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REFLEXIONES SALVADOREÑAS:
REALIDADES AMARGAS:
Por Rodolfo Ascencio Barillas
REFLEXIONES SALVADOREÑAS:
REALIDADES AMARGAS:
Por Rodolfo Ascencio Barillas
La vida es un laberinto muchas veces sin salida, por eso no esperes que otros hagan tu trabajo, porque el tiempo enseña: que los dolores son heridas mortales, que el llanto soporta los peores pesares y que se agoniza por viles engaños.
Mas no pienses que los demás perdonarán tus errores, porque siempre prima: la riqueza de la vileza, la pobreza de la bajeza, las enfermedades de la edad, el infortunio de los fracasos y la apariencia que presume el mundo con opulencias innecesarias, y con la infamia que produce la indiferencia de la majestad; y hay quienes compran con plata lo que nos mata, y otros que critican con vehemencia, en sí desean tu caída, y aunque finjan amistad ocultando bien su daga, en su estado de guerra el corazón yerra por el alma dura, ojos que en las tinieblas se aferran, en pos, el llanto moribundo clama penando.
Hay quienes presumen ser tus compañeros en el camino, y hasta lloran abrazados contigo. Otros huyen despavoridos y regresan fingiendo afecto, y sin importarles el remedio te dan brutal castigo. Y señalan tu negligencia como vil ignorancia, y aunque el orgullo humano es el honor perdido, la hipocresía es la apariencia del aprecio y la envidia es la otra sombra de la verdad.
Sabiendo que la virtud es la mentira que ahoga lo incierto, hay quienes se regocijan con los males que aquejan tus días de sufrimiento. También hay quienes se ríen con su rostro bañado en lágrimas, y otros que lloran, en el fondo ríen llorando. Pero si fracasas aumentan sus gozos; y si triunfas se retuercen lamentando fallidas esperanzas de verte arrodillado. Porque la perfección también se equivoca… y los errores son los golpes que pagamos en la vida, ignorando. Pero jamás te arrepientas de lo que debiste hacer, mejor es luchar por lo que has dejado pasar frente a tus ojos.
Y no te engañes esperando lo que nunca llegará; mejor espera inerte con las luces ciegas donde anda de puntillas la muerte. Porque los muertos son los que viven soñando el mañana, olvidándose del presente.
Y no entregues tu amor a quien no lo merece, y no creas en los besos que perfuman unos segundos tus labios. Desconfía de aquel que enaltece tus yerros, también de los que odian dizque con franqueza, y te dicen ven conmigo, querido amigo.
Y por ser muy breves las horas, la vida veloz pasa, y cuando apenas encontramos lo añorado, cuna y sepulcro se unen, llorando sin consuelo lo pasado…
Hay quienes presumen ser tus compañeros en el camino, y hasta lloran abrazados contigo. Otros huyen despavoridos y regresan fingiendo afecto, y sin importarles el remedio te dan brutal castigo. Y señalan tu negligencia como vil ignorancia, y aunque el orgullo humano es el honor perdido, la hipocresía es la apariencia del aprecio y la envidia es la otra sombra de la verdad.
Sabiendo que la virtud es la mentira que ahoga lo incierto, hay quienes se regocijan con los males que aquejan tus días de sufrimiento. También hay quienes se ríen con su rostro bañado en lágrimas, y otros que lloran, en el fondo ríen llorando. Pero si fracasas aumentan sus gozos; y si triunfas se retuercen lamentando fallidas esperanzas de verte arrodillado. Porque la perfección también se equivoca… y los errores son los golpes que pagamos en la vida, ignorando. Pero jamás te arrepientas de lo que debiste hacer, mejor es luchar por lo que has dejado pasar frente a tus ojos.
Y no te engañes esperando lo que nunca llegará; mejor espera inerte con las luces ciegas donde anda de puntillas la muerte. Porque los muertos son los que viven soñando el mañana, olvidándose del presente.
Y no entregues tu amor a quien no lo merece, y no creas en los besos que perfuman unos segundos tus labios. Desconfía de aquel que enaltece tus yerros, también de los que odian dizque con franqueza, y te dicen ven conmigo, querido amigo.
Y por ser muy breves las horas, la vida veloz pasa, y cuando apenas encontramos lo añorado, cuna y sepulcro se unen, llorando sin consuelo lo pasado…
ESTAMPAS DE EL SALVADOR (Editado por Nalo Alvarado Balarezo)