvidado de algo tan simple y verdadero
como beber un vaso de agua, levantarme en la
sombra
de los cuartos prestados, dejar correr el tiempo
todavía entre sueños y luego despertarme con la sed
en tu cuello
¿Te acuerdas de mi sed en tu cuello? Hasta ahora la padezco sin consuelo ni remedio.
14. Yendo y viniendo
Me había olvidado que la vida también está hecha de
todos estos ínfimos, esos heroicos acontecimientos
que se cumplen a tientas
entre un cuerpo desnudo y otro cuerpo desnudo,
entre el cauce del río y el vaso de la boca
¿En qué abismo nos encontramos
para habernos olvidado hasta de algo tan simple y verdadero como beber
un vaso de agua? Que aplaque la sed infinita de sentirnos eternos por un
breve instante, tú y yo recostados aquí para siempre.
¿O de estos ínfimos acontecimientos que se cumplen a tientas?
¿En qué encrucijada tiemblo o tú tiemblas sin poder encontrarnos?
Quizá en aquel punto muerto, en
donde a veces caemos. En donde la vida y la muerte ya no importan nada,
trepados en el arco y la flecha de lo inútil, o en la ola de la peor
amargura.
De pie en el trapecio que se mece.
En el vacío de lo que va y viene, yendo y viniendo, mientras abajo el
agua se hace espuma y brama el torrente:
15. El caminante que no pide nada
Me había olvidado de escribir simplemente,
como quien bebe
o ama, sin que el Olimpo se me suba a la cabeza
Me había olvidado que un poema se prepara
con minuciosa alegría
como un regalo que ya nadie espera, y se moldea
con urgencia
y violencia, con irrepetible, con irremediable ternura,
como hacerle el amor a una mujer que va a morir
mañana
Me había olvidado que te vas a morir mañana
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
Me había olvidado que me voy a morir mañana
que no pide nada sino un poco de camino
.....
pero que yo no me dé cuenta
que no husmee tu mano
16. Deja abierta la puerta
Que yo tampoco nunca lo sepa. Que nunca más sepa de ti. Ni tú de mí. Que nunca te busque, ni tú a mí. Que no husmee tu mano.
.....
me había olvidado
el receloso animal que me habita
.....
...ayúdame a no olvidarte
y la pesada piedra que me amarra hacia el fondo
sea una pompa de jabón, las alas de un dulcísimo
castigo
Ayúdame a ser el caminante que no pide nada
sino un poco de camino, un tronco de sombra junto
al fuego
Pero que yo no me dé cuenta, que no husmee tu mano
el receloso animal que me habita
el desolado animal que me habita en la noche
y en el día
deja abierta la puerta para que tú regreses o me vaya
17. Se aviva o se apaga
Lo evidente es que comprobamos en
toda la poesía de César Calvo, y especialmente en este poema, que la
mujer es sobre todo para él una compañía fundamental y protectora en el
intento de cruzar el infierno, como sombra amada, añoranza e ideal.
¡No era cierta, entonces, la pose
cínica y succionadora de las entrañas de esas naturalezas vírgenes
doblegadas a su poder y a su seducción irreparable!
¡No era cierta, entonces, aquella
actitud voraz, carnívora, de dios o demiurgo azotador! En extravío
febril, en paroxismo sexual, ¡en grito y gemido de fiera que devora!
No eran ciertas sus víctimas. ¡Él era la víctima siempre! El victimario ahora llora y sangra.
¿A quién tender los brazos? ¿Quién vela o espera a estas horas? Qué es aquello que aviva o apaga la vida. ¿Hay una mujer aquí?
La naturaleza de la poesía casi
siempre se aviva o se apaga en relación con la mujer, sea amante, madre,
hermana, esposa, fantasma.
18. Cuando los labios cesan
Y así esté frente a frente la
muerte, y el hueco se abra entre los pies de ambos, la mujer es sobre
todo y será siempre, y para él, la caridad perfecta, mundo piadoso y
consuelo en la peor excomunión:
Ayúdame a quedarme cuando me encuentre lejos
cuando me encuentre lejos de la memoria
que me devuelves
sin proponértelo
como quien llena un vaso de agua simple
y en el gesto de su mano extendida caben todos
los mares
.....
Ayúdame a quedarme cuando yo haya pasado
cuando yo haya pasado sobre el papel en blanco
como un cuchillo por el rostro
de estos días
en donde tú ya eres
la sonrisa que insiste cuando los labios cesan
19. Bañado en sangre
El mar se abrirá entonces
y ha de pasar en medio
de las olas
ese
niño
indefenso
y en su mano nosotros como el último fósforo
Y así también yo te perdí, tan simplemente.
Para Elsa, poco antes de partir,
de César Calvo, es su carta de despedida o de suicida. Ya no de
navegación, porque ha sucumbido todo y no hay lugar a salvar nada, ni
siquiera hay ruta hacia otro mundo, es apenas la confesión en su última
instancia y de su último enigma. Y uno de los poemas más hermosos e
intensos de la poesía universal.
En la conferencia que diera en el
Instituto Italiano de Cultura de Lima, en julio de 1974, tres años
después de la fecha que figura como de la composición de este texto,
declaró lo siguiente:
Poco después me ocupó
totalmente la certeza de que sólo podía escribir sobre un cuerpo
sediento, encimado al relámpago perpetuo… como quien galopa por una
playa infinita, desnudo y bañado en sangre, dando gritos de goce y de
victoria…
20. Como lo fue y lo es
Y, como una marca de fuego y dolor a esta cita, quiero poner otra inscripción que es el reverso de esta medalla.
¿Cuál es? Esta otra. Enunciado o confesión que conmueve profundamente por su significado y por venir de quien viene.
Y porque corrobora lo que decíamos
antes: que la mujer amada pudo ser solo una sombra en el muro, que ella
no pudo ser más, que esa es toda su carnalidad.
Y un vacío en el alma. Mucho peor,
de aquello que más ocurre y duele tanto: la felicidad que se esfuma
entre las manos. O de la pavorosa soledad del ser. Peor si fueran dos
que se sienten solos. Dice él:
He aprendido en esta vida, si
he aprendido algo, que nada hay más hermoso, nada más perdurable ni
perfecto, que el recuerdo encantado de lo que nunca ocurrió.
Así es el universo de magnífico y
misterioso, que solo se lo puede saber y sentir cuando estamos frente a
un poeta verdadero y auténtico como lo fue y lo es para siempre, gracias
a Dios, César Calvo.
21. Campana de palo
Él tenía todas las condiciones
para ser un personaje envanecido y soberbio, ufano y ególatra y no lo
fue así. Para desenvolverse como un favorito del sistema, como un
despectivo y áulico, arrimado al poder señorial y virreinal que subsiste
e incluso ahora tiene aún más mando e imperio en nuestro suelo.
Sin embargo, no consintió en ser
señorito ni cómplice. No se dejó tentar por ninguna prebenda. Y no había
Presidente de la República que no fuera su amigo, ni medrar dentro o al
pie del sistema. Optó más bien por la orilla opuesta, por la antípoda,
alineándose al lado de los pobres y desheredados.
Optó por ser un trabajador consagrado a su misión histórica, escribiendo incluso en la sombra y a oscuras.
A este respecto, hay un hecho
objetivo y conmovedor que encierra un profundo significado: su columna
periodística “Campana de palo”, que escribía todos los días para el
diario El Popular de Lima, fue censurada y sacada de circulación, porque
arremetió contra el Servicio de Inteligencia del Perú y se adhirió y
defendió a personas perseguidas políticamente.
Su columna ya no salió. Pero
igual, la seguía escribiendo pacientemente día a día, pese a que tuviera
la puerta amurallada de piedras. Y no se publicara de ella ni una sola
pizca o línea, pero él la hacía como si tuviera ojos y oídos hacia
afuera, como si alguien lo escuchara o lo viera. ¿Quién, digo yo? Él.
22. El fondo de lo que somos
¡Imagínense! Si eso pasó con César
Calvo, qué no pasará en nuestros países con escritores de menos ánimo,
que en su caso era gigantesco, quien para los demás abría todas las
puertas.
Pese a que su columna no entraba a prensa, la seguía haciendo puntualmente. ¡Ah, carajo!
Este hecho es un símbolo de lo que
le ocurre a un escritor del brillo y de la magnitud de César Calvo, si
es que no sigue las pautas que le ordenan seguir.
Y es que él no se acomodaba a las normas y reglas de asco de los grupos de poder aquí.
Y es que César Calvo escribía para
el fondo de lo que somos y no para la superficie; escribía para el
futuro, para los niños y jóvenes de la posteridad.
Por eso, muy pronto se apartó del
mundo complaciente, hedonista y maloliente de las relaciones públicas en
función de cofradías, de favores que se prestan o se alquilan.
23. Sinceroy transparente
Muy pronto se auto expulsó de los
cotillos armados en base a llamadas melosas, infestadas por los
favoritismos cómplices y los intereses espurios o bastardos.
Muy pronto se dio cuenta que una
vida auténtica se funda no siendo merodeador de canales de televisión,
ni de suplementos de periódicos, ni de revistas con secciones oficiosas
de literatura.
Muy pronto se dio cuenta de lo importante que era no estar en el escaparate, sino ser genuino, laborioso y hombre digno.
Muy pronto se curó de no
inquietarse por ostentar un premio, ni tener un programa en la
televisión para desde allí sembrar obsecuencia e impostura.
Y es también por eso que a él en todo momento se lo sienta sincero, transparente, diáfano y virtuoso.
24. No debió haber muerto
Y la muestra es esta: murió en un
hospital de caridad. Pese a ser querido por mucha gente pudiente, amado
por mujeres de muchos caudales, incluso habiendo hecho sucumbir a reinas
de belleza y tener las puertas abiertas de los palacios,
Pudo hacer del perfil de su vida,
como muchos de los espurios e ilegítimos que ahora hay en todo sitio en
donde hay poder y dinero, una feria y un carnaval.
Sin embargo, murió en el Hospital
Rebagliatti, pero antes estuvo en el Hospital Dos de Mayo, abandonado
por esa clase que dice representar la cultura y el mundo académico en el
Perú. E incluso “él no debió haber muerto”, me dice Max Silva Tuesta.
Murió porque según este entrañable amigo suyo hubo una intención de matarlo o dejarlo morir.
¿Quién? Esa cultura nefanda y mezquina.
25. Incapaz de claudicaciones
Meses ante de su muerte se tuvo que recurrir a una colecta pública para curarlo de una enfermedad al oído.
Y si hubiera habido fosa común es casi seguro que sus restos hubieran ido a parar a ese sitio.
Tal y como fueron arrojados los
restos de los sublimes de todos los tiempos: Francisco Villón, Amadeus
Mozart, Gustavo Adolfo Bécquer u Oquendo de Amat.
La pregunta que se abre como
grieta es: ¿por qué, pese a su talento, a su estampa de príncipe y a su
don con la palabra de embrujador de serpientes, tuvo aquel destino
aciago?
¿Por qué el ostracismo luego de haber sido adorado tanto?
La respuesta es sencilla: por su
indoblegable verdad, por su honestidad de artista a toda prueba, por su
genio profundo, incorruptible e incapaz de claudicaciones.
De allí que auguremos para César
Calvo el mejor de los destinos, cual es desaparecer por un tiempo muy al
fondo y muy adentro de la tierra, entrando al seno de la pacha mama.
26. Cargan su ataúd
Porque allí ha sido acogido como el guerrero que fue y que es.
Hasta allí ha bajado en hombros de los combatientes obreros, campesinos y estudiantes que forman una larga columna.
Y luego, en aquel sitio adonde ha
llegado su heroico catafalco ha sido cargado en hombros por los grandes
de nuestra patria que lo han acogido emocionados como hermano de
batalla.
Y allí va en hombros de Mariano Melgar, de Javier Heraud, de César Vallejo, de José María Arguedas.
Cargan también su ataúd José Carlos Mariátegui, Túpac Amaru, el maestro José Antonio Encinas y José María Eguren.
Y, después de ser sepultado en el
humus más fértil, que forman nuestras entrañas telúricas, dando un grito
de libertad resurge por cada huaca, pacarina o apu, para elevarse luego
como sale el sol de amanecida.
Para ser con Manco Cápac, y todos nosotros juntos, el fundador de un tiempo nuevo.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente