Danilo Sánchez Lihón
1. Y un lucero
en el alba
Estamos aquí, ¡porque somos nosotros en quienes ellos
pensaban en esos momentos supremos en que morían!
Porque lucharon por nosotros.
Somos nosotros los que estábamos presentes en sus
mentes, en sus sueños y en sus corazones.
En momentos en que el estremecimiento de la guerra a
la cual asistieron con pundonor, era su anhelo darnos dignidad para siempre.
Heroicidad que les hizo sobreponerse a las escaseces,
a las carencias y desventajas frente a un enemigo bestial que no respetó
heridos en ninguna de las contiendas.
Gloria eterna a quienes se inmolaron aquí. En donde
desde entonces este es un lucero en el alba. Heroicidad que nos inspira para no
doblegarnos jamás.
Y estar más pronto para concurrir a toda cita de
conciencia, como aquella. Por eso, estemos vigilantes, preparados y con ojo
avizor. ¡Y no nos descuidemos!
2. Adhesión
a valores
Hay guerras en las cuales toca a un pueblo ofrendar su
corazón y su coraje. A nosotros en la Guerra del Pacífico nos tocó ofrendar
precisamente eso, como también dimos el alma y la vida. Como a otros les tocó
poner y exacerbar su codicia y dar rienda suelta a su vileza.
Lo triste es que eso haya ocurrido y no lo
reconozcamos debidamente. Y que solo extraigamos amargura y desilusión de
aquella contienda.
Hemos puesto más énfasis en la crueldad del enemigo. Y
esto nos ha hecho olvidar la generosidad de los nuestros para con nuestra
patria.
Nunca fue tan inmensa esa vocación de adhesión a
valores como en aquella hora. Resguardar el patrimonio de nuestros antepasados,
enaltecer la dignidad nacional, el ser solidarios con el hermano de al lado,
con la familia amiga, con el vecino de enfrente, fueron las banderas que se
izaron en aquella hora aciaga, pero se luchó y la Batalla de San Pablo en
Cajamarca es una evidencia.
3. Ser o tener
hermanos
Hemos puesto mucho acento en las debilidades y
traiciones, aspecto que nos ha hecho olvidar la abnegación, la renuncia y los
altruismos sin límites.
Y esta óptica de ver lo malo es más que una traición
para quienes ofrendaron su vida generosamente por nosotros.
Ahora nos toca poner énfasis en las generosidades,
porque nunca fuimos tan magnánimos.
Nunca resaltó tanto la defensa de la justicia, de la
verdad y de lo que no se puede permitir hollar ni mancillar.
Porque esta fue para nosotros una guerra defensiva.
Nunca se sintió más inmensa la noción de ser o tener
padres.
Nunca fue más nítido ser o tener la noción de ser
hijos. Nunca adquirió más sentido ser o tener amigos. ¡Ser o tener hermanos!
4. Es
nuestra herencia
En dicha contienda, de parte nuestra, no pelearon
individuos sino la familia entera: el esposo, los hijos, la esposa, el abuelo,
los niños, en suma: el colectivo social.
Peleaba la unidad sacrosanta del hogar.
Afrontamos esta prueba sacando a flote los sentimientos
más puros y genuinos, apelando al sacrificio y hasta a la inmolación.
La Guerra del Pacífico fue una guerra signada por un
principio para nosotros fundamental cual fue, es y será eternamente: ser
solidarios.
Porque esa es nuestra herencia, por ser descendientes
del incario.
Y es solidaridad aquello que nosotros enseñamos al
mundo.
5. Solidaridad
con el hermano
No fue aquella contienda para nosotros una guerra
militar sino moral. Fue una guerra en donde lo que resaltó de parte nuestra fue ser fraternos hasta
morir.
Cumplimos con nuestros compromisos y con nuestro
deber. Supimos comprometernos, pese a lo mal que nos fuera.
¿Qué pueblo más hermoso entonces como paradigma y
ejemplo?
Fuimos solidarios en los momentos más difíciles hasta
con nuestros propios agresores: ¡Salvábamos sus vidas! Pese a que nos mataban,
no los tratábamos como a enemigos sino como a seres humanos. Rescatábamos
náufragos y heridos de las naves que hundíamos.
Después del hundimiento de la nave chilena La
Esmeralda salvábamos a los náufragos. Después de encallar la nave peruana
Independencia, ellos que huían, regresaron para ametrallar a los náufragos que
ya estaban salvos en los farallones.
6. Ser legión
y ser soldados
Por eso, gloria eterna a quienes se inmolaron aquí el
15 de enero. En donde desde entonces este es un lucero en el alba. Y aquí como
en ningún otro lugar César Vallejo está vivo.
Porque Vallejo es insignia de valor y heroísmo.
Y que estemos sus paisanos aquí, quienes hemos tomado
la bandera del vallejismo en el Perú, es extraordinariamente significativo.
Porque todos tenemos que estar vigilantes y no
parpadear. Tenemos que estar en pie de guerra siempre, sin bajar la guardia.
Eso es lo que nos aconseja la experiencia histórica.
Y Capulí Vallejo y su Tierra es militancia en ese
estado de desvelo. ¡Y ser de Capulí es ser legión y ser soldados!
7. Combatir
hasta vencer
Juramos enarbolar con honra y virtud el estandarte de
César Vallejo para ir a la marcha de un nuevo Perú y ser émulos de héroes como
los que aquí se inmolaron.
Nos comprometemos en la tarea de construir un país en
base a esos sueños, esperanzas y a la cultura milenaria que nos constituye,
conforma y da sentido y glorifica.
Nos comprometemos a que el Perú será un país hermoso
como una espada en el aire.
Y por la capacidad de ser solidarios y fraternos. Es
esta esencia y mensaje que no lo perderemos jamás.
Y proclamamos aquí combatir hasta vencer.
– ¡Viva Vallejo!
– ¡Viva Grau!
– ¡Viva Bolognesi!
– ¡Viva Cáceres!
– ¡Viva el Perú!
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CONVOCATORIA
XVII ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA