Danilo Sánchez Lihón
1. Labor
venerable
Aún en el 1990 no conocía personalmente al maestro
Luis Jaime Cisneros, pero al invitarlo por teléfono a presentar un libro mío
titulado “Leer es amar”, en la Feria del Libro de ese mismo año, aceptó de
inmediato, gustoso y complacido.
Ese gesto espontáneo, rápido, impensado, me
impresionó, dejando en mí un sentimiento de gratitud, de admiración y una
sensación de asombro y orgullo respecto al personaje con quien acababa de
hablar.
Era un maestro egregio y venerable, y ¿cómo me había
contestado? Confiado, afable, familiar. Él venía desempeñando desde hacía
tiempo una labor venerable y rectora en nuestro país, consagrado a la docencia
en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y como profesor invitado
anualmente a desarrollar una cátedra en la Universidad de La Sorbona de París.
Presidía la Academia Peruana de la Lengua y había
dirigido importantes instituciones e, incluso, medios de comunicación de gran
impacto y cobertura en el ámbito nacional, como el diario “El Observador”.
2. Empezando
desde arriba
No obstante la celebridad de que gozaba era una
persona llana, asequible y bondadosa. Y así fue otras veces en que concurrió a
diferentes actividades a las cuales lo invité, realizadas por el Instituto del
Libro y la Lectura que yo dirijo.
Y lo hacía ya sea para presentar obras o para
adherirse a algún homenaje que estábamos organizado, el último y el único al
cual no alcanzó a estar presente fue el dedicado a Georgette de Vallejo, pocos
días antes de su muerte.
A dicho acto de celebración realizado en el Instituto
Raúl Porras Barrenechea de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos no pudo
asistir porque tener la salud muy quebrantada, pero sí nos alcanzó una preciosa
nota de adhesión escrita de su puño y letra, y la cual leímos con el aplauso de
toda la concurrencia.
Asistía temprano, y ya sentados en la mesa de
expositores, esperábamos a que el público llegara; él mirando todo el contorno
y comentando cada detalle del salón, al principio empezando desde arriba, desde
las vigas y la bóveda del techo siempre haciendo anotaciones sobre la
estructura y los materiales de la edificación, y el orden de la casa.
3. Académico
connotado
Se detenía a considerar acerca de cómo la casa estaba hecha, de la
ubicación y la amplitud de la puerta de entrada, de la estructura de su
construcción, paseando sus ojos sabios por uno y otro aspecto no exterior sino
interior de dicha edificación.
En la casona del Instituto Cultural Peruano
Norteamericano, ICPNA de Miraflores incluso me contó de la familia que allí
había vivido, de los dueños, padres, abuelos, y de las últimas generaciones de
hijos y nietos y de todo el linaje que allí había nacido, crecido y formado.
Así, me di cuenta que él no vivía encerrado vivido y
se en los libros o textos, ni solo en las palabras dada su condición de
académico connotado, sino inmerso en la vida.
Y como buen limeño que era en los blasones y las
tradiciones, y en el registro de las familias y de las casas donde estas vivían;
y de cada estampa y faceta de la vida cotidiana en esta ciudad que lo fuera de
oidores, prelados y virreyes.
4. Fervor
y esperanza
Tenía muy en los labios el recuerdo de su padre, al
cual inmediatamente evocaba. La primera vez que nos conocimos lo consideré un
recurso literario o lingüístico del gran comunicador que él era, porque lo
expresaba ante su público.
Tanto que yo mismo me dije: es para hacer entrar en confianza a su
auditorio, puesto que si alguien nos habla de su padre uno considera que esa
persona ya es nuestro amigo. Pero después comprobé que la figura de su padre
estaba en todos sus diálogos y lo acompañaba en cada paso que daba.
A este humanista conspicuo e insigne de nuestro tiempo
le hice una entrevista en octubre del año 2004, para la revista AQUÍ dirigida
por Eudoro Terrones Negrete, y en la cual colaboraba con cierta frecuencia.
breve por el siempre restringido espacio de las revistas.
Lo difundo ahora porque versa sobre el tema, siempre
actual, importante y nunca suficientemente tratado de la educación, de la vida
en los centros de educación superior y
en particular acerca del docente universitario. En ella me impresionó su
fervor y esperanza en los jóvenes de cuya alma y en la realización de sus
ideales él vivía pendiente; y es en donde él vivirá permanentemente. He aquí
las preguntas y respuestas desarrolladas en aquella oportunidad y que tuvo
lugar en su casa de Miraflores:
CONVICCIÓN DE PAÍS
Y VOCACIÓN
DE MAESTRO
Luis
Jaime, la crisis de la educación actual, ¿a qué factores cree que se debe?
A múltiples motivos. Uno de ellos a que los objetivos
de la escuela ahora son competencias en el campo de las ciencias y en el área
de las técnicas, ya no en el de las humanidades ni en el de las artes, como
debiera ser siempre.
¿Esto
difiere de los fines de la educación que había antes?
Los objetivos de antes eran formar ciudadanos y
preparar para la vida. Actualmente el propósito es preparar candidatos para la
universidad, siendo así que se entuba a toda una población para que postule a
dichas instituciones con el agravante de que sólo ingresa una minoría. ¿Qué
ocurre con la inmensa proporción que no logra ingresar? Sufre un desencanto, un
arrasamiento y una frustración.
¡Y
esto es muy grave!
Gravísimo. Procediendo de este modo, y en la medida en
que nos hemos ido sometiendo a las tecnologías, nos hemos ido empobreciendo y
pauperizando en lo que es una verdadera y genuina educación, cual es ser
verdaderos y auténticos seres humanos.
Y
con los maestros, ¿qué ocurre? ¿Están a la altura de sus responsabilidades para
corregir esta situación?
Se ha menoscabado mucho la carrera magisterial. Ya no
se es maestro por convicción y vocación, como tampoco se es policía por
altruismo, abnegación y servicio, como cabe esperar. Estas actividades humanas
se han masificado, deformado y perdido su sentido primigenio, las mismas que
tenemos que volver a enaltecer.
Señale,
Luis Jaime, un vicio invisible y solapado de la educación actual.
Programar la educación, hacer informes, llenar
papeles, atiborrarnos con la avalancha de papel impreso que no sirve para nada
sino para embaucar. La educación no se programa, no está en un programa, se
vive, se comparte, se goza o se sufre. Por ejemplo, esa cosa ingenua e
ininteligible que es el sílabo. ¿Para qué sirve? Ahora se da importancia a esas
cosas triviales y efímeras. Al maestro hay que dejarlo ser maestro de a verdad.
Es
parte de la pretendida modernidad y tecnicismo que se quiere dar a la
educación.
Y la sumisión a las convenciones. Mucho daño nos hace
los alegatos de los técnicos, las modas y los prejuicios de los especialistas y
“expertos”. Y de las apariencias. Por ejemplo, todos quisieran seguir una
carrera universitaria, tanto que si el hijo no es médico, abogado o ingeniero,
hay el concepto que se ha fracasado en la vida, de que otros desempeños no
tienen la categoría, el protocolo y la representatividad que tienen las
profesiones liberales. Y esto es alentado, incluso, desde la política oficial
del Estado.
¿De
qué modo estos errores se transparentan en las políticas de Estado?
Por ejemplo, las autoridades públicas convirtieron a
las escuelas de ingenieros, agrónomos y normalistas, en universidades, lo cual
es un craso error y un desatino. Y se siguen convirtiendo las escuelas en
universidades. En las escuelas se enseña a hacer algo. Ahora se pretende hacer
una Universidad de las Artes, lo cual es una aberración.
Y,
a nivel social, ¿qué es lo que, para usted, falla en relación a la educación?
La solvencia del hogar. Mire, hogar y escuela tienen
que ser complementarios. Antes la escuela secundaba lo que se ofrecía en el
hogar y viceversa. ¿En qué se ha convertido el hogar en los últimos tiempos? En
el predominio de la televisión, ahora ya en todas las habitaciones de una casa.
Se ha instalado con un predominio omnímodo la televisión. De ahí parte la
crisis.
Y
esto es tocar políticas generales de país. ¿Encuentra alguna contradicción
entre política y educación?
Ninguna, al contrario. Desde los griegos política y
educación son afines. Y Sócrates, para ser más preciso, fundamenta que el
primer objetivo de la política es la educación; el segundo la educación, y el
tercero la educación.
¿No
le parece que estamos atosigados de política, Luis Jaime?
Lo que vemos ahora no es política, son negocios o
comercio. La verdadera y auténtica política se preocupa por el gobierno, no por
el poder. Entonces, nada más vinculado que la educación y el gobierno de un
país. Pero hagamos política para gobernar y no, como ocurre ahora, para
detentar, mal usar y pervertir el poder. Y para lucrar, que es peor.
¿Esa
deformación tiene que ver mucho también con los medios de comunicación?
En los medios es donde se refleja nuestra situación.
Las únicas veces que dedican algún espacio a la educación es en las páginas
policiales, cuando presentan noticias de acoso sexual, de huelgas, de toma de
locales escolares, que ahora no sólo es de parte de los estudiantes en los
centros de educación superior sino en las escuelas y colegios, y también de
parte de los padres de familia. Los medios se devanean y refocilan cuando hay
un escándalo o un hecho luctuoso en nuestras instituciones educativas. Y nada
de atención dedican a lo serio y trascendente.
Sin
embargo, como pueblo tenemos algunas fortalezas.
¡Cómo no! ¡Muchísimas, oiga usted!
Señale
solo una, por el espacio siempre limitado de que se dispone en una revista
impresa.
Hay muchas y valiosas. Solo por mencionar una, como
muestra: somos los peruanos muy afectivos, nos apasionamos rápidamente por
algo. Mi padre, por ejemplo, se entusiasmaba hasta por cosas insignificantes y,
aparentemente, ridículas. ¿Y eso –le decíamos sus hijos– te gusta y te
entusiasma, papá? ¿Cómo te va a gustar algo así?, le reprochábamos. Y él nos
respondía con plena convicción: ¡Sí! ¡Cómo no me va a gustar! ¿Acaso no les
parece lindo? Ser cariñosos es una gran capacidad de nuestra gente.
Esto
vale a nivel individual, pero ¿también colectiva e históricamente?
¡Claro! Esa disposición para el no rencor, que en
otros pueblos es motivo de grandes tragedias, en el Perú no. De allí que el
Perú sea un pueblo sin rencores, donde no odiamos y, más bien, todo lo
disculpamos, incluso a los que nos han hecho mucho daño, y nos han herido en lo
más hondo del alma. Tratamos a los demás con cariño sincero. ¿Eso no le parece
inmenso? Sino, mire también usted entre los políticos, sus rencores son hasta
ingenuos. Más bien somos amigueros, fáciles para el sentimiento, lo cual es un
valor extraordinario.
Y
¿llorar, por ejemplo, es una fortaleza?
Ahí tiene usted, por ejemplo. ¡Llorar! Esto que, a
veces, no se lo entiende y respecto a lo cual se es muy duro. Hasta crueles con
este rasgo que es tan hondo y tan bello, cuál es la capacidad que tenemos para
dejar aflorar nuestras lágrimas. César Vallejo lo hacía. No hay poeta que llore
tanto en la literatura universal. Hacer escarnio de eso sería no tener alma.
¿A
eso, llorar, lo considera una cualidad positiva?
¡Por supuesto! ¡Cómo no! El llanto es una confesión y
es más frecuente y propio de nuestra cultura, que es honda, pero a la vez
tierna, afectiva y entrañable.
Hay,
siguiendo esta vena o ruta que hemos tocado, una gran capacidad de resistencia
en nuestra gente, ¿no?
¡Increíble! Sorprendente. Porque además de las
tristezas y miserias que aquí se padece, se responde luego a todos los llamados
de afirmación nacional. Y el pueblo lo hace con transparencia y generosidad. Es
tremendo. Es una gente linda la nuestra.
Luis
Jaime, la docencia universitaria, ¿qué le ha deparado?
Muchas satisfacciones y a cada instante. Son lecciones
que uno recoge cada día y en silencio. Por ejemplo, yo he aprendido que en el
lugar más inesperado voy a encontrar a alumnos que son mejores que yo.
Totalmente. Así de cierto y sin eufemismos. Y esto reconforta el ser, nos llena
de una gran fe en la vida.
Y,
¿cuál es para usted la principal virtud de los jóvenes?
Muchas. Pero para mencionar solo una, muy específica:
la capacidad que tienen para auto corregirse.
Relacionado
a este asunto y desde su punto de vista, ¿a qué se debe que no hay líderes
jóvenes por ahora?
A que la gente joven ha perdido confianza en los
políticos. Y también a que se están gestando fórmulas nuevas.
Por
lo que nos dice: no elegiría vivir en otro país.
Ya lo hubiera hecho. El Perú es un país que se hace
querer y amar. Por decirte un rasgo: esa integridad de la gente para afrontar
los problemas... es tremenda, sorprendente y sobrehumana...
¿Cree
que el Perú superará pronto todas sus dificultades?
Por supuesto. Yo soy muy optimista al respecto. El
Perú es un país precioso, un país muy fuerte y de muchas raíces.
¿Y
en qué basa esa esperanza?
En que más del 56% de la población en el Perú son
jóvenes, y ellos constituyen una fuerza arrolladora, pujante e impredecible. En
cualquier momento su presencia transformará el Perú. Los grandes cambios
siempre han estado vinculados a estudiantes y ellos todavía no se han
manifestado con el potencial increíble que tienen y guardan.
Sin
embargo, frecuentemente manifiestan mucho desencanto.
Lo cual quiere decir que sienten y piensan. Y esta
situación no les gusta. Lo peor sería que estén conformes, que estén a gusto.
Ellos están inquietos y angustiados y eso indica que no les satisface nada de
lo que pasa. Ellos muy pronto serán padres de familia y profesionales y van a
tener que tomar decisiones.
Luis
Jaime: Para terminar con algo inolvidable, ¿para usted qué es lo más valioso
que tiene el Perú?
No soy amigo de las frases hechas; pero, a ver, lo más
valioso aquí es la gente y, más específicamente, la creatividad de la gente. Y,
al decirlo, no me refiero al ingenio que aduce tener la clase intelectual, sino
a la creatividad de la gente de a pie y sencilla.
Entrevista, año 2004.
Danilo Sánchez Lihón
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