Danilo Sánchez Lihón
1. Embelesados
por la noticia
La primera visita de los peninsulares a la región
indígena de los Chucos fue en 1533, a pocos meses después de la muerte del
Inca Atahualpa y el derrumbe del imperio
del Tahuantinsuyo en Cajamarca.
Era mayo cuando por los caminos del inca avanzaba una
extraña y curiosa comitiva: Hernando Pizarro, quien iba adelante montado en un
caballo, portando el estandarte español de la Conquista.
Detrás de él era seguido, y caminando a pie, por dos
religiosos misioneros agustinos, quienes eran: Fray Juan Ramírez y Fray Juan
Coxiga, quienes portaban la cruz del evangelio levantadas sobre sus cabezas.
Así llegaron primero a Huamachuco, donde fueron
recibidos pacíficamente por la población nativa y donde establecieron el primer
centro misional.
Embelesados por la noticia de la existencia de la
región de los Chucos, Hernando Pizarro y esta vez sólo con Fray Luis Coxiga se
encaminaron a conocerla.
2. Indómitos
y rebeldes
Atravesando frías punas y profundas quebradas.
Llegaron a las alturas de la Peña de Sauca y desde allí divisaron el Ayllu
grande de Andaymarca, a lo lejos, y, más cerca, la verde llanura de Huayatán.
Allí reconocieron que estaba afincado el Palacio Real
del reino, la residencia del soberano del lugar, el adoratorio del ídolo
Huanaco y del Dios-Sol, impuesto este último por los Incas, así como
diseminadas por el contorno las casas de los habitantes del lugar.
Los españoles, ya entrada la noche, se presentaron
ante el soberano de aquel reino, recepción que fue fría, distante y con claras
demostraciones de enojo y rechazo de parte de los nativos.
Los caminantes temieron, incluso, por sus vidas al
notar que estos hombres eran indómitos y rebeldes. De allí que decidieron
continuar el viaje en dirección de los indios Cabanas.
Luego de tres días de caminata fueron recibidos en
este otro lugar con simpatía y hasta festejos.
3. Con báculo
y el libro
Después de esta incursión los expedicionarios
volvieron a Huamachuco, para después Hernando Pizarro dirigirse al Cuzco.
Pero, Fray Juan Coxiga se había quedado prendado de la
tierra de los Chucos y mediante carta a sus superiores solicitó permiso al
propio emperador español Carlos V para
evangelizarla.
Acompañó su petición con el ruego de que el soberano
donara dos estatuas del Apóstol Santiago el Mayor: una montada a caballo, y con
espada en mano, destinada para el reino de los Chucos, a quienes consideró
belicosos.
La otra del Apóstol, pero en su actitud de peregrino,
con báculo y el libro del evangelio en la mano, para entronizarla en Cabana.
Por diversas circunstancias los frailes Juan Ramírez y
Juan Coxiga tuvieron que regresar a España, en 1536.
Allí consiguieron audiencia real con Carlos V, ante
quien renovaron su petición.
4. En
dicho lugar
Sin olvidar el detalle de las imágenes. Carlos V dio
la orden de que las confeccionaran en el Taller de Compostela.
Es más: dispuso el reforzamiento de la misión
evangelizadora de la orden de San Agustín en el Perú, que se concretó con la
venida de 60 clérigos de esa feligresía.
Fueron ellos quienes en Lima celebraron su Primer
Concilio Provincial, en el convento de la orden en 1551, planificando la
evangelización y “conversión de idólatras” en la sierra del norte del Perú.
Efecto de dicho Concilio fue que a don Fray Juan
Coxiga se le encomendara hacerse cargo de la misión evangelizadora de los
Chucos, estableciendo su centro de operaciones en Huayatán.
Inició su viaje hacia dicho lugar, caminando a pie,
amaneciendo un día del año 1552 en la Peña de Sauca.
Pero esta vez los Chucos sí aceptaron complacidos su
llegada, contribuyendo incluso con la edificación del convento de los agustinos
en dicho lugar.
5. Aquella
noche
Allí Fray Juan Coxiga recibe la noticia de que habían
desembarcado en el puerto de Huanchaco, traídos en el galeón español Santa
María, dos baúles de madera forrados en cuero, conteniendo las efigies
solicitadas del Apóstol Santiago El Mayor.
Con los nativos más robustos se organizó la expedición
para el traslado de dicha encomienda. Largo y penoso fue el camino de ida a la
costa.
Y más aún el de regreso, hasta llegar con los baúles
cargados hasta el paraje de Los Tres Ríos, donde bajaron uno de los baúles,
cuál era el del Apóstol a caballo y con espada para traerlo hacia aquí por ser
ariscos e indómitos.
Y el otro continuó su viaje a Cabana. Al abrir ya en
Huayatán el baúl Fray Coxiga quedó atónito. La imagen era la del Apóstol
peregrino. Sin decir palabra y acatando la voluntad divina se le llenaron de
lágrimas los ojos.
Celebraron diversos actos litúrgicos y dejaron la
imagen en una hornacina, bien protegida y bajo techo. Aquella noche en la
liturgia religiosa el primer converso a la religión cristiana fue el Señor de
los Chucos, Juan Llacta Huacacollca, quien recibió el bautismo católico.
6. En el Cerro
de la Luna
Cuenta la tradición que la imagen del apóstol Santiago
había desaparecido al día siguiente.
Dotados de clarines y pífanos 450 comuneros lo
buscaron, encontrándolo finalmente muy bien erigida en los espesos bosques de
perejil y palo santo que habían junto a la vertiente de un chorro de agua
denominado Pichi Paccha.
Por tres veces ocurrió este hecho asombroso, que fue
tomado como providencial y un designio divino.
Constatado esto el 25 de julio de 1553, y luego de ser
bautizados los 450 comuneros de los Chucos, decidieron trasladar la efigie, en
imponente procesión y en brazos de los más fornidos comuneros, al manantial de
Pichi Paccha. Y con él trasladaron al pueblo.
La comitiva iba acompañada con danzas y bailes
folclóricos. Presidía la procesión Juan Llacta Huaracollca, el Señor de los
Chucos ya convertido al cristianismo.
El nuevo sitio para la ermita correspondía al Ayllu
Grande de Andaymarca, situado en las faldas del Cerro de la Luna, o
Quillahirca, entre las cuencas de los ríos Patarata y Huaychaca, en donde ahora
se asienta la ciudad de Santiago de Chuco.
7. Húmedos
manantiales
Finalizada la entronización en la nueva capilla, Fray
Juan Coxiga, conmovido y dirigiéndose a la multitud expresó:
“Declaro fundado aquí el pueblo de Santiago de Chuco y
proclamo como su patrón tutelar al Apóstol Santiago el Mayor, el peregrino”.
En 1560 Fray Juan Coxiga emprendió la gigantesca obra
de construcción de la iglesia matriz.
Fue un bello y artístico templo de estilo barroco
dedicado a la devoción del Apóstol Santiago el Mayor, en el mismo lugar ocupado
por el chorro de Pichi Paccha.
Gracias a las técnicas indígenas de edificación se
abrieron zanjas profundas de drenaje de las aguas en donde antes eran húmedos
manantiales.
El Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, en
su visita pastoral de 1563 llegó a Santiago de Chuco y fue recibido por Fray
Juan Coxiga.
En su informe consta la edificación en proceso de la
iglesia matriz de dicha villa.
8. Pétalos
fulgurantes
El nombre de Santiago de Chuco es la unión de dos
culturas, la indígena y la europea, que hicieron el mestizaje del Perú. Es una
asociación de contrarios, que obliga a la búsqueda ardorosa de la unidad. Es un debate constante, anímico y social, que
se da en la alegría y en el dolor, que coronan las fiestas de celebración del
25 de julio, en honor al apóstol Santiago El Mayor.
Esas mismas que César Vallejo consagró en su Terceto
autóctono, o en la fiesta del 3 de noviembre del año 1900 fecha en que Santiago
de Chuco se funda como provincia del departamento de La Libertad, en donde él
desfiló como alumno del primer grado de la Escuela Municipal de su pueblo.
Ahora, Santiago de Chuco –como el alhelí de sus
huertos y jardines– y desde el centro de su plaza, donde se sitúa su corola,
que es su iglesia, erigida sobre el chorro de Pichi Paccha, despliega hacia los
costados de su recóndita y elevada geografía.
Ellos son: San Cristóbal, Santa Mónica, San José y
Santa Rosa, que siguen el trazo tembloroso de sus calles, el tul y el dorado de
sus pétalos fulgurantes,.
9. Tierra
sagrada
El pueblo de Santiago de Chuco es tierra de poetas,
como César Abraham Vallejo Mendoza, de los hermanos Abraham y Felipe Arias
Larreta, como de los hermanos Santiago y Julio Pereda Hidalgo.
Pero, además, de por lo menos medio centenar de ellos
que han publicado obras escritas, y que son juglares y trovadores señeros.
Pero también es tierra de héroes, como Carlos Miñano y
Luis Felipe de la Puente Uceda; de sindicalistas mártires como Artemio Zavala,
Eulogio Castillo y Teófilo Delgado.
De educadores consagrados, cinco de los cuales han
sido rectores de la Universidad Nacional de Trujillo, como Carlos Uceda y
Masías Sánchez; de prosistas y ensayistas notables como Samuel Mendoza y Carlos
Barbarán.
Que la savia de las flores de sus campos, que el
fulgor de la luna en sus colinas y los rayos del sol que doran sus calles unjan
siempre su frente y proyecten hacia los confines el espíritu, el alma y el
brillo de la luz que emerge de esta tierra sagrada.
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