Danilo
Sánchez Lihón
Nieve
en la noción del fuego.
César Vallejo
1.
El más
querido
Estos dos nevados
recostados uno al lado del otro son dos amantes legendarios que se convirtieron
en estas montañas sagradas coronadas de nieves eternas, el Huandoy y el
Huascarán.
Dominan y presiden la Cordillera
Blanca, integrada por 663 glaciares, 269 lagunas y 42 ríos conformando el
paisaje más colosal, asombroso y admirable del planeta Tierra.
Es la princesa Huandoy, la
única, adorada y predilecta hija del Inca. Es la flor más bella, preciada y
primorosa del imperio. Pero a su vez quien ha quebrantado las leyes más severas
al enamorarse de Huascarán el valeroso soldado plebeyo, vencedor de mil
batallas y quien ha llegado a ser el más joven, estimado y querido general del
vasto reino y predilecto del soberano.
Pero esta deferencia y
estimación, especialmente del Inca, no puede llegar a tanto ni puede romper las
normas divinas como para consentirse que pretenda mezclar la sangre excelsa y
celestial de la familia imperial con la sangre común y corriente, por más que
la adornen mil pendones conquistados en cruentas batallas.
2.
Como
un
hijo fiel
Sin embargo, Huandoy es tan
bella que conmueve por ser una flor delicada y exquisita como puede serlo la
luna cuando boga quieta en una fuente y al amanecer.
Pero hay un rival de
Huascarán en el mando y en el cargo que ocupa que esta vez le ha tendido una
celada.
Y ambos, Huandoy y Huascarán
son capturados dentro del palacio y en falta. Aunque parientes y allegados quieren
ocultar a Huandoy haciéndola viajar a un lugar remoto, ella no acepta y
prefiere afrontar junto a su amado el juicio y hasta el suplicio, si lo hubiera.
Ha querido permanecer al
lado suyo y ser conducida junto a él ante el Inca, sin separarse de su lado.
– ¡Poderoso y magnánimo
Señor! –Le suplica reverente Huascarán al Inca–. Te he servido devotamente
desde niño. –Habla, se le quiebra la voz y se arrodilla–. ¡Amo y adoro a
Huandoy! Mándame poner otros mundo a tus pies y los pondré. Siempre seré tu
leal vasallo. Y protegeré tu reino como un hijo fiel.
3.
Excelsa
flor
Y Huandoy suplica:
– ¡Padre! Tú me enseñaste a
amarlo, hablando siempre de él y de sus hazañas. Y del orgullo que sientes por
él. Refiriendo de su lealtad sin límites hacia ti. De su generosidad y del
hogar humilde de dónde él proviene.
– Son leyes divinas que
ustedes dos han quebrantado. Ambos serán juzgados y condenados.
– ¡Padre! ¡Llevo un hijo
suyo en mis entrañas! Te pido perdón y clemencia. Él es sangre de tu sangre.
El Inca ha recibido estas
palabras con el impacto de la descarga de mil rayos.
¿Esa niña plena de bondad
sin límites, pura como la más excelsa flor de la más cimera montaña, ha
desacatado una ley divina?
– A ambos condúzcanlos a
calabozos separados. ¡Encadénenlos y cuiden que las celdas sean seguras e
inexpugnables! ¡Ambos morirán al amanecer!
4.
Nieve
inmarcesible
Es allí cuando Huascarán forcejeó
y veloz se escapa de sus captores. Rescata a Huandoy y huyen por pasadizos
secretos. Pasan las horas y nadie los encuentra, concluyendo que ya están fuera,
en los extramuros del palacio.
El soberano ante esta fuga,
ordena que todas las guarniciones cercanas salgan a prenderlos, maniatarlos y conducirlos
encadenados ante su trono.
Huascarán que es sagaz,
fuerte y valeroso, alzándola consigo emprende la huida escapando por caminos de
hielo y pedruscos, subiendo las altas montañas frígidas y escarpadas.
Pero, cercados por uno y
otro flanco, y antes de ser capturados, deciden convertirse en los nevados más
altos y prominentes de la Cordillera Blanca del departamento de Ancash,
perpetuando de ese modo y para siempre su amor, su mutua devoción y el querer
consagrarse a su pueblo.
Es así cómo se convirtieron
en nieve inmarcesible y en nuestros Apus tutelares.
5.
Con voz
confidente
Ahora se miran, se acunan e
intiman. Ambos se buscan y se juntan en noches de luna y de estrellas arrobadas
en el firmamento.
Hacen el amor en noches
serenas, que es cuando repentinamente se llenan de neblinas y rubores los
cerros que se reflejan en las fuentes y se atisban hacia el fondo de los
celajes. Entonces ella se sonroja y se oculta detrás de él que es severo e imponente.
Es cuando el agua de la
laguna que está al pie se remueve y acompasa y luego produce grandes oleajes; a
veces como quejidos hondos y agitados de olas que golpean contra las rocas y piedras
a su vera.
Se los siente revolverse
bajo las sábanas y compenetrarse. Ella se esconde en él, quien se hunde en su
vientre y la preña, que es cuando se la ve abultada.
Y que es cuando fructifican
las sementeras y aumentan las crías del ganado.
Pero ahora más es que
conversan, ella recostada en su hombro y en su pecho apacible. Y él le habla
como a su mujer que es, con voz confidente, diciéndole:
6.
Ni siquiera
llamó
– ¡Huandoy! –Le dice–. ¡Qué
pasa con nuestros hijos! Y no solo con los nuestros sino con los hijos de todos
los Apus. Hemos puesto en ellos el mayor esmero, pero no quieren saber nada
acerca de nuestra tierra, costumbres y tradiciones. E inclusive se han ido.
– No sé. Digo que quizá sea
porque todo lo han tenido y porque todo les hemos dado. O porque no han sufrido
como nosotros sufrimos de privaciones. O, porque así será la vida.
– No. Al contrario. Siento
que esto que ocurre atenta contra la vida y les quita reciedumbre.
– Toda nuestra existencia
ha sido un sacrificio constante y nunca hemos fallado ni tenido descanso sino
que todo ha estado dedicado a ellos.
– Y, ya ves, la última
cerró la puerta de golpe y se fue. Tiró las llaves sin siquiera voltear a
mirarnos. Sin decir siquiera gracias, o adiós.
– Y hasta ahora no ha
vuelto. Y, ni siquiera llamó.
7.
Nuestra
progenie
– Hace mucha helada. Siento
mucho frío
– Pero yo estoy que te
arropo. Y tú te destapas.
– Siento tu abrigo pero el
frío viene del subsuelo.
– ¿De las lagunas dices?
– O de los luceros, porque
mira cómo se refleja en la superficie del lago el cielo tachonado de todas las
luces que brillan en el cielo.
– ¡Cuánto dolor me da este
mundo que vivimos, Huandoy! ¡Sin alma, sin rumbo y sin sentido! Nosotros
mismos, que nacimos eternos, moriremos. ¿Cuánta nieve hemos perdido?
– Pero no tanto me preocupa
lo que me pase a mí, sino a nuestros hijos. Y a los hijos de todos, porque en
ello está nuestra herencia y progenie.
8.
El mundo
que
anhelamos
– No encuentro culpa en
nosotros sino en lo que viene desde afuera y desde lejos.
– ¡Huandoy! Quiero
proponerte algo.
– Sí. ¿Qué es?
– Que así como decidimos
ser nosotros montañas sagradas, ahora bajemos a ras de tierra y nos confundamos
como dos jóvenes que salen de sus pueblos y van a estudiar a las ciudades.
– Y, ¿para qué?
– A fin de forjar el mundo
que anhelamos y que fue el que nos enseñaron nuestros padres, inspirado en
valores.
– Y, ¿qué les enseñaríamos?
– El Ama Sua, no seas
ladrón. El Ama Quella, no seas ocioso. El Ama Llulla, no seas mentiroso; y para
corregir este mundo de dolo, usura, y engaño.
9.
Si es
a
tu lado
– Me dan miedo las
ciudades. Me da miedo vivir en aquel mundo.
– Tú siempre estarás a mi
lado. Y yo nunca te dejaré. Te defenderé con toda mi alma y mi vida.
– ¿Dejar estos aires, esta
limpidez del cielo, estas flores, la luna y las estrellas en el anochecer? ¿Y a
nuestros amigos y hermanos que siempre están atentos a lo que nos ocurre?
– Sí, ¡ese es el sacrificio!
– ¿Tú estás convencido?
Porque todo será al principio mísero y precario para nosotros. En aquel mundo
no tenemos nada ni a nadie. Y todo será muy difícil.
– Pero es una misión la que
tenemos que cumplir. No podemos dejar que nuestro pueblo se pierda.
– Si es por lo que dices; y
si es a tu lado, entonces está bien. Acepto
– ¡Gracias amor mío! Ahora,
duerme.