Danilo Sánchez Lihón
Oyes?
Regaña una guitarra.
Calla!
César
Vallejo
1. Cabe
el cielo
La música andina y criolla forma parte de mi sangre y
mis latidos, porque son frecuentes los ensayos de la orquesta de instrumentos
de cuerdas Ollanta en la sala de nuestra casa en Santiago de Chuco, integrada
la mayoría por maestros de escuela y que mi padre dirige. El repertorio que se
interpreta es la música tradicional peruana, compuesta de huaynos, marineras y
serranitas, así como también de valses, polcas y pasodobles.
De allí que los sones de esas cuerdas y el arrebato de
sus ejecutantes me sumerjan en el agua de los manantiales de mi tierra como en
el rocío de sus huertos y jardines. En el susurro del viento que se aduerme en
las espigas como en el rumor fresco del bosque, y que al llegar hasta aquí se
adorna de serpentinas.
En sus notas cabe el cielo estrellado de las noches límpidas
y las voces de la gente que nos despiertan temprano trayendo del campo
hierbabuena, albahaca y toronjil. También las lomas y colinas de nuestro pueblo
cubiertas de manzanilla, margaritas y cedrón. Bastan esas finas vibraciones de
las cuerdas templadas en guitarras, mandolinas y bandurrias; o en el violín que
ejecuta mi padre, para que se arme la fiesta y la gente se mueva entusiasmada,
feliz y enfebrecida.
2. Duermen
en el alero
Bastan las cuerdas y el yasbán que lo ejecuta mi
hermano Juvenal, pero en la orquesta a veces canta el moreno guardiacivil
Santos Guzmán que empieza entonando una canción que siempre me pareció
inspirada en nuestra gente y nuestros campos, en nuestros propios senderos y
acequias, reviviendo el rocío de los amaneceres y el verdor de nuestras
sementeras. Y que sin embargo lo escribió un limeño sufrido de los Barrios
Altos, soñador empedernido a quien desde niños mi padre nos inculcó admirarlo,
don Felipe Pinglo Alva, y que dice así:
Es ya de
madrugada,
el labriego
despierta,
al entreabrir
sus ojos
la luz del alba ve.
Entonces
presuroso,
saliendo de
su lecho,
musita esta
plegaria,
llena de amor y fe.
Señor, tú que
has creado,
las aguas de
los ríos,
y a los
prados permites,
el verdor que se ve.
No niegues al
labriego,
el divino
rocío,
que con cada
caída,
alegra nuestro ser.
La campiña
que luce,
hermosos
atributos,
por tú
florece siempre,
cual ameno vergel.
Pero si tú
nos niegas,
agua, sol y
rocío,
morirán los
labriegos,
de inanición y sed.
3. Junto
a ti
Cuando Santos Guzmán lo canta lo hace con voz de miel
y aguardiente, con los labios abultados como si rezara elevándolos al cielo. A
cuyo cantar los pajarillos que duermen en el alero se han puesto a revolotear
en plena noche para hacerle coro con sus trinos. Luego modula nada menos que “Alma,
corazón y vida” del piurano nacido en Sullana, Adrián Flores Albán, y que dice:
Recuerdo
aquella vez
que yo te
conocí,
recuerdo
aquella tarde
pero no me acuerdo ni cómo te vi.
Pero si te
diré
que yo me
enamoré
de esos tus
lindos ojos,
y tus labios rojos que no olvidaré.
Oye esta
canción que lleva
alma, corazón
y vida
esas tres
cositas
nada más te doy.
Porque no
tengo fortuna
esa tres
cosas te ofrezco
alma, corazón
y vida
y nada más...
Alma para
conquistarte,
corazón para
quererte
y vida para
vivirla
junto a ti.
4. Y así dice
mi corazón
Nadie más que él canta en la orquesta. Y no porque no
puedan ni quieran otros. ¡Cuántos han querido!, sino porque mi padre en esto es
selectivo e implacable.
Salvo cuando hace poco llegó a medianoche Luis de la
Puente Uceda. Entonces se cerró la puerta de la calle y se entonaron hasta la
madrugada canciones como “Palomitay”, “Han brotado otra vez los rosales” y “China
santiaguina” cuya letra él la compuso sobre una tonada que se canta en diversas
partes del Perú. Así:
China
santiaguina qué tienes
porque no me
miran tus ojos.
Será porque
tienes otro querer
yo también lo tengo igual que tú.
Cada vez que
llego al sitio
dónde
prometiste quererme
lágrimas me
faltan para llorar
corazón me sobra para sufrir.
Y así dice mi
corazón,
pum, pum, pum
como el cañón
Y así dice mi
corazón,
tic, tic, tac, como el reloj.
5. En tales
ocasiones
Pero ocurre frecuentemente que la actuación que se
ensaya ha de ser en alguna ceremonia cívica, cultural o educativa. El
repertorio entonces abarca música sinfónica de inspiración nativista como
“Vírgenes del sol”, “Cuando el indio
llora”, “La pampa y la puna”. Con letras que se impregnan en cada grumo de
tierra blanca de que está enlucida las paredes de nuestra casa, y que a retazos
lleva el viento, como “La pampa y la puna” de Carlos Valderrama y Walter Stubbs:
Linda ñusta
del Perú
tú tienes la
virtud
de encadenar
a tus pies mi corazón.
Y en el ritmo
cadencioso
del canto
aprendido
pende un
llanto divino
oh Virgen del Sol.
En tales ocasiones los instrumentos se vuelven
rituales, de notas agudas y regias, arqueándose al máximo en su registro el
violín, las mandolinas y guitarras, en una suerte de tensión y sufrimiento
supremos.
6. Un aguacero
repentino
Diversos pueblos de la jurisdicción de la provincia de
Santiago de Chuco, como de otras circunscripciones, invitan a la orquesta para
participar en acontecimientos cívicos y sociales, realizando constantemente
giras que duran varios días.
Como también vienen los contratos para asistir a
levantadas de la cabecita del Niño Dios, que está tendida en almohadas envueltos
en tafetanes bordadas con hilachas de oro. O el contrato es para ir a las
velaciones del ínter del Apóstol Santiago, que ocupa casi todo el mes de julio.
O para los santos de las Rosas y Rositas en el mes de agosto. O para tantas otras
celebraciones que hay durante todos los meses del año.
Para eso sí hay brillo y alegría en los ojos de todos.
Y el baile es en el patio de las casas, todos agitados; cada ser con su
destino, cada hombre y mujer con su pequeña o grande historia, seguramente
plenas de felicidad pero otras también llenas de desdicha y desventuras.
Hasta que un aguacero repentino en que el cielo que ha
estado nublándose se precipita en truenos, relámpagos y mil torbellinos hace
que todos corran a la sala o a los corredores de la casa, sin que pare la
música y sin que las parejas dejen de bailar. Y sin que deje de cantarse la
canción de Luis Abanto Morales que se canta en ese momento y, aunque el cielo
serrano esté aquí, se lo evoque como si no estuviera:
7. Gran
señor
Cielo serrano
como te añoro
Como recuerdo
tu limpio tul.
Me siento
lejos, muy lejos
Y extraño triste tu claro azul.
Cielo
serrano, testigo humano
De mis
ensueños, de mi niñez
Volver
quisiera a contemplarte
Sereno, humilde, sin altivez.
Tú que eres
bello, tú que eres bueno
Porque no
sabes de distinción
como
consientes bajo tus plantas
que la injusticia siembre el dolor.
Tú que
cobijas bajo tu manto
Al pobre
humilde y al gran señor
Por qué es
que dejas indiferente
Que el vil explote al trabajador.
8. Hundiendo
nuestras raíces
Pero, ¿qué es lo que más se canta y se añora en la
música criolla que se echa al viento, y en donde las cuerdas gimen, se
retuercen y hasta lloran?
¡El amor entrañable, dolido y esfumado! En ella se
invocan amores pasados y se rememoran idilios perdidos.
Se reclama y anhela la justicia que no se la ve por
ninguna parte en la realidad cotidiana, y que la canción criolla sublima.
Se canta a la ilusión del amor compartido y de un mundo mejor.
Es esta la música de nuestra identidad; como un
blasón, un escudo y un distintivo de lo que es ser peruanos gloriosos a pesar
de nuestros dolores y adversidades.
Es saber quiénes somos, qué y cómo nos aqueja el mal
y, sintiéndolo y sabiendo, cómo encontrar su alivio o su cura.
Y, hundiendo nuestras raíces en esas fuentes, llegar a
saber lo que podemos ser para nosotros mismos y de nuestro pueblo, sin jamás
negar lo que auténticamente somos.
9. Amor
santo
Y mientras escribo escucho que el guardia Santos
Guzmán con los ojos entornados, mirando la cercha del techo de carrizos y
magueyes demanda hacia lo alto aquel himno al amor de otro piurano, pero esta
vez de Catacaos, como es Miguel Correa Suárez, y que dice:
Nació en mi
pecho el calor
de un amor
santo
Nunca me
faltes amor,
te quiero tanto.
Tus mimos de
mi existir,
son las
delicias
Yo no podría
vivir,
sin tus caricias
Nunca me faltes
amor
A mi dios yo
se lo ruego
Que nunca me
falte
el calor de tus besos.
Porque sin ti, yo me muero
¡Miren estas razones, motivos y detalles! ¡Es quizá
por eso que estemos tan transidos, extasiados y desvelados como pueblo! ¡Y eso
es lo lindo!
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CONVOCATORIA
XVII ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA