miércoles, 2 de julio de 2014

2 DE JULIO: PIEDRA DE ALERO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA CASA, LA COMIDA, EL PUEBLO - ENTREVISTA A DANILO SÁNCHEZ LIHÓN, POR DRA. MARA L. GARCÍA, BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
 
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SÁBADO 19 DE JULIO
6 PM LUGAR
POR CONFIRMAR
 
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2 DE JULIO
 
 
PIEDRA
DE
ALERO
 
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
LA CASA,
LA COMIDA,
EL PUEBLO
 
 
ENTREVISTA
A DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
DRA. MARA L. GARCÍA
BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY
 
 
MG: La casa además de ser el escenario central en Piedra de alero, se convierte en un personaje en el texto muy engranado a la madre.  Desde el título la casa está presente, ya que el alero es una sinécdoque de la vivienda.  Asimismo, el narrador al referirse a la madre anota: “Tú eres el centro del universo de nuestra niñez […] sabemos que al volver a esa casa siempre estarás tú”. ¿En su opinión existe una relación entre la casa y la madre?
 
DSL: Sí. Y esta es una relación total. La casa es nidal, madriguera y cuna maternal. Y creo que es un error cuando se dice casa paterna, porque la casa es madre, no padre, y entonces debería decirse siempre casa materna. Incluso es “la casa”, es decir femenina, mujer, útero y matriz; donde nos guarecemos, hallamos refugio, dormimos y volvemos a nacer. Que nos acoge, que es falda y es regazo. Que es alero y es pollera. En donde el centro perenemente es la madre. Es mundo interior en donde ella es el eje. Tiene la casa su estructura ósea y nerviosa, que es hacia adentro, que se organiza como claustro con muros hacia afuera y defensas, como es todo lo femenino. Toda mujer es casa, con S, como todo hombre es caza, con Z, de cazar, de enfrentarse al mundo superficial, arrojado hacia el mundo exterior y hacia lo que está lejos en vez de lo de adentro.
 
 
MG: Especialmente en el espacio rural hay esa relación estrecha entre casa–mamá, donde la madre está más acoplada con los espacios interiores y el padre con el ámbito exterior.
 
DSL: Y en esto hay peculiaridades aún mucho más acentuadas en el mundo andino que enfatizan en esta relación de casa y madre, y que lo ilustro con una anécdota personal, para vincular también todo esto a los aleros que es el tema del libro que motiva esta entrevista. Y es que la primera impresión que yo tuve de las ciudades de la costa, que imitan mucho la arquitectura foránea, de actualidad y de moda, es que en esas ciudades mi primera percepción fue no había casas. Tanto así que mi primera pregunta a mi madre al salir al siguiente día de nuestra visita a Trujillo y al ver las calles de esa ciudad fue indagar: “Y, ¿dónde vive la gente, mamá?” “En sus casas”. Fue la respuesta simple y escueta. “Y, ¿dónde están?” “Cómo, ¿no las estás viendo allí?” “¿Cuáles, mamá?” “¡Esas son!” “¿Esas?” “¿Y sus techos?” “Aquí no hay techos”. “Entonces, ¿ahí duermen?” “¡Claro que allí duermen!” “¿Sin techos?” “¡Claro que están techadas!” “A ver, ¡dónde si no se ven!”. “Están techadas hacia adentro”. “Tampoco se ve nada hacia arriba.” Es que aquí los techos son planos, por eso no se ven de afuera.” “¿Y no tienen aleros para proteger de la lluvia a la gente?” “¡Aquí no llueve tanto!” “Entonces, ¿esas son las casas?”. “Sí, claro, ¿qué te imaginabas que eran?” “Las que tienen dos pisos, o más, edificios” “¿Y las de un solo piso?” “¡Tiendas, pero no casas!”. Y era porque para mí casa es lo que reúne, lo que protege, como es una madre, y esas construcciones no tenían el signo de protección, que acogen e integran. Y para eso obraban en mi consideración el signo de los techos, no solo para librarnos del frío o de la lluvia. A mí me gustan las casas con techos, que es como si tuvieran alas que abrigan o amparan.
 
MG: Un elemento también presente en su libro “Piedra de alero”, adrede o no, es la comida, reflejo de la gastronomía de Santiago de Chuco, pero al mismo tiempo como elemento de fusión y amor de la familia. En circunstancias que la familia no está completa, el alimento no cumple esta función integradora. ¿Qué relación existe entre la comida y usted?
 
DSL: Un amigo psiquiatra como es Max Silva Tuesta, con quien viajamos juntos a Santiago de Chuco, y con quien tuvimos que compartir muchos días de charlas, recién me hizo ver y ser consciente de que yo compro y pruebo todo lo que ofrecen las personas sencillas por los caminos por donde nos traslada un ómnibus. Que cuando no suben a ofrecerla en los pueblos, o en los sitios por donde el vehículo pasa, soy yo el que baja en el breve lapso en que se detienen. Y si los vendedores de comida están apostados a la vera los urjo a acercarse, los llamo y les adquiero lo que tengan, abriendo para el caso la ventanilla del ómnibus. Y pidiendo los productos me los alcanzan hacia arriba, sean choclos, tamales, huevos pasados, habas, tortillas; todo: frutas, dulces, refrescos y, sobre todo –dice este amigo– es el gran deliquio que pongo para degustarlo cuando me sirvo y saboreo la comida, es el placer que yo trasparento, según él, al degustarlo todo.
 
Y dice también que yo soy un ser humano oral. Y que César Vallejo también lo era. Y que eso se debe a una influencia muy fuerte y directa de la madre, y porque establecemos una relación muy simple y sencilla con la realidad. Y que eso nos hace también tener mucha predisposición por el lenguaje. Si es así, este gusto por el lenguaje creo que más que para hablar en mi caso será para escuchar, que es lo que a mí más me maravilla y fascina: ¡escuchar!, así sea que no entienda un idioma. Todo eso está relacionado a tener un temperamento oral, y eso es congruente también con la comida que a mí me gusta tanto, haciendo la salvedad que me gusta la comida aldeana, casera, y no la comida sofisticada ni la que se ofrece con lujo y ostentación.
 
MG: En varias ocasiones usted ha compartido con los participantes de Capulí, y me incluyo, la sabrosa cancha santiaguina y los ricos chochos que venden las señoras pueblerinas de Santiago de Chuco. La comida, desde mi perspectiva, ocupa un papel relevante en su obra Piedra de alero.
 
DSL: Sí, porque este es un libro familiar, de la vida ordinaria y concreta. Y nada más real que la comida, pero a la vez fundamental no solo para la salud sino por ejemplo para la cohesión familiar. La comida constituye un factor de integración de colectivo humano. En lo personal constituye para mí los mejores momentos que yo paso en esta vida. Y quizá no tanto por la comida misma sino por una relación con el mundo que cuando se come es simple, sencilla y verdadera; en donde descansan la moral, la lógica, los sentimientos o se concentran todos en el acto de comer pero de manera sublime que no se hacen notar y solo probamos los alimentos. Yo me siento muy infantil cuando como, siempre estoy contento al hacerlo, y si no lo dejo notar es por prejuicio, o lo que sea, pero yo siempre como sintiéndome un niño feliz. La comida es para mí el principal recreo que tengo, es lo mismo o mucho más que puede sentir alguien cuando sale de paseo, o a caminar por un parque y gozando del paisaje.
 
MG: La familia nuclear y algunos miembros de la familia extendida son protagonistas en sus textos. ¿Se considera usted un escritor de hogar?
 
DSL: Sí, también, pero sin confinarme a ello. Porque hay libros míos que salen de ese marco. Sin embargo quisiera ser pleno y cabal en esta dimensión de lo que es el hogar. Le digo con sinceridad: ¡Ojalá pudiera alcanzar a ser un escritor de hogar! ¡Porque ser un escritor de hogar es un horizonte muy alto, casi una entelequia, por la excelencia que habría que tener! Y es que yo fui hechizado por mi infancia y mi casa. En esa etapa de mi vida me ocurrieron muchos hechos, tuve muchos impactos emocionales de extraordinario poder mágico y subjetivo. Me ocurrieron situaciones que podríamos calificar como raras. Para mí un castillo de leña en el fondo del corredor no era tal sino que adquiría otra dimensión. La candela del fogón para que pudiera estar en paz con ella tuvimos que hacer pactos entre ambos. Una teja o una piedra al fondo del zaguán concertaron aspectos esenciales conmigo, y todo ello conformó mi personalidad. Y quizá yo esté condicionado a ello porque mi casa de infancia fue un mundo completo y sorprendente, por la dedicación que pusieron en ello mis padres y por la riqueza de experiencias de haber vivido en un pueblo que él mismo es una gran casa, una gran familia, y un extenso hogar, en donde desde que amanecemos y salimos a la puerta ya nos estamos saludando con personas con quienes nos sentimos hermanados por algún lazo familiar.
 
MG: ¿Piensa que el pueblo de Santiago de Chuco es un lugar lleno de contenidos donde se anida ese aroma familiar?
 
DSL: Santiago de Chuco es un nudo de caminos, hay debajo de él promontorios y encima de él abismos que no se ven. Es una cuerda tensada al máximo que cualquiera de nuestros pasos allí pulsa y arrancan notas supremas. Además, en lo geográfico mi pueblo en verdad queda lejos, distante y difícil de llegar hasta él, y esto lo ha condicionado a ser un enclave, una suerte de lugar íntimo, escondido y recóndito, ensimismado en su propia médula, núcleo o corazón, vuelto hacia su interior y entonces es muy de familia, muy de voces íntimas, con relaciones intensas en lo amistoso y fraternal; de enlaces, vínculos y puntos fijos que se entretejen, y en donde se establecen relaciones profusas y profundas; y muy entremezcladas. Así por ejemplo antes como no se salía afuera para no casarnos entre personas vinculadas por algún lazo de parentesco o de sangre era como encontrar una aguja en un pajar; con lo que quiero decir que lo externo a las casas en Santiago de Chuco sigue siendo familia y hogar.
 
MG: Es casi ineludible entonces, habiendo nacido allí, ser un escritor de hogar.
 
Sí. Vallejo por ejemplo lo fue. Soy un escritor de hogar reconociendo que al interior del hogar está prácticamente todo: la bondad, el arte, la belleza que son realidades supremas. Entonces ser un escritor de hogar no es quedarse en lo pequeño, en lo aislado o particular, sino en lo esencial. Aunque la vida y la muerte también están en las calles, y en los enfrentamientos bélicos, o en los hospitales, pero su sentido más absoluto y primigenio está en el hogar, como muchas otras realidades y fundamentos. Por decir solo una de ellas: la educación como la realización de los destinos humanos, que parecieran que está fuera del hogar, en otras órbitas o instituciones, en realidad sus claves están en el hogar, que es la raíz del huerto interior y la matriz de todo lo exterior. Ahora bien, toda esa visión y actitud entre nosotros los de Santiago de Chuco fue reforzada por la escuela en donde nos incentivaron mucho el cariño al hogar, haciéndonos querer y apreciar totalmente nuestra casa nativa o materna. De allí que yo hasta ahora cante, aquella canción que la entonaba en mi escuela junto a mis compañeros de aula, y que dice así:
 
Hogar de mis recuerdos
a ti volver anhelo,
no hay sitio bajo el cielo,
mi hogar, mi dulce hogar.
 
 
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