Danilo Sánchez Lihón
1. Consagración
profunda
Conocemos de Luis Felipe de la Puente Uceda sus actos
de político honesto, quien finalmente subió a la montaña a darle a la política
del Perú, américa y el mundo dignidad, coherencia, moral y valentía.
Conocemos del abogado intachable que hizo todo escrupulosamente
a partir de las leyes tanto formales como de aquella otra más certera y que
tiene más bien como su referente principal la conciencia humana.
Conocemos del orador magistral en la noche del 27 de
febrero del año 1964 en la Plaza San Martín de Lima ante una multitud
enfervorizada de más de treinta mil almas, dando lineamientos que constituyen
una pieza fundamental para comprender y transformar la sociedad de esta y otras
épocas, de esta y otras regiones del planeta tierra.
Se conoce el modo cabal y certero de análisis de la
realidad de quien antes de graduarse de abogado obtuvo su título de profesor en
Filosofía y Ciencias Sociales, poseedor además de un conocimiento cabal de los
fenómenos históricos y de una lógica implacable.
2. Hijo
amoroso
Conocemos al pedagogo y maestro capaz de escribir las
parábolas que conforman su libro de «Cuentos revolucionarios», que asombran por
la lucidez de sus planteamientos y las conclusiones que de ello se desprenden.
De todo ello se conoce bien, pero no de la inmensa
dimensión humana de este hombre legendario; cuál es su amor a la libertad, a
las tradiciones y a la cultura popular de la tierra que lo vio nacer, como es
Santiago de Chuco, lar natal al cual dedicó una emoción y una consagración
profunda.
Conocemos en algo al dirigente que pese a estar
menoscabado en su salud, subió a las montañas a enfrentar más bien imbuido de
utopía y sacrosanto coraje, y con la convicción santificada de cuál era su
misión ineludible, a enfrentarse digo a uno de los ejércitos más poderosos de
América Latina.
Pero no se conoce al hombre sencillo, con enorme don
de gentes, gregario, sociable, amiguero, amante de las fiestas. No se conoce al
hijo amoroso, al ser sensible que se dejaba conmover por todo lo que en este
mundo hay de belleza.
No conocemos al hombre traspasado de una enorme
vocación religiosa, al hombre de fe, con la humildad de un acólito del rito de
la eucaristía dominical. A aquel integrante del grupo de muchachos que
acompañan al sacerdote en la catequesis parroquial, ingenuo, entusiasta y
transparente.
3. Trasunta
valores
Luis Felipe de la Puente escribió cuentos con un
propósito doctrinario y pedagógico, y que constituyen una especie de parábolas
en donde se enseña, por ejemplo acerca de los árboles, donde uno es bueno y el
otro es malo y se plantea que es necesario volver a hacer surgir al bueno en
quien nació o se hizo malo.
Hay tres ideas que se sostienen de cómo acometer este
desafío: primero fabricar un andamio y operar desde lo alto del árbol cortando
y cambiando las ramas, con lo que se quiere representar a quienes piensan que
cambiará una sociedad eligiendo bien a un Presidente de la República como a los
parlamentarios al Congreso.
Y así sucesivamente, se revisan planteamientos hasta
llegar a la posición de quienes piensan con mucha convicción que hay que cortar
el tronco y echarlo abajo manejando las hachas de la revolución.
Pero las hachas, dice, tienen una parte de metal y
otra de madera. La de metal es el ejército que asume defender los intereses
populares. La parte de madera es su conexión política a la conciencia que asuma
la población en la defensa de las ideas de cambio y renovación.
4. Lo alentaba
el amor
Así como esa dimensión arriesgada que él enuncia pero
que no solo predicó sino entregó su vida en aras de sus ideales y de lo que
creía, hay otras múltiples facetas de su personalidad que trasuntan valores
extraordinarios.
Algunos de los cuales la obra Simiente que brota es
Luis de la Puente”, intenta recoger porque contribuyen a la construcción y
forja de la utopía andina en la cual nos hallamos empeñados en contribuir a
alcanzar a través del movimiento cultural Capulí, Vallejo y su Tierra. ¿Cuáles
son? Algunos como los siguientes que personalizamos en cómo él era:
Era un hombre bueno, quien prodigaba una profunda
generosidad y adhesión a los pobres y desheredados de siempre, del Perú,
América y el mundo. Lo alentaba el amor y no el odio: amor a los humildes, a
los indígenas, a los niños.
Ninguna componenda, ningún lujo, ninguna prebenda
aceptó ni mancharon su vida. Se negó sistemáticamente a postular a ninguna
sinecura, cargo público, curul parlamentaria o alcaldía. Rechazó todo
electorerismo. Rehusó el dinero y todo vínculo con ricos y poderosos. Su vida
estaba signada por lo auténtico, lo preciso y moral.
5. Hechizado
trovador
Por eso, cada año el 23 de octubre Capulí, Vallejo y
su Tierra ha rendido homenaje a Luis de la Puente Uceda, sea en Lima o en
Santiago de Chuco su tierra natal, de dónde provino además un numeroso
contingente de jóvenes que lo acompañaron en su gesta libertaria.
Pero también hemos evocado su memoria en otras
ocasiones, como es el día en que él naciera, 1 de abril, como en las fechas en
que se celebra la canción andina y criolla, de las cuales él fue devoto cultor
y cantante apasionado, autor de varias letras de canciones como Palomitay y
China santiaguina.
De allí que la figura legendaria de Luis Felipe de la
Puente Uceda, como la de César Vallejo,
desbordan los respectivos campos a los cuales consagraron sus vidas, sea el
campo de la literatura en el caso de César Vallejo, sea el campo de la política
en el caso de Luis Felipe.
Son estos otros atributos los que contribuyen y hacen
digna su universalización: por ser guerrero insigne, político visionario,
escritor de cuentos formativos, amante de las tradiciones de su pueblo,
organizador social, promotor cultural, paradigma de amistad, de hijo, de padre
y hombre.
6. Para darle
batalla
Es típica en él su faceta de cantor, serenatero y
hechizado trovador, amante genuino de la música popular, trayendo a la banda de
músicos de Julcán a la Fiesta Patronal del Apóstol de su aldea natal Santiago
de Chuco. E incluso, hay una dimensión religiosa en su vasta personalidad; pues
concurría a misa todos los domingos, y comulgaba.
Pero lo que más resalta es su actitud de servicio, que
se transparenta en las tres vocaciones que eligió y en las cuales realizó
estudios alcanzando a graduarse en dos de ellas. Estudió medicina, educación y
derecho, esta última incluso aparentemente alejada de servir a los intereses
populares, pero no en el caso de él.
Él adopta la carrera de abogado para defender a los
campesinos de gamonales y terratenientes y para darle batalla a los señoritos
ricos en su propio terreno. Porque ellos han dominado nuestro país desde los
juzgados y los escritorios y desde al aparato jurídico y la aparente legalidad.
Porque el despojo de tierras, ¿desde dónde partía y
ocurrió? Primero desde las oficinas de abogados y de gente que festinaba
expedientes y adulteraba trámites, como distorsionaba leyes y reglamentos.
7. Vive
en el corazón
El hurto y la rapiña primero se registraron encima o
debajo de los papeles sellados y de tinta con aparente formalidad. Para darles
batalla en ese terreno estaba él y siempre su labor como hombre de derecho fue
defender todo lo que fuese reclamo y reivindicación popular.
Por eso se dice que hay dos clases de hombres sobre la
faz de la tierra: los que sufren, aceptan y padecen la realidad, que son
multitud, y otros que suelen cambiar la historia, que son únicos, raros, unos
cuantos a lo largo de la civilización, y que aparecen muy de cuando en cuando.
Luis Felipe de la Puente Uceda era de estos últimos hombres.
Ahora bien, todo depende con qué propósito y en qué
sentido se animan y alientan dichos cambios, porque cuando los fines son para
que se instaure y reine la justicia, el bien, la verdad y la belleza, y mucho
más cuando la vida ha sido un sacrificio, una estela de luz inclaudicable y una inmolación, esos destinos resultan
providenciales.
Uno de ellos en la historia humana es Luis de la
Puente Uceda, por eso vive ahora en el corazón del pueblo, y vivirá
eternamente.
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