CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
TESTAMENTO
DEL PADRE
DE CÉSAR VALLEJO
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM.
PROGRAMA:
– PALABRAS DE SALUDO
Y BIENVENIDA
DR. MARIO GONZÁLES RÍOS
DIRECTOR GENERAL
UNIVERIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
– PALABRAS DE SALUDO
PROF. HELÍ OCAÑA ALEJO
PRESIDENTE
DE DERRAMA MAGISTERIAL
– COMENTARIOS A LA OBRA
PANEL:
EMILIO SÁNCHEZ LIHÓN
MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS Y
JULIO YOVERA BALONA
ACTUACIÓN ARTÍSTICA
DECLAMANDO A CÉSAR VALLEJO
FREDERIK SOTOMAYOR
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
CONDUCCIÓN GENERAL
RAMÓN NORIEGA TORERO
SÁBADO 19 DE JULIO, 6 PM.
AUDITORIO DEL UNIVERSIDAD
JAIME BAUSATE Y MEZA
ESQUINA JR. COSTA RICA
Y RÍO DE JANEIRO. JESÚS MARÍA
ALTURA CUADRA 5 Y 6
DE LA AV. GREGORIO ESCOBEDO
CERCA A DERRAMA MAGISTERIAL
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10 DE JULIO
HEROICA
BATALLA DE
HUAMACHUCO
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
HERENCIA
DE GLORIA
LA NUESTRA
Danilo Sánchez Lihón
1. Piedras
heladas
De 1440 que ingresaron a batalla en Huamachuco murieron más de mil. Fue un holocausto.
En la fibra de cada uno de esos hombres estábamos cada uno de nosotros. Estabas tú, herido. Me encontraba yo, no sé cómo, empuñando quizá en la mano este lapicero con el cual te escribo. ¡Hermano del alma!, borbotándonos de coraje y altivez, como hoy, estas lágrimas.
Para librar esta batalla este ejército mítico de peruanos comandados por Andrés Avelino Cáceres cruzó sin abrigo y sin calzado los nevados de la Cordillera Blanca. Lo hizo subiendo y bordeando la laguna de Llanganuco, por un camino de piedras heladas y cortantes.
He realizado el mismo camino y he sentido cómo duelen esas piedras, cortantes no solo por el filo que tienen y por ser puntiagudas en relación al cielo, sino por estar heladas desde hace siglos.
¡Y rojas no sé si porque las curten el cierzo y la nevasca o porque quieren recordar la pasión de la sangre al contemplarlas! Y que se volvieron ardientes por el temblor de los héroes, sin zapatos ni ojotas, que pasaron sobre sus filos cortantes.
2. Empezamos
a ganar
Murieron por centenas en esa travesía no huyendo sino buscando la batalla que se dio días después en Huamachuco, porque si no tenían ojotas ni atuendos menos iban a tener medicinas. Ese ejército escalaba peñas y abría caminos sobre los abismos. Luego avanzó por el Callejón de Conchucos.
Pocos tenían fusiles, las balas les eran escasas, nadie contaba con bayoneta. Sobraban en los almacenes del enemigo, pero eran armas cobardes, porque asesinaban heridos. Y ¡esas no las necesitábamos!
El enemigo con el cual se enfrentaban tenía abundantes fusiles y carabinas con pertrechos más que suficientes y sofisticados. Eran una máquina de guerra que es lo mismo a decir de infamia e ignominia.
Nosotros teníamos amor a nuestra tierra, cariño a nuestros seres queridos, veneración a la heredad de nuestros antepasados, y era eso lo que defendíamos.
Aquellos tenían una poderosa caballería y 9 cañones Krupp de montaña. Era más que suficiente para dormir tranquilos. Pero no dormían. Nosotros sí porque teníamos el alma en paz, capaz de enfrentar cualquier juicio
3. Coca
endulzada
La noche anterior a la batalla definitiva los desalojamos de la ciudad donde estaban acantonados. Aquellos que tomaron la iniciativa de lanzarse el ataque, en el amanecer del día 10 de julio, fuimos nosotros; quienes después de cinco horas empezamos a ganar la batalla.
Este triunfo ya era tan claro que las campanas de la iglesia de Huamachuco tocaron a rebato, repicando victoria, luchando con pundonor, honra y coraje.
En los partes de guerra de Alejandro Gorostiaga en varios momentos informa que Cáceres fue vehemente en sus decisiones. Que este coronel arisco e impulsivo ya veía consumado el éxito a favor de su ejército de descalzos y desarrapados.
Ejército de runas, de hambrientos y sin dormir hacía días. ¡Qué honor para el Brujo de los Andes!
¡Qué inmenso honor se brinda de ese modo a tropas que no habían comido, que estaban famélicas, en donde ni el Comandante General tenía un pan qué probar! Tan es así que De los Heros en su informe refiere:
El General –así lo nombra a Cáceres, a quien era coronel, otorgándole el título con la admiración más profunda– desde el 6 no ha tomado casi alimento alguno, sosteniéndose únicamente con agua de coca endulzada con chancaca...
4. El último
abrazo
De mi pueblo, Santiago de Chuco, marcharon a luchar 200 hombres desvelados que formaron voluntariamente el Batallón Libres de Santiago de Chuco. Aquel contingente no tenía armas. Cogieron sus picos y palas y enfilaron, uniéndose a los montoneros de Cáceres, quien en su Memoria registra el hecho de este modo:
En medio de la penuria general contribuía el pueblo de Santiago de Chuco con la sangre de sus hijos y con sus recursos a la defensa de la patria, desafiando la ira del enemigo que le castigó después....
Por eso, me conmueve cada calle y cada esquina de mi pueblo, porque no se me olvida cada renuncia, cada juramento, cada beso eterno de despedida que allí se diera. Y cada lágrima derramada en retribución a cada héroe. Y hasta escucho desvelado las serenatas que se cantaron antes del viaje.
Paloma blanca,
blanca paloma
vuelve a tu nido,
ni te remontes
por esos montes
donde yo lloro.
Me conmueve el adiós a la mujer amada, el último abrazo con los padres y con los hijos. Y las voces que emergen de las casas que por sencillas resuenan con todo su valor y su verdad en el alma.
5. Nuestra
herencia!
¡Cuán sentido sería ese canto!
¡He imaginado esas notas, porque marchaban a morir, por ti y por mí y por todos nosotros! ¡Cómo entonces olvidarlos un día como hoy de conmemoración suprema!
No podemos olvidar a aquellos que ofrecieron generosamente su corazón, para tener lo que más nos engrandece: valor para siempre!
¡Tuvimos grandeza moral frente a todo aquel peligro, desafío o adversidad!
Perdimos una batalla y hasta la guerra en la cual nos defendimos de un agresor que los pueblos y las conciencias honestas condenaron y condenan por su bajeza y por su oprobio.
Ya que fue, de parte del enemigo, una guerra de agresión. Concebida, provocada y ejecutada con premeditación, alevosía y ventaja.
Es decir que calza a perfección con lo que es un crimen. Pero ganamos heroicidad y eso es inconmensurable.
En toda aquella aciaga contienda la bandera peruana jamás fue arriada por rendición en ningún combate ni batalla.
¡Esa es nuestra herencia!
6. Una espada
en el aire
Nadie se rindió en ninguna llanura, quebrada o colina. En ningún pliegue de la tierra que ha quedado sellada con esa gloria para que tú la ames más todavía.
El portaestandarte de la Batalla de Huamachuco, quien era Germán Alba, juró morir antes que dejar que la bandera fuera arriada. ¡Y cumplió con su deber, haciendo que flameara invicta hasta después que fuera ferozmente acribillado, en lo alto del cerro Sazón!
Aquel contingente de humanidad indignada sabía que ese día dejaban desamparados y huérfanos a sus hijos. Y sus hogares destrozados. Pero sabían que peor era dejarlos huérfanos de honor, de dignidad y de coraje.
¡Que eso no se olvide jamás, de lo contrario sería nosotros traicionarlos! Olvidar aquello es deslealtad, no extraer lecciones de estos hechos sería desatino.
Porque, ¿qué muestra de amor más sublime que dar la vida por tus amigos? Esta verdad la dijo Jesús.
¿Y qué muestra más honda dar la vida por tu heredad, por nuestro retazo de tierra, de cielo y de agua que es el patrimonio que nos legaron nuestros padres?
Nos legaban así una patria hermosa como una espada en el aire.
7. Y eso debe
fortalecernos
Huamachuco es cierto que fue una hecatombe de sangre es a la vez una apoteosis de gloria.
Hay en la juventud actual cierto dolor y vergüenza de esta guerra perdida, porque más nos han hablado de los pillos y canallas, que siempre los hay además de aquellos que la atacaban.
Pero aquellos que no claudicaron fueron casi la totalidad. ¿Por qué ocuparnos de los insignificantes que traicionaron?
Pero fueron muchos más aquellos que entregaron sus vidas y es a aquellos que debemos valorar. De lo contrario el sacrificio puro de tantos hermanos sería en vano.
La gran multitud fue heroica: el hombre, la mujer, el niño, el anciano. Y creo que pocos son los pueblos que tienen ejemplos tan hondos y magníficos de heroísmo y de valor, como los que puede el Perú ostentar en la Guerra del Pacífico.
Y eso debe fortalecernos. El que esta sea una historia de fe en nuestra tierra, en los valores supremos, en nuestro destino y en la solidaridad, utopía que los incas lo hicieron posible como realización humana, organización social e himno a favor de la vida.
¡Porque de eso somos herederos! ¡Y esa es nuestra gloria!
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